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La Virgen de agosto

Un pequeño homenaje a Fernando Urbina (Murcia 1923-Madrid 1992)

         ¡Ojo que hoy es fiesta mayor!. En Los Alcázares asentado en la orilla del Mar Menor, frente al Estacio de La Manga, con la isla de la Hormiga entre las dos orillas, pueblo de pescadores y desde los años veinte del siglo veinte, base de hidroaviones de la Aviación, no había ayuntamiento pues pertenecía la mitad a San Javier y la otra parte a Pacheco, pero había dos Iglesias, la Caridad una y la Asunción, patrona del lugar, la otra.

         Un muelle de tablas sobre pivotes de madera servía de atraque a los barcos pesca; con vela latina los he conocido y navegado hasta casi los años sesenta, con motores de pistón que se encendía con yesca y mecha, igual que los ideales amarillos o azules, liados contra el viento y encendidos pese a él. Aviso: para ese menester hay que dominar la técnica de los vientos y la sabiduría del chupar a pecho al primer asomo de lumbre.

         El Luiso hijo de un Luiso viejo, pelo blanco al cepillo y esparteña negra los domingos, como todos incluidas las criaturas, y descalzo entre semana, y nieto de otro Luiso del cual tomó nombre la dinastía. El primer Luiso que cité antes, Antonio, era moreno tirando a negro como un tito, el cabello ensortijado, delgado, camisa sin cuello vuelto, tenía una barca de madera con motor de gasoil que torpedeaba en la tarde silente sobre la mar entre el gris del gres y el verde de las algas del fondo. Gastaba pantalón de dril comprado en los proveedores del Cuartel de Instrucción de Cartagena, como los que mercaba a últimos de primavera nuestra madre o alguna de nuestras muchas tías carnales o hijas de primos carnales o hermanas de abuelas, naturalmente más carnales que nadie pues de ella veníamos unos y otras.

         Antonio el Luiso, pasaba por la playa y al llegar a nuestra casa gritaba “nene, ¿vienes?”. Iba con él a calar el trasmayo que recogía de madrugada según apuntaba el sol al este, al oriente. El trasmayo, con cañas de sujeción del cerco, tenía tacos de corcho flotante con las banderolas que demarcan el lugar del Luiso. Cuando al día siguiente se daba el primer toque de la misa de ocho regresarán los trasmayeros al muelle de la Pescadería.

         La barca grande del Luiso era la que embarcaba cada 15 de agosto, la imagen de la Virgen de la Asunción, “Virgen de los Alcázares, alcázar de oro, que tenéis el cariño de un pueblo fiel, Señora de los mares, dulce tesoro…” canta el himno. La imagen es chica, de pasta de madera y de diseño ingenuo, con las manos alzadas al cielo para ayudarse a ascender. Manto azul, vestido blanco, corona de oro. Como debe ser. Si no es así, ¿qué clase de patrona sin categoría íbamos a tener?

         Sale de su templo a las cinco y media con el sol a Occidente, el mar en calma pues el jaloque ha caído en señal de respeto, un cielo azul brillante que irradia luz sobre las personas que se apiñan en la playa y en el embarcadero. Suena la Marcha Real. Tocan una caja, dos saxos y una corneta. No hay más músicos y no hay dinero para traer una banda de San Javier. El celador de la Armada, don Simón, de blanco de media gala. El cabo de los civiles con correaje dorado. El pedáneo con la vara y los borlones, aprisionado en la chaqueta que no se ha puesto desde que casó a Luci, su cuarta cría. García el alguacil con la gorra de fiesta y camisa blanca. El cura con capa de galones dorados y fondo blanco de raso. Los monaguillos de rojo y sobrepelliz blanca. Empieza el rosario cantado. Lloran las madres, tías y abuelas en los poyetes de las casas de la playa recordando a los ya ni están, ni estarán, pues la Virgen los ha acompañado en el último viaje, que para eso es Madre y Señora. Gorras, sombreros y boinas a la mano. Los cigarros se apagan. Pasa Nuestra Señora, que es mucho pasar para tanta vida como se ha recorrido desde el 15 de agosto del año pasado.

         La barca de Antonio el Luiso, repasada de pintura desde la línea de flotación hasta el braupes, lleva banderolas por los costados. Sube la imagen a bordo y se afianza a un perno seguro. Inciensa don Ramon, con tres ductus de dos Ictus. Suena ahora la Marcha de Infantes. Arranca el motor a coger a babor para virar a media yarda y recorrer la playa casi hasta Los Urrutia, hacia el sur. Se ve la sierra minera y desolada de La Unión al fondo. Para el motor, el cura canta un responso pues aquí se ahogó este invierno un zagal al que se le cortó la digestión según su abuela y según sus amigos porque se quiso ahogar por el despecho de una nena de Él Algar que no lo quería. Réquiem aeternam y sigue el barco.

         La misa de regreso es a las nueve de la noche. Todo resplandeciente cera encendida y luces de las lámparas de lágrimas del techo. Este año celebra la misa y predica don Fernando Urbina, hijo de los marqueses de Rozalejo que son dueños de mucho terreno del término y tienen la Hacienda con casa palacio y templo grande en La Roda, junto a La Ermitica. Don Fernando escribe mucho y tiene mucha fama. También en Atrio muchos de los que escriben y comentan lo conocen Aquí dicen que es un sabio. Cuando éramos más chicos y ayudábamos las misas, la señora marquesa venía a oír la de las doce, en cabriolé con cochero de uniforme azul y gorra plana, cuando no estaba su hijo y al terminar íbamos besarle la mano y nos daba un perro gordo a cada nene. Hoy predica su hijo que es sabio pero, como se ha criado aquí, conoce el paño y se hace entender. No habla del espesor de lo real, como luego en la JOC y en el seminario le escuchaba.

