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Y el Estado seguía allí

La luz que aporta un historiador al tema del procés que aún se arrastra. AD.

Por Santos Juliá, El País, 5 de febrero 2018

No ha sido La Moncloa la que ha triunfado frente al separatismo catalán, como gime el ‘expresident’ Carles Puigdemont. Ha sido el Estado el que ha logrado encauzar la situación sin necesidad de recurrir a la violencia

Desde que irrumpió en escena, allá por la última década del siglo XIX, una constante del catalanismo político ha sido su propensión a dar un paso adelante cada vez que percibía una debilidad, una crisis, en el Estado español. Ocasiones no han faltando, tratándose de un Estado más o menos liberal, caracterizado por sus imprevisiones, lentitud, pobreza y timidez, como lo definió Manuel Azaña en su primer texto sobre “la cuestión catalana”, publicado en 1918. Ha transcurrido un siglo desde entonces, pero el catalanismo nunca ha renunciado a su idea de que cualquier avance en la autonomía de Cataluña era una concesión arrancada a un Estado débil.

Fue lo que ocurrió cuando más que a una pasajera debilidad del Estado, los nacionalistas catalanes asistieron al derrumbe de un régimen, la Monarquía de la Restauración, en abril de 1931. A pesar de lo pactado meses antes con el conjunto del republicanismo español, el máximo dirigente del recién creado partido de Esquerra Republicana proclamó hacia las dos de la tarde del 14 de abril la República catalana, trasmutada unas horas después en el Estat Català, sota el regim republicà. Fue necesario que el recién instaurado Gobierno provisional de la República española enviara a toda prisa a tres ministros para convencer a los nacionalistas catalanes que aceptaran la reinstauración de la Generalitat y presentaran un estatuto de autonomía a las futuras Cortes constituyentes.

Tres días duró el experimento, pero en otro momento de crisis, esta vez en la República, y mientras los socialistas declaraban la revolución en los primeros días de octubre de 1934, aparecía en el balcón de la Generalitat su presidente Lluís Companys para proclamar un Estat català dins la República federal espanyola. Rápidamente liquidado por el general Batet i Mestres, esa experiencia no fue óbice para que desde los primeros meses de la Guerra Civil menudearan los memorandos dirigidos en nombre del presidente de Cataluña y del presidente de Euzkadi a Reino Unido y Francia para alcanzar una paz separada, presentándose en octubre de 1938, como una tercera fuerza en la Peninsular War. Pensaban que con el apoyo de las dos potencias democráticas podrían establecer una zona francófila al sur de los Pirineos y poner a disposición de los británicos las bases navales necesarias —en Barcelona, Valencia o Cartagena— para equilibrar el creciente poderío naval de la Italia fascista en el Mediterráneo. Era el eje Bilbao-Barcelona al que Manuel Azaña dedicará uno de sus últimos escritos.

Ahora o nunca, se dijeron los independentistas. Esa fue toda la estrategia

Batallas de otros tiempos, se dirá. Y, desde luego, lo fueron, pero no es puro azar que cuando todo el exilio vivía en 1944 y 1945 la expectativa del fin de la dictadura y la restauración de la República como resultado poco menos que ineluctable del triunfo aliado contra nazis y fascistas, una delegación en Estados Unidos del Consell Nacional Català presentara ante las Naciones Unidas El cas de Catalunya ilustrado con un mapa de cinco Peninsular nationalities: Galicia en su rincón, Cataluña extendida por tierras de Valencia, Baleares y franja de Aragón, Euskadi ampliada con la anexión de Navarra, equilibrando así entre las tres el peso de la nación más extensa, Spain, para que Portugal se sintiera cómodo ante el proyecto de Confederación de Naciones Ibéricas.

