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¡Los laicos ya somos mayorcitos!

        Las elecciones tanto generales como autonómicas, municipales y europeas están a un tiro de piedra y no sólo los políticos, ya en precampaña, llenan los telediarios e informativos de palabras y más palabras sin apenas propuestas; en bastantes políticos hay más insultos contra el adversario que palabras constructivas y educadas, más mentiras y posverdades que análisis social de la realidad española y sus posibles soluciones. A esta precampaña ya ha habido alguna voz episcopal como la del obispo de Granada y la del Presidente de la Conferencia episcopal, reunida en estos días en sesión Plenaria, en el discurso de apertura, para “orientar” (¿?) a sus diocesanos en el voto.

        Cuando uno orienta a otro, es decir, le ilumina (la luz, el sol, viene de oriente) y le muestra el camino a seguir, es porque vive en la oscuridad y está desorientado. El problema de esta orientación de los obispos es que se trata de una orientación política sesgada y engañosa, pues se pretende influir en el voto de los feligreses desde un posicionamiento político de derecha, incluido la ultraderecha de Vox. Y el argumentario en que se basa es que los partidos de derecha defienden los valores cristianos. Me da la impresión de que en el fondo de este argumentario, se lo he oído decir a más de un clérigo, está aquello de la quema de iglesias en la guerra civil por parte de los rojos, de los partidos de izquierda. Para los obispos aún tiene validez el proverbio a que se refiere el profeta Jeremías: “Los padres comieron uvas agrias y los hijos sufrieron la dentera” (Jer 31,29). Habría que preguntarse si esta orientación episcopal tiene alguna base teológica respecto a que los obispos deben orientar a la iglesia diocesana y, por otra parte, si hay base social consistente para indicar cuál es el voto más adecuado a los valores cristianos. Mucho me temo que la teología que subyace sea más de Trento y del Vaticano I que la del Vaticano II y que el contenido social sea más bien un reflejo de sus convicciones políticas de derecha que de su preocupación por los valores cristianos.

        Se parte de una eclesiología rancia: la Iglesia se constituye por los clérigos, los pastores, y el resto, el rebaño, es eso, unas ovejas que son conducidas al antojo del pastor, sin rechistar ni abrir la boca. Hace unos días, yendo de viaje en el coche, oí en una emisora religiosa a un cura comentar el texto paulino sobre la Iglesia, cuerpo de Cristo. Su reflexión fue clara: si el clérigo es otro Cristo y Cristo es cabeza de la Iglesia, entonces el clérigo es la cabeza de la Iglesia. De nada ha servido la proeza del cardenal Suenens, cuando convenció a la asamblea conciliar par a que la Lumen Gentium comenzara su análisis por el concepto bíblico de Iglesia como pueblo de Dios, es decir, por el análisis de los elementos comunes e igualitarios de la Iglesia y no por la jerarquía, como había propuesto la Curia romana. La Lumen Gentium resalta que el obispo, el sacerdote, el laico…. antes de especificarse como tales, como elementos estructurales de la comunidad eclesial, son unos bautizados, que forman todos juntos un pueblo de salvación, “un linaje escogido, sacerdocio real, nación santa, pueblo de adquisición…” (I Pet 2,9-10). El papa Francisco es contundente en su Carta al cardenal Ouellet al defender la doctrina conciliar:

        Mirar al Pueblo de Dios es recordar que todos ingresamos en la Iglesia como laicos. El primer sacramento, el que sella para siempre nuestra identidad y del que tendríamos que estar siempre orgullosos, es el del bautismo. Por él y con la unción del Espíritu Santo, (los fieles) quedan consagrados como casa espiritual y sacerdocio santo (LG 10). Nuestra primera y fundamental consagración hunde sus raíces en nuestro bautismo. A nadie han bautizado cura, ni obispo. Nos han bautizado laicos y es el signo indeleble que nunca nadie podrá eliminar. Nos hace bien recordar que la Iglesia no es una élite de los sacerdotes, de los consagrados, de los obispos, sino que todos formamos el Santo Pueblo fiel de Dios”.

