Este otoño conecté con Olga Consuelo Vélez, profesora de Teología en la Universidad Javeriana de Bogotá, para la colaboración suya en el numero de Iglesia Viva sobre María que acab de salir.Me pareció magnífica su interpretación de María desde una teología feminista. Después supe que tenía un blog en Religión Digital y que José Manuel le había hecho un entrevista, aunque para conocerla me ha servdo más este vídeo La Javeriana. Creo sus colaboraciones encajarán plenamente con los objetivos de ATRIO. ¡Bienvenida, Olga Consuelo! AD.
Se termina el 2019 y comienza el 2020. Esto no significa que las cosas cambien mágicamente, pero el ambiente festivo que se vive ayuda a que el tiempo tome otro sentido y se tenga la sensación de poder comenzar cosas nuevas. Muchas son las realidades que, tal vez, quisiéramos hacer mejor el próximo año a nivel personal. Siempre hay tanto para crecer, cambiar, renovar, estrenar. Ojalá lo hagamos. También a nivel social veremos cómo sigue la “indignación” vivida en tantas partes del continente en los pasados meses. Fue imposible mantener las demandas en medio de las festividades. Pero pronto todo volverá al ritmo normal y lo social seguirá gritando por un cambio. Ojalá sepamos acompañarlo, exigirlo, construirlo.
Ahora bien, desde nuestra fe, un nuevo año comienza para seguir promoviendo y “esperando” la tan anunciada reforma eclesial promovida por el papa Francisco. Sabemos que desde el inicio de su pontificado constituyó un grupo de cardenales para que le ayudaran a la misma y que ha venido enfrentando diferentes realidades como el escándalo (y dolor) de la pederastia, la necesidad de transparencia en las finanzas del Vaticano, la reestructuración de la curia romana, etc. Además, con la expresión “sinodalidad” se ha querido promover dicha reforma, buscando hacer más efectiva la corresponsabilidad en el gobierno de la iglesia y que haya más participación de todos los estamentos eclesiales. En este punto el laicado y, particularmente, las mujeres, los/las indígenas, los/las afro, etc., tienen aún un largo camino que recorrer, tanto en el sentirse más corresponsables, pero, por parte del clero, en promover su indispensable participación en todos los procesos eclesiales.
Ahora bien, aún casi toda la pretendida reforma está en buenas intenciones sin que se vea un cambio efectivo en la parte estructural. Y aquí es donde la película de “Los dos Papas” me sirve de referencia, no para comentarla como filme (sobre lo cual se han hecho muy buenos y precisos comentarios) sino cómo realidad eclesial que, en gran parte allí se refleja pero quedando reducida en la película, a dos personas que logran dialogar y acercarse en sus distintas posturas –lo cual causa una grata sensación en los espectadores– pero que no afronta los problemas reales y urgentes que han de solucionarse en la iglesia y no muestra de qué manera o por dónde seguir caminando.
Personalmente creo que los dos modelos eclesiales que la película presenta no son simplemente un “pluralismo” que ha de aceptarse, sino un desafío inmenso por solucionar. El deseo de una iglesia “pobre y para los pobres” con el que Francisco comenzó su pontificado no es simplemente un deseo suyo personal sino recordar la intencionalidad de Juan XXIII al convocar al Concilio Vaticano II y la recepción creativa y en fidelidad que las conferencias de Medellín y Puebla hicieron de este en suelo latinoamericano. Ese acontecimiento conciliar supuso un movimiento fuerte de conversión, un nuevo paradigma teológico y eclesial, un mirar a los orígenes y reorientar el rumbo que el paso de los siglos y las circunstancias históricas fueron desviando por tantas causas que muchas veces fue casi imposible de evitar. Pero, se cumplió, como Jesús mismo lo vivió en su encarnación histórica, que a los profetas se les persigue y se les mata. Vaticano II y, su recepción, en diferentes formas creativas, ha sido perseguido, calumniado, ahogado, desprestigiado hasta el punto de hacer que muchos creyeran, con sinceridad, que Vaticano II había exagerado y hasta se había equivocado y, por eso, era necesario volver a la “seguridad” de la doctrina prevaticana.
Sin embargo, como el Espíritu no cesa de soplar (Jn 3,8), Francisco puso de nuevo, en primera línea, la urgencia de una conversión al evangelio, a lo verdaderamente esencial, a la realidad humana golpeada por tantas situaciones particulares. Una conversión a la misericordia, a la encarnación, a la defensa de los más pobres y excluidos de cada tiempo presente, sin dejar de lado la creación –la casa común–, hoy también avasallada y en peligro de una destrucción que nos afecta a todos.
