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El misterioso destino de cada uno

        Cada uno de nosotros tiene la edad del universo que son 13,7 mil millones de años. Todos estábamos virtualmente juntos en aquel puntito, más pequeño que la cabeza de un alfiler, pero repleto de energía y de materia. Ocurrió la gran explosión y generó las enormes estrellas rojas dentro de las cuales se formaron todos los elementos físico-químicos que componen el universo y todos los seres que lo forman. Somos hijos e hijas de las estrellas y del polvo cósmico. Somos también la porción de la Tierra viva que ha llegado a sentir, a pensar, a amar y a venerar. Por nosotros la Tierra y el universo sienten que forman un gran Todo. Y nosotros podemos desarrollar la conciencia de esa pertenencia.

        ¿Cuál es nuestro lugar dentro de ese Todo? Más inmediatamente, ¿dentro del proceso de la evolución? ¿Dentro de la Madre Tierra? ¿Dentro de la historia humana? No nos es dado saberlo todavía. Tal vez será la gran revelación cuando hagamos el paso alquímico de este lado de la vida hacia el otro. Ahí, espero, todo quedará claro y nos sorprenderemos porque todos estamos umbilicalmente interrelacionados, formando la inmensa cadena de los seres y el tejido de la vida. Caeremos, así lo creo, en los brazos de Dios-Padre–y-Madre de infinita misericordia para quien la necesita por causa de sus maldades y en un abrazo amoroso eterno para los que se orientaron por el bien y por el amor. Después de pasar por la clínica de Dios-misericordia, los otros vendrán también.

        Yo de niño de pocos meses estaba condenado a morir. Cuenta mi madre, y las tías siempre lo repetían, que yo tenía “el macaquiño”, expresión popular para la anemia profunda. Todo lo que ingería, lo vomitaba. Todos decían en dialecto véneto: “poareto, va morir”: “pobrecito, se va a morir”.

        Mi madre, desesperada y a escondidas de mi padre que no creía en esas cosas, fue a la rezandera, a la vieja Campañola. Ella hizo sus rezos y le dijo: “dele un baño con estas hierbas y después de hacer el pan en el horno, espere hasta que esté tibio y meta a su hijito dentro”. Eso fue lo que hizo mi madre Regina. Me puso sobre la pala de sacar el pan horneado y me metió dentro. Y me dejó allí un buen rato.

        Y ocurrió una transformación. Al sacarme del horno empecé a llorar, decían, y a buscar el pecho para chupar la leche materna. Después, mi madre, masticaba en su boca algunas comidas más fuertes y me las daba. Empecé a comer y a fortalecerme. Sobreviví. Y aquí estoy, oficialmente viejo, con 80 años cumplidos.

        Pasé por varios peligros que podrían haberme costado la vida: un avión DC-10 en llamas rumbo a Nueva York; un accidente de automóvil contra un caballo muerto en la carretera que me rompió todo; un clavo enorme que cayó delante de mí cuando estudiaba en Múnich, que podría haberme matado si hubiera caído sobre mi cabeza; en los Alpes caí en un valle profundo cubierto de nieve y unos campesinos bávaros, viéndome con el hábito oscuro y que me hundía cada vez más, me sacaron con una cuerda. Y otros.

        Norberto Bobbio me concedió el título de doctor honoris causa en política por la Universidad de Turín. Entendió que la teología de la liberación había realizado una contribución importante al afirmar la fuerza histórica de los pobres. El asistencialismo clásico o la mera solidaridad, manteniendo a los pobres siempre dependientes, es insuficiente. Ellos pueden ser sujetos de su liberación, cuando concientizados y organizados. Superamos el para los pobres, insistimos en el caminar con los pobres, siendo ellos los protagonistas, y quien pueda y tenga ese carisma viva como los pobres como lo hicieron tantos, como Dom Pedro Casaldáliga.

