Estoy muy de acuerdo con el editorial del 30 de diciembre que habla de la necesidad de renovación en diversos campos. Lo que quisiera ahora es añadir un punto nuevo a esa renovación tan necesaria. Me refiero a la necesidad de plantear un nuevo modelo de bienestar. Lo de modelo de bienestar es una expresión que se usa muy poco, algo totalmente lógico en una sociedad dominada por el capitalismo, para el cual sólo hay un modelo de bienestar: el proporcionado por un consumo inacabable.
De lo que sí se habla bastante del Estado de Bienestar, pero se trata de algo muy diferente. El término Estado de Bienestar se refiere a una forma de organización social en la que el Estado garantiza a todos los miembros de la sociedad, independientemente de su capacidad económica o de cualquier otra circunstancia, una atención sanitaria adecuada, una educación integral, una jubilación digna y apoyo en las diversas contingencias desfavorables que pueden ocurrir en la vida humana, como la falta de trabajo, los accidentes, las minusvalías, etc.
Aunque el Estado de Bienestar no nos garantiza el sentirnos personalmente dichosos, podríamos decir que es la base que nos facilita construir una existencia feliz. Pero esa existencia feliz la construimos según el modelo que cada uno considere más adecuado, el ideal de vida que cada uno tenga. Este ideal de vida ha variado de una manera muy notable en las múltiples culturas que se han desarrollado a lo largo y lo ancho de la historia humana. Lo que ocurre es que actualmente en nuestra sociedad se ha impuesto de manera aplastante un único ideal de vida, un único modelo de bienestar. Es el modelo burgués de bienestar al que se refería Erich Fromm cuando escribía: «Se suponía que lograr riquezas y comodidades para todos se traduciría en una felicidad sin límites para todos».
En la mentalidad capitalista, lo mismo que domina un Pensamiento Único sobre lo políticamente correcto, parece que sólo existe una forma única de alcanzar el bienestar: un consumo siempre creciente y la satisfacción ilimitada de todas nuestras apetencias. Cuando la publicidad habla de bienestar, está dando por supuesto el modelo burgués de bienestar, y lo que nos ofrece, a través de una colonia o un crucero, es una forma de disfrutar más de ese modelo de bienestar.
Pero en la historia de la humanidad aparecen distintas corrientes de pensamiento que buscan la felicidad por caminos que pueden ser muy distintos. Lucio Anneo Séneca comienza su breve tratado Acerca de la vida feliz con este párrafo «Todos quieren vivir felizmente, hermano, pero al considerar qué es lo que produce una vida feliz caminan sin rumbo claro. Pues no es fácil conseguir la vida feliz, ya que uno se distancia tanto más de ella cuanto más empeñadamente avanza, si es que se da el caso de haber equivocado el camino; y la misma velocidad resulta causa de su mayor alejamiento». Podríamos preguntarnos si con el modelo capitalista la humanidad se está acercando o se está alejando de una vida feliz.
Por otra parte, el catedrático de Ética López Aranguren pone de manifiesto que los seres humanos ante lo único que no somos libres es ante nuestra propia felicidad. Podemos poner la felicidad en los sitios más dispares; el budista radical lo pone en la aniquilación del yo, y el multimillonario en un yate de diez millones de euros. Pero nadie puede renunciar a ella.
A partir de esta realidad podemos llegar a una conclusión muy importante, y es que inevitablemente la idea que tengamos sobre la forma de alcanzar la felicidad va a condicionar nuestra vida a de una manera decisiva. Nadie va a actuar de una forma que le aleje de su ideal de felicidad.
Por lo tanto, si tenemos nuestra felicidad ligada al consumo, difícilmente renunciaremos a buscarla por ese camino; y si las circunstancias nos obligan a reducir fuertemente nuestro consumo, eso nos supondrá un gran sacrificio que procuraremos evitar con todas nuestras fuerzas.
Es muy fácil ver las desastrosas consecuencias que este modelo de bienestar supone para los problemas fundamentales que la humanidad tiene en este momento: la brutal desigualdad económica entre los seres humanos y la creciente destrucción del medio ambiente de nuestro planeta. Resulta pues ineludible que busquemos una alternativa al modelo de bienestar basado en el consumo. No es una pretensión quimérica, la historia del pensamiento humano nos habla de unos caminos muy distintos. Pero explorarlos lo dejo para otro día.
La felicidad como ideal de vida.
La búsqueda de la felicidad resulta interpretada según las fuentes de conocimientos que nos son dadas en las cultura que hayamos nacido, en un esfuerzo de aprendizaje, que nos ayuda para la interpretación del mundo.
La Declaración de Independencia de los EE.UU. de 1776, envuelta en el espíritu del Siglo de las Luces tenía un preámbulo que se las trae:
Sostenemos como evidentes por sí mismas dichas verdades: que todos los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre éstos está la Vida, la Libertad y la búsqueda de la Felicidad.
La felicidad se tornó en ideal político lo mismo que filosófico en manos de la burguesía triunfante. El ideal de felicidad quedó cifrado en el de bienestar y éste en lo económico. Nació la idea de progreso como motivo único de todo el esfuerzo humano.
El discurso programático del Reino de los Cielos iniciado por Jesús con sus Bienaventuranzas es un canto a la felicidad recibida como un regalo de Dios. Una invitación a la felicidad mesiánica.
https://www.pagina12.com.ar/242353-la-desesperacion-por-ser-feliz
Bien, Oscar, gracias por el enlace. ¿Pa qué desesperar,si nada hay que conseguir allá fuera? Se me ocurre que los productores de ansiolíticos, pongo por caso, se desesperarían. Claro que ya inventarían otra cosa. Visto lo visto.
Me ha gustado el final. Feliz de vivir sin garantías de nada. Me gusta.Porque además la felicidad va a saltitos. No es un estado. Son momentos. Un estado de felicidad? No se yo…es que no se ni siquiera imaginármelo.Sin embargo momentos, instantes de felicidad si he tenido y los recuerdo perfectamente.
Vivir la vida en nuestra dimensión divina, como Cristo, quien no tenía en propiedad ni una piedra para reclinar su cabeza. Pero era un hombre feliz.
El cuento de la camisa del hombre feliz, que bien parece de origen oriental nos enseña que la felicidad es ajena a cualquier posesión, pero al mismo tiempo permanece huidiza, inalcansable.
Jesús prometió la felicidad como algo que puede ser aprehendido, pues se nos ha ofrecido de arriba.
Los demas cisas que ciframos como bienes, ya sean materiales o inmateriales, no son más que añadiduras.
¡Tá’güeno lo de don José!
¡Genial!
Gracias.
Hola Isidoro!
¿estás “cultivando el huerto”?
Abrazo!