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El hijo pródigo y el otro

Pinceles para el Evangelio, 2

  • 1. Epígrafes nada originales

        Los epígrafes que encabezan los relatos de los evangelios no forman parte del texto original. Fueron introducidos siglos más tarde. De modo excepcional encontramos en los evangelios dos títulos referentes a parábolas. Ambos pertenecen al texto de Mateo, que los generó por razones de necesidad narrativa:

        “Escuchad ahora vosotros la parábola del sembrador (Mt 13,18) y “Acláranos la parábola de la cizaña en el campo(Mt 13,36b).

  • 2. Algunos acorralan y hasta desvían los textos

        Estos rótulos, que tratan de resumir el contenido del relato que anuncian no siempre atinan. Algunos desvían la atención de lo esencial del escrito al poner el acento en uno de sus ejes secundarios. Otros enmascaran el mensaje al centrarse en el personaje protagonista del relato obviando su contenido. Incluso los hay que confunden al lector dando un sentido equivocado a la narración que encabezan. De ahí la conveniencia de aparcar el título antes de leer un relato para evitar que nos condicione. La lectura requiere detenimiento para detectar las claves que nos permiten dar con su sentido. Este artículo pretende servir de guía siguiendo un relato concreto harto conocido, la famosa y mal llamada: Parábola del hijo pródigo.

 

  • 3. El caso que nos ocupa

        Esta cabecera: Parábola del hijo pródigo sitúa el centro de gravedad del ejemplo de Lucas (15,11-32) en un hijo derrochador que, viéndose en la miseria después de haber dilapidado los bienes recibidos en vida como herencia, resuelve volver arrepentido a casa de su padre esperando tener suerte y ser acogido y tratado como un trabajador más.

        Esta escora hacia el hijo menor no ha pasado inadvertida y han sido muchas las voces que han indicado que la parábola debería ser reconocida por un título alusivo al padre amoroso. Resulta innegable que la actuación desbordada de cariño y generosidad del padre sobresale en el texto. El hecho, además, de que el término ‘padre’ se repita hasta en doce ocasiones avala dicha idea. Sin embargo, tanto si la parábola se denomina “del hijo pródigo” como “del padre amoroso”, ambos títulos olvidan al otro interviniente del ejemplo: el hermano mayor. Y él también es protagonista.

        El relato comienza presentando a los tres personajes:

        Un hombre tenía dos hijos (Lc 15,11).

 

  • 4. Desconcierto del hijo mayor

        Lo que la parábola cuenta sobre el comportamiento de ese otro, el hijo mayor, parece jugoso. Mientras el padre celebra fiesta con el prenda del menor, él está en el campo; se supone que trabajando (v.25). Ni el padre ni el hermano menor han tenido la deferencia de esperarlo para el festejo. La barra libre ha dado comienzo sin él. Al acercarse a la casa y oír el jolgorio de la música y el baile, extrañado, actuó con comedimiento. Antes de nada, recabó información. Preguntó a uno de los mozos a qué venía aquella jarana (vv. 25-26). Este le comunicó la noticia: había regresado su hermano y el padre lo recibió a lo grande. Hasta sacrificó el ternero cebado para celebrar el acontecimiento (v. 27). El ternero cebado era un animal especial que se alimentaba para su engorde durante todo el año con el fin de utilizar su carne para agasajar a familiares y amigos con un gran festín. El padre, desentendiéndose de todo lo demás, sin aguardar la llegada del mayor, había decidido iniciar la fiesta. El hombre no pudo aguantarse. Ni encontró mejor ocasión para aprovechar y destinar el rollizo becerro en homenajear al hijo despilfarrador por su vuelta a casa.

        El asunto del ternero cebado fue la gota que colmó el vaso. Este hecho no sentó nada bien al hijo cumplidor. Cosa, de entrada y en apariencia, no carente de lógica. El hermano mayor se llevó una irritación de padre y muy señor mío. Decidió tragársela a solas y .no entrar a la casa. Se quedó fuera (v. 28a). Enterado de su berrinche, su padre salió a hablar con él para hacerle entrar en razón (v28b). Pero los argumentos que el hijo utilizó frente al padre tenían toda la pinta de ser incontestables. A su juicio eran tan fundados que ni siquiera necesitó afearle al padre que no le esperasen. No iba por ahí la cosa. Sus alegaciones se ceñían a la desigual actuación del padre con su hermano y con él. Reflejaban la cruda realidad de la actitud del progenitor hacia uno y otro. El reproche a su padre resulta evidente. En él refleja en qué ha consistido su vida: servicio al padre y cumplimiento de sus mandatos:

“A mí, en tantos años como te sirvo sin saltarme nunca un mandato tuyo, jamás me has dado un cabrito para hacer fiesta con mis amigos; en cambio, cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, matas para él el ternero cebado” (vv. 29-30).

        Y ahí acaba la actuación del hermano mayor, sintiéndose minusvalorado y seguro de tener la razón de su parte. El padre tratará de conformarlo y calmar el mal trago que está pasando. Usará dos razones:

  • Siempre lo tiene a su lado y dispone de todos los bienes.
  • Era necesaria la fiesta al haber recuperado al hijo.

         Estas palabras del padre ponen fin a la parábola:

“Hijo, ¡si tú estás siempre conmigo y todo lo mío es tuyo! Además, había que hacer fiesta y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a vivir, andaba perdido y se le ha encontrado” (vv. 31-32)

 

5. Los personajes parecen definidos

        Los personajes parecen definidos. En sus actuaciones destacan sus virtudes y defectos.

        El hijo menor es ligero de cascos, manirroto y amigo de juergas. Ha dilapidado de malas maneras el dinero de su parte de la herencia. Vive en la podredumbre. Ha llegado a lo más bajo. Aunque a su favor cuenta que ha recapacitado. Sus reflexiones desde la soledad y el hambre le han conducido hasta un arrepentimiento profundo y sincero. Reconoce que no es digno de mantener su condición de hijo. Por eso, está dispuesto a volver a casa de su padre, mostrarle su arrepentimiento y aceptar ser tratado como un jornalero más.

