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Fanáticos y cuentistas

        La existencia es una pregunta abierta, desplegada, necesaria, viva y en modo alguno una pregunta retórica que no va a ninguna parte. Somos una pregunta que no vuelve sobre sí misma como el camino trillado de las eras. Esa experiencia de la vida no es la madre de la ciencia, que se basa en hechos consumados o que pueden consumarse incluso en un laboratorio para salir de dudas. Pero si la planteamos y no hay modo de plantarse, algo sabremos a través de esa experiencia mientras siga abierta. No sin duda alguna, por supuesto. Pero sabremos al menos que esperamos o creemos en algo/alguien, y por eso caminamos paso a paso sin estar a verlas venir: con un pie en tierra y otro en el aire, sin estar de fijo en el camino insistiendo sino existiendo con determinación. La fe en la vida nada tiene que ver con la pura teoría, que mira por la ventana sin pisar la calle. Que eso es como soñar dormidos o vivir soñando sin caminar desvelados por la pregunta que somos y mantenemos abierta, la que nos sostiene en vilo.

        Conmovidos acaso por las razones del corazón que la razón no comprende y que hacen razonable a la fe o creencia en la vida. No la fe en la fe dogmática, que eso es fanatismo: la perversión de la fe que consiste en creer sólo para no tener que pensar. Lo contrario del racionalismo que piensa sólo para no creer. Como si la fe fuera la cruz de la misma medalla, y la razón la cara. Mi lema es el clásico creer para entender, abrirse, y entender apara creer, abrirse de nuevoLa creencia y la razón se dan la mano en el camino que llevamos, y lo contrario es un extravío. Lo razonable no es la fe sin duda alguna, como tampoco es creíble una razón autosuficiente. Fanáticos de la fe y fanáticos de la razón no se hablan, ni se escuchan. Los indiferentes pasan de unos y de otros. La fe en la fe es ciega y se pasa de calle, pero la razón de la razón es corta de vista, no llega. La mente tiene las raíces en el corazón, y éste se declara y da frutos por las ramas: sale por la boca y trabaja con las dos manos, compañero.

        En su anterior posicionamiento el amigo Pepe Bada ha planteado la crítica a los extremismos intolerantes de la fe pura o de la razón pura. Ahora quisiera yo completar su visión, presentando al fanático, que viene de fanum (templo), como una especie de caballero templario, un fan o forofo inmisericorde de su dogma o doma. Por ejemplo, un dirigente vasco se proclama furibundo antiespañol, como si no fuera como yo mismo vasco y español, además de troglodita. El fanático huye de todo funambulismo o equilibrio, pero para recaer en el sonambulismo, es decir, en soñar despierto. Se trata de una melopea cultural llena de espejismos, incapaz de entender y atender la tolerancia respecto al otro. La cual es aguantar al otro y su otredad, así como abrirse y levar anclas para encontrarse juntos colaborando en medio del océano de la vida en común.

        Tenemos una sociedad un tanto mentecata, cogidos del apéndice mental así obturado. Las alucinaciones resultan en este contexto peligrosas, ya que plantean temas o demasiado racionales (el inminente futuro tecnocientífico y robótico, la inteligencia artificial y el triunfo del algoritmo) o bien directamente irracionales (la superación de la muerte en la inmortalidad mundana). Una mezcla de ambos aspectos extremos comparece en la famosa obra de Y.N.Harari sobre la reconversión futura del hombre en dios, anunciando apocalípticamente ya no al superhombre, sino al hombre-dios. Tanto la visión superacionalista del mundo como su visión irracionalista, ignoran ridículamente el sentido de nuestra realidad, así pues, el sentido común y comunitario de nuestra coexistencia. Todos los días se anuncian nuevos medios y remedios, nuevas curas y curaciones, nuevas estafas y estafadores, nuevas utopías.

        Según fanáticos, cuentistas y nigromantes lograremos desentrañar en breve nuestro cerebro para racionalizar el mundo, un mundo sin corazón, como decía nada menos que el viejo Marx. Porque olvidan que el cerebro es el mapa racional, pero no el territorio real. También se nos dice que pronto volaremos autónomamente, y yo propongo hacerlo con nuestras orejas convenientemente ensanchadas a modo de alas, para dejar libres pies y manos para otros menesteres. Frente al ruido de crédulos y sabiondos, propongo el silencio búdico como respuesta al misterio inextricable de la vida: misterio que no se puede eliminar en nombre de artefactos, artificios y artilugios tecnológicos. Y ese misterio envuelve una luz oscura y dramática que deberíamos tener muy en cuenta. Pues la clave de la existencia no son los medios sino los fines: vivir y morir humanamente.

        Como dice el polémico Woody Allen, he tenido suerte en la vida, pero aún así la vida es triste e incluso trágica. Pero la vida es hoy por hoy un cuento de hadas y una mentira piadosa, elaborada por quienes desean mantenernos mente-captos, es decir, mentecatos.       

 

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