El gobierno ha anunciado que llevará al Congreso una ley sobre Eutanasia. Y las acostumbradas rasgaduras de vestiduras por parte de muchos obispos y políticos derechistas. Ya ha habido comentarios al tema en la entrada editorial que hace la función de buzón de opiniones en general. Pero hoy hemos encantrado este comentario de uno de las mayores teólogos de España, Andrés Torres Queiruga. Y dice en síntesis que en esa cuestión sobre la que debe legislar un juez no hay nada de problema teológico ni religioso. Es un problema humano y hará bien el legislador en regular su práctica con sentido común. AD.
Karl Jaspers habló con hondura de las “situaciones límite”. Definen lo más específico del ser humano y no podemos cambiarlas, sino solo esforzarnos por gestionarlas de la mejor manera posible. Nacer, ser nacidos, es una. La muerte es otra, la última; en algunos aspectos la más delicada. Desde que hay humanidad ha estado rodeada de un profundo respeto, por veneración, miedo o esperanza. Hoy, el miedo la convierte en tabú para muchos. La eutanasia la trae, por vía indirecta, a la publicidad, exponiéndola a ser utilizada con fines espurios, pervirtiendo su significado.
Usarla para cualquier otro propósito que no sea aquel al que apunta su etimología (ayudar a “morir bien”), sería una indignidad humana, hágase por ortodoxia religiosa o por programa de partido. Como sería miseria intelectual resolverla a base de tópicos: izquierda contra derecha o laicismo contra iglesia. Hace mucho tiempo que estas tentaciones contaminan el medio ambiente. Digno e inteligente solo puede ser buscar entre todos lo que podamos considerar mejor para ayudar a las personas en esa difícil situación.
De ahí, una primera necesidad: dignificar la discusión pública con diálogos honestos e información fidedigna; mostrar la seriedad suprema del asunto, evitando que sea entregado a los tópicos fáciles o, peor aún, creando un ambiente “tanatófilo”, trivializando la muerte y acaso promoviendo de manera irresponsable esa letal tendencia al suicidio que esta siendo una plaga tan terrible como soterrada.
Se trata, insisto, de una pregunta radicalmente humana, anterior a toda división de partido, credo o ideología. No soy moralista especializado en la casuística específica, ni médico que pueda calibrar el modo o la efectividad de las distintas medicaciones. Desde la teología, me interesa insistir en que la eutanasia no es inmediatamente un problema religioso, sino un problema moral: buscar qué recursos médicos, qué leyes civiles, qué ayudas personales son las más adecuadas para ayudar a que la persona pueda enfrentar dignamente su muerte.
La respuesta no está escrita en la Biblia, sino en realidad, examinando entre todos los procesos psíquicos, las relaciones familiares, las consecuencias sociales de la decisión que se tome. Pero tampoco, en esos eslóganes, que con apriorismo dogmático repiten como evidente la identificación de “muerte digna” con eutanasia activa o suicidio asistido.
Es preciso presuponer la honestidad de los demás, respetando el principio dialógico de que todas las posturas serias buscan la muerte digna y desean encontrar la mejor manera de lograrlo.
Concretando más, pienso que hay dos extremos a evitar. Por su parte, hoy la religión debe reconocer que, en el nivel moral, no tiene ni más ni menos derecho que los demás para participar en el diálogo y que, como dijo Habermas, debe traducir y presentar en ese sentido moral las razones que puedan venirle de su rica herencia tradicional. Los demás deben, por lo tanto, respetar esas razones; no las que, con una audacia extrañamente ignorante, se le atribuyen demasiadas veces (en este sentido, deberían leer, por ejemplo, el documento de la Conferencia Episcopal Española, “Sembradores de esperanza”, 2019).
¿Cuál es, entonces, el papel de la religión en este problema? Creo que nada más, pero también nada menos, que centrarse en su rol específico. Aclararé esto con un ejemplo. Cuando, al hablar del tema en el número 106 de la revista Encrucillada afirmé: “lo que es bueno para Ramón Sampedro, es bueno para Dios”, dije algo que es evangélicamente axiomático, pero que escandalizó a muchos. A un amigo que me lo reprochaba, reflejando un parecer oficial, le respondí: ¿Acaso lo que es bueno para ti no es bueno para tu madre? Si algo nos enseñó Jesús de Nazaret, consiste justamente en que lo único que Dios busca es el bien de sus criaturas, nuestro bien. El problema está en que, por respeto y para no anular nuestra autonomía, tiene que dejarnos a nosotros la tarea de encontrar el camino y la decisión de seguirlo.