        El padre ha sido generoso a más no poder. Tal vez hasta se ha pasado de espléndido. Es un padre modelo. Al verlo llegar, no espera. Corre. Se va hacia él. Muestra su lado derrochador ¡de ternura! Lo recibe con un despliegue de un amor maternal repleto de abrazos y besos. Sin dejarlo terminar su discurso auto-inculpatorio, le reconoce su condición de hijo. Lo acreditará con signos visibles: vestido, anillo, sandalias. Con todo, habría que ver si con su hijo mayor no se ha quedado algo corto en corresponder a su entrega y obediencia.

        Él, el otro, el hijo mayor, entra en escena con sensatez y no sin antes informarse con todo detalle. Demuestra ser trabajador y esmerado cumplidor de su deber. Si en algo ha fallado es quizás porque le falta algo de cintura. Se diría que pudo haber entrado a la fiesta y abrazar a su hermano en vez de quedarse con el morro torcido.

 

  • 6. Las claves de lectura del texto

        El amor y la acogida extraordinaria del padre, su perdón, su reconocimiento de la condición de hijo, el arrepentimiento del crápula, la falta de generosidad del diligente hijo mayor, pueden considerarse lecciones a extraer de la parábola. Sin embargo, siendo importantes, se quedan en una visión algo plana del ejemplo. Se impone encontrar las claves de lectura para ver el texto en todo su relieve y ahondar en su sentido.

        Clave 1. ¿Quiénes son los destinatarios?

        El primer paso para entender un relato es conocer a quién está dirigido. La introducción a la parábola dice solo: “Y añadió” (Lc 15,11). No nombra a destinatario alguno, pero sí alude a algo dicho anteriormente. Se trata de otras parábolas dirigidas a los mismos sujetos. Los descubrimos en Lc 15, 1: “los fariseos y los letrados”.

        El grupo de los fariseos estaba constituido por seglares representantes y defensores a ultranza de la religión y la Ley sagrada. Se situaban en contra de la dominación romana, pero en ese asunto brillaban por su pasividad. No movían un solo dedo. Lo dejaban en manos de Dios. Pensaban que cumpliendo escrupulosamente la Ley sagrada, Dios intervendría para instaurar su reinado. De ahí que sometieran al pueblo a infinidad de normas a cumplir rigurosamente. Así pues, además del sometimiento a los romanos, la escasez de trabajo y recursos y la carga de los impuestos, la gente debía pasar todo el día pendiente de la observancia de la ley religiosa. Que el pueblo viviera acomplejado debido al sentimiento de culpa por la imposibilidad de cumplir con el rosario de deberes religiosos les venía a los fariseos como anillo al dedo para mantener su autoridad ante la gente.

        Los Letrados, la mayoría perteneciente al grupo fariseo, formaban parte del Consejo supremo de la nación. Eran los expertos en la Ley divina. Los grandes teólogos de la religión judía. Representaban el Magisterio intocable al que las otras fuerzas del Consejo, los representantes del poder económico y político, consultaban antes de tomar alguna decisión.

        Clave 2. Razón por la que les dirige la parábola

        La parábola responde a la crítica que fariseos y Letrados hacen al Galileo:

“…tanto los fariseos como los letrados lo criticaban diciendo:
Este acoge a los descreídos y come con ellos” (v. 2).

        La acción objeto de crítica está reflejada con dos verbos: ‘acoger’ y ‘comer’. La acogida habla de recibir con los brazos abiertos. La comida, de identificación con tales personas y el ofrecimiento de amistad. Los sujetos son contemplados como descreídos’ (literalmente: ‘pecadores’). Los fariseos calificaban así de este modo despectivo a aquellos individuos irreligiosos que pasaban de cumplir sus rígidas normas y vivían a su aire. El término no apunta al terreno intelectual sino al existencial y social

        La crítica al Galileo de estos grupos religiosos viene dada por el hecho descrito con anterioridad por Lucas:

        Todos los recaudadores y descreídos se le iban acercando para escucharlo” (v1).

        Tanto los recaudadores de impuestos, personajes despreciados por el pueblo, como los irreligiosos, son unificados en un solo colectivo por fariseos y letrados: ‘descreídos’. Los contemplan desde su ideario. Tienen en común la práctica de hacerse el sordo ante la infinidad de preceptos a que obligaba el Magisterio de los letrados y el partido fariseo, máximos exponentes de la ortodoxia y la observancia.

        Sin embargo, mientras los representantes de la religión están al acecho, los alejados de ella, habían tomado la iniciativa ante el Galileo y se aproximan a él para escuchar su mensaje. Su proyecto les atrae. Nada tiene que ver con la religión ni con imposición de normas y preceptos religiosos. Él no excluye. Al contrario, encuentran en él acogida. Incluso se pone a la mesa con ellos. Y ahí arranca la crítica de fariseos y letrados.

        El mensaje de la parábola que, en contestación a dicha crítica, les presenta el Galileo no está dirigido, pues, a los descreídos. Tampoco a los discípulos, que no aparecen en la escena. Tiene como destinatarios a las inflexibles autoridades religiosas.

        Los descreídos están representados en la parábola por el hijo pródigo. Los fariseos y letrados, por el otro. Habrá que centrarse, por tanto, en el comportamiento del otro y la respuesta que a este le da el padre.

        Con demasiada frecuencia, la liturgia introduce los relatos con una fórmula insustancial y vacía de contexto: “En aquel tiempo”. Con tal encabezamiento el mensaje se descoloca, pierde penetración y se desvía de su objetivo. Eso sí, se hace más manejable para adaptarlo a diferentes auditorios y reduce las vías de comprensión del oyente, que, de una visión con perspectiva pasa a ver el relato a través de una mirilla.

        Clave 3. La acción base donde se asienta la historia

        La parábola comienza con la simple exposición de una estructura familiar concreta que presenta, resumidos al máximo, a los tres principales protagonistas:

        “Un hombre tenía dos hijos” (Lc 15,11).

        La acción arranca con la iniciativa del menor de los hijos:

        “Padre, dame la parte de la fortuna que me toca” (Lc 15,12a).

        El imperativo ‘dame’, más que a exigencia, responde a una práctica común.

