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Coherencia

Buscamos la coherencia:

  1. Sentido de la búsqueda.

        Los seres humanos, siempre estamos en actitud de búsqueda. Porque no partimos de una clarividencia en la política, en la ética, en nuestra fe. Solemos ir “a tientas”. Porque partimos de una situación de dudas y perplejidades. Y dentro de la oscuridad que nos envuelve nos esforzamos en aclararnos algo en estos temas. Por eso venimos aquí a pensar, a dialogar y debatir para tener un mínimo de claridad.

        Es una actitud permanente de búsqueda de la verdad, si queremos avanzar en nuestra madurez. Porque somos personas que nos estamos haciendo, nunca estamos hechos del todo, aunque tengamos 135 años. Sin embargo, queremos pensar, queremos acertar en nuestros compromisos, en nuestro proyecto de vida. Buscamos porque estamos inquietos y queremos gozar de una cierta paz interior, de una cierta calidad de vida, a pesar de las dificultades y problemas.

  1. Sentido de la coherencia.

        La coherencia es una actitud ética elemental para una persona que quiere proceder en conciencia. Una persona es coherente cuando sus pensamientos, sus palabras y sus acciones van en la misma dirección y están relacionados entre sí y conforme a un modelo de ser humano. Es frecuente considerar que los elementos coherentes son compatibles entre sí; en concreto, si la forma de pensar, de decir y de hacer es compatible con su forma de ser, de irse haciendo, con su manera concreta de vivir, de desarrollar su personalidad, su profesión, su familia, su compromiso.

        La pregunta que se puede hacer es ésta: ¿hay conexión entre sus pensares, sus decires y sus acciones? ¿hay contradicciones entre sus actitudes y sus comportamientos profesionales, religiosos, políticos, éticos?, o, por el contrario, ¿existe un cierto equilibrio? Por ejemplo, pensar y estar más o menos convencido de lo nefasto que es la sociedad de consumo y luego en la práctica seguir consumiendo cosas innecesarias, seguir los modos y las modas de comprar. Si se piensa que es bueno ‘darse la buena vida’, ¿por qué se tiene reparo en exponer este pensamiento ante los demás? ¿por qué se tiene reparo en proceder así, por una conciencia de culpabilidad de no actuar por lo más duro, por lo más costoso? Se trata de una dialéctica difícil de vivir.

        El pensamiento no es algo diferente de los sentimientos ni de las actitudes; no voy a hacer un análisis psicológico del pensamiento, pero es elemental que nuestra manera de pensar no puede ser nunca químicamente pura, no puede ser ajena a lo que cada uno ha vivido y sentido desde su infancia, y sigue viviendo; cada uno elige sus pensamientos, elige sus sentimientos, sus libros, su música, sus amigos, se va formando su modo de pensar y de sentir conforme a unos autores que prefiere y deja a otros, lo mismo que elige sus películas, sus comidas, sus amigos o sus vacaciones. Cuando uno defiende una manera de pensar y de sentir, hay algo más que pura abstracción mental, es toda una manera de ver el mundo, de interpretar la realidad, desde su sentir, desde su vida. Tal vez sea la expresión de un estar despierto o estar medio dormido. ¿Es un pensamiento crítico, o es repetir lo que todo el mundo dice o piensa? La formación del pensamiento en los múltiples temas que nos rodean es algo muy complejo; nunca está hecho de todo, siempre se está haciendo. ¿Cómo formularías tú tu pensamiento político, tu pensar cristiano o indiferente, o tus propias convicciones?

        Las palabras son, de una forma o de otra, expresión de una determinada forma de pensar y sentir. Se piensa una realidad y se expone con palabras esa manera de ver la realidad. Lo difícil es decir siempre lo que se piensa, suponiendo que suele pensar seriamente lo que dice. Porque hay personas, situaciones o entornos en los que la llamada “prudencia” aconsejan callar, o envolver el propio pensamiento en papel de celofán, o sencillamente decir algo distinto o lo contrario de lo que se piensa. El decir, lo que se piensa es ya una valentía y una postura de cierta gallardía. Es la ética. Solemos tener miedo de decir lo que pensamos, por aquello de quedar bien o el qué dirán. Las palabras son el vehículo imprescindible de la comunicación humana. Es necesario, creo yo, un esfuerzo por saber decir las cosas, por tratar de definir, de esclarecer lo que queremos decir. Podemos producir confusión o producir claridad.

