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Mujer, mujer, mujer

Colofón para el 8M

Suena a copla y no lo es. Es historia. Es historia de mujer pues el ocho de este me se convierte en espejo para ver no solo lo que nos den, sino lo que nadie ha de saber para no avergonzarse después.

        Su nombre corriente es y al seráfico de Gubbio honrar quisieron con él en la pila de bautismo en la madrugada fría de un pueblo de serranía de la honda Andalucia que setenta años después ha cambiado de apariencia pero contiene en esencia aquello sobre lo que aquel agua cayó.

        Once hermanos en la casa. A los seis años, sin escuela ni esmarfon, en la línea espectral que anuncia el amanecer, acompaña al padre con gorrilla y dril vestido, y otros hermanillos chicos, dos cuartas más que las suyas a los campos de garbanzos que es preciso recoger. Tiene en los dedos el frío, en los nudos la doblez de las articulaciones que se retuercen al hacer hoy la memoria del continuo padecer.

        No cumple los dieciséis y un mozo de cortejada tira los tejos al aire para casarla con él, que el señor Papa de Roma deja desde los catorce que pase niña a mujer. Sin hacienda, sin dinero, besa la madre, mira al padre, tras la bendición del cura en la iglesia bautismal, deja la casa y la sierra, los garbanzos, el erial y con el mozo a su vera pasará los años nuevos que tengan a bien venir, pariendo ocho criaturitas, trabajando en asistir, gobernando hijos y hombre, la casa y el porvenir. No llega al metro sesenta, pesa lo que un colibrí, tiene la fuerza en los ojos del águila perdiguera que en su serranía matriz descubre desde bien lejos lo que le da libertad para volar, libertad para vivir.

        En Sevilla hay que vivir, truena la copla. Y a Sevilla se vinieron en tiempos del Movimiento, nacional decía el parte de las veintidós, a ocupar una chabola de madera, de cartón, de hojalata y de ladrillo que fue todo su primor entre el Guadaira estrechado y el Guadalquivir saliente. En Sevilla hay que vivir. Vivieron entre las gentes que el éxodo rural y la industrialización trajo a Sevilla, apretujó en los aparcamientos humanos que los que tienen poder dispusieron para ellos. El arzobispo siguió en su palacio, los señores en sus casas y en sus pisos, gobernador protegido y oidores en la Audiencia. Sesenta años después, pacta sunt servanda, el Vacie continúa en pie con Movimiento y sin él, con gobierno del PP, con gobierno del PSOE, con la izquierda en el poder, con Alejandro también. El arzobispo en palacio, algo tuviera que ver. Franciscana, con su mozo y ocho hijos, hay que ver, siguió en chabolas penando, lo que no dudes aguarda a los pobres este mundo del revés.

        Y Franco entregó los pisos, con opción del alquiler para que se hicieran suyos con el tiempo y el parné. Desde entonces, verde agua sin más pie, allí han vivido los hijos, el cortijero que la sacó de su madre y ella con él. Como debe ser. En “los marrones” y en Martinez Montañés, en “los verdes” y en Fal Conde y el padre Barandaran, se arraciman como pueden a cubierto, con agua y la sevillana de pura electricidad. Ezra Pound, que nació en el 36, y además era poeta, dejó escrito bien clarito lo que iba a suceder:

La aparición de estos rostros en la multitud,
Pétalos en una húmeda, negra rama.

        Los hijos volaron en su momento del nido. El mozo que la casó voló también a los cielos de la sierra para ver desde lo alto a los garbanzos crecer. Pero la droga y los males amerizaron tres hombres a quienes de nuevo hay que cuidar, gobernar, poner firmes y salvar. Y entre préstamos de mafias, de clanes que dan dinero pero nunca dan cuartel, defendiendo los cachorros en que hombretones se marcharon y han vuelto como niños de la escuela que ella no pudo tener, por los garbanzos y el frío, por las penas el hambre de pan llevar, que pan no había, si hambre para llevar, se le está yendo la vida que le queda por tener.

        Mujeres en el poder y mujeres al poder. En cuarenta y ocho horas mujeres harán por suyas las calles y la imagen que nos den los que tienen el poder. Puede que olviden que resistentes de seis años, de garbanzos recogidos, de mozos de años queridos, de hijos, en chabolas ateridas, de pisos de Franco muerto, de ricos en Sevilla placenteros que no dejan respirar, de luchadoras contra clanes de la droga para los hijos salvar, siguen aquí.

        Aquí están. Aquí estamos sosteniendo su vivir. Encorvadas, con la columna gastada, con lágrimas de tanta pena llorada. Aquí está. En Sevilla hay que morir.

Alberto Revuelta.

