No está de sobra recordar que en la Transición política española la jerarquía de la Iglesia española –con Tarancón al frente– se negó a bendecir o apadrinar a partido alguno
Denunciamos las propuestas dirigidas a instrumentalizar la fe cristiana, utilizar la Iglesia en favor de una ideología conservadora o hacer un partido católico». Así se ha manifestado no hace mucho un grupo de curas y laicos de Valencia. Sospecho que lo han hecho motivados por la reciente deriva ideológica del Partido Popular hacia posicionamientos que, sin dejar de ser liberales y centralistas, intentan atraer a sus filas a quienes sintonizan con algunos puntos de la fe católica que también dicen asumir. Y supongo que también tiene que ver en ello la sorprendente irrupción de Vox en el escenario político, así como la referencia a la sacrosanta unidad de España (para nada policéntrica) a la que recurre, de manera beligerante, Ciudadanos.
Creo que tales movimientos de fondo en la derecha política son los que explican que estos curas y laicos valencianos inviten a votar a aquellos partidos en cuyos programas estén particularmente presentes otros puntos que, olvidados o ninguneados, forman parte de la doctrina social de la Iglesia católica: el primero de ellos es la reducción de los abismos de la desigualdad, poniendo «en el centro de la gestión pública a las personas que se encuentran en peores condiciones y oportunidades» y avalando «vías seguras a la inmigración». «La garantía de los bienes universales de educación, sanidad, trabajo y vivienda» es el segundo. El tercero, el reconocimiento de «las identidades nacionales de los pueblos, escuchando y gestionando democráticamente sus derechos» y promoviendo el uso de «las lenguas cooficiales en todos los ámbitos». Y, los restantes: la dignificación de la política, junto con la promoción de una laicidad inclusiva, así como la defensa y cuidado de la tierra.
A diferencia de este colectivo creyente, y de otros parecidos, las demandas de los católicos se sostienen, como manifiesta el profesor José Francisco Serrano Oceja, ciertamente en «la preocupación por los pobres, marginados, inmigrantes o excluidos», pero también «en principios irrenunciables tales como la defensa de la vida, la dignidad de la persona o la libertad para escoger la opción educativa». Ha habido tiempos, prosigue, en los que estas demandas fueron acogidas –cierto que, no sin dificultades– por el PSOE. Semejante entendimiento contribuyó a que fueran tres sus legislaturas al frente del Gobierno de la Nación; dos de ellas con mayoría absoluta.
Rodríguez Zapatero se encargó de quebrar dicho entendimiento implantando «una revolución antropológica». A ella se ha sumado Pedro Sánchez al manifestar su disposición a llevarla «hasta las últimas consecuencias». Asumiendo este objetivo, concluye, «está complicando» el voto al PSOE de más de ocho millones de católicos. O, al menos, el de gran parte de los mismos.
Y así, de repente, nos encontramos con que el voto católico puede ser, según algunos analistas, decisivo. Quizá, por ello, puede que no esté de más recordar cómo en la Transición política la jerarquía de la Iglesia –con el cardenal Tarancón al frente– se negó a bendecir o apadrinar partido alguno, sin renunciar, por ello, a facilitar una serie de criterios a cuya luz convendría que los católicos emitieran su voto.
Sin embargo, con el pasar de los años y presidida la Conferencia Episcopal Española por el cardenal Rouco, esta práctica fue interpretada como una inapropiada injerencia partidaria, abandonándose por ello hace un tiempo. Recientemente ha sido recuperada por los obispos andaluces en las elecciones de 2018, así como por Ricardo Blázquez, presidente de la Conferencia Episcopal Española, el pasado 1 de abril.
A la luz de estos datos, se multiplican los análisis sobre la incidencia del voto católico en las elecciones del próximo 28 de abril. Me ha sorprendido que, en muchos de los comentarios a los que he tenido acceso, se enfatice que el voto católico sea mayoritariamente conservador, cuando no, ultraconservador. Pocos han reparado, por ejemplo, en lo recogido al respecto en el barómetro de febrero (CIS, 2019) sobre el recuerdo de lo votado en las elecciones generales de 2016: el 91, 5 % del voto otorgado al PP lo fue de personas que se autoidentificaban como católicas y, he aquí la sorpresa, también el 73,6 % del voto recibido por el PSOE y el 29,2 % por Unidos Podemos.
Invito, a quien tenga humor y tiempo, a consultar dicho informe, sin dejar de lado, por supuesto, las, siempre oportunas, cautelas. Quien lo haga, creo que coincidirá conmigo en que, en una España como la actual, en riesgo de creciente polarización, como dijo Miguel de Unamuno, entre los ‘hunos’ y los ‘hotros’, los votantes católicos parecen tener un comportamiento electoral (y esperemos que también político) muy transversal. Probablemente porque serlo, es una de las señas más genuinas de su identidad. Veremos si esta transversalidad cambia después del 28 de abril. Confieso que si se mantuviera sería una excelente noticia, en esta ocasión, para ‘htodos’. Y perdonen la unamuniana licencia ortográfica…
[Artículo aparecido el 8-04-2019 en El Diario Vasco]
Muy interesantes los comentarios.
Dan el perfil político de los comentaristas de Atrio.
¡Buena votación el 28! Votaré al que imagináis que votaré, aunque sea pecado (secular) mentarlos.
Una cosa es pensar que el Senado no cumple la función para la que fue concebido de cámara de representación territorial y otra muy distinta negar le servicio o utilidad alguna. Es operante para muchas cosas.
un Senado copado por el bloque de la derecha con un Congreso de los diputados distinto puede entorpecer mucho a un Ejecutivo. Piensa en una legislatura profunda que aborde leyes fundamentales. ? O no.?
