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Una comunidad cristiana y una presencia pública significativas para nuestro tiempo

En el día de San Vicente mártir, patrono de la ciudad de Valencia, oscense, diácono de Valerio, arzobispo de Zaragoza, un conocido grupo cristiano de esa ciudad nos recuerda la exigencia de una conversión cristiana de la Iglesia e invita a otros grupos a seguir hoy este camino seguimiento a Jesús de Nazaret. AD.

       Los miembros del Grup de Seglars i Rectors del Dissabte hemos atendido la llamada del papa Francisco a volver a las fuentes de la fe para hacer posible una renovación evangélica de la Iglesia. Hemos reflexionado sobre su situación en el mundo actual y sobre los retos que, a todas las personas cristianas, nos plantea la llamada a hacer de la Iglesia verdadera lumen gentium (luz de todos los pueblos) y realidad liberadora. Esta reflexión ha estado iluminada por las exhortaciones y homilías y los discursos del papa Francisco, el libro No te olvides de los pobres[1] y la Carta a Diogneto[2].

        Ahora queremos compartirla con otros grupos y colectivos cristianos y también ofrecerles algunas pistas de concreción que animen a todas las personas cristianas al compromiso por la transformación evangélica de la Iglesia que con tanta insistencia reclama el papa Francisco (Evangelii Gaudium, capítulo 1).

        Ante la “mediocridad espiritual” y la falta de vigor evangélico que presentan sectores importantes del Pueblo cristiano y que generan una gran atonía, una fuerte acomodación y una resignación paralizante, hay que mostrar el gozo de la fe, que nos conduce a iluminar y a comunicar vida, salud y felicidad (EG, 80-84). Evangelizar es llevar la alegría del Evangelio a la gente que no la conoce. Necesitamos, pues, dejarnos transformar por la fuerza del Espíritu Santo para que nos cambie totalmente (EG, 280).

        A la hora de afrontar los retos que tiene planteados la Iglesia en la época actual consideramos prioritario abordar la cuestión de si su objetivo es ser “mucha gente” católica y practicante o ser “gente” que dé testimonio del Reino de Dios para que seamos cada día más y mejores testigos de Jesús.

        Responder desde la segunda opción significa afirmar que lo importante y prioritario, la tarea fundamental de la Comunidad Cristiana, consiste en hacer los signos del Reino en medio del mundo. Eso supone que la Iglesia ha de comprometerse a realizar los valores del Reino, como son la paz, la justicia, la compasión, la hermandad, la defensa de la dignidad de cualquier persona y la solidaridad preferente con las pobres y marginadas para que “tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn 10,10).

        Una conversión real de la Iglesia al Reino es lo único que nos permitirá superar la eclesiastización del cristianismo, situarnos en la perspectiva del Dios de Jesús y realizar los signos que ponen de manifiesto al Dios que quiere un mundo más humano y más justo para todas las personas, sin excepción.

        Desde esta perspectiva podremos percibir que la actual crisis de “la ausencia” de Dios en nuestra sociedad neoliberal no radica principalmente en el fenómeno de la secularización (señalado por alguna gente de manera obsesiva) sino fundamentalmente en el inmenso sufrimiento evitable y en la escandalosa injusticia de nuestro mundo, que provoca tanto mal. Lo que eclipsa el rostro de Dios no es el hecho de no hablar de Él sino este gran dolor generado por tanta injusticia y tanta explotación. La solidaridad es una de las maneras más elocuentes y privilegiadas de nombrar a Dios, como declara reiteradamente el papa Francisco y como evidencian sus gestos de solidaridad.

