Realmente me resulta sorprendente encontrarme a menudo con antiguos católicos que, después de años y años de misas, pláticas, retiros y meditaciones personales acaban haciendo, explícita o implícitamente, una reflexión semejante a la siguiente:
Jesús fue un carpintero judío que, hacia los treinta años, decidió comenzar a predicar. Su intención era hacer una crítica de la religión judía tal como era vivida, liberándola de normas abusiva e hipócritas y poniéndola al servicio de los más pobres. La consecuencia fue el enfrentamiento con las autoridades religiosas y de rebote con las políticas, que finalmente lo condenaron a muerte y lo crucificaron.
Un grupo de seguidores, acaso para remontar su desilusión y su sentimiento de fracaso, comenzó a hablar al pueblo asegurándole que lo habían visto vivo, resucitado. Su grupo y el de los que se adhirieron a esta creencia formaron una comunidad que desde el comienzo fue perseguida por las autoridades religiosas, que acabaron expulsándola de la sinagoga.
En un momento determinado se unió al grupo un antiguo perseguidor, Saulo, hombre de gran talento organizador. El fue quien empezó a hablar de una iglesia, cosa en la que Jesús nunca había pensado. Esta iglesia fue redactando un relato fundacional, en el que Jesús aparecía como taumaturgo, sanador, multiplicador de panes, resucitador de muertos. Poco a poco a aquel carpintero de Nazaret se le adjudicó el título de Dios.
Naturalmente todo esto exigía una teología y primero Pablo y luego otros seguidores la fueron construyendo: el Dios de Israel se convirtió en el Dios trino, la muerte de Jesús se consideró como redentora, a sus seguidores se les prometía una vida eterna. Todo eso se puso por escrito en varios libros que, por supuesto, no son plabra de Dios sino únicamente palabra sobre Dios.
La depositaria de toda esta doctrina era la Iglesia, monopolizadora de la verdad de Dios, que poco a poco se fue organizando al modo de las sociedades terrenas: jerarquizada, dictatorial, depositaria de una verdad única y que expulsaba de su seno a quienes osaban ponerla en cuestión.
Y así es como, montada sobre esa montaña de falacias, la Iglesia católica ha llegado hasta nuestros días en que su declive parece ya imparable.
¿Qué deben hacer quienes han conocido a Jesús y han sido tocados por su mensaje? Colaborar para despojarle de todo aquello de lo que se le ha ido revistiendo: de su condición de Dios, de su pretendida acción redentora, de sus promesas de otra vida. Hay que volver al carpintero de Nazaret y a la fuerza y universalidad de su mensaje: todos los seres humanos somos iguales y debemos amarnos unos a otros. Esa es la causa de Jesús que va hacia delante y que debemos apoyar con nuestro propio comportamiento. Y eso es todo.
Apuntaba al comienzo mi sorpresa ante un razonamiento semejante. En primer lugar, no hay otro Jesús que aquel cuya memoria ha conservado la Iglesia. Sin ella Jesús ni siquiera existiría en la memoria colectiva. Pero aparte de eso: ¿es creíble que todo el Nuevo Testamento, la teología posterior, la Iglesia con su historia se hayan construido sobre una falacia? Si es así, no hace falta ni siquiera Jesús. Uno de esos nuevos teólogos improvisado ha escrito en un libro que el mensaje del amor de Jesús se ha visto confirmado por la ciencia. Cuando hacemos algo bueno por los demás segregamos serotonina, la hormona del bienestar. Así pues: ¿para qué Jesús si la serotonina basta?
Amigo Santiago, amigo Isidoro:
Escribo desde arriba por varias razones, pero en especial porque el discurso ha evolucionado lo suficiente como para no hacernos más repetitivos.
no es cierto que las citas por ellas mismas aburran, o desvíen la atención o sobrecarguen el asunto. Nadie tiene una fuente original para su pensamiento con el que elabora el discurso, sino que recogemos lo que otras fuentes han aportado y hemos recibido por herencia. Son varias las fuentes; lecturas recientes, educación recibida, acerbo cultural y hasta las corrientes dominantes del momento.
