La santidad de nuestro señor el Pontífice felizmente reinante en la Iglesia Católica Romana, está demostrando que tiene más tiros dados que La Chelito, dicho sea con el respeto debido a ambos.
El tintinábulo es un pequeño campanario que portado por un ministril anunciaba la proximidad del Papa en las procesiones. Como los comunicadores pontificios en el avión papal ante los periodistas con quienes departe el Pontífice sobrevolando la tierra firme. Por ejemplo, de regreso a Roma desde Panamá, ha advertido que no va a modificar la legislación canónica de la Iglesia latina sobre el celibato de los sacerdotes. Ha cumplido la recomendación de nuestro padre san Ignacio de no hacer mudanzas en época de desolación. Como he escrito hace unos días el año pasado se ordenó a un 21% menos de presbíteros en España que el año 2017. En los países occidentales de tradición católica y reformada viene manteniéndose y acentuada esa tendencia, desde hace años. Las consecuencias de los delitos de pederastia y abusos sexuales de presbíteros y obispos aún están lejos de poder ser evaluadas desde el punto de vista moral, económico y propagandístico de la organización clerical y menos aún desde la valoración de su influencia en la vida de las comunidades.
Tras la vuelta de Panamá, se ha ido a la Arabia Dorada, dándose un baño de catolicismo popular filipino, indio y de otros países varios, con nacionales suyos inmigrantes en los Emiratos Árabes Unidos, escoltado por caballería rutilante, abrazado y besado por clérigos musulmanes, y enrabietando a los pretenciosos periodistas, curas, obispos y ricos del común que no lo pueden ver ni en pintura y lo ponen a pan pedir cada vez que se tercia. Ahora a cuenta del islamismo.
Estas gentes que quieren hacer de la Iglesia universal su feudo privado de ritos y dioses mágicamente manipulables al servicio del poder político y económico deberían encontrarse bajo el pontificado del papa número 216, Julio II, Giuliano della Rovere, franciscano, hecho cardenal por su tío el papa Sixto V. Siendo obispo el buen fraile tuvo tiempo de engendrar tres hijos ilegítimos y de acumular una fortuna considerable. Elegido sumo pontífice en 1506 puso la primera piedra de la basílica de San Pedro. Llamado “el terrible”, vestía con armadura militar llena de sangre coagulada. Colérico y cruel. Desposeyó a la Casa de Albert del Reino de Navarra dejándolo libre para que lo ocupara don Fadrique Alvarez de Toledo, II duque de Alba que en 1515 la incorporó a Castilla.
Absque pecato. Este papa no se parece a Julio II y sino que se lo pregunten a Viganó y compañía. Sí recordamos que Mohamed bin Salman es el propietario del Salvator mundi, de Leonardo da Vinci, comprado por 450 millones de dólares. Representa a Essa, Jesús en árabe, penúltimo mensajero de Alá, a quien menciona 187 veces el Corán. Pintado hace cinco siglos por Da Vinci, formo parte de la colección de Carlos I de Inglaterra en 1640. El cuadro se exhibe en el Louvre de Abu Dabi, cuyo príncipe heredero Mohamed bin Zayed Al-Nahyane ha acudido a despedir al Papa, quien le ha regalo un libro. Pero el caso es que hay unos 100.000 seguidores católicos de Essa en los Emiratos. Por cierto, el vicario general del Vicariato Apostólico es un franciscano como lo fue Julio II, esperemos que más seráfico.
Existe un proverbio mongol aplicable a la situación de la Iglesia hoy: “cuando la estepa es demasiado grande, es el viento el que trae las noticias”. Sin umbrella, en el vuelo de regreso de Abu Dabi a Roma, en su pregunta al Papa, la periodista Nicole Winfield recordó que hace unos meses la Unión Internacional de las Superioras Generales también hizo una denuncia pública de los abusos sexuales de sacerdotes y obispos a religiosas y le formuló una pregunta sobre esa situación.
“Es verdad, dentro de la Iglesia ha habido clérigos, en algunas civilizaciones de modo más fuerte que en otras. No es una cosa ‘todos hacen eso’, pero hubo sacerdotes y también obispos que han hecho eso. Y yo creo que se hace todavía: no es que desde el momento en que te das cuenta, termina. La cosa avanza así”, dijo el Papa, según prensa católica que he podido leer. Ya hace años, bastantes, se habían denunciado abusos sexuales de sacerdotes a religiosas e incluso hay, porque lo he tenido en mis manos por razones profesionales de defensa de un sacerdote burkinés acusado en España de abusos a una religiosa africana residente en un convento andaluz, un informe de un visitador pontificio a varios países del centro de África, al dicasterio correspondiente en tiempo de Juan Pablo II. A consecuencia del tal documento y sus pruebas fueron expulsados dos arzobispos que vivían en concubinato con sus respectivas esposas e hijos. Nemo tenetur se detegere.