        La consecuencia inmediata de esta premisa es la corresponsabilidad, que se constituye en unos de los pilares de la vida eclesial y pastoral. El cardenal L.J. Suenens en La corresponsabilidad en la Iglesia de hoy afirma:”Si se me preguntase cuál es el germen de vida más rico en consecuencias pastorales que se debe al Concilio, respondería sin dudarlo: el haber vuelto a descubrir el pueblo de Dios como una totalidad y, en consecuencia, la corresponsabilidad que de aquí se deriva para cada uno de sus miembros”. Por lo tanto el obispo, el clérigo ha de hablar no desde el púlpito, desde la altura, sino desde la igualdad y más aún tratándose de temas políticos para imponer a sectores de la Iglesia, escasamente adultos en su conciencia religiosa, determinada ideología política. No puede ser más claro el papa Francisco en la mencionada carta al cardenal Ouellet:

        El clericalismo lleva a la funcionalización del laicado; tratándolo como “mandaderos”, coarta las distintas iniciativas, esfuerzos y hasta me animo a decir, osadías necesarias para poder llevar la Buena Nueva del Evangelio a todos los ámbitos del quehacer social y especialmente político. El clericalismo lejos de impulsar los distintos aportes, propuestas, poco a poco va apagando el fuego profético que la Iglesia toda está llamada a testimoniar en el corazón de sus pueblos. El clericalismo se olvida que la visibilidad y la sacramentalidad de la Iglesia pertenece a todo el Pueblo de Dios (cfr. Lumen Gentium 9-14). Y no sólo a unos pocos elegidos e iluminados”.

        Pero ¿es cierto que los partidos de derecha defienden los valores cristianos? Los obispos siempre ponen como insignia de estos valores cristianos la defensa de la vida y de la familia. “Recuerdo, dice el Presidente de la CEE en su discurso de apertura de la Plenaria de estos días, algunas causas que requieren por parte de votantes y elegidos una consideración particular: la defensa de la vida humana desde el amanecer hasta el ocaso, desde la concepción hasta el fin natural, ya que en todo su recorrido y en todas las circunstancias está en juego la dignidad de personas; el cuidado y promoción de la familia, que es auténtico pilar de la sociedad…”. Habría que preguntar primero a los obispos si la defensa de la vida y de la familia son valores cristianos que hay que priorizar, ya que en el famoso “juicio final” de Mt 25, que José María Valverde lo considera “ateo”, no se hace referencia directa a la defensa de la vida ni de la familia. En segundo término los obispos saben bien, a no ser que se hagan intencionadamente los desmemoriados, que el PP, partido de derecha, ha gobernado en dos legislaturas diferentes, con Aznar y Rajoy, con mayoría absoluta y no han abolido ni la ley del aborto ni la ley de matrimonios homosexuales. ¿Es que los obispos señalan a Vox directamente como partido que defiende estos valores cristianos?

        Independientemente de la posición que se tenga frente a la ley del aborto, hay otras formas de defender la vida de las personas, que los obispos olvidan: niños y niñas, mujeres y hombres que viven en pobreza extrema por el mal reparto de la riqueza como consecuencia de una política de austeridad y de derechos laborables por parte del PP que ha favorecido a los ricos; o bien la condena permanente revisable (¿?), una condena a muerte en cubierto. Hay que agradecer al papa Francisco que haya eliminado del Catecismo el derecho de los Estados a la pena de muerte. Desde ahora el artículo 2267 del Catecismo está redactado de este modo: “La Iglesia enseña, a la luz del Evangelio, que la pena de muerte es inadmisible, porque atenta contra la inviolabilidad y la dignidad de la persona, y se compromete con determinación a su abolición en todo el mundo”.

        ¿Se puede priorizar el derecho a la familia cuando se despotrica de la ley de género y de la violencia machista? No puede haber familia si ésta no se asienta en la igualdad entre hombre y mujer, en el reconocimiento de diferentes sexos por más que el obispo de Alcalá de Henares intente con sus terapias creer lo contrario. Hay que erradicar la desigualdad entre hombre y mujer que nuestra cultura ha propiciado con el apoyo incuestionable de la Iglesia jerárquica. Pero hay otras mimbres que se pueden aducir en el extenso campo de los valores cristianos como la acogida al hambriento, al necesitado, al extranjero (léase emigrante), al enfermo… Estos valores cristianos que no enfatizan los obispos ¿son prioritarios en la política de un partido de derecha? No parece que los partidos de derecha que se presentan a las próxima elecciones estén por esa labor, pues cuando gobiernan implantan los recortes económicos en la sanidad, en la educación, en la dependencia…, y aprueban leyes laborables que favorecen el trabajo precario que desemboca en una pobreza radical y endémica. Y no digamos nada de las diatribas de Vox y de Ciudadanos, pasando por el PP, contra los emigrantes, seres humanos que viven en la pobreza más radical o que huyen de la violencia de la guerra impulsada por países ricos en busca de más riqueza.