 

6 comentarios

  • oscar varela

    Mujer, mujer, mujer
    3 mujeres en Argentina
    Taty Almeida, Nora Cortiñas y Estela de Carlotto
    madres y abuelas convocan a la Plaza de Mayo
    Marcha del 24 de marzo:
    https://www.pagina12.com.ar/182410-marcha-del-24-de-marzo-madres-y-abuelas-convocan-a-la-plaza-

  • olga larrazabal

    Hola Alberto: Veo que escribes en verso, pues al ir leyendo el artículo caí en un ritmo como de los romances. ¡ Pero que romance tan expresivo y doloroso! ¡Qué vidas tan duras y dolidas! Y ojalá dentro de ese devenir que parece triste, hayan estas personas encontrado felicidad.  Porque por suerte las puestas de sol son gratis, aunque por lo que veo en mi patria, no por mucho tiempo.  También los cantares y los besos, y los abrazos que produjero 8 o 9 niños.  Y yo supongo que ella o ellas hayan cantado y bailado esos lindos bailes andaluces que parece que los hacen muy felices, derrochando garbo y alegría. Y hayan compartido con los vecinos de la chabola un vasito de vino o sangría.

    Mira que la amistad y el buen humor, también son riquezas.  Y al final de la vida, lo que se recuerda son pequeños momentos que te sacaron de la pobreza o el aburrimiento, según sea el caso.  Y en eso las mujeres somos especialistas en atesorar recuerdos y seguir adelante.

    Con eso no quiero ignorar la pobreza, sino que enaltecer a las mujeres que como el Aromo de Atahualpa, “hacen flores de sus penas”

     

  • Juan García Caselles

    Me acuerdo que en un pueblo de cuyo nombre me acuerdo, según ibas entrando y bajando la cuesta se veían las cuevas a la derecha, lo que los factotums del régimen aquel arreglaron construyendo una serie de casas que evitaban que desde la carretera se viera la zona más pobre del pueblo.

    Es que los pobres tienen tendencia a la invisibilidad, en parte porque se avergüenzan de su situación (ya ves tú, como si fueran los culpables) y en parte porque el sistema los oculta lo mejor que puede. Y así las “buenas”· gentes de derechas de toda la vida pueden dormir tranquilos

  • Mª Pilar

    ¡¡¡Muy duro…durísimo… pero REAL!!!

    ¡Cómo recuerdo las chabolas…! No solo en Sevilla, también por esto lares las había.

    Aquellas que conocí, ya no están; pisos han ocupado su lugar… pero las penas, las dificultades… siguen por doquier.

    Y también recuerdo al joven cura, que bajo el ardiente sol en verano y el frío helador en invierno; luchaba por que de alguna manera, consiguieran levantar sus cabezas… sus columnas… torcidas de tanto cargar con sus peques que llegaban sin cesar.

    Y casi todo… sigue igual; el obispo en su palacio, los ricos… como siempre, intentando ampliar su capital:

    ¿A que precio? … ¡Y que más da!

    Entonces Franco… hoy sus seguidores, peores que el mismo; el no daba para más… y era mucho… pero estos jóvenes, tienen una resabiada ¿maldad? como quien sabe, que todos los bien colocados, los van a votar.

    ¡Que mundo este, tan… ¿infernal?! 

    Pero de esos infiernos, que el poder y el dinero saben manejar, crear y alimentar, a costa de aquellas personas que todo se les arrebata, para que ellos/as puedan medrar.

    Querido Alberto… Me ha llevado a mi más tierna y entregada juventud… Acompañando tanto dolor, amando y compartiendo, lo nada que poseíamos las personas de buena voluntad que acudimos allá.

    ¡Gracias como siempre, por poner nuestros pies en el duro y real suelo, gracias!

    mª pilar

     

     

  • Asun Poudereux

    Lo oculto, lo más oculto, lo que no nos dejan ver. Y da vergüenza mostrarlo. Muchas gracias, Alberto.

    Trata bien a quien te encuentres y cruces en tu camino, pues seguramente no sabes que está librando una dura batalla.

    Me uno al deseo de Ana. Aún queda mucho por hacer.

    Un abrazo.

  • ana rodrigo

    Real como la vida misma. ¡Cuántas heroínas anónimas, cuántas columnas robustas sosteniendo el hogar, cuantos baños de lágrimas y de dolor, cuántas historias olvidadas y, no por ello, menos reales, cuánta fortaleza concentrada en pequeñas-grandes mujeres a lo lardo de la historia cuánto amor y entrega, y qué poco reconocimiento ni público ni privado!

    Gracias, una vez más, Alberto.

    Espero y deseo que te estés recuperando favorablemente. Un abrazo.