        Ante la decisión del hijo menor, el padre hará un movimiento que sustenta el conjunto de la parábola y apunta al núcleo del mensaje que ella transmite:

        “El padre LES repartió los bienes (Lc 15,12b).

        El plural ‘LES’ no deja cabo suelto. El padre les dio la herencia en vida ¡a los dos! Al hijo pródigo y al otro.

        Es de suponer que la herencia se repartió conforme a lo que estaba establecido por ley. El patrimonio inmueble (casas y tierras) no se dividía. Quedaba por regla general en manos del primogénito. Al resto de los varones les correspondía solo un tercio de los bienes muebles, quedando los dos tercios en manos del hijo mayor:

“dándole (al primogénito) dos tercios de todos sus bienes porque es la primicia de su virilidad y es suya la primogenitura” (Dt 21,17).

        Las hijas no tenían derecho a heredar a no ser que no hubiera herederos varones (Núm 27,8). Y en ese caso estaban obligadas a casarse con alguien perteneciente a la tribu del padre. El texto de Job 42,15 no es una excepción a la norma, sino un detalle literario del autor de esta obra de teatro. Así pues, a la muerte del padre, hijos, hijas y madre, si la había, quedaban bajo el techo y la tutela del primogénito. De ahí que no fuera extraño que los hijos menores reclamaran su parte de la herencia en vida del padre para alejarse del amparo del primogénito y gozar de independencia para hacer de su vida lo que les viniera en gana, sin tener que rendir cuentas a nadie.

        Este hecho está en paralelo con la posición de recaudadores y descreídos. Unos y otros se habían desligado de la estructura y el ideario religioso y vivían en régimen de autonomía aceptando no ser reconocidos como hijos del pueblo elegido.

        También coincide la vuelta a casa del menor de los hijos con el acercamiento de recaudadores y descreídos al Galileo. Su propuesta les atraía. La sociedad alternativa, el reinado de Dios no excluía a nadie. Bastaba aceptar la condición de hijo. Ser hijo es gratis. Lo da la condición humana y la aceptación del proyecto. El programa del Galileo seduce. Les viene de perlas a quienes viven arrumbados y tenidos por indeseables al salirse de los moldes establecidos por el orden religioso.

        Clave 4. El mensaje central de la parábola

        Pero, como ya sabemos, la lección de la parábola se dirige al otro hijo. El otro, a pesar de haber recibido la herencia y tener todo en su mano, ¡no reconoce su condición de hijo ni tampoco la propiedad de los bienes que le pertenecen por reparto de la herencia! Contempla a su padre como amo y señor; no como la persona que le entregó en vida su fortuna y está siempre a su lado y de su parte. El mayor, el otro, no se comporta como hijo. No sabe. Ahí está su déficit. Es un esclavo que admite su situación de servidumbre. De ahí que ignore el valor de la justicia, la igualdad y la libertad. La hermandad le resulta también ajena. Le viene grande. También, por eso, le parece impropia la fiesta. Se ha convertido en adicto a la observancia. De ahí que, aunque educado, acabe en la soberbia y el desprecio.

        Porque con su praxis demuestra ignorar su propia identidad. Ni sabe ser hijo ni sabe ser libre. No se reconoce. Las palabras del padre le recuerdan quién es y cuánta riqueza le pertenece. ¡Toda!:

        “Hijo, ¡si tú estás siempre conmigo y todo lo mío es tuyo!” (Lc 15,31).

 

  • 7. Conclusión

         ¡La gran fiesta de la hermandad y la alegría son una necesidad!

         ¡Y no admite más demoras!:

“Además, había que hacer fiesta y alegrarse, porque ese hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a vivir, andaba perdido y se le ha encontrado” (Lc 15,32).

        Una vez acabada la parábola, el Magisterio y los líderes religiosos a quienes iba dirigida se quedaron seguramente de piedra. Aunque la lectura posterior del evangelio de Lucas supone que les entró por un oído y les salió por el otro.

        El Magisterio y los religiosos observantes actuales cometerán un grave error si, desinteresados por conocer el sentido de la parábola, imaginan que trata de aleccionar a indiferentes a sus principios, ritos y normas; y que no va por ellos.

28 comentarios

  • Roberto

    Esta parábola desde niño siempre me ha dejado un mal sabor de boca. Y ahora llegando a la cuarta década de vida sigue igual.
    En la perfección del pensamiento de nuestro Salvador y la verdad plena de las sagradas escrituras, siempre me he preguntado como el padre de la parábola está tan equivocado. Se entiende que el padre es DIOS Padre y su bondad infinita. Pero esa bondad no puede abandonar lo justo.
    El problema que encuentro es el siguiente, el hijo menor al pedir su parte de la herencia y el padre aceptarlo es como ya ha dividido su herencia entre los 2 no? Y el padre en este caso ya quedó a cargo del primogénito y este (el hijo mayor) como buen observador de la ley honra el cuarto mandamiento, horar al padre y cuidar a la madre (que no se menciona).
    Si es así cuando el hijo pródigo regresó y el padre ordenó vestirlo y matar al animal, todos estos ya por ley pertenecían al primogénito no? Entonces el primogénito tiene razón en su descontento, tiene un padre bondadoso pero no justo.
    De ahí el mal sabor que siempre me ha dado este parábola.
    He leído una explicación del que primogénito es en realidad Jesús, eso empiezo a analizarlo ahora, un punto de vista muy convincente realmente. Y más racional, aunque DIOS quiere que seamo como niños para entrar al reino de los cielos, no puedo dejar de pecar y tratar de reacionalizar las parábolas.

    • Pablo

      En efecto el Padre entregó la Herencia, pero a los dos cito: “12 y el menor de ellos dijo a su padre: Padre, dame la parte de los bienes que me corresponde; y LES repartió los bienes”. Por lo tanto, cuando el Padre ordena vestir al pródigo, tomo de lo que le pertenecía a Él como Padre… Y lo “justo” del Padre para el hijo mayor esta contenido en la expresión del Padre: “todo lo mío, es tuyo”.