        Tal vez sería mejor para la Iglesia española que los obispos estuvieran calladitos o que a lo sumo insistieran en la obligación democrática de votar y votar en conciencia, teniendo en cuenta el bien común y no las simpatías personales y que sean los políticos los que convenzan a la ciudadanía mediante sus propuestas favorables a la justicia, al bien común y a la libertad, los derechos ciudadanos. Mientras tanto los obispos han de ser respetuosos con la libertad personal, propia de un adulto. G. Bernanos decía con su penetración característica que “el escándalo del universo no es el sufrimiento, es la libertad. Dios hizo libre a su creación, éste es el escándalo de los escándalos, pues todos los demás proceden de él”. A la libertad la sustenta la autonomía, la capacidad de valerse por sí mismo, de tomar decisiones desde el no-silencio y desde la luminaria de la razón, que es la que la regula, mediante el autodominio, factor también imprescindible, según Tomás de Aquino, en la capacidad de tomar decisiones. En el campo eclesiástico habría que traer a colación aquello de Agustín de Hipona: la jerarquía, el obispo, no ejerce un dominium o una potestas, sino un ministerium, un servicio. Pero los obispos con sus “orientaciones de voto” pretenden imponer más bien sus convicciones políticas desde una defensa interesada de ciertos valores cristianos. El laico no necesita la voz guiadora ni la mano protectora del obispo y del clérigo, sino la de un compañero más en el camino.

6 comentarios

  • Antonio Rejas

    Efectivamente, los laicos hemos crecido mucho, al menos algunos, en los últimos sesenta o setenta años. Muchos de los que vivimos nuestra juventud allá por la mitad del siglo pasado cuando echamos un vistazo a nuestro yo de aquel entonces, observamos que en el actual quedan pocas señales de nuestro pasado sumiso a la jerarquía. Por lo que a mí respecta, este cambio me produce gran satisfacción porque me permite reflexionar de manera autónoma sobre mi fe cristiana.

    La actitud de la jerarquía, bastante alejada del cristianismo auténtico diseñado por Jesús en los evangelios, ha contribuído a buscar “fuentes de agua viva” que han revitalizado el pensamiento de muchos creyentes porque limpian, transforman, renuevan y restauran.

    Las orientaciones episcopales siempre resultan cansinas (hay alguna excepción) por su repetición en el mismo sentido cuando se aproximan períodos electorales. Como dice Gil de Zúñiga “se trata de una orientación política sesgada y engañosa”, porque en realidad desean arrimar el ascua a su sardina y ésta no es el bien común de los ciudadanos sobre todo de los más necesitados. El interés de la derecha radica en el aumento incontrolado de nacimientos para que el gran capital, a quien protege más de lo justo y necesario en detrimento injusto e innecesario de los más desfavorecidos, disponga de abundante mano de obra para facilitar la selección de trabajadores a quienes pueda imponer sus condiciones contractuales. Ante esta actitud episcopal yo me pregunto ¿Por qué esta tendencia tan fuerte y clara hacia la derecha? Esta ideología (si lo es)  ¿aporta algo que pueda incluirse en el proyecto de Jesús?

     

     

    Partiendo de que los bautizados forman todos juntos “un linaje escogido, sacerdocio real, nación santa, etc.” se me ocurre pensar si el sacerdocio real de los bautizados podría igualarse en la práctica al sacerdocio ordenado asumiendo funciones de éste. Si no es así, no entiendo nada del sacerdocio real de los bautizados. Son ellos, los ordenados, los dueños de la situación, en contra de lo que dice el papa Francisco expresado en el artículo:  Nos hace bien recordar que la iglesia no es una  élite de los sacerdotes, de los consagrados, de los obispos, sino que todos formamos el Santo Pueblo fiel de Dios”.

    • Mª Pilar

      Totalmente de acuerdo.

      ¡Gracias por este profundo y real… deseo-empuje… en la vida que vamos recorriendo muchas más personas, de lo que la iglesia “poder” piensa!
      mª pilar

  • Carmen

    Pues eso mismo pienso.

    Los laicos ya somos mayorcitos.