         Efrén o un servidor íbamos en bici a La Roda a ayudarle en la misa que celebraba en la iglesia de su hacienda. Cuando estaba mal, tardaba ente dos y tres horas en decir misa. dos o tres veces al año se venía de Madrid porque ya no podía más. Cuando le acompañábamos de paseo estaba en silencio casi todo el tiempo. Recuerdo a menudo esos silencios y el sufrimiento de don Fernando, pues aprendimos mucho de él y cumplía bien lo del salmo 37 “guarda silencio delante De Dios y confía en él “. Ya no hay curas así que estén en el borde del precipicio de Dios y casi se caigan en él. Los ahora lo saben todo y los obispos lo llevan escrito en cuartillas al predicar. Don Fernando sufría con Dios y se le notaba. Algo se nos pegó y así estamos, más callados que en misa.

         Entra la Virgen después de que el cura bendiga las aguas y a las gentes. Tocan las campañas a gloria. Don Fernando, alto, altísimo, sale de la sacristía asombrado de lo que ve y oye. In nomine Patris…..

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5 comentarios

  • olga larrazabal

    Leyendo el link de Fernando Urbina, hay una pequeña frase, pero significativa de lo que los hagiógrafos atribuían al santo polaco Estanislao de Kostka acerca de que “no miraba a su madre porque era demasiado bella”.

    En mi infancia, quizás porque íbamos a Misa a los Salesianos o porque mi padre ayudaba a un párroco italiano salesiano que nos llenaba de santitos, llegó a mis manos la Biografía de Don Bosco y la de Domingo Savio, un chico italiano que creo que es beato.  Y en una de esas dos biografías decía algo así como que el personaje “no se dejaba abrazar por su madre, para evitar impurezas” o algo por el estilo.  Yo tenía menos de 7 años, y encontré que la frase era tan absurda, que boté el libro.  Que alguien rechazara a su madre, que para mi era lo más preciado del mundo, significaba que esa persona era tonta de capirote, no santa. Y los bonos de la IC comenzaron a bajar en mi cuenta regresiva.

  • Román Díaz Ayala

    yo poseo, que guardo como oro en paño, un trabajo de Fernando Urbina para Societé D´Histoire Chrétienne en su texto en Castellano de 1979; “La Iglesia Española en el franquismo”. que es un repaso histórico donde su tercera parte: posfranquismo, no tiene desperdicio. entonces era presentado como Profesor de Teología en el seminario de Madrid y Director de la revista “Pastoral Misionera”

    Denunciaba el peligro de  la “retemporalización” de la Iglesia Española cuando ya en noviembre de 1977 cuando la Asamblea de los Obispos publicó un texto sobre “los valores morales y religiosos en la Constitución” Y entre los problemas sobre el pluralismo en aumento de “las comunidades de base” (En un principio llamábamos comunidades de bases a las distintas comunidades y grupos infraparroquiales) Veía la tensión entre un espiritualismo que alejaba a sus miembros del compromiso histórico social y aquella otras que apostaban por el compromiso ético-social con el pueblo. Ambas tendencias tenían en común una ruptura con el confesionalismo tradicional, algo que ahora no se percibe. Ya señalaba la crisis espiritual interna de  creyentes en general y sacerdotal en particular.

  • oscar varela

    Hola!

    Este escrito (y en parte, otros) de Alberto

    pertenece al siglo XVII por su estilo “barroco”:

    Enrosca y nos envuelve en espirales tornantes,

    y los sentimientos laten en el desengaño,

    casi, casi pesimistas.

    Su parte de razón tiene.

  • ana rodrigo

    Encontré tu escrito, Antonio, sobre Urbina.

    Acabo de escribir en el hilo de Carlos sobre el más allá y me he acordado de estos dos marqueses, uno dejó una institución de riqueza y poder, y el otro se dedicó a los necesitados y a luchar por la justicia, qué “se dirán” en ese otro mundo o mejor dicho, qué les habrá “dicho” Dios.

    Y ya que San??? Juan Pablo II no canonizó a Marcial Maciel cuando lo puso como ejemplo para la juventud y lo besó como a un venerable y virtuoso varón. Y mientras San Juan Pablo II no se enteraba de la corrupción de menores por clérigos y obispos extendida y expandida por todo el orbe, y él el la luna, mirando al cielo.

  • Antonio Duato

    ¡Me ha revuelto tantas cosas este recuerdo de Alberto al gran común amigo Fernando Urbina!

    Tembién yo le conocí en esa su casa solariega de La Roda, en vida aún de su madre.

    He escrito mucho sobre él, aunque los recuerdos principales de veinte años de estrecha amistad “los guardo y rumío en mi corazón”. Un escrito, a los diez años de su muerte, lo públiqué ya en la versión primitiva de ATRIO, con el título Fernando Urbina:  Verdadero marqués y santo sin canonización. Fue reproducido en otros medios, críticos hacia el Opus. Al releerlo ahora observo mi estilo prmeioso de documentar toda la información con enlaces a documentos digitalizados, entonces más difíciles de conseguir. Estaba iniciándose Google. Tuve que buscar ese número del BOE de 25 de enero de 1968 en una biblioteca. Hoy está accesible en Internet…