        Recuerdo que comencé mi discurso de agradecimiento al título, concedido por esa notable figura que es Norberto Bobbio, diciendo: “vengo de la piedra lascada, del fondo de la historia, cuando a duras penas teníamos medios para sobrevivir. Mis abuelos italianos y mi familia desbravaron una región deshabitada y cubierta de pinares, Concórdia, en los confines de Santa Catarina. Ellos tuvieron que luchar para sobrevivir. Muchos murieron por falta de médicos. Después fui subiendo en la escala de la evolución: los 11 hermanos estudiaron, hicieron la universidad, yo pude terminar mis estudios en Alemania. Ahora estoy aquí en esta famosa universidad”. Y a pedido de Bobbio, hice un resumen de los propósitos de la Teología de la Liberación, que tiene como eje central la opción por los pobres contra su pobreza y a favor de la justicia social. Di muchos cursos por todo el mundo, escribí bastante, enjugué lágrimas y mantuve fuerte la esperanza de militantes que se frustraban con los rumbos de nuestro país.

        ¿Cuál será mi destino? No lo sé. Tomé como lema el que era de mi padre, que lo vivía: “quien no vive para servir, no sirve para vivir”. A Dios la última palabra.

        *Leonardo Boff es teólogo, filósofo y ha escrito por sus 80 años: “Reflexiones de un viejo teólogo y pensador”, Vozes 2019.

Traducción de Mª José Gavito Milano

3 comentarios

  • Siento paz y serenidad cuando le leo Sr. Boff.

    Conocí y me invadió con fuerza, la Teología de la Liberación  que tuve la dicha de “escuchar y conocer” en mi querido C. Pignatelli con los mejores profesores venidos de es hermosa tierra.

    No sé… ni me quita la paz, no tener certeza alguna de nuestro final, solo se, que será bueno y un regalo del Misterio que nos rodea amoroso y fiel.

    Pienso, en mi ignorancia… que lo importante de nuestro ser es::

    ¡Energía buena, que nos capacita para … Ser … plenamente buenos!

    Si así lo decidimos, y que volveremos al lugar de donde salimos. El como … no lo sé,  y no me preocupa lo más mínimo.

    Caminar con gozo, desde un sentir de justicia y solidaridad de manera decidida, junto a los desprotegidos de este mundo.

    m* pilar

     

     

    ¡Energía 

  • Carmen

    Pues si. Lo que nos va a suceder en la vida es un misterio. Solamente lo sabremos al final, cuando la hemos vivido, pero no creo en el destino. Sí creo en la suerte. Y me alegro de la buena suerte que ha tenido el señor Boff. Muchos no la han tenido. Tampoco creo en la divina Providencia. Las cosas suceden y espero que dios no tenga nada que ver en esto.

    La teoría del creacionismo ha evolucionado y cambiando de nombre. Ahora se le llama Diseño Inteligente. Pero eso nos lleva al final a decir que la biblia tenía razón. Soy darwinista a tope. Considerando el darwinismo como idea de.fondo, claro. Hay muchos conocimientos nuevos desde 1859, creo que esa es la fecha de la publicación del Origen de las Especies, pero a lo mejor es otra.

    Y si. Las respuestas al final. Yo me quiero ir a mi estrella rosa . Veremos.

    Me ha gustado el artículo. Refleja muy bien el pensamiento de una persona cristiana del siglo XX. De esas personas comprometidas a tope con sus ideas. Por eso trasmite tanta paz. Me alegro por usted, señor Boff..

  • Alberto Revuelta

    Me gusta leer a Leonardo, sobre todo cuando, como hoy, habla de lo que, somos viejos, más importa. Relata Jan Staume, cosmólogo, que Freeman Dyson , ateo, y Trihn Yusn Thuan, budista, abren hipótesis científica del principio creador del Universo y desarrollan la idea de que el mundo tiene una necesidad que la vida consciente forma parte de ella dentro de u finalidad. La configuración de nuestro universo es una perfección asombrosa que les lleva a concluir que la hipótesis de la casualidad, supuestamente racional, no lo es. El principio antropico les permite sostener que si los valores fundantes del universo están perfectamente sincronizados es lícito y racional deducir que son consecuencia de un principio creador. Defienden que la teoría del azar ha sido superada.
    Jean Staume: “La idea de que los planetas con vida inteligente Sean puertas para que las almas cambien de naturaleza es una hipótesis teológica que yo defiendo”.