Parece importante distinguir claramente entre dos conceptos que pueden confundirse: Utopía y Quimera. Utopía es el ideal al que aspiramos, pero al que todavía no se ha llegado. Como indica la palabra griega de la que se deriva, no está en ningún sitio, pero nos impulsa a buscarla sin cesar. Es la plenitud de vida humana con que soñamos, el espacio donde podamos desarrollar al máximo las posibilidades de nuestra naturaleza humana. Nadie la ha alcanzado, pero nos llama para seguir acercándonos cada vez más a ella. Fue Tomás Moro en el siglo XVI el que dio el nombre de Utopía a ese sueño de sociedad perfecta que siempre había existido en la humanidad.
Por el contrario, quimera es el nombre que se daba en la mitología griega a un animal monstruoso, mezcla de león, cabra y dragón, que recorría los campos aterrorizando a hombres y animales. Lejos ya de lo mitológico y lo imaginario, el diccionario de la Real Academia Española define la quimera como “Aquello que se propone a la imaginación como posible o verdadero, no siéndolo”. Es sinónimo de desvarío o delirio. A diferencia de la utopía, que es algo difícil de alcanzar pero ilusionante, positivo, la quimera es algo contradictorio, irrealizable. Quimérico es un hielo ardiente o un lodazal bello y aromático.
¿A qué aspiramos la gente a la que no nos gusta el mundo en el que vivimos y no nos resignarnos a seguir así? Ese sector de la población que nos llamamos en general de izquierdas, con todas las variantes que ese término puede tener. ¿Hacia dónde queremos ir? Los socialistas utópicos del siglo XIX intentaron materializar ya la Utopía en una serie de instituciones donde se viviera de acuerdo con los principios básicos de justicia, igualdad, y solidaridad. Ese socialismo no funcionó, y Marx se aparta de él, planteando un socialismo científico. Pero el ideal de sociedad que presenta: sin explotadores ni explotados, en la que se viva en plena libertad, con la posibilidad de desarrollar cada uno sus cualidades más elevadas, es un claro ejemplo de un ideal utópico. Lo científico sería el camino por el que se llegaría a esa sociedad.
Está claro que siguiendo el camino señalado por Marx, el ideal utópico tampoco se ha alcanzado. Incluso las realizaciones concretas de ese pretendido socialismo científico han sido tan negativas que han dado fuerza a los que niegan la posibilidad de una sociedad distinta y mejor. ¿Qué hacemos? ¿Renunciamos a trabajar por un cierto ideal utópico admitiendo que un cambio sustancial no es posible? ¿O nos sentimos empujados para seguir adelante por un irrenunciable sentido ético y por una mínima sensatez? Empujados por la vida que vemos a nuestro alrededor, vida machacada por la seca, cruel y ciega ambición capitalista.
No va a ser fácil retomar el camino de la superación del capitalismo. Las batallas perdidas han desanimado a muchos, y el socialismo actual, por lo menos el representado por los principales partidos políticos de nuestra sociedad, da la impresión de que ha renunciado a la búsqueda de la utopía y ha abrazado una quimera imposible. Ha abandonado la idea de construir una sociedad no capitalista y ha abrazado la quimera de conseguir un capitalismo bueno. Aspira a recuperar el estado de bienestar para todos, disminuir las desigualdades, lograr un desarrollo sostenible y una convivencia armónica entre todos los pueblos de la tierra. Pero la pretensión de conseguir todo eso sobre la base de una estructura y de una mentalidad capitalista es una quimera, un peligroso delirio.
El comienzo del nuevo año es un buen momento para plantearnos qué queremos, hacia dónde vamos. ¿Vamos persiguiendo la quimera de un capitalismo bueno, o la utopía de una sociedad que ha dejado atrás la barbarie capitalista? No es fácil perseguir esta utopía, todo el discurso del pensamiento capitalista, el que se presenta como pensamiento único, insiste en que no hay alternativa al mundo capitalista. Pero todo a nuestro alrededor nos dice que lo realmente imposible es que el capitalismo siga adelante sin llevar a la humanidad a un verdadero cataclismo.
Nuestra gran tarea es buscar caminos nuevos para avanzar hacia esa utopía de una sociedad humana justa, libre y fraterna. Buscarlos con la experiencia que dan los siglos de búsquedas inútiles. Pero buscarlos con la esperanza firme de que los seres humanos seremos capaces de encontrarlos, y que lograremos dar un paso de gigante en la evolución de la humanidad.