  • George Porta

     

    Conclusión de mi entrada anterior: 24 marzo 2019, 18:33 pm

    La quinta palabra no la relaciono con el hijo menor. Éste podía reclamar y recibir aquello que reclamaba porque la ley se lo concedía. Jesús reclamó como si aún tuviera esperanzas de que se compadecieran de él, por lo tanto, mucho más en un delirio resultado del sufrimiento, con una gran carencia de realismo. Allí debió haber agua porque me imagino la sudoración de quienes le rodeaban, sobre todo de los soldados que efectuaron la ejecución. Con todo, solo le dan un brebaje amargo. No era el primer o el único crucificado, y debió conocer las circunstancias en la que tantos había sufrido el mismo tormento antes que él, de otro modo no fuera lógico que agonizase en el Huerto mientras esperaba que le prendiesen.

     

    El mismo proceso de la crucifixión, el estiramiento de los brazos, el efecto de las horas de tormento hasta que comenzaron a crucificarle; la absurda acción de la Verónica que desea secar su rostro (un modo de aumentar la deshidratación) y no se le ocurre alcanzarle un sorbo de agua, cosa que en la época se hacía con los labriegos y obreros trabajando al sol o a la intemperie. Si no pidió que le desenclavaran, que era más lógico que lo hiciera, pedir agua en aquellas circunstancias, se parece mucho a la desesperanza poco comprensible, o que estuviese fuera del contexto de la narración,  del hijo mayor.

     

    Por otra parte, la herencia debió ser incrementada porque después de repartirla el hijo mayor continuó gestionando lo que el Padre aún poseía. El hijo segundo no podía reclamar más nada porque ya había recibido su parte hasta el momento de su reclamo. El reproche del Hijo Mayor parece, en mi poco conocimiento o pobre interpretación, algo muy parecido a la flagrante incomprensión de quienes toman la vida como regalo de Dios sin tener en cuenta que la inmensa mayoría de la humanidad, ahora y a través de la historia, vive en condiciones de injusticia y sufrimiento por causa de la administración que hace la minoría que diseña la justicia y la aplica y que causa el sufrimiento que le enriquece o le acomoda. Es muy difícil pretender comprender la justicia divina si es que una tal divinidad existe como la imaginamos, lo que parece posible, y si ha diseñado la historia como la entendía Anselmo según la Carta a los Hebreos.

     

    La necesidad de un Mesías Liberador y Restaurador resuena cuando uno contempla la imagen del Hijo Mayor o cuando se ponen los oídos interiores atentos a la llamada Cuarta Palabra. La explicitación de la sed en la quinta es solo eso, la constatación de la necesidad de un liberador desde la condición de esclavitud que es resultado solo de la desigualdad y la injusticia que caracterizan el desgobierno y éste, el desgobierno mismo, solo se le puede reprochar a quien pudo preverlo e impedirlo.

     

    La teodicea que fundamenta y sugiere esta parábola fracasa como toda otra porque lleva al callejón sin salida de la ecuación injusticia = justicia que es muy real y que debió ser prevista a menos que la realidad sea solo una andadura, un proceso o desarrollo aún incompleto o imperfecto porque no haya concluido, alcanzado su destino o su realización máxima u óptima. En esto el dictum de Sartre sobre la existencia que precede al llegar a ser apoya mi visión del mundo y apunta a la imposibilidad de la creencia teísta.

  • George Porta

    Celebro que esté de nuevo en Atrio. Un abrazo por ello, extensivo a Mercedes y al resto de tu familia.

     

    No puedo evitar reconocer en retrospectiva (mi única opción y a riesgo de ser considerado anacrónico) que el Hijo mayor sea una prefiguración del Cristo de las llamadas Siete Palabras que salen de los textos de Mateo, Lucas y Juan y del de Pablo en 1, Corintios 1, 23).

     

    En este caso de la «Cuarta» (Cf. Mateo 27, 46) que me parece que expresa la dolorosa injusticia tan profundamente sentida que causa el extraordinario reproche de traición y abandono al Abba, algo que cae muy cerca del imperdonable pecado contra el Espíritu Santo (Cf. Mateo 12, 31).

     

    La quinta (Cf. Juan 19, 28) que expresa el terrible sentimiento de sed que Jesús debió experimentar porque la mayoría de los murientes que llegan a la deshidratación máxima parecen experimentarlo. En este último caso, expresar la sed es la expresión implícita del derecho a que le sea calmada la sed, que después de todo lo sufrido hasta ese momento parece más un delirio que otra cosa. Cualquier otro individuo muy posiblemente, si aún le quedaba aliento para hablar y lucidez para comprender la situación ―cosas que en las circunstancias parecen más bien imposibles, médicamente hablando― hubiese comprendido que tenía que morir sediento; que muy poca, en efecto, poquísima gente le pudiera escuchar con compasión que le animase a cuidar de su sed. En suma, que no le quedaba derecho a reclamar nada con esperanza de que le fuese concedida la mínima compasión que hasta su Abba le negaba.

     

    He visto morir a mucha gente en mis cuatro+ años de trabajo con murientes, muchos cristos en situación muy similar a la que imagino fuese la de la crucifixión. Los médicos aconsejan humedecerles los labios hasta última hora porque la respiración oral se los reseca y la disfagia o incapacidad de tragar les impide beber. Nunca, sin embargo, he escuchado que pidieran agua o que reconocieran su sed cuando están tan cerca de expirar.

     

    Quizás los textos de la muerte son más imaginarios que todos los demás y, por su exuberante dramaticidad, quizás sean los más retocados, los más traicionados. No me parece que haya en las narraciones canónicas otros lugares que evidencien mejor o más, la humanidad de Jesús que estos textos donde reprocha o reclama, o censura, o advierte de los castigos, o expresa su vulnerabilidad de cualquier forma, sobre todo, porque a pesar del esfuerzo sobre todo de Dolores Alexandre, no me parece haber leído alguna narración evangélica que expresara la picardía o el buen humor de Jesús (a excepción, quizás, de textos como el del administrador en Lucas 16 que se acercan a ello).

     

    Es en el contexto de este Jesús inconforme y majadero, reclamante, que la figura del Hijo Mayor me parece prefigurar al Jesús Crucificado en la Cuarta y Quinta palabras del evangelio joánico, el mismo al que me parece que aludió Pablo en 1 Corintios, 1, 23.