        Los hechos, las actuaciones, los comportamientos, son harina de otro costal. ¿Se sitúan en la misma línea del pensamiento y la palabra? O ¿cada una va por su lado? Ser personas coherentes quiere decir que su pensar, su decir y su actuar van en la misma dirección. Se puede llamar esta coherencia a eso de “ser consecuentes”; y es muy difícil ser consecuentes, tanto más cuanto los valores éticos son más elevados. Hay que tener en cuenta que “si no vives como piensas, acabarás pensando como vives”, dice el refrán español. No se puede separar el pensamiento de la vida. ¿Existe una misma línea entre lo que se piensa, lo que decimos y el voto que emitimos en unas elecciones? ¿Nuestro compromiso, el que sea, es fruto de esta coherencia? ¿Tenemos una mínima coherencia de nuestro pensar y sentir, con el partido o sindicato o asociación, con el que nos sentimos más o menos afines, sin pretender una total coincidencia que nunca se dará?

        La coherencia cristiana consiste en ser fiel al mensaje subversivo del evangelio en sus pensamientos, en sus palabras y en sus hechos de vida, no a los dictámenes de la jerarquía que hace mucho abandonó el proyecto de vida de Jesús.

        Por último, la coherencia ético-política significa aceptar el hecho del pluralismo político de ideologías y morales, que nos lleva a una actitud ética de tolerancia. Como es más fácil la postura del dejarse llevar, del conformismo, de adaptarse, de no sobresalir, pienso que habría que insistir mucho más en una postura de insumisión y disidencia: es decir, en posturas críticas. Criticar a la sociedad supone aplicar seriamente el principio de tolerancia; este principio es la orientación básica de una persona que es coherente con la situación del país que quiere vivir en democracia.

        La falta de coherencia se traduce casi siempre en falta de credibilidad, en los partidos políticos, en las instituciones, en los Estados y en cualquier persona.

  • Denunciamos la falta de coherencia de muchos Estados que han firmado la Declaración Universal de los DDHH, incluso la han incorporado en el ordenamiento jurídico de su país, y luego, tienen una praxis política en la sociedad civil, completamente distinta.
  • Denunciamos la falta de coherencia de muchos políticos que llevan un parlamento y una praxis muy alejada de la que hacen gala en sus declaraciones.
  • Denunciamos la falta de coherencia de la Iglesia Católica por llevar una praxis regida por el poder, el prestigio y el dinero que se aparta completamente del mensaje inicial del Evangelio.

 

5 comentarios

  • M.Luisa

    “Ser” coherente,  infundir credibilidad  supone   un previo “estar” nosotros mismos cohesionados interiormente. Ser de una sola pieza como se suele decir.  Sólo así se obra en coherencia. En definitiva, se es   consecuente.

    Hecha esta reflexión, de las tres denuncias  que el autor señala al final,  me referiré  esta vez a la coherencia política y esto por lo que de fresca es la noticia que salió ayer  en relación con el  senador del PP Ignacio Cosidó.

    En coherencia con la democracia, en efecto,  puede pensarse, que en la justicia española existe división de poderes, sin embargo, ¿Esto es creíble con el  whatsapp  en el que el citado senador   ayer decía tener controlada la Sala de lo Penal por la puerta de atrás?

    ¿Son coherentes y por tanto creíbles  los políticos que en la campaña de las próximas elecciones   de Andalucía en lugar de ofrecer propuestas  a sus votantes el rédito electoral se lo curran mejor  hablando   de Cataluña? y no precisamente reconociendo  lo bien que se han llevado siempre andaluces y catalanes, sino  Insuflándoles mentiras sobre ellos  y llevándolos al odio.

    ¿Son coherentes los políticos cuando, frente al “hecho” del carácter pacífico  de las manifestaciones  realizadas   cada 11 de septiembre desde 2010,  “dicen”,  hablan de violencia y rebelión?