En un pasado premoderno era comprensible que la Iglesia pensara que todo estaba ya dictado en la Biblia y que por tanto disponía a priori de respuestas para cualquier caso nuevo. Hoy comprendemos que, con el Evangelio en la mano, su papel auténtico consiste, por un lado, en llamar y urgir al cumplimiento de las normas que todos descubramos como las mejores; por otro, y sobre todo, en infundir confianza, anunciando la seguridad de un Dios Abbá, “padre-madre”, que envuelve nuestra vida con un amor más poderoso que la muerte, capaz de salvarnos y plenificarnos con una esperanza contra toda esperanza.
[Traducido del gallego, de La Voz de Galicia, 14/02/2020.]
Me uno a las reflexiones que preceden (en el tiempo), sobre todo a la lúcida reflexión -como siempre- de Torres Queiruga.
Cada día sorprende más (no sé si hoy ya escandaliza a muchos) que se vea la eutanasia -bien justificada y controlada, sí, pues caben abusos- como un asunto teológico-religioso, cuando sólo es un tema importante de conciencia ética, y sin embargo no se condenen guerras, incluidas LAS CIVILES, que tantas muertes inocentes han causado… y tantos niños huérfanos dejaron y dejan…
He aquí un caso de verdadera contradicción con nuestra misma fe: Para unas cosas somos comprensivos, incluso laxos, y para otras rígidos y rigoristas en extremo… Para unas cosas “comprendemos los efectos colaterales” de una guerra (eso parece) y para otras, como en este tema, somos implacables “defensores de la vida”. (¿De qué vida?)
¿No es inmoral dejar sufrir -al menos psicológicamente- a un enfermo terminal? ¿No es inmoral pasar de largo, en esas circunstancias, y negarle una ayuda a poner fin a una vida de sufrimiento -insisto, al menos psicológico- sin esperanza alguna?
Los tradicionalistas religiosos conservadores, con un esquema-paradigma medieval, deberían revisar ese modelo teórico sacralizado, nada evangélico, a fin de no atribuir a Dios Padre “últimas voluntades” sin fundamento. Revisándolo evitarían muchas contradicciones…
Ayudar a aliviar o evitar el dolor -también en este caso- me parece una obra buena, de caridad, con quien sufre esa situación, y con el entorno, que también la sufre. En estos casos, los que decimos que creemos deberíamos alegrarnos por facilitar el acceso a una vida mejor… En suma, Dios Padre no quiere que nadie sufra, si puede evitarse. Estoy convencido de que bendice a quien, en fase terminal, evite el dolor ajeno. Es una verdadera obra de caridad.
Yo es que alucino,vecinas y vecinos…Ponen el grito en la estratosfera y más arriba porque dicen que el gobierno pretende autorizar el asesinato de los incurables, y les parece muy bien que vendamos armas para matarse unos a otros como bestias los del Tercer Mundo, y que los matemos de hambre a fuego lento…
A eso yo creo que se le llama hipócritas; y me quedo corto…
Después de pedir este tema , a ver, creo que debo de dari opinión, que es aburridamente la de siempre.
La iglesia oficial está totalmente atrapada por su teología. No puede mover pieza. Imposible. Dios es el dueño de la vida y de la muerte. Asi que toda fecundación de un óvulo por un espermatozoide ha sido voluntad de dios , luego no se puede interrumpir, no obedecemos sus deseos. Y con la muerte, más de lo mismo. Ėl decide . Nosotros no podemos intervenir. Porque suyo es el poder, suyo es el reino.
Y eso es todo amigos. Teología y más teología. Ya he dicho que iba a ser un argumento aburrido y reiterativo.
La jerarquía eclesiástica tendría que ir dándose cuenta de que no es la única poseedora de la verdad, y tampoco, de la verdad moral. La sociedad tiene suficiente madurez para decidir y legislar lo que es bueno para la misma.
Desde la ley del divorcio, del aborto, de los matrimonios del mismo sexo, etc……, hasta aquellas normas de años ha, de que las mujeres no pudiésemos ir “sin medias, sin mangas o con escote poco decoroso”, la Iglesia jerárquica va distanciándose siglos de la sociedad en la que vive.
A Dios lo que es de Dios y al ser humano lo que es del ser humano.
Ayer escuché en la radio una humorada que decía que la iglesia quería meter en la cárcel a todos los habitantes de no sé qué país por ofender los sentimientos religiosos.
Falta tolerancia y comprensión del otro, porque una persona que está sufriendo lo insoportable, que no tiene cura, que con las debidas garantías humanas y legales, ella misma decide acabar con una situación inhumana y sin solución, ¿por qué la iglesia, tiene que defender el sufrimiento por el sufrimiento? ¿Solamente porque Jesús también sufrió mucho por nuestros pecados? ¡Vale ya!, y respeto a la libertad ajena.