     

    La quinta palabra no la relaciono con el hijo menor. Éste podía reclamar y recibir su herencia porque la ley se lo concedía. Jesús reclamó como si aún tuviera esperanzas de que se compadecieran de él, por lo tanto, mucho más en un delirio resultado del sufrimiento, con una gran carencia de realismo. Allí debió haber agua porque me imagino la sudoración de quienes le rodeaban, sobre todo de los soldados que efectuaron la ejecución. Con todo, solo le dan un brebaje amargo. No era el primer o el único crucificado, y debió conocer las circunstancias en la que tantos había sufrido el mismo tormento antes que él, de otro modo no fuera lógico que agonizase en el Huerto mientras esperaba que le prendiesen. 

  • M.Luisa

    ¡¡Exquisitas pinceladas!! Ya lo decía R. Panikkar

    Aunque no todos somos padres todos somos hij@s”  y por tanto tod@s vivimos la experiencia de la gratuidad, la experiencia de esta condición humana  que nos hermana.

    Me satisface también comprobar con mis tesis, que el perdón entendido como indulgencia para la salvación  no tiene cabida aquí.

    La acción salvadora no recae en el pecado, se hace efectiva  primero en nosotros. Sólo así, luego, tenemos la posibilidad de poder perdonar.

    Es a lo que siempre me he referido recordando  que Jesús, primero no es que viniera   por nuestros pecados sino primordialmente  para posibilitar  nuestra propia realización.

    Un cordial saludo

  • Carmen

    Es que creo, me parece que en realidad no hemos entendido bien. O no hemos entendido nada. O quizás sea que no entiendo personalmente nada.

    Cuanto más leo de estas cosas, menos entiendo.

    Leo que Jesús, el de los evangelios, no el mío imaginario, leo que les dice a los suyos una serie de cosas, cuando cree que han entendido algo les dice, id por ahí, de dos en dos y contad cosas, contad lo que habéis visto,lo que pienso, lo que digo, como vivimos. Contad.

    Leo que se indigna siempre con las mismas cosas.

    Leo que había mujeres que lo seguían.

    Leo que dice: cuando dos o más estén reunidos en mi nombre, ahí estoy. Dos o más.

    Leo que es amigo de todo el mundo que quiere ser su amigo. O al menos no rechaza a nadie. Que no es poco.

    Leo que dice al cesar lo que es del cesar.

    Y leo que lo ajustician.

    Dos o más en mi nombre. Eso es como una especie de red social. Quería hacer una sociedad alternativa pero dentro de la sociedad. No quería formar un lugar llamado utopía. No. La suya era otra idea. Seamos buenas personas dentro de la sociedad, todos , cada uno en su lugar. Todos. Todos podemos formar parte de lo que él contempla como el reino de Dios. Por eso aceptaba a todo tipo de personas. No es una sociedad nueva y si lo es a la vez. Quería cambiar los valores de la sociedad.

    No sé. Quizás el término reino de Dios despiste y claro, se piense en un reino gobernado por sacerdotes, una teocracia. Pero me apuesto lo que sea a que esa no era su intención. Si es que eso ya estaba, bonicos son los judíos para su religión. Es imposible que quisiera eso. Quería convencer a la gente de que es posible vivir sin hacer daño a nadie. Convencer. Id, contad, hablar, y confiad en que esto es posible.

    Eso creo, y sin embargo,  fíjense . Hemos hecho tooooooooodo lo contrario.

    No sé. Esa es mi impresión. A lo mejor si sigo leyendo cosas voy entendiendo mejor. Y logro entender algo. Posiblemente sea que no logro entender todo esto.

    Seguiré intentándolo.

    A mí hijo mayor no le va mucho la figura de  Jesús. Decía que era un ingenuo idealista y que así no se llega a ningún sitio. Eso se lo he oído decir, cierto que ya hace años. Y hace un par de meses, hablando con él cosas, me dijo: mamá, ya lo dijo el maestro y es en lo único que no se equivocó: no hagas a otra persona lo que no te gusta que te hagan a ti. Y todo lo demás, excusas.

    Me quedé muerta. Pero muerta. Y dijo algo más que eso? Pregunté. Pero es una conversación inútil. Mis hijos están convencidos de que soy una persona superultramegacatolica con la que no se puede razonar. Cosas de los hijos.

    Y me pregunto. Dijo algo más? O quizás en esencia, su mensaje es ese? Ponte en el lugar del otro. Algo tan sencillo, que se puede hacer desde cualquier lugar que ocupes en la sociedad.

    Ya sé que es la regla de oro. Lo sé. Pero Jesús era un hombre, no un marciano y pensaba como todos los hombres y mujeres , en el mejor sentido de la palabra, buenos.

    No sé.

    Buenas noches.

    Algo he tocado y de repente hay un trocito de texto que se ha vuelto pequeñico. Sorry. Miedo me da que desaparezca tooooooooodo de golpe.

     

    • Salvador Santos

      Hola Carmen

      A tu pregunta: ¿Dijo algo más o quizás en esencia su mensaje es ese?”, te respondo de manera breve y sencilla.
      En esencia su mensaje es: La sociedad que anheláis YA ESTÁ AQUÍ. Salid del sistema injusto y adheriros a ella.

      No se conformó con repetir “otra sociedad es posible”. Se puso a hacerla.

      Si decimos y estamos convencidos de que “otro mundo es posible”, ¿por qué no lo iniciamos ya? Él lo hizo. E invita a hacer lo mismo. No representa ningún sacrificio. Salir del pozo y comenzar la fiesta, ¿no será una alegría?

      El sistema está fijado sobre tres pilares: Tener, mandar y subir. La sociedad alternativa, en: Compartir, servir y ser iguales. ¿Cuál de las dos nos interesa? Es cuestión de optar. La neutralidad fortalece al sistema. Hay que tomar partido. Pero no, de boquilla, sino con los pies. El objetivo y la estrategia de esa andadura es UNA SOCIEDAD. No hay que confundir con una ética ni una religión. Se trata de generar una realidad social. Y una sociedad se empieza con dos.

