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Las razones del corazón

 El corazón tiene sus razones que la razón desconoce. Esta conocida reflexión se debe a Blas Pascal, matemático y filósofo clásico francés, dedicado tanto a la ciencia como a la teología, un espíritu religioso y universal que llevó una vida enfermiza y murió prematuramente. El famoso adagio de Pascal centra su filosofía cordial y religiosa proyectada en sus famosos Pensamientos, en los que el corazón dice religación trascendental. El corazón tiene razones íntimas o secretas que no secreta o segrega la fría razón, la cual se ejerce en las ciencias, mientras que el corazón es dilección o diligencia que se ejerce tanto en la religión como en la ética o moral ( y yo añadiría el arte y la estética).

        Blas Pascal diferencia entre la política regida por el poder, la ciencia dirigida por el saber y la religión moral dirigida por la voluntad de amor o caridad. La política es la gobernanza, la ciencia es la docencia y la moral es la decencia. Esta última no es un mero saber, sino sabiduría del corazón, interpretado por L.Pareyson como luz natural, instinto básico o sentimiento fundamental de lo real. Yo reinterpretaría el corazón pascaliano como intuición afectiva de la realidad en su ser y sentido. El corazón en Pascal no elimina la razón sino que la sitúa como co-razón, formando ambos, razón y corazón, una razón común de cariz afectivo.

        Esta razón afectiva comparece como sentido existencial de lo real, fundando el criterio de evaluación o valoración de lo real. Se trata de una valoración radical que abre nuestra finitud al infinito, situando al hombre pascaliano entre el infinito abierto y la nada de su proveniencia, entre el ser y el no ser, entre el saber y el no saber. El propio Pascal conecta la cordura del corazón como razón cordial con el espíritu de fineza o sutileza, frente al puro y abstracto espíritu de geometría.

        El corazón es pues una facultad de inspiración que nos hace saltar, como en Kierkegaard, de nuestros límites a su apertura radical, de lo finito a lo infinito, del tiempo a la eternidad. Pero no se trata de un paso en falso, ya que está mediado por el amor, cuya finitud se abre al infinito y cuyo tiempo se abre a la eternidad. El amor humano en su entusiasmo queda así divinizado en Pascal, de acuerdo con Jesús de Nazaret y el cristianismo; un cristianismo católico que en nuestro autor conecta con cierto protestantismo calvinista (jansenismo), cuya moral rigurosa se enfrenta a la moral jesuítica más laxa o mundana. Pascal acabará sus días ascética y religiosamente, pero sin renunciar a sus estudios científicos, certificando así una especie de ora y labora, de oración y trabajo intelectual.

        En esta perspectiva nuestro pensador trata de mediar entre la ciencia y la conciencia,entre el saber y la sabiduría, las matemáticas y la fe o religión. La razón marca la ciencia, el corazón enmarca la fe religiosa, la cual no es irracional sino razonable apertura a lo que nos trasciende. Porque el corazón tiene sus co-razones que la razón desconoce; en donde el corazón reaparece como co-razón de nuestra propia razón. Podemos entrever en toda la filosofía pascaliana un punto de encuentro entre los contrarios, un intento de mediación de los opuestos, de acuerdo con su dicterio: desviarse del término medio es desviarse de la humanidad; una posición clásica que asumimos aunque se nos tache de moderados (a mucha honra en un país de inmoderados a derecha e izquierda).

        Por lo demás, esta moderación pascaliana que asumimos no implica cerrazón sino apertura radical al otro y su otredad, a todo y a todos. El espíritu pascaliano compasivo está presidido por el eros o el amor, y eros o el amor no es meramente conservador sino radicalmente abierto. Precisamente la referencia final al Dios significa la trascendencia de nuestra cerrazón o inmanencia. El alma representa este sobrepasamiento de lo corporal o material a lo espiritual, y lo espiritual no es una abstracción o mera ilusión. Como dice Pascal, no es cierto que todo sea incierto; aunque tampoco sea cierto que todo sea cierto. Así pues, hay que discernir y discriminar con espíritu de finura y no de grosura, como suele suceder hoy en día.

2 comentarios

  • George R Porta

    Mucho me temo que el discurso cardiaco del autor, aunque confío en que él sepa que es solo metafórico, solo sea eso mismo: Metáfora.

    Hasta donde sé las emociones y los sentimientos pertinentes tienen su sede en el cerebro. El corazón solo mueve la sangre y solo sirve para eso e irriga con sangre lo mismo los cerebros que sienten e idean lo maléfico más a menudo que lo benéfico.

    Desde luego, cada uno/a puede pensar en los términos que desee, solo que la metáfora romántica y manida puede oscurecer más que iluminar la conducta humana.

  • oscar varela

    Hola!
    “Las razones del corazón”
    Blas Pascal es del Siglo 17 (un tanto pasadito).

    Muy bueno …

    … para el Siglo 17.

    Hace 3 siglos que ya está integrado.

    ¿Y después qué?

    ¿Nos seguiremos “refugiando” en esa

    “gelatina emocional”?

    Hay otras formas más serias y fructíferas del AMOR.