Ana, me uno totalmente a tu comentario.
¡¡¡Basta ya!!!
No se puede pedir, que el dolor hasta el extremo… en nombre de nada…
Cuando se ha estado tiempo acompañando en el hospital, y miras como es el dolor de verdad, cara a cara, lo pides desde el corazón que:
¡Dejen de sufrir!
Cuando ya es irreversible el mal ¿para qué tanto dolor, dónde está la compasión, el amor? la realidad es la que es, y ya está bien, de animar a que se sufra para limpiar…¿el qué?
Es una auténtica barbaridad; ¿que clase de “dios” se sacia a base del dolor de quienes padecen una enfermedad?
Es vergonzoso:
¡¡¡Basta ya!!!
Un abrazo entrañable, luchadora constante.
Querida Pilar, tienes razón, ¿en qué clase de dios creen esta gente?, ¿en un Dios que se sacia con el dolor, solamente porque el dolor en sí mismo y el sufrimiento de la persona que lo soporta? En el evangelio se dice misericordia quiero y no sacrificios. Pues parece que el sacrificio tiene algo de morbo en los creyentes en un Dios “sádico”.
“lo que es bueno para Ramón Sampedro, es bueno para Dios” creo que es un ejemplo muy concreto y muy audaz, que me parece razonable, ético y cristiano, y con el que estoy de acuerdo. ¿Valdría también para el suicidio? Creo que hay que matizar; ese bien para el individuo debe entenderse en sus efectos para él mismo y para sus efectos sociales: familia, actividades, y para una ética universal que asume la vida como un valor sagrado, como la dignidad humana, válido para ricos y pobres (más o menos, aunque creo que los pobres lo estiman más que los ricos), y que debemos proteger, salvo en situaciones de sufrimiento permanente.
Eso del suicidio es tremendo. Pero tremendo. Hay un montonazo. Varios alumnos míos se han suicidado, me entra una impotencia y una congoja enorme. Porque una persona se suicida cuando ya no puede con la vida. Es tremendo. Habría que sacar el tema a la luz del día. Los padres de los chicos y chicas que se suicidan , es indescriptible su sensación de culpa.
No se cual sería la solución, no se, quizás una unidad de suicidios con toda la ayuda psicológica del mundo mundial. No lo se. No digo para que el que se quiera suicidar se suicide, todo lo contrario, para intentar que vuelvan a confiar en si mismos y en la vida. Pero no sé.
Lo que si sé es que silenciando los problemas jamás se solucionaran.
Por eso pedí que se hablase de ellos. A veces me siento tan, tan impotente…y cuando veo que todo el mundo calla y los cristianos de pro dicen que Dios lo ha perdonado y ya está con él, me entra una rabia infinita.
Y menos mal que ahora el dios de la iglesia los acoge. Menos mal. Pero no es suficiente. Por favor. No es suficiente.
Otra cosa sería una persona adulta, que ha vivido ya mucho y que quiere acabar. Y tampoco. No se. Pero el suicidio en los jóvenes es que no , me entra impotencia, rabia, no se…
Digo que se la va a cargar porque leí un texto que amablemente colgo Óscar Varela en ese buzón de sugerencias como respuesta a una petición que hice pidiendo que se hablase de este tema. Hablaba de la posición oficial de la iglesia. Entendida como la organización humana cuya máxima autoridad reconocida es su santidad el Papa. No como comunidad que trata de vivir según los evangelios. Lo digo para que quede claro a qué iglesia me refiero. Por lo visto hay varias.
Tengo un buen jaleeeeeeo.
Buen día a todos y todas, pertenezcan a la iglesia que pertenezcan. Bueno, y a la religión que profesen. Y a los agnosticos. Y a los ateos. Y a los herejes de cualquier religión, me encantan.
Este señor se la va a cargar. Bueno, no sería la primera vez.
Me gusta mucho cómo piensa. Hacia tiempo que no leia nada de él.
Tiene una explicación sobre el mal muy interesante. Además tiene dos vías para entenderlo, la corta y la larga o algo así. Superinteresante. Ahí demostro su profundo cristianismo y sin embargo se la cargo. Qué cosas.
Otro señor del cual me gustaría oír su opinión es Masia Clavel. Otro que se la gano por el tema del principio de la vida. Aunque, la verdad, estoy segura de lo que pueda pensar. Me gusta también ese señor.. No tengo solución, me gustan los que están bajo sospecha.