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Salvémoslos, ¡hipócritas!

Llevan quince días en el Open Arms y más de día y medio ante el puerto, cerrado para ellos, de Lampedusa, a pesar de los jueces italianos, de la mayor parte del gobierno, del alcalde de Lampedusa… Todo por el pulso electoral de quien se cree llamado por los italianos a salvar a Italia, algo más importante que unos refugiados según ese aprendiz de duce, a quienes -y es lo más triste- siguen muchos. Yo ya no sigo las noticias de la RAI, que se repiten, sino ese puntito, inmóvil por ahora, en al mapa de Trafico Marítimo. Y leo algún artículo de fondo como este de eldiario.es de Gabriel Moreno González que me acaba de sugerir una de vosotras. AD.

El relato se repite en las televisiones europeas como una letanía: la de horas que tertulianos, periodistas y gobiernos dedican a la supuesta dificultad de rescatar personas (¡personas!) del Mediterráneo, y el poco tiempo que antes dedicaron a lo que nos ha costado, a todos, rescatar bancos y entidades financieras con miles y miles de millones de euros. ¿Por qué no hay una denuncia mayoritaria de esa relación? ¿Por qué son tan pocos los que se quejan públicamente de la contradicción de haber destinado una ingente cantidad de recursos al sistema financiero, a fondo perdido, y de negarse al mismo tiempo a rescatar a quienes nos piden auxilio desde nuestras costas?

El ideario neoliberal no es sólo una fórmula de prediseñar el Estado para hacerlo funcional a los intereses privados, no es sólo un catálogo de privatizaciones y obscenos robos, sino también una nueva subjetividad que impregna la acción personal de un individualismo competitivo extremo. Esa ideología de la competición entre individuos está acelerando el olvido de lo que de verdad supone la democracia: el poder del demos, del pueblo, en la toma de decisiones colectivas y en la resolución de los problemas de la comunidad a la que pertenecemos.

Porque no somos átomos aislados, sino animales políticos que convivimos en comunidad y necesitamos del otro para realizarnos nosotros mismos. Una vida plena es sólo posible si se da con los otros, con una alteridad que el neoliberalismo pretende negar y demonizar como competencia, como insana carrera donde los obstáculos son quienes nos rodean.

El elemento cooperativo de la democracia, la comprensión del otro como parte indisociable de lo propio, es dinamitado por un ideario que además subordina el interés público de esa comunidad, el antiguo y hoy poco recordado “bien común”, a la concurrencia de intereses particulares. Así, no es de extrañar que cada vez que aparece un problema social que afecta a toda la comunidad la respuesta de quienes blanden aquel ideario y sus acólitos sea la del “y tú qué harías”. Pues miren, haría lo que intento hacer y lo que debería ser la norma en una democracia que quisiera predicarse como tal: participar en la comunidad, en esa polis olvidada, para cambiar colectivamente y mediante la voluntad democrática los problemas que individualmente son irresolubles.

A los del “pues acógelos en tu casa”, en referencia a los refugiados que mueren en nuestras playas repletas de turistas: el individualismo neoliberal se os ha impregnado tanto en la cabeza que os habéis olvidado de que el bien público puede y ha de ser administrado por la comunidad política, por el Estado, del que deberíamos ser dueños con nuestra voluntad democrática. Si estoy a favor de la sanidad pública no quiere decir que tenga que instalar un quirófano en mi casa. Y lo mismo, si has estado a favor de rescatar con el dinero de todos a bancos y entidades financieras, eso no se traduce en la obligación de que pongas un cajero automático en tu cocina. Hasta qué punto se han normalizado estas expresiones nos habla del olvido intencionado de la primacía de lo político sobre lo económico, del bien público sobre los intereses individuales, de la comunidad sobre los estrechos límites de mi egoísmo.

No, la respuesta ha de ser colectiva y depende del concurso de todos en la mejora de la polis, de nuestras esferas de copertenencia y, sobre todo, en la defensa de que las decisiones en ellas tomadas primen sobre las que se elaboran en oscuros despachos o altos rascacielos. Es un insulto al entendimiento decir, como algunos repiten, que el Estado italiano o español no tiene recursos suficientes para acoger a las personas que arriesgan y pierden sus vidas en el mar común. No es que no haya pan para todos, sino que el pan está muy poco repartido y se concentra en unas pocas manos, precisamente las mismas que salen indemnes de los debates antiinmigración.

