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“Dales también el manto”

Carta a la Iglesia de Dios que está en España

 Me permito parodiar la dirección que pone Pablo en alguna de sus caras, por no saber más en concreto a quien dirigir esta carta. El hecho es que estos días está siendo noticia el intento gubernamental de “recuperar” unos bienes que, según parece, la Iglesia se adjudicó indebidamente aprovechando una ley franquista de los años 40,  modificada por Aznar en 1998. No se trata de un paquete de acciones, ni de “preferentes” o cosas de ésas. Se trata en muchos casos de importantes monumentos antiguos, el más valioso de los cuales parece ser la mezquita de Córdoba, convertida hoy en catedral y punto mayor del litigio.

      Soy demasiado ignorante para entrar en los aspectos jurídicos del tema. Por otro lado, no creo que todos esos casos sean iguales, porque las  inmatriculaciones no las hizo globalmente la Conferencia Episcopal Española sino cada diócesis por su cuenta (Zaragoza, Córdoba…). Como suele pasar en estas lides, oyes a las partes y a cada una le parece que los argumentos de la otra son inanes y vacuos, mientras que los suyos son contundentes; y se hacen distinciones entre bienes públicos y bienes de interés cultural (que no son necesariamente públicos) que a mí me superan. Pero para eso existen los jueces: para aquilatar los argumentos, contraponerlos y emitir sentencia. Ahí no quiero entrar de ningún modo.

Hablando pues no como jurista sino como cristiano, cuando leo las noticies sobre este tema me vienen a la memoria unas palabras de Jesús que no sé si tenemos olvidadas: “al que te hiere en una mejilla preséntale la otra; al que te quite tu manto dale también la túnica y al que te pida lo tuyo no se lo reclames” (Lc 6,29-30). Lucas sitúa estas palabras de Jesús inmediatamente a continuación de sus explosivas bienaventuranzas: “dichosos los pobres, los hambrientos, los que lloran y los perseguidos”; malditos los ricos, los hartos, los que ríen y los perseguidores”. Y esa localización parece intencionada.

      A la mayoría de los no cristianos esas palabras de Jesús les parecen una solemne estupidez. Y hoy todavía más. Pero la pregunta es: a nosotros cristianos ¿nos parecen también una estupidez? Pongamos toda la sordina que haga falta al lenguaje hiperbólico semita. Recordemos que hay modos de hablar que te dicen cien cuando quieren que te quedes con diez, porque saben que si te dicen diez no te quedarás con nada. Pero, aun con esos matices, la pregunta vuelve: esas palabras de Jesús ¿no significan nada para nosotros? Y si nos dicen algo, ¿qué es lo que nos dicen?

      Porque además, la misma Iglesia ha dicho de sí misma que “no pone su esperanza en privilegios dados por el poder civil, más aún: renunciará al ejercicio de ciertos derechos legítimamente adquiridos tan pronto como conste que su uso puede empañar la pureza de su testimonio, o las nuevas condiciones de vida exijan otra disposición… Más aun, confiesa que le han sido de mucho provecho y le pueden ser todavía la oposición y aun la persecución de sus contrarios” (Vaticano II, GS 76 y 44).

      Esas palabras del Vaticano II ¿son otra estupidez como las de Jesús?, ¿son simplemente como las promesas de los políticos en campaña electoral, que ya sabemos que no significan absolutamente nada? ¿O resulta que, a lo mejor, Jesús le está diciendo hoy a la Iglesia: “al que te pida la catedral, dale también la mezquita”? ¿No podría valer la pena que, mientras los juristas estudian argumentos, el resto de los que quisiéramos ser cristianos oráramos todos a ver qué es lo que nos dice Jesús, y no solo lo que dice el derecho? En fin de cuentas, el mayor sentido y la primera finalidad de cualquier iglesia es precisamente la celebración de la eucaristía, que actualiza la última cena de Jesús. Y no parece que Jesús instituyera la eucaristía en ninguna catedral, sino más bien en una habitación cedida de una casa.

      Digo todo eso así de claro porque, por otro lado, puedo añadir que, cuando oigo a bastantes gentes de izquierda, no acabo de percibir un interés limpio por el bien común, sino más bien un afán sistemático de “joder a la Iglesia”. En Valencia, en Madrid, en Andalucía y otros etcéteras. No puedo ni quiero afirmar eso taxativamente, porque sé que nadie puede juzgar las intenciones de otro, dado que no las vemos. Solo digo que ecos de ese tipo me resuenan dentro; no sé si por aquello de “no es tan tonto como parece” o porque soy exageradamente suspicaz. Sí puedo decir que esa misma impresión la tienen otros. Y lo siento: porque, por razones sociales, me considero persona de izquierdas y creo que eso les hace perder votos.