Esta historia pareció entrar en una nueva era cuando, en medio de la crisis final de la dictadura franquista, un renacido catalanismo político reivindicó el derecho a la autonomía para todas las nacionalidades y regiones de España como condición inexcusable de su participación en el pacto constitucional. Nacionalidad, por cierto, que era ya, a la altura de 1978, un concepto de tradición más que centenaria en el léxico político catalán, como Josep Benet se encargó de informar a Julián Marías, que lo consideraba un anglicismo de recentísima moda. No lo era, en absoluto, sino, junto a regiones, la fórmula debatida y finalmente pactada por toda la oposición democrática como expresión de la identificación, tan catalana y española en los años setenta, de la democracia con la libertad, la amnistía y los estatutos de autonomía

El paso adelante del catalanismo político se ha convertido en un salto al vacío

Y así fue hasta ayer mismo, cuando ante una nueva y profunda crisis de Estado, el paso adelante del catalanismo político se convirtió en un salto al vacío. Desde que Artur Mas anunciara, con toda la solemnidad que el asunto requería, la refundación del catalanismo muy poco antes de que la Gran Depresión abriera sus fauces, se extendió entre los nacionalistas catalanes la convicción de que el Estado español construido sobre la Constitución de 1978 había entrado en barrena. Más aún, que no había Estado en España, sino, por un lado, una asociación de políticos corruptos bien afincados desde 2011 en el Gobierno y, por otro, una multitud indignada, dispuesta a dar en la calle la batalla contra el muy pronto denostado régimen del 78.

Ahora o nunca, se dijeron. Esa fue toda la estrategia. Basados en un inamovible 47,7% de electores, pero sostenidos en un amplio entramado de asociaciones, institutos, ateneos, academias, ONG, intelectuales, docentes, emisoras de radio y televisión, con un poder de convocatoria excepcional y bien engrasado con dinero público, el Gobierno de Cataluña y los diputados que formaban con una minoría de votos la mayoría parlamentaria dieron por hecho que un referéndum ilegalmente convocado sería suficiente para declarar un nuevo Estado. Lo mismo que Macià en 1931 cuando se hundía la Monarquía, lo mismo que Companys en 1934 cuando el Gobierno de la República hacía frente a la revolución socialista, ahora, en 2017, sería Puigdemont quien, ante la crisis de régimen, asumiría para la coalición secesionista todo el poder en Cataluña. Una gesta o, como esperaba la CUP, comienzo de una revolución que abriría el camino de la liberación al resto de nacionalidades y pueblos de España.

Las expectativas se dispararon cuando el Gobierno del Estado decidió, en un día aciago, ocultar su debilidad tras una mostrenca exhibición de fuerza. No el Gobierno, que con su pasividad, primero, y su desventurada actuación, después, solo remediada a última hora con la aplicación pacífica del ya famoso 155 y la convocatoria de elecciones, ha dado alas al movimiento por la independencia, pero sí el Tribunal Supremo, el Consejo de Estado y el Tribunal Constitucional, que con sus autos, informes y providencias han mostrado que el Estado conservaba la fortaleza necesaria para contener el asalto perpetrado desde instituciones del mismo Estado. No ha sido La Moncloa, que ya ha comenzado a pagar su cúmulo de errores y corrupciones, la que ha triunfado en esta desgraciada confrontación, como gime Puigdemont; ha sido el Estado, ese dinosaurio que seguía allí, quien, por el momento, ha logrado encauzarla sin necesidad de recurrir a la violencia.

Santos Juliá es historiador.

11 comentarios

  • Honorio Cadarso

    Me da la impresión de que el gobierno que nos gobierna desde Madrid demoniza y condena todo aquello que contradice a su forma de ver las cosas y a sus intereses como partido en el gobierno. Los jubilados y viudas, con sus subidas del 0,25% que más que subidas son recortes, los obreros, con sus salarios muy por debajo de los mil euros, sus horas extra no pagadas, sus recortes etcetera etcetera, los que quieren aplicar la Ley de Memoria histórica y no les dejan, los que viven como reyes a pesar de sus delitos de corrupción, todos son (somos) víctimas de la misma receta de abuso del poder que se aplica en Cataluña.