    Uffffff, qué cansinos son los obispos. Por favor, qué cansiiiiiiinos.  Y además, con esa vida tan extraña que han vivido, fuera de la realidad, pråcticamente en Matrix, no sé cómo nos vamos a poder fiar de ellos.

    De verdad que…

     

  • ana rodrigo

     
    Muy bien, Antonio, estoy completamente de acuerdo con tu exposición. La orientación de los obispos españoles a sus feligreses no les añade nada nuevo sino, más bien, le refuerzan lo que ya creen: una moral sexual alejada de la realidad social actual y antinatural como creer que un homosexual o una lesbiana o una trans está enferma, o que el sexo solamente tiene que ser reproductivo y productivo (para contribuir a las pensiones según Pablo Casado) o que un embrión es un niño o una niña persona llegada ya a término.
     
    Y ahí se quedan, porque como dice Antonio, esto no tiene nada que ver con los valores cristianos que se desprenden del Evangelio. Ninguno de lo dicho aparece como valor ni por la sombra en los evangelios, más bien lo contrario como la acogida del extranjero tradicional desde el AT.
     
    La cita que escuchaste, Antonio, en la radio “si el clérigo es otro Cristo y Cristo es cabeza de la Iglesia, entonces el clérigo es la cabeza de la Iglesia.” Es idéntica, como ya sabéis, a la que pone Pablo respecto a la sumisión de las mujeres a sus maridos, cambiando lo de clérigo.  Por eso los obispos no quieren saber nada de las mujeres ni decirle a su feligresía que las mujeres, no sólo existimos, sino que somos sujetos de derechos, no sólo de deberes. Por eso el concepto iglesia está asociado en el imaginario colectivo, como una institución masculina y clerical, y por lo mismo, el estado Vaticano es el único estado del mundo en toda la historia donde no hay mujeres, nada más que las residentes primorosas sirvientas de los hombres que allí viven.
     
    Tuve un amigo que en su tiempo fue progresista y ahora va a votar a vox (se lo escuché a él) por la política que llevan contra la violencia de género. Le da igual el resto de barbaridades de su programa. Así que le vienen al pelo estas exhortaciones a él y a muchísima más gente cuando sus convicciones antievangélicas como la xenofobia, o la homofobia, la violencia de género, la memoria histórica, etc., de forma explícita o con su perverso silencio están bendecidas por los obispos.
    Claro que tanto los votantes como los obispos son libres, sólo que éstos últimos tienen una responsabilidad añadida seria y es que sacralicen su autoridad en pos del daño común.

     

  • Alberto Revuelta

    El présago que es el que adivina o presiente algo, no olvida que Joseph-Ignace Guillotin, que fuera médico del conde de Provenza, diseñó su invento mortífero para que todos los condenados murieran con el mismo instrumento y sin sufrimiento. El rey Luis XVI estaba presente cuando el doctor Gullotin acudió a Versalles para presentar su máquina, de corte recto y horizontal, antes de agosto de 1792. Se cuenta, sin la certeza dogmática que tiene la teología pero no la historia, que el rey dibujó un corte oblicuo corrigiendo el de Guillotin. Con ese real diseño se fabricó el que produjo la separación de su real cabeza del cuerpo monarquico. Cuidado con los diseños, también los episcopales y más los episcopales,  ante las elecciones del día 28.

  • No conocía la frase de George Bernanos. Y me gusta repetirla porque ese es en el Dios en el que yo creo: “El escándalo del Universo no es el sufrimiento, es la libertad. Dios hizo libre a su creación, éste es el escándalo de los escándalos, pues todos los demás  proceden de él”.

    Y al repetírmelo, parece como si se me dilatase el pecho y se llenara de una sensación de plenitud.Y es que siento que así lo ha sentido para nosotros. ¿Cómo no pensar que eso ha sido así, deseado, querido?.  Por tanto quien se pretende arrogar poder sobre nuestra conciencia me rebela. Pero claro, cuando se llevan siglos haciéndolo de manera habitual, es imposible que acepten esto de manera natural.

    Y en ello se ha basado SU PODER y todo lo demás que de eso cuelga. Pareciera que la razón que nadie la hemos comprado, ha de retroceder ante un dominio, ese sí, naturalizado y destinado solo a personas elegidas por la divinidad.

    Bueno, me detengo. Y es que me conozco, y empezando una reflexión puedo embarcarme, y hasta olvidarme de las horas de comer.Son las doce y media. Y cordial abrazo atrieros.