      Un abrazo

      • Carmen

        Entiendo lo de compartir y me gusta.

        No me gusta la palabra servir, pero la entiendo. Para mí sería ayudar.

        A qué te refieres cuando dices ser iguales? Eso no es posible. Ser iguales ante qué?
        Considerarnos todos con los mismos derechos y las mismas obligaciones?

      • Salvador Santos

        Cuando hablo de ser iguales, me refiero a la igualdad, la condición social que impide el paso al sometimiento y la dominación. La igualdad, como opuesta a la inclinación de ser más que los otros; a estar por encima; a ser reconocido como superior; a medrar con el deseo de situarse a mayor altura que los demás.

  • Pedro Bosch

    Hola, estoy de acuerdo con casi todo lo que “pincela” Salvador, pero con otras no y voy a tratar de aclarar los motivos.

    La parábola de Lucas es la forma más hermosa de describir al Padre que aparece en los evangelios.

    Ese Padre es el eje de toda la parábola. Reparte la herencia, se marcha el hijo y no pierde nunca la ilusión de volverlo a tener junto a él.

    El hijo pequeño (no se porqué prodigo) vuelve al padre, no porque esté arrepentido sino porque está hambriento y lo que quiere es que su padre le de todos los días de comer. Vuelve con un discurso muy bien aprendido, pero el Padre no le permitirá que se luzca diciéndolo.

    Saldrá corriendo a su encuentro y lo colmará de besos, le restituirá su condición de hijo y celebrarán la fiesta que la situación se merece.

    Hay que tener en cuenta que, en toda la parábola, no aparece en ningún momento la palabra “perdón”.

    El Padre ama a sus hijos y el que ama no necesita perdonar, porque no ha tenido en cuenta lo que un hijo le pueda haber hecho, o haber intentado hacerle. Todo lo que la ICAR recalca que se pida perdón al Padre es algo absurdo. El Padre, con su amor inmenso, impide ese hecho de pedirle perdón a Él.

    Otra cosa el el perdón que hay que pedir a aquellos a los que hemos faltado. A nuestros hermanos. Hay que pedirles perdón y directamente a ellos porque lo que la Iglesia dice que nos perdona, en el sacramento de la penitencia, en nombre de la comunidad no es real. Nadie tiene la potestad de perdonar en nombre de otro. El perdón es un hecho voluntario y personal.

    Después viene el hijo mayor. El hijo bueno. El hijo que no dice nada la parábola, pero aparentemente habrá obedecido siempre al Padre, pero yo creo que no lo ha querido y desde luego no ha tenido nunca confianza con él. La relación padre/hijo se tiene que basar en el amor y la confianza y ese hijo no las tiene.

    Por tanto y esto no solo se lo decía a los escribas y fariseos, sino que también nos lo dice a nosotros, el amor del Padre es tan grande que nada que hagan los hijos, faltando a ese cariño tiene para Él la más mínima importancia.

    No cabe duda de que estas pinceladas de Salvador son un acierto pleno para todos nosotros.

    Muchas gracias y un saludo.

    • Carmen

      Por qué piensa que el otro hijo no quería a su padre? Hay montones de personas así. Sencillamente obedecen. Pero un montonazo. No quiere decir que no quieran, quiere decir que creen que obedeciendo ya está todo hecho. Normalmente no tienen problemas
      El problema viene con no obedecer las normas. Saltarte las normas. Pero eso son opciones personales.
      No sé.
      Me ha desconcertado un poco.

  • Carmen

    Pues a mí me gusta la interpretación de Salvador.

    Tampoco he entendido bien esta parábola nunca. Y otras tampoco. Pero me gusta porque el padre quiere a los dos. El que cumple y el que va a su aire. A los dos.

    Tienes todo lo tuyo, déjame que quiera a tu hermano. Lo encuentro precioso. Lo que sucede, creo, creo, me parece que de la figura del padre se espera siempre una postura de dureza, como si fuera un juez implacable. Pues fíjense la idea que se tenía del padre en esa época, que si Abrahan, que si la cruz… Uf. Seguramente sería lo normal.

    Pero si en esta parábola la protagonista fuese una mujer con dos hijos, no hubiese llamado tanto la atención: cosas de mujeres…

    Quizás Jesús quiso cambiar esa imagen, no sé. Cuando no se tiene padre, se tiende a idealizar su figura. A lo mejor describe al padre como le gustaría que hubiese sido el suyo. No sé. A lo mejor muchos padres del pasado podrían haber tomado nota. Tampoco lo sé.

    Por fin he leído una interpretación que me gusta. Tampoco me preocupaba demasiado. Sé que mi padre siempre me ha recibido así. Los padres tienen eso. Te quieren. Lo que sucede es que a veces no lo saben expresar.

    Los jueces son otra historia. Pero esto va de padre y de hijos. No va de jueces .

    Al menos eso creo

  • Alberto Revuelta

    Si la interpretación de lo quejan – de momento – ver los pincedeles sobre los textos disponibles va en la dirección que parece deducirse razonablemente y que Mari Pilar resume luminosamente, nada que decir. Pero si el encuadre sociológico que hace también Salvador quiere reflejar una estructura social en la que se inserta el Galileo, las cosas pueden ser más complicadas:1/ los recaudadores de impuestos el tercer o cuarto escalón de la opresión que producía pobreza y acumulación de riqueza detraida de aquellos humillados. El banco de los tributos de Alfeo puede poetizarse a la orilla del mar y al Señor pasando para llamar a Levi y que prepare un banquete o comensalia que dicen los del Jesus Seminar. Pero el bueno del publicano se dedicaba a esquilmar para Herodes, o para los Sumos Sacedotes, o para elCesar a todo bicho viviente; 2/ los que vivían a su aire, como él Segundo de los hijos del amo de lös campos, puede. Resultar muy atractivos, pero mientras se gastó la parte de la herencia ni dio golpe que se sepa, ni se planteó que parte, buena parte, de ese dinero era de los jornaleros de su maravilloso y afectuoso padre; 3/ el primogénito que es tan horripilante resulta que trabajaba y venía de los campos donde había estado como toda su vida agradando y obedeciendo al padre y dueño de la hacienda. No le hacia gracia el mencionado de las prostitutas y las algarrobas de los cedros. Comprensible. Debía cambiar y ser acogedor y comerse el entrecortado del ternero cebado que le correspondiese. ¿Solo eso?. Cuando en casa y en la parroquia nos contaban esa parábola y luego el padre Cordero la comentaba alguna ver y la he vuelto a leer innumerables veces en mi vida suempre me quedaba y me queda un amargor. Si la parábola dice: el Eterno es como el señor padre de estos dos niños bien, pues vale porqyede lo que no se sabe hay que callar. Y del Eterno no sabemos nada. Pero si es otro el mensaje hay que recordar la obligación ética y política y social de restituir y sacar a relucir a jornaleros,  fiados que vuelven del campo y han de servir al amo antes de comer ellos, de campesinos que los recaudadores les han quitado las tierras para cobrarse los tributos. En fin que mi querido Salvador podría echar un cuarto a espadas y recordar que en Los alcázares al jugar al domino (sin acento) rige el tengas o no tengas más, la salida taparás.