Sucede que toda cita textual o implícita viene a ser algo así como un argumento de autoridad que obliga al receptor a tener un juicio previo o formárselo a posteriori del citado. Es como leer de un traductor en lugar del original. Como no estamos en círculos académicos y yo, por ejemplo, nunca he pisado alguno, la cita no puedo tomarla más que como anécdota informativa sin valor probatorio de lo que se asevera con ella, salvo cuando Isidoro razona sobre ella haciendo su valoración, que entonces se convierte en testimonio de parte. Algo así, también me pasa con Santiago y sus apelaciones a la teología. Las citas escriturales a veces se incluyen sólo en función de una determinada teología.
.Yo, por ejemplo, dejé de hacer trabajos para Atrio cuando comprendí que el valor que yo le daba de autoridad a las Escrituras del Antiguo y el Nuevo Testamento, base de mis reflexiones, no era compartida en lo absoluto. Ese lugar lo ocupan ahora las argumentaciones que tengan algún carácter o revestimiento científico.Todo esto crea escuela. Explica un poco el entusiasmo con el que recibí el presente trabajo de Carlos F. Barberá.
Según Isidoro la Iglesia tiene una cláusula arréglalotodo, la del imperativo de la conciencia individual. No podía decirlo de manera más brillante.
Para Santiago nadie puede actuar contra su conciencia y que esto lo valora como una enseñanza común de la Iglesia aun antes del Vaticano II.
Siento disentir en la parte que tienen de erróneas ambas aseveraciones. Aunque existan cosas que nos parezcan una evidencia, pueden tratarse, sin embargo, de un error histórico. Es doctrina del Concilio Vaticano II que el camino de la salvación individual está abierto a todo ser humano de buena voluntad.
Las grandes misiones, ahí están las misiones jesuitas a los países más lejanos, con ceremonias masivas de miles de bautizos, obedecían a la mentalidad de que fuera de la fe de la Iglesia el mundo estaba condenado. Incluso se llegaba a pensar, y se sostenía tal error teológico en que San Pablo era de ese mismo sentir.
Podría exponerlo echando mano de los escritos de Pablos, tanto para defender la doctrina conciliar, como demostrar que los escritos de Pablo reflejan lo contrario, pero tengo una doble dificultad. La, primera, que tendría que citar Las Escrituras como autoridad. La segunda, que el pobre Saulo de Tarso sufre de muy mala prensa dentro del progresismo católico actual.
Román, yo creo que se pueden usar las citas de la Escritura siempre que podamos avalarlas en el contexto de la unidad del kerygma y de que manera y con que objeto el autor llego a formularlas. Hacer una teología NO bíblica se presta a especular y a disparatar. El magisterio de Cristo es vivo pero la Escritura lo confirma y lo afirma.. Los dogmas no son más que confirmaciones de la enseñanza presente en el kerygma oral y escrito. De la Iglesia. Pablo, no importa sus adversarios, fue parte de la enseñanza Apostólica que el recibió de los Apóstoles. Siempre escribe “lo que yo recibí del Señor”
Todo ha sido recapitulado en Cristo incluyendo la salvación. Nadie se salva sin Cristo y sus méritos. Por Cristo, con El y en El. Sea que creamos implícita o explícitamente. Sea en la prehistoria, o en la historia nos salvamos en Cristo. Pero Cristo quiso asociar a Su Iglesia en el misterio de la salvación. Es en el misterio como nos salvamos en Cristo y Su Iglesia. Podemos pertenecer en El y a Ella tácitamente, simplemente en deseo, en hacer el bien, o pertenecer al cuerpo y alma d e la Iglesia puesto que el misterio salvifico abarca todo el Universo, en todos los tiempos.
Sin embargo, una vez que vencemos nuestra “ignorancia invencible” y conocemos la FE verdadera en Cristo Jesus tenemos obligación de seguir nuestra conciencis “cierta” y abrazar la Verdad d e la Iglesia Catolica de Cristo. No vale que mi conciencia es primaria cuando no quiero investigar para no encontrar la verdad o porque tendré que atenerme a la moral. Nadie se condena sin culpa pero nadie se salva sin cooperar a la gracia. Esto también está claro en el Vaticano II
Abrazos y muchas gracias por tu comentario, Román.