Para mí, por tanto, la película de “Los dos Papas” no me deja con el saber alegre de dos personas que terminan compartiendo la cotidianidad de la música o del fútbol sino con la pregunta honda de cuándo daremos ese paso institucional de conversión profunda (y digo “institucional” porque a nivel “personal” la historia está llena de fidelidades y de mártires, especialmente, en nuestro continente).
¡No!, yo no aspiro al pluralismo de dos modelos eclesiales que parece pueden convivir, sino al pluralismo de diferentes realidades –culturales, religiosas, sociales, ecológicas, genéricas, etc.,– pero todas asumidas por los valores del evangelio formando esa comunidad de hermanos y hermanas donde los pastores tienen olor a oveja y nadie pasa necesidad porque se comparte la fe y, por supuesto, los bienes.
La película “Los dos Papas” entretiene como tantas otras películas (aunque quienes no están tan metidos en lo eclesial no entienden algunas cosas y hasta les parece pesado el excesivo diálogo) pero el compromiso cristiano va más allá del entretenimiento: no deja de vigilar como las vírgenes prudentes esperando que llegue el novio y las lámparas estén encendidas (Mt 25, 1-13). Una iglesia pobre y para los pobres no es el deseo de un Papa sino una exigencia del evangelio que la fastuosidad y el poderío de la estructura eclesial en tantas instancias no permite realizar. Pero un año nuevo invita a un nuevo comienzo y, en el caso eclesial, a seguir empujando una verdadera reforma o conversión eclesial donde los pobres estén en el centro y la liberación que trae la buena noticia del reino se haga realidad (Lc 4, 18-19).
No quería ver la película pero la autora de este artículo me convenció para que la viese. Y estoy de acuerdo con ella; no se trata de una Iglesia y dos sistemas, como el oportunista experimento chino con respecto a su Estado, sino de una opción limpia y sin trampa por la verdad del Evangelio, de una reforma que está por llegar, aunque esté acuñada la expresión “opción por los pobres”, que no deja de ser un tecnicismo teológico.
Hola. Me ha gustado lo que dices. Pero te quiero hacer una pregunta. No sé si leerás esto, pero por si acaso.
Mira, no soy rica, pero desde luego de pobreza económica cero. Soy maestra, me casé con un profesor, tuvimos dos hijos que ya son mayores. Me jubilé y ahora vivo de mi pensión que no es de las más bajas porque he cotizado durante cuarenta años, pues lo que me correspondía. Los que cobramos por una nómina tenemos los números clarísimos.
Por favor. Qué quiere decir exactamente una iglesia para los pobres? No paro de oírlo. Me siento excluida. Además de mi autoexclusion, pero es por otra historia, manías teológicas personales.
Por favor. A ver si soy capaz de entender algo. Porque a lo mejor tenéis razón los que pensáis que la iglesia es para y por los pobres.
Se que lo que digo no lo entenderá prácticamente nadie, pero tampoco yo entiendo a casi nadie.
A lo mejor lo decís por lo del camello y el ojo de la aguja. Me dijo un amigo de esos exégetas que en realidad lo que dice ese pasaje es que para los ricos, entendido el término como los de la lista de Forbes, para lograr entrar tendrán más dificultad, como la que se tiene para entrar en in castillo o ciudad amurallada por la puerta estrecha, por lo visto es una puerta mucho más estrecha y como escondida porque la luz nunca le da de frente, es únicamente conocida por los habitantes de ese castillo o esa ciudad, algo así me dijo. Para que los extraños no la descubran.
Me tranquilizó bastante porque lo del camello me inquieta mucho. Y no le pega nada a mi Jesús excluir a nadie.
Por el lado de servir al dinero no tengo problema, es algo que no me ha importado jamás. Cuando tengo aprovecho para hacer algo que tenga atrasado y cuando no, pues no. Cero preocupación.
De la lista de Forbes, no veas.
Además Jesús tenía amigos de todo tipo. Pobres, ricos, mujeres, niños, enfermos, hasta muertos
Pienso que el movimiento de Jesús es un movimiento transversal, pero a lo mejor me equivoco. También pienso que no existe únicamente la pobreza económica, porque entonces casi todas las personas que conozco serian absolutamente felices y de eso, nada.
No voy a decir lo que pienso cuando oigo decir a un papa jesuita que quiere una iglesia para los pobres. O sea. Porque algo se de ellos. Piensa que Ignacio de Loyola es español. Y por cierto, ya que estamos, te diré que aquí, en España también hubo algún muerto que otro con todo ese jaleo de la Inquisición , y en el franquismo y tal, pero no se si esos son mártires o herejes.
Por favor. Dime. Qué significa exactamente una iglesia para los pobres? No sería mejor decir una iglesia para combatir la pobreza y la injusticia de todo tipo?
