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Un lugar oculto

(Con dos días de retraso en su publicación, no en el envío. AD)

        Tres cipreses, una azulina tupida que a derecha e izquierda se desborda viva sobre la reja con verde celosía impiden que los caminantes, los transeúntes, los curiosos puedan violar su secreto estar. Un descarada enredadera sin pudor se aferra al oeste a otra reja que hace de linde con el predio vecino, permitiendo sin coste que dos buganvillas de un fusia arrojado camine hacia el tejado, dejando un cañizo donde asentarse y quitar el sol de la puerta. Un acomodo de planchas traslúcidas de carbono y vigas que sostienen el tímido chambao que alberga herramientas y cachivaches la protege del norte y obliga a pasar por medio para llegar a ese lugar oculto.

        ¿Un tesoro enterrado en un campo? ¿Una perla de gran valor? ¡Quia! Una ermitica. Un lugar de silencio, de soledad, de imposible llegada sin saber donde se halla.

        Tiene dos medías puertas de corredera, con vitrales de colores y dibujos geométricos que a las horas que el sol se inclina a poniente, o la tierra gira para engañarnos así, fulgen brevemente en el silencio ensombrecido de la tarde llenando el espacio de la presencia luminosa del universo, galaxias protectoras del sistema solar y del planeta tierra, por medio. Sobran los telescopios y las naves espaciales. Esta todo aquí, todo iluminado, basta mirar tan quedo.

        Una pintura de una Virgen gitana, con un chiquitico en brazos, enmarcada entre bronces leves y calados dibujos ocupa el testero frente a la puerta de entrada. Dicen los que lo saben que la pintó un anciano cura, tras sortear una leucemia, como regalo de boda de una pareja amiga. Recordó para pintarla lo aprendido de chico en los hermanos del babero que guarda en un cuaderno. Tienen la gitana y el niño los azules de diciembre, de enero, de un Jerez ya ido grabado en el recuerdo de calles empedradas con cantos de río traídos en albardas de rucio.

        Si el visitante mira a su derecha, al fondo del silencio encontrará veleros, goletas, fragatas, bergantines que rodean cual exvotos de marinos que cruzaron los mundos siempre con la mar por medio y anhelando los puertos se toparon con una pequeña imagen de la Virgen del Carmen, con estameña obligada y con niño en los brazos. Con un faro a la vera y un pesquero varado que le sirve de escabel , ¡oh, lucero del alba, estrella de los mares, madre de los ahogados, clementisima señora, bendita madre nuestra!.

        En la jamba ahí junto a su derecha en una hornacina que en años idos fue muestra de oporto portugués y desde entonces alberga una Virgen vestida de rojo, con corona, una imagen chiquisima donada por un hombre con alma de mujer, y así vivida por largos años, en esta Andalucía que siempre ha entendido en los ambientes pobres que cada uno es como Dios lo echó al mundo y ha respetado el caún de cada cauná. ¿Hace milagros la jienense Virgen que de tan chica apenas se la aprecia? Hácelos. Solo hay que aguardarlos.

        La jamba de frente se deja colgar un rosario de cuentas de semilla de un rojo subido y otra imagen de un icono con la Teotokos griega, pues hay que estar a bien con todo el mundo.

        Y en lo que hubiera sido un abside que se quedó en testero, un cuadro, simple fotografía barnizada pero con un marco postinero de casa grande que vaya usted a saber de donde vino, un Jesús crucificada al que el pintor portugués (procúrote, se llama el original en una aldea cercana a Aveiro) le hizo desparecer el brazo izquierdo. El Crucificado mira de frente sin inmutarse a todo quien que se sienta en el duro banco de oscura madera y lo ausculte o le rece o se asombre de encontrarlo aquí.

        El silencio garante de un silencio mayor está aquí preparado siempre. Ese silencio me envuelve hoy, en pleno mediodía, cuando he entrado a hacer memoria de tanto ser humano que solo y sin poder pedir ayuda se congrega en la oculta realidad que nos rodea. Y de paso a decidir mi voto de mañana.

8 comentarios

  • Olga Larrazabal Saitua

    El Domigo las hordas enfurecidas se tomaron la Parroquia de La Asunción, antigua Iglesia santiaguina donde me casé.Como está situada a una cuadra de la Plaza donde se reúnen los manifestantes, todos los edificios cercanos han sido vandalizados.