Santiago Hernández
Amiga Carmen: Tranquila. Yo también en mis inicios en Atrio, (hace 4-5 años), tuve algún brote que otro, y parece que me voy tranquilizando. Lo bueno que tiene este sitio es que la gente es superamable, y los que somos de natural un poco bruscos, tendemos a mimetizarnos para no desentonar con una gente tan comprensiva.
Yo no se mucha psicología, sino que estoy muy interesado en la psicología, porque estoy interesado en el ser humano, y su comportamiento. No he estudiado psicología, pero si volviera a nacer, me haría profesional. Creo que es la profesión del futuro.
A mí me interesa el sufrimiento que todo el mundo padece, y especialmente yo. Y en ese sufrimiento es causa especial nuestro comportamiento, nuestros pensamientos. Dice el psicólogo Albert Ellis: la influencia de los pensamientos en las emociones, se expresa con la frase: “Lo que nos perturba no son los hechos, sino lo que pensamos sobre los hechos”, concepto originalmente propuesto por Epícteto en el siglo IV A.C.”.
(Perdón por las muchas citas. Sé que a mucha gente le irritan. Ya lo he explicado al principio de mis comentarios en Atrio, pero lo vuelvo a hacer. Cito mucho por dos razones.
La primera porque yo en mi última parte de mi vida vivo para aprender, (soy feliz aprendiendo), y no me cabe en la cabeza que los lectores de un foro como este, no les guste aprender cosas nuevas, y se aprende de los grandes humanos que nos han precedido, y de los que sus citas, son sus huellas. En la vida que nos queda, solo merecen la pena dos tipos de actividades: las claramente gozosas, y/o en las que se aprende algo, (lo que para mí, también es gozoso).
Y la segunda, porque en ese afán codidáctico de este foro, (o de cualquier tertulia), intento poner mi granito de arena con mis ideas. Pero pensar cuesta mucho esfuerzo, y cuando lees por ahí cosas tan lúcidas y tan bien escritas, pues te ahorras el esfuerzo y las apuntas, y luego cuando vienen al tema, las colocas. ¡Ya me gustaría a mí que se me ocurriesen a mí!. Por eso la erudición es la inteligencia de los tontos. ¡Y hoy día con los ordenadores es tan fácil acumular y tener a disposición miles y miles de citas interesantes!)
Como ves, a mí no se me puede preguntar ¡Cómo estás!. Porque yo voy y lo cuento, y me enrollo con diez de pipas.
Solo quería hacer un comentario más. Dices en tu comentario, que te sientes muy libre, pero te irritan mucho las cortapisas que pone la Iglesia. Todos hemos pasado por una situación así. Pero el problema no es la Iglesia: eres tú. Me recuerda mucho unas anécdotas que ví y leí hace tiempo. En una foto se veía a un caballazo de 400 kg., que aguardaba pacientemente atado a una silla de plástico de terraza de bar, que pesaría un kilo. El caballo, si hubiese querido se habría marchado arrastrando fácilmente la silla. Pero se sentía atado.
Otra anécdota similar es árabe. Llegaba una caravana de camellos a un caravasar, y se encontraron con que había 31 camellos, y solo había 30 enganches para atar. Y el jefe del caravasar les dijo: No pasa nada. Arrima el camello a la pared, coge las riendas y haz como que las estás atando a un enganche, (que no había), y el camello, se sentirá atado y no se moverá de la pared.
Una de las cuestiones fundamentales en la maduración personal, es cultivar la autonomía personal, incluso y a pesar de que como apunta Santiago muy bien, uno se puede equivocar, y de hecho nos equivocaremos muchas veces. Cuando nos separamos de nuestros padres y empezamos a volar solos, lo hacemos y nos equivocamos mucho, pero es un proceso natural de la maduración.
Por eso apuntaba yo en mi comentario, que la Iglesia, tiene dos programas: uno para personas menos evolucionadas, que lo que necesitan es guía, e incluso un poco de coerción, (como un padre con sus hijos pequeños), y otro para personas mas evolucionadas, en los que la guía de la Iglesia debe ser tomada simplemente como un consejo, que uno luego, atiende o no, según nuestro discernimiento, (como un hijo mayor con sus padres), y aún con riesgo de equivocarnos. Pero si no nos equivocamos no aprendemos.