Los que se llevan las manos a la cabeza por la obligación que tenemos de acoger a los que huyen de las guerras y de la destrucción suelen manifestar una sorprendente preocupación por el trabajo y el bienestar de los de casa, pero nunca se preguntan qué es lo que verdaderamente hace que ambos elementos falten ya en muchas familias españolas o italianas. Porque no es el mantero de la esquina el responsable de que en los barrios ricos de Madrid o Barcelona la esperanza de vida sea diez años superior a la de los barrios obreros, ni es el último que llega el culpable de que el penúltimo esté en esa posición y no mire hacia arriba.

Recuperar lo público y lo colectivo sobre los espurios intereses particulares de unos cuantos es recuperar la democracia que estamos perdiendo a marchas aceleradas y, con ello, volver a incorporar al otro a la comunidad, ya sea un inmigrante, un refugiado o nuestro compañero de trabajo. Igualdad, libertad y fraternidad… El último de los ideales de la Revolución francesa es hoy el más denigrado, el más pisoteado. Su eclipse es el fin intencionado de la solidaridad, de esos mimbres comunitarios y de autorreconocimiento que a todos nos deberían hacer sentir parte de una misma colectividad desde el respeto de nuestra personalidad única e irremplazable. Y la crisis de los refugiados y el pésimo papel que están desempeñando las instituciones no sólo nos habla de la disolución de esos vínculos, sino también de la inabarcable hipocresía de quienes presiden ese proceso, de los líderes políticos y sociales que abanderan el abandono de la casa común y de los prójimos más lejanos.

¿Qué hace Salvini con una cruz como collar al cuello? ¿Qué hace ese infame y mediocre politicastro enarbolando el Evangelio en sus mítines? Denunciemos su hipocresía, y que lo denuncie la propia Iglesia desde el púlpito, tan dada a veces a soflamas menos justas y más interesadas. “Porque tuve hambre y me disteis de comer; tuve sed y me disteis de beber; fui forastero y me acogisteis”, que empiecen todos los que dicen defender los valores cristianos de Europa por esta frase del Evangelio. Que todos los conservadores sean consecuentes con sus propios postulados y que conserven de verdad lo mejor de nuestra tradición europea: el predominio del bien común y la inclusión del otro como uno más de nosotros.

 

10 comentarios

  • Javier Peláez

    El fiscal italiano acaba de ordenar desembarcar el barco en Lampedusa….Y la fragata española iba camino de Lampedusa….Es que no tenemos remedio…El desorden europeo en este tema es completo…

  • Asun Poudereux

    Gracias por esta publicación. Excelente mensaje para hacerlo presente cada día, caer en la cuenta  que mueve a poner los  medios necesario, si uno no quiere que nos lleve al terreno cómodo el atractivo montaje de la hipocresía.

  • Javier Peláez

    En cuanto a que lleve Salvini lleve una cruz como le acaba de decir un párroco italiano es un blasfemo…Lo que pasa que en el mundo que vivimos te cagas en Dios y te procesan y,sin embargo,te cagas en unos seres humanos que los tenemos crucificados en el Mediterráneo y lo mismo te hacen primer ministro de Italia…A mí me resulta difícil entender a alguna religiosa que anda todo el día hablando del demonio en no sé que cosas,y tienen delante la crueldad y la maldad en estado puro y lo mismo lo nombran jefe de la tribu…En fin,mejor no usar este lenguaje religioso porque al fin y al cabo no resuelve nada…Cuando las palabras han perdido su sentido,mejor no usarlas…

  • Carmen

    Vienen tiempos convulsos.  Y es que este sistema  que iba a salvar al mundo mundial y los intereses de las personas de bien, ha fracasado estrepitosamente. Está colapsando.

    Y no voy a decir nada de que no veo una sola sotana por Lampedusa, ni veo un movimiento en la calle de la católica Roma. Ni que echo en falta a una persona mediática de la iglesia diciéndole a Salvini alguna cosa que otra.

    Después de este barco vendrán otros y otros, porque como dice el autor del artículo, esto no hay quien lo pare. Y tendrán que afrontar el problema quieran o no.

    Menudo desastre. A veces dudo de si el ser humano es fundamentalmente bueno. Quiero creer que si, pero no sé.