    Reliquia de un barrio decimononico que había perdido su rango hace ya mucho tiempo. dicen que sacaron los confesionarios para construir barricadas y un brazo del Jesús crucificado andaba botado por las calles.

    También incendiaron la Iglesia de la Veracruz, cerca de la Universidad Católica, barrio bohemio de cafés y cine arte. Era otra iglesia antigua, en que los jóvenes de mi tiempo iban a escuhar unas misas de 20 minutos con prédica incluida.

    Tanta destrucción que estamos viviendo, tanto dolor para algunos, tanta rabia acumulada aprovechada por otros, tanta incertidumbre.

    Esto es como un parto de nalgas, largo, doloroso, en que hay que hacer maniobras especiales para encontrar el camino; y si no se hacen puede morir el niño o nacer con afixia. Si el doctor es timorato y no se atreve, es que estamos mal.

    Y así pasan los días y no hay parto.

    Mientras tanto los pedazos del crucificado y la confesión de los pecados se fueron a la basura junto con la amable visión de estas antiguas iglesias vacías y silenciosas.

     

    • ana rodrigo

      Querida Olga, cuánto siento lo que está ocurriendo en tu país, supongo que será resultado del hartazgo de tanta injusticia y mal gobierno, pero el vandalismo, es otra cosa, que no sea la destrucción, la violencia y generar odios entre bandos. Tengo amigos ahí y me cuentan cosas horribles.
      Te mando un abrazo a ti personalmente y al querido pueblo chileno

  • juan antonio vinagre oviedo

    Me uno a los comentarios precedentes. Sólo destacar un aspecto que me llamó la atención, Alberto. Tienes una prosa poética hermosa y sugerente. Y dentro de esa prosa poética parece que se halla un cierto misterio, Misterio que me hizo recordar a tu paisano Bécquer, que veía poesía en el misterio…  Y esto sorprende por tratarse de una mente jurista, como la tuya, aunque ya sé que tú eres sobre todo un humanista solidario…

    En estos días y tiempos viene muy bien darse, de cuando en cuando, una pequeña escapada o evasión por esos lares y jardines y cerros…, que invitan al silencio y al encuentro con personas y valores más estables… ¿Vivimos días de mucha banalización por parte de ciertos entornos…? Eso parece, a veces.

     

  • mª pilar

    ¡Hermoso y profundo silencio… que da vida!

    Gracias Alberto.

  • ana rodrigo

    Invitación a eludir tantos ruidos dentro y fuera de nosotr@s, así como a desarrollar la capacidad de escucha de tantas realidades que está ahí, difícilmente  detectables entre tantas turbulencias que nos trae la vida.

    Lo del voto es otra cosa. Temo tus presagios de que nuestros votos hayan servido para poco o para nada, pero en estos momentos estoy en actitud de aislarme lo más posible de turbulencias estériles, pero me está costando mi trabajito. Y aquí me quedo por salud mental y emocional.

    • Román Díaz Ayala

      no te vayas MUY LEJOS.
      Sanchez e Iglesias ya han sellado un acuerdo.

  • Asun Poudereux

    El silencio garante de un silencio mayor está aquí preparado siempre. Ese silencio me envuelve hoy, en pleno mediodía, cuando he entrado a hacer memoria de tanto ser humano que solo y sin poder pedir ayuda se congrega en la oculta realidad que nos rodea.

     

    Muchas gracias, Alberto. Buenos días.

     

     

  • Veronica pojmaevich

    LA ESPERANZA (La ermita de El Siambón)

    Ayer entré en la Esperanza como pasajero eterno y silencioso, la luz y su débil llama fueron el comienzo de un ocre y salado silencio, sólo la voz de Dios marcaba la noche en la que me aprestaba a crecer; toda esta liturgia desnuda y casi muda entró bajo mi piel hasta dejar una señal en mi alma. Aquí nací al diálogo con cada signo del viento, aquí entendí que las rodillas fueron el ángulo perfecto armadas para el encuentro, aquí me detuve absorto para mirar mi pequeñez y asumir este andamio de barro que soy. Con las manos extendidas y el silencio tocándome los dedos me levanté en vuelo a la sombra de un ruego mientras la noche se desarmaba en tajadas desde un pájaro tatuado de amor. Ayer entré en La Esperanza y Dios me dejó sobre la mesa una constelación de raíces para que en el pulso de la noche mi voz arme el alba y comience a crecer hacia el infinito. (Agustín Bas Luna)