Pienso que la utopía es la esperanza activa con una determinada eficacia y con mucha paciencia, es la anti-resignación a aceptar que las cosas son así porque sí. La utopía requiere información, lucidez, actitud crítica, rebeldía, saber lo que está bien y lo que nunca debe ser por muchas mayorías aplastantes que así lo acepten pasivamente.
Pienso que a nivel personal requiere estar muy despierto, muy despierta, muy atenta muy activa, siempre confiada en que cuando se siembra alguna semilla germinará. La inflación informativa, confusa, manipulada y variopinta a la que nos someten las nuevas tecnologías, juega en contra de personas para saber por lo que deben luchar.
Tenemos un ejemplo claro en el feminismo que afecta a la mitad de la población mundial y que, después de tres siglos, con muchas víctimas por el camino en el propio hogar o en la vida laboral, ahora no hay nadie con dos dedos de luces que lo cuestione públicamente. y quien lo hace, como VOX, es rechazado masivamente, siempre en público. Porque a título privado, el machismo campa a sus anchas, al igual que, también es cierto, en este mismo ámbito el feminismo ha supuesto un gran avance.
Quizá la asignatura pendiente a nivel doméstico es que los hombres se sienten perdidos, se creen que, con no maltratar a la mujer, eso es feminismo. Queda mucho en hombres y en mujeres estudiar y analizar las raíces profundas de una relación entre desiguales para llegar a una relación de iguales en todo, pero se ha avanzado mucho desde que, no hace tantos años, a las feministas nos trataban de locas.
En el ámbito social y político, el enemigo, el capitalismo o el neoliberalismo, son monstruos más difíciles de vencer, pero la lucha viva y visiblemente activa, dará sus frutos, aunque sea a pequeña escala y a largo plazo. En este momento parece que nos van a tragar a nivel social, pero hay muchos granitos de mostaza sembrados en los corazones humanos y en ongs, y en asociaciones, etc. que levantan la voz y se hacen oír.
Comparto tu pensar y sentir… desde la “Diáspora” pero me encanta verte tan activa y dispuesta.
Un abrazo entrañable.
mª pilar
No entiendo mucho de política. Lo normal de una ciudadana media. O sea, casi nada.
Casi siempre he votado y casi siempre a la izquierda, menos cuando un par de veces voté al CDS de Suárez. Me encantaba ese señor, solamente lo voté cuando iba solo. Hasta que pactó con AP. Dejamos de votarlo muchas personas y acabó desapareciendo el partido. Se equivocó.
Creo que a día de hoy hay muy poca diferencia entre los dos partidos clásicos de nuestro bipartidismo postconstitucional. Pero seguiré con el PSOE. No porque crea que es la solución del país. Sino porque me da miedo la ultraderecha.
Creo que hacen falta nuevos conceptos en política. El trabajador nada tiene que ver con el del siglo XIX. Ni los trabajos tampoco. Es otro mundo. Otra historia. Y esto no ha hecho mas que empezar. Hay que tener nuevas ideas. El concepto de capitalismo, y clase obrera y lucha de clases y mil cosas, creo que hay que revisarlos. Ya nada es igual. La política que ha servido, está dejando de servir. Y ya se sabe, si organizadas las cosas ganan siempre los mismos, pues en el caos no veas.
Creo que en vez de acercarnos a una sociedad utópica, nos acercamos a una distópica. Hacen falta personas de esas de una talla impresionante , con ideas nuevas y realistas, conscientes del mundo globalizado en el que vivimos donde la economía también lo está y conscientes también de las posibilidades que brinda internet. Todas las ideas que en un momento fueron válidas, me temo que ya no lo son. Las cosas han cambiado. Y van a cambiar mucho más. Porque evolucionamos. Y hay que adaptarse al medio o desapareces. Soy darwinista a tope, el creacionismo no me va, aunque se esté poniendo de moda.
Pero no entiendo de política.
A mi me gustan las utopías. Aunque jamas se encuetre esa isla de Utopía donde toda la sociedad era perfecta, según Tomás Moro, claro. Siempre me han dicho que soy una ingenua y que no tengo solución. Me temo que es cierto. Pero eso no impide reflexionar. Al menos mi ingenuidad me lo permite.
Un saludo cordial.