Mucha gente no se esperaba este resultado de las elecciones andaluzas. Pero, realmente, ¿es algo tan sorprendente? Al reflexionar sobre estas elecciones no podemos olvidar que Andalucía está en una punta de Europa, pero es Europa, y es lógico que las corrientes de pensamiento dominantes en el continente lleguen también a Andalucía. En toda Europa se está produciendo un avance muy acusado de las derechas. Resurge la extrema derecha, y la derecha tradicional se ve desbordada por las nuevas corrientes.
En esta situación los partidos conservadores consideran más adecuado para sus intereses electorales inclinarse hacia posiciones más radicalmente derechosas, mejor que intentar una posición más centrista y marcar las diferencias con las nuevas fuerzas neofascistas. Seguramente observan que una opinión pública mayoritaria está muy influida por las corrientes nacionalistas y xenófobas, y no quieren perder clientela.
Pero lo peor es que la izquierda no se plantea en profundidad los motivos de ese resurgir de la extrema derecha. Su pensamiento parece anquilosado; sigue aferrada a fórmulas que pudieron ser muy venerables, pero que han demostrado sobradamente su incapacidad para llevarnos a una sociedad humana más justa y solidaria. Y, claro, tampoco la izquierda andaluza ha sido capaz de renovarse y lanzar un mensaje que pueda hacer frente a la creciente derechización.
También hay motivos más específicos que explican el resultado electoral en Andalucía. El PSOE lleva 36 años gobernando esta autonomía. ¿Con qué resultados? Según la encuesta de población activa el paro en Andalucía el tercer trimestre de 2018 era el 22,9 %, mientras que en España es el 14,8%. Y una buena parte del trabajo se realiza en labores agrícolas o en los servicios, terrenos donde la precariedad campa por sus respetos.
La política clientelar se extiende por toda la región. Las corruptelas que acompañan a estas prácticas se hacen endémicas con el tiempo, y llegan a la gran corrupción que ha salido a la luz con el caso de los ERES. Por último la figura de Susana Díaz no parece la más adecuada para liderar un gran movimiento popular. De hecho, ni entre los militantes del PSOE despertó demasiado entusiasmo, y la mayoría, contra la opinión de los barones, se inclinó por Pedro Sánchez.
En estas circunstancias, y dada la poca capacidad de análisis que se fomenta en la sociedad con los discursos anodinos de los líderes políticos y con los abrumadores mensajes alienantes de los medios de atontamiento, no es nada extraño que mucha gente haya decidido probar otra cosa, o quedarse en su casa si votar a la derecha les repugna demasiado.
Por otra parte, tampoco el mensaje de Unidos Podemos difiere sustancialmente del discurso del PSOE. Con distintos matices, uno y otro siguen acariciando el dulce sueño de un capitalismo bueno, que obligue a pagar todos sus impuestos a los ricos, que permita una banca pública, que revierta las privatizaciones de la sanidad y que proporcione trabajos dignos para todos. Y todo eso sin necesidad de despertar una conciencia ciudadana que ponga en pie un arrollador movimiento social, que sería lo único capaz de conseguir un cambio real.
Así que, sin un proyecto ilusionante de superación del sistema capitalista, ¿qué esperamos?
Siempre tan lúcido Antonio, estoy plenamente de acuerdo con tu reflexión.
Nos falta un proyecto de izquierdas que sea ambicioso y realista, pero sobre todo nos falta una ilusión contagiosa por la justicia y la fraternidad.
Tiene usted toda la razón.
La política tal y como la conocemos ha envejecido. La sociedad ha cambiado de forma tal que no vale ningûn esquema de los de hace en realidad pocos años. Ha llegado el momento de replantearse todo lo relacionado con la sociedad. Porque es una sociedad nueva y profundamente desconocida. Y quién piense que la radicalización es la solución, está radicalmente equivocado. Porque nosotros, los que formamos la sociedad, ya no somos los mismos
Y los jóvenes, ésos, no veas.
Un saludo cordial.
Exacto!
¿A qué seguir mirando otro Canal?