    • Salvador Santos

      Hola Alberto

      La parábola, como sabes, no va de eternos, sino de pasajeros. Y se queda en el marco familiar. He procurado no pasar el umbral de ese espacio para no cansar ni desviar del mensaje central de la parábola.

      Ya sabes que la norma del domino (sin acento) dice: la salida taparás, tengas una o tengas más; no puede decir ‘tengas o no tengas más’ porque en caso de no tener, resulta imposible tapar. Y va dirigida principalmente, como tú también conoces, al compañero que no es mano y ataca al rival que ha hecho la salida. Para los dos compas rigen las otras normas básicas, también importantes: Repetirás más que un gallo, aunque te quedes a fallo, Perseguirás con ahínco al seis doble y doble cinco, y una a no olvidar: vigilarás con esmero al que tiene el lapicero.

      Un abrazo

      • carmen

        Pues yo, os gano a los dos.

      • Alberto Revuelta

        Perdona Salvador, el tengas o no tengas más se refiere sólo a los seises. Nada más. Aunque tengas un solo seis, tapa la de salida del mano. Por lo menos en el café de la Feria de los Alcázares, treinta mésicas de madera y mármol, con café con leche condensada en vaso chico, así se juega, o se jugaba antes del horror urbanístico que han consentido. Te vigilare pues el que tiene aquí el lapicero eres tú. Un café cargado y con mucha leche condensada, Salvador.

      • Salvador Santos

        No discutiré por eso, compañero. No entra en mis prioridades, aunque si se tercia y con el cafelito de por medio, tal vez tengamos, contando con Carmen, casi la mesa al completo. ¿No es así, Carmen?

      • Carmen

        Este señor no juega conmigo, pero tú si. Menuda pareja haríamos…
        El dominó , con tilde , se creen los hombres que es cosa de ellos. Solamente me dejaban jugar una partida de verdad cuando faltaba el cuarto. Jaaaaaaaaaaaaaaaaa.

        Y me río de todas las normas. Bueno, la del seis deble y el cinco doble no. Uf.
        Y la del contrario matarás tampoco porque si no, pues te mata a ti tu pareja, que si no…
        Y es súperimportante dar entrada a lo que juega tu pareja. No sé si hay verso para eso.
        Es un juego bonito, pero a lo que soy imbatible, pero imbatible es a la canasta con la mujer de mi hermano salva de pareja. Imbatible.
        Y no hago trampas porque soy idiota y porque no me dejan. Y si hago un solo comentario me la ganó. Y si me río, me la ganó. Y si pongo cara de fastidio también. Dicen que me comunico con mi pareja, pero no es cierto. Así que juego a la canasta con cara de póker. Y aún así dicen que ganó porque hablo. Y es una mentira gordisima.

      • Carmen

        No sé por qué sale ganó. Es ganó.
        Lo ves?
        gano gano. Jolín.

      • Salvador Santos

        Un día echaremos una partida de canasta, Carmen. No es broma. Sabes que cumplo.
        Un beso

  • Mª Pilar

    Sigo rumiando esta parábola, que encierra en si misma, tres maneras de vivir aquí y ahora.

    ¡El Padre!

    Nada que decir… es la humanidad en plenitud… Tendríamos que desear llegar a ella… sin “misticismos ni beatitudes”.

    El hijo menor= o ligero de cascos… como lo llama… comprensivo Salvador…

    Quiso vivir la vida… sin pensar, solo experimentar. Cuando la fortuna se disipó… lo dejaron solo… ya no había nada que “chupar” como garrapatas que son ante el dinero.

    Tiene que comer, y busca trabajo, un trabajo mal remunerado; pasa frío, tiene hambre, y… recuerda como viven en la casa de su Padre, desde el más pequeño hasta el más importante; añora poder comer y vestir como allá lo hacía.

    Y… piensa: “Volveré”  pediré perdón por mi decisión, y  pediré un trabajo. No hay culpabilidad, asume lo que ha hecho; y ante la necesidad… ¡vuelve! porque tiene hambre y frío.

    Pero… el Padre lo ve en lontananza y…:

    ¡Corre a su encuentro! 

    No le deja decir nada, todo es un caudal de emociones, gozo ante el reencuentro y celebración… y lo primero… le devuelve su ser de Hijo.

    Todo es celebración, nada le preocupa, ni recuerda que el hijo mayor no está en casa; da por hecho, que cuando llegue se unirá gozoso a la fiesta.

    El hijos mayor… ¿qué está pasando, a que tanto jolgorio?

    No entra para participar… primero se informa… y luego, empieza su incomprensión ante lo que allí sucede.

    ¡No puede comprender…!

    Es para pensar con calma, como sería mí comportamiento ante una “imagen” como la que estamos estudiando. Para interiorizarla y hacerla mía…nuestra… y poder descubrir, cual sería mí respuesta ante esta misma— o similar… situación.

    Ahí y así… se va llegando al conocimiento interior de mi manera de actuar ante los avatares que la vida me vaya poniendo en el camino.

    Me llana de gran paz, conocer el verdadero sentido de los mensajes que cada  parábola encierran, porque su conocimiento nos puede:

    ¡¡¡Dar Vida!!!

