¡Felicidades, Cármenes!

Antes de acabar el día, quiero felicitar a las Cármenes.

Sin querer citarlas a todas, me reduzco a a felicitar especialmente a tres Cármenes que han tenido una especial relación con ATRIO y con mi vida:

Carmen, la reciente atriera que entró en Atrio por primera vez en julio del año pasado, en un post de Gonzalo Haya. Se presentó con humildad y respeto, hablando siempre de usted a todos, sintiéndose ignorante pero manifestando una gran sabiduría. Creo que no solo para mí, sino para muchos, ha sido como un vientecillo fresco y vivificante que ha sacado muchas veces el sentido profundo de una cuestión y pacificando a quienes entrábamos lanza en ristre a defender nuestra verdad. Ved el primer comentario de hace un año: 12 julio 2017, 23:37 pm . Y ved el que escribe hoy mismo, comentando el artículo de Gil de Zúñiga: 16 julio 2018, 22:25 pm

Yo diría que es la misma preocupación por encontrar en el fondo de la propia conciencia la presencia que quien todo lo sostiene y que se escapa a nuestras elaboraciones conceptuales. ¡Felicidades, Carmen! ¡Que puedas acompañarnos en este incesante camino de búsqueda muchos años más!

Carmen Hernández Rey. Fue de las primeras que entraron a comentar en ATRIO. Extremeña, luchadora por la liberación y el empoderamiento de la mujer, que se ha dejado la vida en ejercitar un feminismo auténtico y sincero, que le llevó a a criticar palabras y hechos de la iglesia extremeña y de los bienpensantes que la acompañan. No aparece mucho por ATRIO porque tal vez no nos vea suficientemente decididos en la acción. Pero sé que nos recuerda y tiene amigas y amigos por aquí…

No tengo sus primeros comentarios. Debió ser hacia 2005. Los firmaba con este nick: Benedicta XVI. ¡Felicidades, Carmen y que sepas que estamos más cerca de ti de lo que tú crees!  Estás en la lista de fundadores de ATRIO desde 2007, ¡en aquella reunión de Madrid! ATRIO es tan tuyo como mío. Ver Proyecto ATRIO ¡Envíanos al menos alguna poesía de vez en cuando!

María del Carmen Machancoses Trenco. No llegó a conocer ATRIO, pues murió en Cuba el año 2000, a los 63 años, cuando estaba ya a punto de acogerse a la bien ganada jubilación, como administrativa del Estado. No pude escribir una memoria sobre su vida en este blog que empezó un año después. Pero como sí que escribí algo, aunque creo que ningún medio lo publicó, quiero participaros lo que el día de su muerte escribí, pues, al fin y al cabo, ella es una de las mujeres que mejor me enseñó la mentira del clericalismo y la verdad de la simple bondad laica.

Carmen 4-12-2000

Hay grandes, extraordinarias personas, que no llegan a ser personajes y tras cuya desaparición quedan tan en el anonimato como estuvieron en su vida. Sólo quienes tuvimos la suerte de vivir cerca de ellas nos rebelamos contra el silencio y quisiéramos revelar a todos la grandeza de quien se ha ido.

Creo que ya se contarán por centenares los valencianos que llegaron a La Habana con el teléfono de Carmen Machancoses y volvieron diciendo que lo más interesante de su viaje había sido el ambiente de su casa siempre abierta y el contacto con el pueblo cubano real que les había proporcionado. Funcionaria de la Embajada Española en Cuba, Carmen fue a La Habana buscando experiencias de vida y humanidad, se mezcló con el pueblo cubano, amó mucho y fue muy amada. En su casa podías encontrar lo que las agencias turísticas no te proporcionaban: cantantes, profesores de universidad, médicos, artistas, mecánicos, albañiles… al pueblo cubano manifestándose como es.

Al final las tertulias de Carmen se habían institucionalizado. “Es que, con tanta carestía, todos los días venían a mitad comida tres o cuatro, diciendo que ya habían comido, pero con ¡una cara de hambre! Así que he fijado un día a la semana para que todo el que quiera pueda venir a cenar y platicar a gusto. Y a esa reunión vienen siempre españoles de paso. A veces estoy tan cansada que me quedo dormida, acurrucada en un sofá, pero feliz de que la tertulia o la juerga siga… Soy una privilegiada, viviendo en Cuba con sueldo de dólares y acceso a las “diplo”.  ¿Qué menos puedo hacer por esta maravillosa gente?”

Yo había conocido a Carmen hace cuarenta años. A los veinte años, sin haber podido concluir sus estudios, se había puesto a trabajar en Hacienda, pues era la mayor de seis hermanos y tenía que aportar algo a casa tras la muerte de su padre. Ya entonces, la que parecía destinada para la rigidez de formas, normas y rutinas, se liberaba interiormente de ataduras y prejuicios, sin dejar por eso los grandes valores éticos heredados: solidaridad y respeto por la persona humana, sea cual sea su circunstancia o su cultura. Después, cuando su familia ya podía prescindir de ella, dejó Valencia y buscó nuevos horizontes y ambientes en Madrid, Barcelona (allí viví yo con ella y sus amigos la inolvidable Diada del 77…) y luego Cuba.