      No puedo emitir juicio, repito. Pero en todo caso sí que pediría a esas izquierdas que examinen seriamente si sus intenciones son todo lo limpias y todo lo sociales que pretenden. Si los de un lado se hacen esa pregunta y, los del otro, se dejan interpelar por el evangelio, no creo que fuese difícil entablar un diálogo y llegar a algún tipo de acuerdo que, sería, a la vez, muy democrático y muy evangélico.

      Una postdata final. Me parece que es urgente examinar bien qué es lo que significa “propiedad pública”. El gran fracaso de muchos socialismos creo que ha estado en que lo que declaraban propiedad pública se convertía en “propiedad privada del poder”. Con lo cual no habíamos hecho más que pasar de unas manos particulares a otras. La tarea que propuso hace años Gaël Giraud, de cómo distinguir entre bien público y bien común, no veo que haya tenido mucha acogida.

5 comentarios

  • Julián Díaz Lucio

    Mee parece bien que se ponga un poco de sordina a las propiedades de la Iglesia, especialmente a las catedrales o monumentos. Pero hay que ver la necesidad de conservarlos por su valor artístico. Recuerdo que me dijeron en París que en Francia todas las iglesias contruidas antes de la Revolución Francesa eran propiedad del Estado francés, por la desamortización llevada a cabo en la Revolución. El uso se lo había dejado a la Iglesia para que lo utilizara, pero la conservación corria a cargo del Gobierno Francés. En nuestro país creo que habría que distinguir el uso y la conservación. Otra cosa es el dinero que algunas catedrales sacan por sus visitas artísticas. Eso sí tendría que controlarlo el Estado para que no haya negocios sucios en ello. De todos modos, los grandes monumentos, incluidas las catedrales no se han hecho para la gloria de Dios, sino para la gloria de algún grande, llámese obispo o  emperador. Y convenzámonos, la evangelización se transmite mejor sin la suntuosidad de las catedrales y sin las misas faraónicas que en ellas se teatralizan.

  • Mª Pilar

    Y yo… que soy a penas un suspiro… pregunto algo… o bastante indignada:

    ¿Por qué razón la iglesia, tiene que poseer propiedades?

    El ejemplo que nos pone el art. dice claramente:

    “Dales también el manto”…

    ¿Cómo se comen… las quejas de quien escribe el art.?

    Esa no es la propuesta de Jesús el Galileo, a quien dicen seguir… pero la iglesia poder esta..:

    ¡¡¡Tan alejada de su Proyecto de Vida!!!

    mª pilar

  • Honorio Cadarso

    Asun: Tus observaciones al texto me parecen muy atinadas y oportunas.

    El nacionalcatolicismo español, aliado a la derecha, ha creado un clima de tensión que todos debemos intentar superar. Y la izquierda española de hoy creo que hace esfuerzos en esa dirección. González Faus quizá no  valora suficientemente ese esfuerzo.

    El obispo de Bilbao Iceta era canónigo de la mezquita-catedral de Córdoba, cuyo cabildo creo que tiene en buena parte la responsabilidad de la actual situación y propiedad y explotación de la mezquita-catedral. O sea que los que defienden con uñas y dientes los supuestos derechos de la iglesia española a mantener sus supuestas propiedades, sacarles el máximo beneficio y no pagar impuestos por ellas, son elevados a altos puestos dentro de la Jerarquía de la Iglesia desde el Vaticano.

    La iglesia española vive “ligeramente” escorada a la derecha…Bueno, lo de “ligeramente” es en broma….Y va González Faus y nos recuerda que nos estamos pasando un pelín…Lo que pasa, Faus, es que pensamos con categorías heredadas del pasado lejano y del pasada menos lejano de la guerra que ganamos los católicos contra el comunismo…

  • Asun Poudereux

    No sé por qué siempre es a otros  a quienes se les pide diálogo, espíritu democrático y, por tanto, siguiendo al autor,  también lo es evangélico.

    Y estando de acuerdo con el toque de atención a lo que  viene a llamarse  “propiedad pública”, no puedo dejar de preguntarme,  si el  bien común, del que se habla al final,  ha estado antes presente, y acogido de modo real,  el bien de todos sin excepción, en estos casos  y otros que  nos ocupan en la Iglesia. 

    El que esté libre de culpa que tire la primera piedra. Seamos mucho más honestos.

  • Dios santo !!

    Menuda iglesia progresista.

    Así nos luce el pelo a los católicos.

    Aaaaaaayyyyyyyyy.