        En definitiva, a la Iglesia se le pide que priorice de manera urgente los problemas de la humanidad por encima de los suyos propios. El papa Francisco insiste continuamente en que quiere una Iglesia “en salida” y no auto-referenciada, una Iglesia hospital de campaña en medio de tanto sufrimiento del mundo. Jesús mismo nos urge a liberar y aliviar el hambre y el dolor (EG 20,24,49). De esta manera nos adentraremos en la corriente más profunda de la mística bíblica, que proclama que Dios mira siempre desde los seres humanos últimos, que su punto de vista sobre la realidad está centrado en “el huérfano, la viuda y el extranjero” (Dt 10,18) y, por eso, que las personas perdidas y excluidas de esta sociedad son las no olvidadas por Dios. Estas personas han de ser también las no olvidadas por las que seguimos a Jesús.

        Así pues, si asumimos el punto de vista de Dios sobre la realidad tendremos que plantearnos una cuestión importante para centrar nuestra tarea y la de cada comunidad cristiana:

        ¿Cuál es el lugar existencial en el que ha de situarse la persona cristiana y toda la Iglesia? El mismo Evangelio nos ofrece la respuesta (Jn 19,27): El lugar existencial de la Iglesia es permanecer a los pies del Crucificado. Éste es su lugar originante, aquél desde el cual surgió. Eso significa permanecer a los pies del dolor y de la gente que padece la injusticia del mundo, con los ojos fijos en el Señor Crucificado y empeñada en desclavar de sus cruces a Jesús y a sus hermanas y hermanos crucificados a lo largo de la historia.

        Sólo desde este lugar existencial podremos recrear y cumplir el deseo del Concilio Vaticano II: “los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobretodo de los pobres y de todos los que sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón” (GS 1).

        Una renovación real de la Iglesia de Jesús sólo será posible si priorizamos la práctica de la compasión, que es fruto de la solidaridad, brota del sentimiento de indignación ante la injusticia que padece la gente pobre y nos mueve, incluso, a la transgresión.

        Finalmente sugerimos algunos de los caminos que necesitamos transitar hacia una transformación evangélica de la Iglesia y de cada una de las comunidades:

        ► Priorizar la solidaridad hacia los seres humanos pobres, migrantes y necesitados (“extra pauperes nula salus”).

        ► Fomentar un compromiso concreto y real de humanización de la sociedad, en colaboración con quienes luchan por la justicia, la igualdad, la libertad, la hermandad y un planeta ecológicamente limpio.

        ►Trabajar por un despertar a la fe en Jesucristo y no tanto por un despertar religioso.

        ► Cuidar la experiencia espiritual y de encuentro con el amor gratuito y salvador de Dios y con su plan de liberación, que urge al compromiso por los valores del Reino.

        ► Encarnarse en la propia realidad, aquélla en la que vive cada comunidad, colaborando en la búsqueda de soluciones a los problemas que ha de afrontar. Esta encarnación implica inculturarse de manera real y efectiva en la cultura del pueblo con el cual camina cada comunidad.

        ► Garantizar una organización y una estructuración democrática de las comunidades cristianas que evidencie la igualdad real de todos sus miembros y manifieste que somos Pueblo de Dios, evitando “ghettos” y cerrazones.

        ► Recuperar y redefinir el papel de las mujeres en la Iglesia y suprimir todo tipo de machismo y discriminación, de acuerdo con la enseñanza bíblica: “Dios los creó a su imagen; varón y mujer los creó”.

        ►Potenciar la apertura, el diálogo, la acogida sincera y afable de todo el mundo, la comunión, el ecumenismo y la colaboración interreligiosa.

        ►Suprimir cualquier indicio de clericalismo, sea en miembros ordenados o seglares.

        ►Reivindicar el papel de servidor del miembro “ordenado” y negar el de funcionario o dueño. Es fundamental que respete a la comunidad a la cual ha de servir, con su historia y su idiosincrasia. Ella es la que permanece.

        ► Propiciar espacios de encuentro, convivencia, acogida y apoyo mutuo que favorezcan la experiencia comunitaria y contrarresten la actual indiferencia generalizada.

