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Lo que nos falta hoy: el amor  universal e incondicional

Dedicado a la pensadora y maestra-astróloga Martha Pires Ferreira

        Vivimos actualmente tiempos sombríos de mucho odio y de falta de finura. Precisamos rescatar lo más importante, que nos humaniza verdaderamente: el simple amor. Estimo que debemos siempre retomar el tema del amor universal y sin precondiciones.

        Sobre él se han dicho las cosas más elevadas hasta llegar a designar el nombre propio de Dios. Para superar el discurso convencional conviene incorporar la contribución que nos viene de las distintas ciencias de la Tierra, de la biología y de los estudios sobre el proceso cosmogénico. Cada vez queda más claro que el amor es un dato objetivo de la realidad global y cósmica, un evento bienaventurado del propio ser de las cosas, en las cuales estamos incluidos nosotros también.

        Dos movimientos, entre otros, presiden el proceso cosmogénico: la necesidad y la espontaneidad.

        Por necesidad de supervivencia, todos los seres son interdependientes y se ayudan unos a otros. La sinergia y la cooperación de todos con todos, más que la selección natural, son las fuerzas fundamentales del universo, especialmente entre los seres orgánicos. La solidaridad es  más que un imperativo ético. Es la dinámica objetiva del propio cosmos, y explica por qué y cómo hemos llegado hasta aquí.

        Junto con esa fuerza de la necesidad se presenta también la espontaneidad.

        Los seres se relacionan e interactúan espontánemente, por pura gratuidad y alegría de convivir. Tal relación no responde a una necesidad. Obedece a un impulso de crear lazos nuevos, por la afinidad que emerge espontáneamente y produce deleite. Es el universo de la novedad, de la irrupción de una virtualidad latente que hace surgir algo maravilloso y que vuelve al universo un sistema abierto. Es el adviento del amor.

        Él se da entre todos los seres, desde los primeros topquarks que se relacionaron más allá de la necesidad de crear campos de fuerza que les garantizasen la supervivencia y el enriquecimiento en el intercambio de  informaciones. Muchos se relacionaron por sentirse espontáneamente atraídos por otros y componer un mundo no necesario, gratuito, pero posible y real.

        De esta forma, la fuerza del amor atraviesa todos los estadios de la evolución y enlaza a todos los seres dándoles irradiación y belleza. No hay razón que los lleve a componerse en eslabones de espontaneidad y libertad. Lo hacen por puro placer y por alegría de convivir. Hay cosmólogos que afirman que el universo está lleno de color y es, por lo tanto, extremadamente bello.

        El amor cósmico realiza lo que la mística siempre ha intuido: “la rosa no tiene un porqué. Florece por florecer. No se cuida de sí misma ni se preocupa de si la admiran o no”. Así el amor, como la flor, ama por amar y florece como fruto de una relación libre, como entre los enamorados.

        Por el hecho de que somos humanos y autoconscientes, podemos hacer del amor un proyecto personal y civilizatorio: vivirlo conscientemente, crear condiciones para que la amorización pueda darse entre los seres humanos y con todos los demás seres de la naturaleza. Podemos enamorarnos de una estrella distante y crear una historia de afecto con ella. Los poetas saben de eso.

        El amor es urgente en Brasil y en el mundo. Millares de refugiados son excluidos y millares de nordestinos, ofendidos. Más que preguntar quién destila rabia e intolerancia habría que preguntar por qué las practican. Seguramente porque faltó el amor como relación que abriga a los seres humanos en la bella experiencia de abrirse cada uno y acoger jovialmente al otro y respetarse mutuamente.

        Digámoslo con todas las palabras: el sistema mundial imperante no ama a las personas. Ama el dinero y los bienes materiales; ama la fuerza de trabajo del obrero, sus músculos, su saber, su producción y su capacidad de consumir. Pero no ama gratuitamente a las personas como personas, portadoras de dignidad y de valor.

        Predicar el amor y decir: “amémonos unos a otros como nos amamos a nosotros mismos”, supone una revolución. Es ser anticultura dominante y estar contra el odio imperante.

        Hay que hacer del amor aquello que el gran florentino, Dante Alighieri, escribió al final de cada cántico de la Divina Comedia: “el amor que mueve el cielo y todas las estrellas”; y yo añadiría, amor que mueve nuestras vidas, amor que es el nombre sacrosanto del Ser que hace ser todo lo que existe.

 

Leonardo Boff es ecoteólogo, filósofo, escritor y ha escrito La  fuerza de la ternura, Mar de Ideias, Rio de Janeiro 2012.

Traducción de Mª José Gavito Milano

3 comentarios

  • Javier Peláez

    Lo del Amazonas terrible…Rezaremos  por el Amazonas como se nos pide…Y Pedrito Sánchez mucho Doñana y tal,pero de esto no dice ni pío salvo que ofrece mandar medios antiincendios….Luego como él es el que ha promovido el Acuerdo UE/Mercosur no se quiere meter con ese acuerdo aunque Macron se mete con el acuerdo por los agricultores franceses…Pedrito está muy equivocado la lucha contra la extrema derecha es global.No basta con asustar al electorado con VOX y luego llevarte bien con Bolsonaro… Pedrito no es un líder del mundo mundial….como él se presentaba cuando pactaron las instituciones europeas; es un “líder en funciones” como ya lo ha demostrado con la inmigración y ahora con este tema….No tiene una visión global,le falta fuste…

  • Asun Poudereux

    Esta sola frase:

            “amémonos unos a otros como nos amamos a nosotros mismos

    lleva consigo múltiples interpretaciones y no digamos de confusiones, porque qué se puede entender por amarse a sí mismo…¿?

    Si no queda clara y transparente, díficil hacerla realidad en la vida diaria. De nada creo pueda servir desear, hablar y repetirla  hasta la saciedad. Vamos, llegar hasta la verborrea, sin hacer pie en su fondo.

  • Javier Peláez

    Esta visión muy franciscana del mundo animal,no responde a la realidad.Es cierto que en el mundo animal hay cooperación,pero también dosis extraordinarias de crueldad,claro visto desde la moral humana.Basta ver la práctica del infanticidio de muchas especies ante la imposibilidad de alimentar a las crias(las aves,por ejemplo son especialmente “crueles”).Esta crueldad ,vista desde la moral de Walt Disney que convierte a los animales en personas,no quita un ápice a la belleza de la naturaleza.Los animales no domésticos son jodidos entre ellos,pero lo hacen para sobrevivir,es legítima defensa…El problema es el hombre que andamos jodiendo a todo lo que pillamos no por sobrevivir,sino por acumular…Los animales también se roban entre ellos,pero para comer…Es hurto famélico o para acumular para el invierno,pero no para acumular tanto que no te lo puedes gastar en 50 vidas…Quizá al hombre le falta conciencia de su mortalidad…Si algunos vivieran 48 o menos horas como algunas moscas,nos iría bastante mejor…Claro que si las moscas fueran conscientes de que viven 48 horas y que esos seres jodidos que las aplastan viven por lo general bastante más …Pobres moscas…Chorradas de verano que escribo.