No lo entorpece nada el veto del Senado se levanta con mayoría simple del Congreso(art.90.2 de la Constitución).
Ha habido varios intentos de reforma del Senado y no han salido adelante.Ya lo demostró Evolé en un programa y un senador del BNG en un acceso de sinceridad dijo que allí no se hacía nada.Llevamos 40 años así,manteniendo un cementerio de elefantes y yo simplemente digo con mi voto que no cuenten para esta tomadura de pelo…
Bueno.
Ya tenemos un voto decidido. Tranquilidad por esa parte.
Ahora a por las generales. No quisiera estresarte, pero te quedan dieciocho días.
Ánimo.
JA,ja,ja…Tengo otros problemas que me estresan bastante más…
Es verdad que me puse bastante dramático en otras entradas,pero estoy pasando una mala época…Cosas y casos…
Yo ya he decidido mi voto.Votaré en Madrid a Unidas Podemos.No me convence Sánchez que en cuanto pueda pactará con Cs.No voy a votar al Senado que no sirve para nada y el 155 que decide el Senado,lo insta el gobierno y no parece que vaya a gobernar un bloque a favor del 155.En las generales,en las autonómicas y municipales no tengo ni idea…Es que esta mañana he recibido la tarjeta censal.Me he librado de ser miembro de la mesa.Así me evitó ir con guantes de fregar para recontar los votos de VOX…No pienso cambiar el voto,así que me abstengo de comentar….
Miraré con mucha atención, porque derroteros caminan… nuestras izquierdas… hace algún tiempo que caminan como perdidas no se, en que menesteres.
Si no hay una, que se vea lo más claro posible sus lazos, compromisos, y lucha social…
Votaré al PSOE, porque parece ser el mal menor; aunque no me gusta votar de esa manera.
Pero viendo lo que se nos avecina… no encuentro otra manera, para que sea productivo mi voto; aunque me retrae y mucho, la fuerza que todavía mantienen los pasados y pesados pesos “fuertes” de esta opción, no me gustan nada de nada.
mª pilar
interesante que asome en Atrio “la revolución antropológica”, adjudicando el autor el programa de gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero (2004- 2011) a una obediencia o seguimiento de la misma.
Puede que obedezca a una expresión desde un punto de vista “teológico-católico” a esa búsqueda del reconocimiento social, político y jurídico de algunos colectivos que veían suprimidas sus libertades individuales, y que con las acciones de gobierno encontraron su acomodo en nuestra sociedad española.
No percibo que haya sido una ofensa contra la moralidad católica subyacente en gran parte de nuestra ciudadanía, sino la manera más democrática de no imponer, dentro del laicismo militante de la sociedad civil, nuestra estrecha moralidad de salvación a quienes no piensan ni sienten en católico, aunque sean personas bautizadas.
Considero, más bien, que en la primera década de este siglo XXI (1996-2005 ) la izquierda europea se preguntaba ¿Qué significa ser de izquierda hoy? Encontrando parte de la respuesta en el ejercicio de las libertades del individuo. Fue una lástima que no hubiesen entonces ahondado más en la injusticia de las desigualdades. De ahí la irrupción del 15 de Mayo de 2011 y la reconfiguración de líderes y partidos aunque no logramos que la agenda social consiga ser puesta en primer lugar en nuestra agenda política y en las aspiraciones ciudadanas.
Cuando de forma machacona la iglesia jerárquica ha insistido por activa, pasiva y perifrástica, como si fueran dogmas de fe, cuestiones como el aborto, la homosexualidad o el divorcio (esto último bastante menos, por eso inventaron la nulidad), y viene un partido que defiende esto en sus programas, lo más conservador de la iglesia, votará a la derecha en alguna de sus tres variantes. Pienso que la derecha política española y la Iglesia carvernícola se retroalimentan mutuamente.
Pero hay muchos y muchas votantes que nos seguimos considerando católicas, pero no pertenecientes ni seguidoras a este tipo de iglesia jerárquica y que votamos izquierda.
Yo votaré al PSOE aunque solamente sea por haber dado la oportunidad mayoritaria a las mujeres de que hayan podido ejercer el poder ejecutivo y, desde mi punto de vista, lo han hecho muy bien, con errores lo mismo que los cometen los hombres, ni menos que ellos, pero no más que ellos que se ha pasado la historia de la humanidad ejerciendo el poder y han dedicado su “tiempo libre” a organizar guerras, por ejemplo.
En las películas italianas post Segunda Guerra, aparecían dos personajes inolvidables: Don Camilo, el cura del pueblo, y Peppone el alcalde comunista, que tenían que convivir en un pequeño universo de ex fascistas, terratenientes conservadores, jornaleros comunistas que habían sido partisanos, mujeres católicas y maridos cabreados con la Iglesia.
Cualquier traspiés verbal podía estallar como una bomba. Entonces antes de las elecciones, Don Camilo, predicaba socarronamente que había que votar por un partido que fuera” Democrata e Cristiano” no confundir con Democrata-Cristiano, per favore.
Bueno, a los trece o catorce años me encantaban los libros de don Camilo y Pepone. Eran geniales. De historias cortitas. Geniales.
no le veo votando a Jesus de Nazaret a ninguno de los tres partidos de la derechita o derechona…
De eso puedes estar seguro, Mauricio, ni tampoco lo votarían la mayor parte de los obispos.
Pues como soy tontica y no entiendo bien eso del voto católico, voy a votar al PSOE.
Se siente.