    Gracias Salvador.

    “pitusca”-mª pilar

  • Santiago

    Sin duda, la Misericordia del Padre siempre está presente en todo lugar y nos envuelve a todos, a ricos y pobres, a justos y pecadores, a grandes y chicos, a negros y blancos…a toda clase de hijos, a toda clase de familiares, a toda clase de personas..

    Todos necesitamos la misericordia del Padre…tanto los que equivocadamente usan la religión egoísticamente y se aferran a la intolerancia extrema, como los que persisten en no arrepentirse sin pedir perdón por sus graves faltas contra el amor…y se alejan cada vez más del Evangelio verdadero

    Todos carecemos de algo..La madre Teresa decía que existía más “pobreza” en N York que en Calcuta puesto que en la pobreza “física” de la India sobraba la riqueza solidaria humana, pero en la ciudad de los rascacielos imperaba la “pobreza” de sentimientos y de empatía y que le era a ella mucho más dificil allí ayudar a lo “más pobres de entre los pobres”. Las carencias, pues, pululan por doquier y siempre existe “alguien” a quien podemos beneficiar solamente prestando un “poco de atención” a su soledad vital, no sólo a su bienestar material.

    Por tanto, en la parábola ambos hermanos eran los sujetos de la excesiva Misericordia del Padre pero diferían esencialmente en su actitud ante ella. Lo importante consistía en la respuesta. Es nuestra la reflexión ante ella.

    Un saludo cordial

    Santiago Hernández

  • Asun Poudereux

    Muchas gracias, Salvador. Muy esclarecedor.

    Los hijos polos opuestos. El Padre es capaz de amar sin condicionamientos, sin exclusiones, pasa por encima de las barreras sean las que sean.

    Y yo me pregunto, cuánto balanceo hay en nuestros pareceres y sentimientos que se reflejan en hechos incriminatorios y discriminatorios pasando por encima del respeto y la empatía.  Puede ser de lo más normal darse cuenta de lo primero, momento justo para no dejarse llevar por el rechazo a lo que al prejuicio desagrada y por el deseo que ciega.

    Pocas veces nos vivimos como el Padre y estando ahí anhelan permanecer. ¿Por qué será?

    Un abrazo.

  • Mª Pilar

    ¡¡¡Huauuuu…Genial!!!

    ¡Por fin está claro el mensaje que encierra esta parábola.

    El otro..:

    ¡¡¡No podía sentirse HIJO!!!

    Eso suele suceder, si la persona está “atada” al solo cumplimiento; y eso… quita Vida… adormece la mente y el corazón; y poseyéndolo..:

    ¡¡¡Todo!!!

    No puede sentir el gozo inmenso de saborear la gran riqueza que le ha sido entregada; eso explica con claridad,  porque el Galileo Jesús… despertaba, levantaba, sanaba… y las personas que creyeron en su hermoso y liberador Mensaje:

    ¡Volvían a la verdadera Vida! 

    ¡Gracias Salvador por estos “Pinceles” que ayudan a limpiar de polvo y paja:

    ¡La Buena Noticia de liberación!

    Un abrazo entrañable.

    pitrusca-mª pilar

  • Carmen

    Qué boniiiiiiiiiito !!

    Una visión totalmente nueva, al menos para mí. Algo había leído del padre amoroso, pero no como esto .

    Ven? Jesús también quiere a la gente que no es pobre. Porque su movimiento es transversal. Palabra muy de moda.

    Porque fue o es un movimiento liberador, pero de liberación interior y eso se traducirá en un cambio de actitud ante la vida. Porque en el fondo todos tenemos necesidades muy parecidas.

    Y no solamente existe la pobreza económica. Tenemos un montonazo de carencias todos. Y sí, claro que se indignaba con la pobreza extrema, claro que sí. Pero la solución no está en estigmatizar al que tiene poder y dinero, sino en que entiendan que hay que erradicar la pobreza y que sus esfuerzos no tienen que ir encaminados a enriquecerse personalmente cada vez más, a costa del sufrimiento de otros, de la pobreza extrema o cuasi extrema de otros, de países enteros.

    Esa es mi visión de lo que quería decir mi Jesús imaginario. He discutido este aspecto millones de veces y ya estoy cansada. Cuando mis monjas nos amenazaban con irse a África, me indignaba. Pues esta bonica Europa, decįa en los claustros , eso es una huida hacia adelante. Echad una mirada a nuestros alumnos, a ver si no hay pobreza en sus cabezas. Inútil. De repente les invadió el espíritu misionero. No sé cómo andarån ahora.

    No creo que casi nadie esté de acuerdo con lo que digo. Y estoy cansada ya del tema de los pobres y de los oprimidos. Las mujeres sabemos muy bien lo que es la opresión . Y no únicamente las pobres. Si se quiere erradicar la pobreza, intenten que los que tienen el poder cambien el chip. Pero claro, lo que ha sucedido hasta ahora ha sido que los cristianos con acceso al poder han sido ellos los que se han pasado al chip de los poderosos.

    Me ha gustado un montón. Porque el padre quiere a los dosssss hijos .A  los dos. Pues lo normal. Bueno, lo que debería ser normal.

    Los que siempre se llevaban la peor parte eran los grandes cumplidores de la ley, sacerdotes y demás. No sé si ha cambiado mucho la historia.  Y seguro que entre ellos también habría personas buenas que creían hacer lo correcto. El problema como siempre estaba en los poderosos, que manejan todo a su antojo para mantenerse en el poder.

    En fin.

    Un abrazo.

    • oscar varela

      Hola Carmen!
      Te leo:
      – “Una visión totalmente nueva”-
      Eso, precisamente, es lo que me ha movido
      a Editar la Obra de Salvador
      “Una visión totalmente nueva”.

      “Nnueva” confrontada con la “recibida”.
      Y esto es “gravísimo”
      en la medida que esta última persista!

      Una visión, la de Salvador, que nos pertenece
      y comulga con todos; porque (él lo dice) es “natural”.
      Es algo que “está ahí” y lo recibimos “tapado en el olvido”
      ¡Vamos todavía!