  • M* Pilar García Martínez de Aguirre

    Esto también es terrorismo salvaje de los estados, es:

    ¡¡¡Vergonzoso!!!

    m* pilar

    • M* Pilar García Martínez de Aguirre

      Y ahí están campando a sus anchas las extremidades derechas, con dolor:

      ¡¡¡Aquí tambien, diciendo auténticas barbaridades… Y las izquierdas… Como quien oye llover, vergonzoso!!!
      m* pilar

  • Javier Peláez

    La verdad que lo de Salvini no tiene nombre…Por un puñado de votos…Resulta que ya han hecho 6 rescates de emergencia…29 personas…Este hombre no tiene vergüenza y además lo que ha dicho el alcalde de Lampedusa este hombre está haciendo el ridículo…Me pregunto si en las televisiones italianas ven lo mismo que nosotros(unos hombres desesperados).Suele ocurrir, aquí tb en España,que de las cosas de tu país no te enteres como con medios extranjeros.Y los italianos que piensan de todo esto?.Bueno habrá de todo…En fin,que no se puede ser más miserable.

    • Javier Peláez

      Veo que Salvini dice que le pagan 60 millones de italianos por defender el “honor de su país”.Este hombre además de un miserable,es patético…El honor patrio,pues el ridículo que está haciendo Italia es universal…

      • Javier Peláez

        La cosa no es de fácil solución porque la política basura está a la orden del día…Que si te lo llevas a tu casa!Que si el barco es de pabellón español!La gente es borrica y el nacionalismo estúpido.Si la mitad de los que dirigen el barco son italianos…El problema es que Europa no existe como entidad supranacional en este tema y que por un puñado de votos los seres humanos no existen..Ya lo dijeron los del Open Arms son seres humanos…Y nosotros hace mucho tiempo que somos ciudadanos del mundo…

  • ana rodrigo

     

    Realmente estamos viviendo unos tiempos convulsos y muy peligrosos para el principio de la Revolución Francesa, ya (o siempre) universal, de igualdad, libertad, fraternidad, como nos recuerda el autor del artículo.

     

    La reflexión que propone este artículo, como dice Antonio, es una cuestión de fondo, no de parches, porque cuestiona el fondo de la democracia, del servicio público, de las obligaciones que, con nuestros votos y nuestros impuestos, delegamos en el Estado. Cuando son los propios gobernantes los que individualizan los problemas públicos, es que estamos cambiando los factores que sí alteran el resultado.

     

    Y no es cuestión de falta de dinero, porque desde el dinero que maneja el futbol y los futbolistas, así como otros privilegiados deportistas, con sus yates, aviones privados y colecciones de automóviles de altísima gama, así como los grandes empresarios explotadores de la mano de obra barata, cuyos capitales marean, por más que de vez en cuando, den, lo que para ellos, es una limosna, o la saga de los Pujol y otros corruptos políticos, y un sinfín de etcéteras, que nos demuestran que lo que se está quebrando realmente es la conciencia de que “no somos átomos aislados, sino animales políticos que convivimos en comunidad y necesitamos del otro para realizarnos nosotros mismos”, como nos recuerda el autor.

     

    A mí me recuerda los tiempos de entre guerras y el origen del fascismo. Salvini, yo creo que es algo más que aprendiz de duce, al igual que los otros líderes ultraconservadores europeos. La palabra socialismo equivale, para estas gentes neoliberales-fascistas, algo diabólico. No hace falta ir a Italia, sólo hay que escuchar a la nueva hornada que ha entrado en el gobierno de Madrid.

     

    El otro día yo preguntaba que qué carajo hacían los miles de funcionarios y responsables de la UE. Hoy Carmena daba una posible solución. Que se cree un instrumento común europeo de rescate en el Mediterráneo. Ojalá. Porque como decía esta mañana la responsable de Médicos sin Fronteras en España, esto seguirá, porque la supervivencia cuando llega a sus límites, no hay quien la pare.

     

    ¿Os imagináis si todos lo templos católicos y cristianos de Europa, pusiesen en las potadas de sus templos “Tuve hambre…, fui forastero y me acogisteis, en vez de querer explicar el modo y manera de cómo la Virgen subió a los cielos en cuerpo y alma?

    En fin, lo dijo aquí…