Los recientes incendios de la Amazonia brasilera y boliviana pusieron de manifiesto la importancia del bioma amazónico para el equilibrio y, eventualmente, para el futuro de la vida. El descuido con el que el presidente de Brasil trató la cuestión ambiental, negando los datos científicos más serios y las amenazas a las reservas indígenas, aumentándolo además con el desmantelamiento realizado por el ministro del Medio Ambiente de los principales organismos de protección de la selva y de las tierras indígenas y de la vigilancia del avance descontrolado del agronegocio sobre el bosque virgen, mostraron la gravedad de la situación.
Según algunos especialistas internacionales, la Amazonia es la segunda área más vulnerable del planeta en relación al cambio climático provocado por los seres humanos. El propio Papa Francisco advirtió «que el futuro de la humanidad y de la Tierra está vinculado al futuro de la Amazonia; por primera vez, se manifiesta con tanta claridad que desafíos, conflictos y oportunidades emergentes en un territorio, son la expresión dramática del momento que atraviesa la supervivencia del planeta Tierra y la convivencia de toda la humanidad». Son palabras graves, menospreciadas por las grandes corporaciones depredadoras, porque se darían cuenta de que deberían cambiar de modo de producción, de consumo y de descarte. Pero prefieren el lucro a la salvaguarda de la vida humana y terrenal.
No sin razón, el Papa Francisco ha convocado un Sínodo Panamazónico para octubre del presente año cuyo tema es: Amazonia: nuevos caminos para la Iglesia y para una ecología integral”. Se trata de la aplicación de su encíclica “sobre el cuidado de la Casa Común” para evitar una catástrofe socioecológica mundial. No se trata de una ecología ambiental y verde sino de una ecología integral, que envuelve el ambiente, la sociedad, la política, la economía, lo cotidiano y la dimensión espiritual.
Veamos algunos datos generales sobre el bioma amazónico: cubre una extensión de 8.129.057 Km2 en nueve países: Brasil (67%), Perú (13%), Bolivia (11%), Colombia (6%), Ecuador (2%), Venezuela (1%), Surinam, Guyana y Guyana francesa (0,15). Viven allí 37.731.569 habitantes, 2,8 millones de los cuales son indígenas de 390 pueblos diferentes, que hablan 240 idiomas, de la rica matriz de 49 ramas lingüísticas, un fenómeno inigualable en la historia de la lingüística mundial.
Existen tres ríos amazónicos: el visible de la superficie; el aéreo, los llamados “ríos volantes” (cada copa de árbol con 20 metros de extensión produce 1000 litros de humedad que va a traer lluvias para el cerrado, para el sur hasta el norte de Argentina); el tercero, invisible, es el río “rez do chão” (no confundir con el sitio turístico Rez do Chão), un río subterráneo que corre debajo del actual Amazonas.
Todo el bioma amazónico es un Bien Común de la Tierra y de la humanidad. En la visión de los astronautas eso es evidente: desde la Luna o desde sus naves espaciales, Tierra y Humanidad forman una única entidad. El ser humano es aquella porción de la Tierra que comenzó a sentir, a pensar, a amar y a cuidar. Somos Tierra, como enfatiza el Papa y la propia Biblia.
Ahora, en la fase planetaria, todos nos encontramos en una misma y única Casa Común. El tiempo de las naciones está pasando; ahora es el tiempo de la Tierra y tenemos que organizarnos para garantizar los medios que sustentarán nuestra vida y la de la naturaleza. Nadie es dueño de la Tierra. Ella es nuestro mayor Bien Común. Todos tienen derecho a estar en ella. Como la Amazonia es parte de la Tierra, nadie puede considerar solo suyo lo que es un Bien de todos y para todos. Brasil, a lo máximo, posee la administración de la parte brasilera (67%) y lo está haciendo de forma irresponsable. De ahí la preocupación general.
Actualmente el bioma amazónico es objeto de la codicia mundial por causa de sus riquezas. Se está usando mucha violencia. Desde mediados de los años 1980 ha habido en la Amazonia brasilera más de 12 mártires, indígenas, laicos y religiosos; en Ecuador 6, en Perú 2 y en Colombia innumerables.
Los G 7 reunidos en agosto en Biarritz, se dieron cuenta de la importancia del bioma amazónico para el equilibrio de los climas y de la propia Tierra. Sospecho que la ven convencionalmente todavía, como un baúl de recursos para sus proyectos económicos. Sospecho que no han incorporado la visión de la nueva ecología que entiende la Tierra como un superorganismo vivo y nosotros parte de él y no sus señores. Si la Amazonia fuese completamente abatida, todo el sur de Brasil hasta el norte de Argentina y de Uruguay se transformaría en un desierto. De ahí la importancia vital de ese bioma multinacional.
La irresponsabilidad de Bolsonaro es de tal monta que juristas mundiales planean acusarlo de ecocidio, crimen reconocido por la ONU en 2006 y llevarlo al tribunal de los crímenes contra la humanidad. Termino con palabras de un indígena yanomami Miguel Xapuri Ianomâmi:
“Ustedes tienen Dios, nosotros tenemos Omama. Ella creó la vida, creó a los yanomamis, permite todo lo que sucede. Nosotros nos comunicamos con ella permanentemente”.
¿Quién en el mundo secularizado hablaría de corazón de esta forma?
*Leonardo Boff es ecoteólogo, filósofo y escritor.
Traducción de Mª José Gavito Milano
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