¿Por qué este afán pontificio de hablar del sexto mandamiento cada vez que se sube a un avión y se acerca a los periodistas? Las puertas puestas al campo de la castidad del clero católico han sido descuajeringadas de sus goznes por el viento de la estepa. Este señor Papa, jesuita y hombre fuerte y templado, ha cogido la driza del foque para que el gobernalle no haga virar la nave. Y algo barrunta pues ha mandado publicar cartas de un par de generales de la Compañía para épocas de desolación y desesperanza y confusión. Con una pequeña introducción suya.
Este papa y esta su iglesia va contra la naturaleza de las cosas. Y no sólo. Va contra la fuerza de la sexualidad. Vano empeño. Como la mosca o el pájaro que no ven el cristal, se estrellan una y otraa vez contra él, el pájaro hasta que se parte la cabeza, y la mosca, más inteligente busca otra salida y hasta que encuentra otro camino. La iglesia prefiere estrellarse, porque todavía no se ha enfrentado con la dimensión terrorífica con la debiera encontrarse si hiciera frente, no a su problema, que ya vemos que lo ha solucionado: Compadeciéndose del gremio de los sagrados presbíteros y obispos: La ocultación, el engaño, la mentira. Haciendo como que hace algo, para no hacer nada.
Sólo el dia que la justicia de los hombres tome “de verdad, en serio, este problema”, llevando a sus depravados clérigos, desde los papas encubridores, hasta el último de sus sagrados, (¡¡¡Me rio yo de lo sagrados que son todos ellos y que se salve el que pueda de esta consideración!!!) a la cárcel como peligrosos delincuentes (¡¡¡Y que peligrosos son porque atacan a la infancia!! y destrozan vidas sus vidas para siempre!!!).
Porque hasta ahora, dicen como ese obispo de no se dónde: “Uno puede tener un mal día”
Pregunta Alberto “¿Por qué este afán pontificio de hablar del sexto mandamiento cada vez que se sube a un avión y se acerca a los periodistas?” Yo creo que es que en la Iglesia durante mucho tiempo casi sólo ha existido el sexto mandamiento. En realidad todas las cuestiones sexuales son cuestiones que están atragantadas en las gargantas de unos hombres célibes, desconocedores del mismo si así lo fueran, o mal asimilado, resolviéndolo en tantas ocasiones con la pederastia o con las monjas, o reprimiendo una actividad tan natural como el sexo. Y así seguirán por mucho tiempo ya que el Papa Francisco no ha dejado ni una rendija abierta al celibato opcional.
Por otra parte la sociedad no le hace ni caso en su moral sexual. Así que una vez más la Iglesia y su moral van por un lado y el sentido común va por otro
Julio II, el papa de “El tormento y el extásis” con un Charton Heston haciendo de Miguel Angel. Un vino cuya barrica fue vaciada por los hachazos del bodeguero. “Estaba picado”. Aquello dió pie a un cambio de rumbo en los trabajos de la Capilla Sixtina con los resultados que hoy son de todo el mundo conocidos.
Inteligente el recurso de comparar la Iglesia de Roma del siglo XVI, la de Julio II, con la del siglo XXI, ahora con Francisco. ¿Se comparan niveles de corrupción moral tan sólo o también doctrinal? Se barajan las dos cosas. Si el fraile Martín Lutero hubiera permanecido célibe, tal vez, y digo que quizás, la Iglesia de Trento no se habría enrocado en el celibato obligatorio ligado al sacerdocio ministerial, el sacramento del orden, como uno de los signos de autenticidad reivindicativa de la Iglesia Latina (de Occidente) frente a la rebelión protestante. Había que mostrar “notas” de santidad, aunque fuese bajo la disciplina eclesiástica para así dar fe de la salud del árbol “porque sus raíces permanecían sanas”. Hoy el celibato es una carga insufrible e innecesaria, antes lo mismo, pero no existián los elementos de juicio necesario para percibirlo. Tales cosas fueron intuidas con el Concilio Vaticano II y entonces se hubiera podido hacer muchas más cosas sin levantar la sospecha de que los cimientos del Catolicismo Romano estaban siendo removidos.
Ahora ya es un poco tarde y es muy posible que el papa Francisco lo esté intuyendo; que otra Iglesia Católica Romana ya no es posible, que los rumbos de este siglo XXI llevan a la sectarización del catolicismo. Ya no puede ser revolucionario, como lo fue el papa promotor del Vaticano II, ni en él ( en su persona y su pontificado) se puede dar la síntesis de las dos tendencias posconciliares; la una restauradora, guardiana de la Tradición, y la otras encarnacionista, abrazadora de las realidades mundanas. Ni el Magisterio, ni la Pastoral, alcanzan a ser las “cosedoras” en las almas de los creyentes.Y es que la teología arrancada de la “Predicación” (Kerigma) y de la vida de los creyentes, sigue abrazada a la “razón” filosófica. Pero esto es otro berenjenal del que he hablado muchas veces y no tiene sentido el que me vuelva tan repetitivo.