        ► Renovar el lenguaje teológico y litúrgico, los signos y los símbolos, para que se hagan inteligibles a la mentalidad de hoy. En este sentido hace falta unas celebraciones de la fe vivas, encarnadas, participativas y creativas.

        Nos comprometemos a avanzar por estos caminos con la fuerza del Espíritu.

        València, 19 de enero de 2019 Grup de Seglars i Rectors del Dissabte

       

[1] De José L. Segovia Bernabé y Luis A. Aranguren Gonzalo. Sal Terrae n. 249. Basauri (Vizcaya), 2016. Págs.79-82;119123;136-139;147

[2] Véase http://www.origenescristianos.es/diogneto.pdf , sobre todo puntos V y VI (pp. 12 y 13 de este PDF).

       

8 comentarios

  • Román Díaz Ayala

    Podemos decir que el bueno del Cardenal Roncalli, luego Juan XXIII, supo atisbar los signos de los tiempos, dejándose guiar por el soplo del Espíritu Santo. Tal es la vocación cristiana como nos recuerdan los autroes del presente trabajo.  Eso les da pie para decirnos que “la tarea fundamental de la Comunidad Cristiana es hacer los signos del Reino en medio del mundo” y todavía más: se atreve a compendiar los valores del Reino: paz, justicia, la compasión, la hermandad, la defensa de la dignidad de cualquier persona, y la solidaridad preferente con los pobres y marginados”.

    Hermosas palabras, pero yo me pregunto si todo ello no obedece tan sólo a una teología determinada y hasta dónde estará autorizada para elaborar una teoría sobre el Reino que se erija en intérprete de un Reino que se construye por sí mismo, no con la colaboración sino con el protagonismo humano.

    • Santiago

      Sin duda, Román, somos protagonistas en la búsqueda del Reino, no simples espectadores o colaboradores puesto que éste nos fue entregado para trabajar en el por pura misericordia d e Dios.

      Pero el escenario y la figura donde se desarrolla este Reino en el mundo está contaminado por el mal de nuestros pecados y “pasa, pero Dios…nos prepara una nueva morada..donde habita la justicia y cuya bienaventuranza es capaz de saciar y rebasar los anhelos de paz que surgen en el corazón humano.
      …Pues los bienes de la dignidad humana, la unión fraterna y la libertad…todos los frutos excelentes de la naturaleza y de nuestro esfuerzo, después de haberlos propagado por la tierra en el Espíritu del Señor y de acuerdo con su mandato, volveremos a encontrarlos limpios de toda mancha, iluminados,y transfigurados, cuando Cristo entregue al Padre “el Reino eterno y universal; r e i n o de verdad y de vida; Reino de santidad y gracia; Reino de justicia, de amor y de paz”. El Reino ya está misteriosamente presente en nuestra tierra; cuando venga el Señor, se consumará su perfección” (Conc. Vaticano II, Constitución sobre la Iglesia en el mundo actual, Cap III, No 39, BAC, págs 261-262)

      Un saludo cordial

      Santiago Hernández

      • Román Díaz Ayala

        El protagonismo al que estaba haciendo referencia es esa actitud por desempeñar un papel de liderazgo en la sociedad civil como exigencia de “su doctrina que encierra comportamientos de salvación”. Junto a la Comunidad Cristiana los autores de este artículo señalan en su titulado “una presencia pública significativa(s) para nuestro tiempo”. No importa aquí si tal salvación se entienda que tenga que ver con realidades trascendentes o intramundanas. Los autores no se pronuncian a este respecto.
        Los doce caminos expuestos son premisas morales, de conducta, y son de ética y de derecho privado, pues el Evangelio sólo obliga como tal a los creyentes en Jesús. En la sociedad civil son los ciudadanos y ciudadanas quienes están en condiciones de escoger libremente su moralidad privada. Y, si me apuras un poquito más, el Evangelio no tiene por qué identificarse con una determinada ideología política sea de izquierdas o de derechas.