(Solo aprovecho para una cosa que se me olvidó ayer sobre las etapas de maduración. El proceso es tan complejo, y hay tantas facetas en el comportamiento humano, que lo de las etapas es un término general. No se madura de forma uniforme, o sea que en ciertos aspectos de nuestro comportamientos podemos estar en un nivel, y en otros, en otro.
Hay personas que han resuelto muy bien,a lo mejor el tema religioso, pero se atrancan en el de la convivencia familiar, o profesional, u otras, y viceversa).
Gracias.
No es personalmente por mí. Es por el mundo mundial. La iglesia tiene una influencia enorme en la sociedad. Uno de mis hermanos siempre me dice lo mismo: te crees que puedes solucionarlo todo y no puedes solucionar nada. Ya te darás cuenta. Toda la razón.
Cosas de maestra.
Un abrazo
Perdón, pero me gustaría hacer un añadido ilustratorio sobre el sufrimiento humano. Nos dice la filósofa Consuelo Martín: “El sufrimiento psicológico, sobreviene por no comprender la vida. Y mientras no haya comprensión, el sufrimiento seguirá, pero no nos aportará nada positivo”.
Y previamente nos indica que “Entender es intelectualizar, teorizar; comprender es experimentar la Unidad. Comprender es integrar cada una y todas las cosas (observadas o aprendidas), en una totalidad”.
Yo creo que estas ideas de Consuelo Martín son la síntesis, un puente, entre la teoría y la práctica en el ser humano, entre el saber y el vivir, que parece que forman una frontera natural que separa la actividad intelectual general y en este foro, lo que provoca a veces ramalazos de discurso antiintelectual. (Los teóricos no somos tan malos, somos también hijos de Dios, y cada uno tiene su propio imaginario personal y sus propias obsesiones – Es broma).
Gracias Isidoro por estas respuestas tan llenas de sentido común; y que comparto plenamente.
Pero tengo un pequeño problema..:
¿Por qué me enfado algunas veces, cuando escucho lo que dicen algunos representantes de la iglesia; si ya tomé una decisión de seguir mi camino sin sentirme “atada-amordazada” a ella y por ella?
Mi hija mayor se ríe cuando me sucede; y me molesta sentir ese enfado, pero algunas veces… ¡no lo puedo evitar!
Un abrazo entrañable.
Yo creo que esa irritación con conductas o ideas de otras personas, se da porque no comprendemos, que muy posiblemente, esa persona, no puede hacer o pensar otra cosa distinta de la que hace o piensa.
Todos arrastramos como presos de comic, una gran bola atada al pie, compuesta de todas las experiencias, ideas erróneas aprendidas, enfoques de la naturaleza humana también poco adecuados, fobias, manías, obsesiones, etc. Y eso se traduce en ideas no adecuadas.
Pero, también se da el mismo fenómeno en nosotros, y lo normal es que se junte el hambre con las ganas de comer. Independientemente de que el otro pueda tener una serie de factores que le impulsan hacia acciones o ideas incorrectas, lo mismo nos pasará a nosotros, en mayor o menor medida, y podría darse el caso, de que nos irritemos con las ideas de otros, porque NOSOTROS tenemos una serie de ideas erróneas, con las prejuzgamos a los demás.
Solución: comprensión para nosotros mismos, y para los demás a los que les pasa lo mismo que a nosotros en mayor o menor medida.
Dice Wayne W. Dyer: “Si pudiésemos leer la historia secreta de nuestros enemigos hallaríamos penas y sufrimientos suficientes para desarmar toda nuestra hostilidad.
Habitualmente somos víctimas de personas que a su vez han sido víctimas de otras personas. Nadie puede dar lo que no tiene. Y la falta de afecto hace a los seres humanos crueles.
El abandono emocional es el origen de multitud de inseguridades y patologías que antes o después acaban manifestándose con crudeza hacia los demás. No es difícil establecer correlaciones entre falta de afecto y conductas inhumanas. Esto nos lleva a la comprensión del otro”.
¡Gracias Isidoro!
Conozco mis limitaciones..hasta decir basta… pero me enfada por que la quiero limpia de tanto polvo y paja.
Gracias, intentaré ser comprensiva.