Para reflexionar en la fiesta de Santiago Matamoros, patrón de España
El siglo XXI está llamado, quizá, a consagrar definitivamente la autonomía de las instituciones de cualquier lazo con las religiones o las culturas. Ya no tienen sentido las democracias cristianas europeas o de otro signo religioso. Pero los viejos usos subsisten a pesar de la globalización.
A nivel europeo hemos pasado, en lo sindical, de los Círculos obreros católicos, a los Sindicatos, primero, católicos y luego cristianos, y a un progresivo abandono de las democracias cristianas por denominaciones cien por cien laicas. Pero es cierto que no pocos colectivos se resisten a abandonar sus atavismos. El PNV de aquel “Jaun Goikoa ta Lege Zaharra” (Dios y Tradición), sigue manteniendo en sus órganos de expresión secciones de teología o catecismo católico, y Angela Merkel con otras derechas europeas siguen con sus denominaciones políticas impregnadas de catolicismo.
Del otro lado, grupos musulmanes aspiran a formar dentro del organigrama europeo partidos políticos de profesión religiosa islámica, y un novelista francés ha escrito un libro que preconiza la alianza del socialismo francés con los islamistas moderados, que ganan las elecciones y permiten la llegada al poder de los musulmanes y la aplicación de la ideología del Islam en la vida francesa.
Temerosos de estos proyectos extraeuropeos, grupos católicos pretenden impedir esa aspiración islamista, pero mantienen a capa y espada una línea política que favorece con privilegios a la religión católica. La lógica debería imponerse y consagrar de una vez el carácter laico del Estado y el respeto de todas las religiones por igual.
A niveles más próximos al ciudadano de a pie, regionales o municipales, en el Estado español las fiestas populares se siguen llamando y celebrando como los Cármenes, Santa Isabel, San Pedro, San Sebastián, Santa Bárbara, la Virgen de Agosto, mientras el fin del Ramadán solo se puede celebrar en la intimidad familiar o grupal de los musulmanes emigrantes, a lo sumo invitando a algunos europeos simpatizantes a participar. Y los emigrantes rumanos se pueden permitir celebrar una fiesta campera en la plaza del pueblo con bailes y canciones de su país.
Calendarios y festejos municipales o regionales cien por cien religiosos y exclusivos de la población autóctona, privilegios para las religiones de marchamo europeo y exclusión de las venidas de fuera…
Y en la fiesta habrá un homenaje a los jubilados con una misa solemne y ramo de flores a la puerta de la iglesia para los de más avanzada edad, y comida-invitación del Ayuntamiento, a cuyos eventos solo podrán acudir los nativos autóctonos y creyentes…
Decididamente, estamos en la edad de la indecisión, acogemos a los africanos o sudamericanos o asiáticos con simpatía, pero seguimos considerándolos como forasteros y ciudadanos de segunda categoría.
Dejaremos nuestras costumbres, nuestra identidad y nuestra esencia por los que vienen de fuera y por los que practican una religión de sangre y lascivia. Repugnante reflexión la suya, además de peligrosa.
La NUEVA GENERACIÓN (nacida en este siglo XXI)
desembarca en un Mundo radicalmente diferente:
* Ciencia
*Tecnología
Ese “nuevo mundo” anda postulando
una NUEVA EPISTEMOLOGÍA.
(E, Düssel, Boaventura do Santos)
Ya vimos algo con el Libro de Juanjo Tamayo
Frase lúcida a considerar:
– “Decididamente, estamos en la edad de la indecisión”-
Podría usarse la palabra “DUDA“,
que es la que genera la “in-decisión“.
¿Cómo “salir-de-la-duda“?
Casi siempre se sale (uno se la saca)
Se la saca a las patadas.
Esto solo lo puede hacer OTRA GENERACIÓN.
Tal vez sea la última Lección
que nos toca vivo-aprender a los viejos!
Para ello, el Aforismo del Peregrino que ve acercarse una nueva Caravana:
“Bebe del Pozo,
y deja el lugar a Otro“.