  • Román Díaz Ayala

    Lo positivo: que la Iglesia de Roma está necesitando de una renovación muchísimo más profunda que cuando a mitad del siglo pasado acometió un concilio ecuménico, algo que engloba también “la vuelta al Evangelio”.

    Los autores acarician la controversia : Iglesia vs Reino de Dios.

    • Santiago

      Coincido Román y siempre he pensado que todavía tenemos que profundizar y aplicar correctamente lo que enseña y propone el Vaticano II.
      La idea primordial de Juan XXIII como lo recuerdo de la prensa fue un Concilio para la “unión de los cristianos” y de ahí la idea evolucionó para el aggiornamiento etc y la consiguiente renovación De la Iglesia, puesta al día. Juan hablaba de desempolvar el polvo acumulado en Ella a través de los siglos y que impedían ver “el rostro de la Iglesia”
      Creo que Juan XXIII que era un hombre de una vida espiritual profunda y devota, ni de izquierda, ni de derecha, contra los que muchos creen, y al mismo tiempo un visionario historiador que amaba entrañablemente a su Iglesia y que quería que estuviera preparada para los tiempos futuros hubiera quedado sorprendido, si volviera a la vida terrestre, de la presente situación de Ella y constatado que el Concilio y la voluntad escrita en el por los Padres Conciliares todavía está por realizarse y que hoy más que nunca se necesita una reforma y renovación no solo sobre la justicia social evangélica sino de la vida espiritual interna que Ella contiene y que proviene del que le dio inicio para nuestro bien y provecho, cabalmente Cristo y que ES lo único que puede salvar al mundo de su naufragio total.

      Un saludo cordial

      Santiago Hernández

  • Román Díaz Ayala

    No sé a dónde nos llevará  la vuelta a las  fuentes de la   fe que los autores  del presente trabajo  cifran en  la “renovación evangélica de la Iglesia”, pero no podemos  caer en un reduccionismo  como si los retos de los que hablan fuesen que tal  “realidad liberadora” consistiese en que la ecclesía se hiciese netamente de izquierda dando por sentado que su actual crisis no es la secularización, sino  “fundamentalmente el inmenso sufrimiento evitable y la escandalosa injusticia”.

    Espero algo más de tal praxis cristiana, si es que verdaderamente nos tomamos en serio lo  que se afirma de que “debemos dejarnos transformar por el Espíritu Santo”.

  • Román Díaz Ayala

    Doce caminos, doce puntos de reflexión y de encuentros. Cada uno de los mismos exige a su vez la reflexión de varios comentarios, y hasta de debate clarificador del lenguaje…

    …empezando por el punto de partida. La comunidad, el Pueblo de Dios, y el significado que le demos al estar a los pies del Jesús Crucificado.

  • Santiago

    El lugar existencial del cristiano comienza indudablemente en el bautismo en Cristo pues “quien no naciere del agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino  d e  Dios” (Juan 3, 5)

    Es por eso que el cristianismo no es simplemente una asociación con fines políticos, sociales, filantrópicos, fraternales etc. Porque esas instituciones  tienen su origen dentro de nuestra misma sociedad humana y tienen carácter temporal.

    Pero el cristianismo es algo más. Por eso en el bautismo renacemos a una nueva vida distinta. Para poder ser cristiano en el sentido existencial real, hemos de convertirnos a Cristo, ya que no somos nosotros, sino que El es el camino, la verdad y la vida.

    “Yo soy la vid y vosotros los sarmientos….Como me amó el Padre, también Yo os amè; permaneced en Mi amor. Si mis mandamientos guardaréis, permaneceréis en Mi amor: como Yo he guardado los mandamientos de Mi Padre y permanezco en Su amor” …porque “sin Mi nada podéis hacer” (Juan 15, 1-10)

    No es sólo la fe, no es sólo la oración, no es solo la acción sino lo importante es el amor. Ora et labora

    un saludo cordial

    Santiago Hernández