A lo mejor es que todavía no he encontrado esa puerta estrecha y encondida que decía mi amigo. A lo mejor es que todo el mundo piensa lo del camello y la aguja. No sé.
Madre mía, miedo me da tocar publicar comentario, pero allá va.
Un abrazo fuerte.
Amiga Carmen: Tu problema es que no comprendes, que la cultura social imperante, está llena de pobres: porque para ello los pobres son los que no tienen dinero suficiente.
Leon Bloy intentaba matizar: “Pobreza es la falta de lo necesario. Miseria es la falta de lo imprescindible”. Ahora bien, cuánto es lo necesario, es algo muy subjetivo, cultural y por ello es un concepto muy manipulable por los manipuladores: ¿Es necesario tener todo lo que tiene mi vecino?.
Y encima el amigo Maslow, hablaba de muchas más necesidades que las primarias, añadía las psicológicas y hasta al final las “metanecesidades” psicológicas, cuya carencia también causan mucho dolor: la necesidad de verdad, de belleza, de bondad, de ampliación de la conciencia, de unidad consigo mismo y con Dios, de autotrascendencia. Cosas que Robert Kennedy describía como todas esas cosas que hacen que la vida valga la pena.
En lo de lo imprescindible, parece mas claro, aunque si lo pensamos tampoco lo es tanto. Porque según un estudio de la Onu, (del que ya hablé hace tiempo), cada niño que nace en cualquier punto del globo, arrastra además de las necesidades de comer y beber, sanidad adecuada, educación adecuada, vivienda adecuada, transporte adecuado, trato emocional adecuado y en el futuro un puesto de trabajo adecuado y una novia/o adecuados.
Total, que si lo miras bien decir pobres, es decir todos. Con eso cualquier eslogan publicitario, como lo de la Iglesia de los pobres, para los pobres, es válido perfectamente. Y no lo digo cínicamente, sino clínicamente. Es que lo dicen los psiquiatras.
Augusto Cury, un psiquiatra brasileño, dice: “El empobrecimiento psíquico de nuestra sociedad moderna, la ha convertido en un gran manicomio global. Pensábamos tener la generación más saludable de toda la historia porque nunca hasta ahora habíamos tenido una industria tan importante, pero jamás ha habido en el mundo tantas personas tristes.
Un 20% de la población mundial desarrollará una dolencia depresiva en los próximos años, y la mitad padecerán trastornos psicológicos, como el síndrome de pánico, ansiedad, anorexia, bulimia o dolencias psicosomáticas. Detrás de una persona que nos hiere, siempre hay una persona herida.
Hay que vivir los ideales y no conformarse con una vida cómoda, luchar desde el raciocinio contra una sociedad donde lo normal es estar ansioso y estresado, y lo anormal es ser saludable, tranquilo y sereno.
Los ideales son proyectos de vida que controlan nuestras emociones, que deben de acompañarse con disciplina y garra, porque si no lo hacemos así, producen personas frustradas”.
Gracias. Algo entiendo. Pero la verdad, todo no.
En fin . Hago lo que puedo desde mi lugar. No me considero demasiado conformista, pero eso da igual. A lo mejor lo soy.
Un abrazo y feliz año.
Perdón. No he llamado cínico a nadie en concreto. Me parece un cinismo ese slogan. Lo oigo hace años y , pues no se yo exactamente qué nos quieren trasmitir. Pero si no es un cinismo, me reconocerás que al menos es chocante. Porque un slogan va dirigido a todo el mundo, a los que no entienden como yo , también. Diría que en realidad va dirigido a nosotros. No sé.
Pero bueno, hacen muy bien en decir lo que quieran. Pero no puedo evitar pensar. Y por lo visto, tampoco hablar.
Buen año.
Lo del cinismo no iba por tí, sino que mi comentario a mas de uno le parecerá cínico. La obsesión por cualquier tema, hasta por los mas excelentes, no deja de ser unas orejeras, que nos impiden una visión de 360º de la realidad.
Respecto a lo de los eslóganes, y aprovechando mi día cínico, gracias a que vivimos rodeados de tanta publicidad y con tantas elecciones, ya estamos vacunados e igual que aprovechamos los anuncios para ir a la nevera, nos pasa igual con los eslóganes. Ya somos como los gitanos, (dicho con todo respeto étnico): nos mentimos, pero no nos engañamos. Hoy nos dicen una cosa, y mañana lo contrario, y no nos ofendemos: nos reímos y decimos, ¡qué jeta y qué chispa tiene este tío tan gracioso!
Hola!
Leo:
-“esa comunidad donde se comparte la fe y, por supuesto, los bienes”-
Sería bueno aclaro-profundizar ese “por supuesto“;
no vaya a ser que al “por supuesto” se lo lleven puesto!