    ¿El golpista fue Tejero o los golpistas fueron los políticos catalanes? porque reconocerán conmigo que si el arma del primero fue la pistola, las  armas de los segundos fueron las URNAS.

     

  • Mª Pilar

    ¡Extraordinario el mensaje que nos presenta este art.!

    En este mundo de hoy… ¡Que difícil resulta ser Coherente en el pensar, decir, y el hacer!

    Hoy, escuchando por radio, las exposiciones de nuestros políticos, ante cuestiones muy serias para la sociedad… asusta y mucho, comprobar, conque “gracejo insultante” exponen lo que dicen van a llevar a cabo.

    ¿Qué hacer ante esta postura tan vil y mentirosa?

    Por supuesto… ¡No votar-les!

    Sabiendo… que casi todo lo que de verdad nos concierne…lo tienen amañado entre dos partidos mayoritarios… a costa de toda el resto de la ciudadanía.

    En nuestra vida personal, no hay ninguna duda:

    Pensamiento, palabra y obra, tiene que estar totalmente acordes.

    Me pregunto, que en cuestiones de seguimiento a un Proyecto o creencia… No siempre se puede decir todo lo que se piensa, porque con ello se pueden herir otras formas de pensar y vivir ese pensamiento.

    Ese tema… queda en lo más íntimo de nuestro ser.

    Alguna vez lo he intentado, pensado que era bueno para la persona que compartía la conversación… y veo con claridad… que hay cuestiones tan arraigadas, que no es bueno diseccionar sus ideas… porque “yo”… tenga una base diferente.

    Y decido libremente, no crear una situación violenta; creo sinceramente, que tiene que haber un respeto, a lo que otras personas piensen al respecto.

    Otra cuestión muy distinta es: si se me pregunta directamente … cual es mi pensamiento.

    Para mi vivir personal:

    Lo tengo muy claro:

    Pensamiento, obra, palabra y vida, en total armonía.

    Contando, que soy una persona… limitada en todos los aspectos…pero que daría mi vida por ello.

    mª pilar

  • ana rodrigo

     
    No cabe duda que las tres denuncias que Mauriño expone nos resultan fáciles de identificar. Si todos los principio ético-políticos se llevasen a efecto por quienes son responsables de hacerlo, seguro que los pueblos no vivirían tan desprotegidos de sus derechos básicos y fundamentales.
     
    Lo de la Iglesia es aún más sangrante ya que posee en sus manos un tesoro de mensaje que, muchos siglos antes de que se concretase la Declaración de los Derechos Humanos, el Evangelio ya contenía, sin explicitarlos como derechos, nuestro deber de hacer el bien a toda persona que estuviese en el entorno personal. Jesús no fue un revolucionario de masas, aunque sí marcó las pautas de que hubiese igualdad, justicia, paz, trabajo, alimentación, salud, etc. a través de las parábolas como signos o metáforas de lo que debería ser la sociedad.
     
    Lo que vino después ya lo sabemos todos, una Institución que hizo oídos sordos a todas las propuestas evangélicas.
     
    Pero donde yo veo mayor dificultad es en nosotrosmismos, cuando tenemos que mirar hacia adentro de nosotros y de nosotras mismas. Por eso es tan importante lo que dice José María, a lo largo de nuestra vida debemos buscar el ser en coherencia con el pensar, el decir y el hacer. Haremos esto último si hemos incorporado a nuestro ser, a nuestro ADN, eso que queremos pensar, decir y hacer. Un manzano es un manzano y no puede producir melocotones….
     

  • Gonzalo Haya

    Es muy de agradecer este artículo que comparte con sinceridad una experiencia personal, una perplejidad que denota madurez, y una ilusión que, a pesar de los años, mantiene juventud.

  • Me ha gustado un montonazo el artículo.

    Pero he de reconocer que soy la quintaesencia de la contradicción. No exactamente de la contradicción , o si. No lo sé. Solamente sé que muchas veces no soy coherente con lo que pienso. Quizás siga viva por eso. Eso de ser coherente con uno mismo  , uf, es muy difícil.

    En fin.

    Un saludo cordial.