    Pero eso no quita para reconocer que la estrategia de los independentistas catalanes se mueve con el mismo desprecio a la ley y al ciudadano de a pie que los que gobiernan desde Madrid. Por ejemplo, con los emigrantes que cuidan las granjas de cerdos de Vich y los mataderos y despieces de los mismos, o los del Palau de la Música, o los del 3%, o…

    Que cada palo aguante su vela…Rajoy gobierna con una mayoría muy discutible y una ley electoral más discutible todavía. Los independentistas se apoyan en una mayoría tan frágil y turbia como Rajoy. El juego político en España y en todo el universo neoliberal está corrompido, y la solución es recuperar el juego democrático limpio, si es que alguna vez lo hemos tenido…

  • Nacho dueñas

    Carmen:

    Pues si mi tono no te gusta, no tengo ningún inconveniente en retirarlo y pedirte disculpas. Me mantengo, no obstante, en mi posición de fondo.

    Un abrazo a tí, a Juan y a todas.

    Nacho.

    • Carmen

      Es que tengo un carácter muy fuerte, pero a la vez soy muy sensible. Me gusta discutir a tope, pero poder acabar riéndome de mí misma. Si en una discusión se utilizan los descalificativos personales, es como si desapareciera la magia .
      Con el tiempo me di cuenta de que ese salto que se da al ataque personal, es porque faltan argumentos. Pero ese salto es efectivo, al menos conmigo lo era,ya no, porque te desconciertas, no entiendes,te sientes mal y abandonas.
      Me parece muy bien que mantenga lo que piensa . Si estoy convencida soy capaz de estar horas y toda mi vida si hace falta manteniéndolo frente al universo entero.
      Un abrazo.

  • Carmen

    No soy una persona reposada y tranquila.

    Pero no sé si los descalificativos personales forman parte de una argumentación. Y digo no sé porque son muy frecuentes y los he sufrido mucho.

    Personalmente no me gustan en absoluto.

    Un saludo cordial.

  • francisca Balaguer

    Muy de acuerdo con Nacho Dueñas.Todo mi apoyo a mis hermanos Catalanes.

  • Nacho dueñas

    Juan:

    Yo no juzgo la totalidad de la persona y de su obra, pues las desconozco.

    Pero en ese libelo (llarmarle artículo es pecar de optimista, miente (falta de ética) o se equivoca (incompetencia), al afirmar que:

    -Fue el Estado y no el gobierno quien se cargó la opcion separatista (eso  lo dice un alumno de 1º de derecho y lo suspenden de por vida).

    -El desmontar la operación separatista se hizo sin violencia (no dijo eso AI, pues se dierno palos literales, se evitó mediante el amedrentamiento policial (por muy legal que fuese), el que la gente votara pacíficamente, se generaron heridos, exiliados y presos políticos, además de que se abusó, en plena aberración jurídica, del término “sedición”. He aquí la violencia que S Juliá miente.

    En la medida en que ese libelo representa a la persona y obra suya, yo afirmo que es un paleo-progre y que no es el listo de la clase. Y encima escribe en El País, lo cual es un agravante ab aeternum de lo que vengo afirmando.

  • Juan García Caselles

    No tengo datos suficientes como para juzgar al Sr. Santos Juliá. Por eso pregunto: ¿ Lo que cuenta es mentira?

  • Antonio Toston De la Calle

    ¿Como librarse de la furia que invade últimamente a estas tierras de parte de la Península Ibérica es, la de hacer ostentación de una bandera?. Nos han convertido en hooligans fanáticos del equipo España, como si el no hacerlo fuera ya uno sospechoso de estar en contra. Y todo por el nacionalismo de dos bandos en los que yo no milito. Y se hace hasta el punto de tomar indebidamente un verso de mi entrañable DON ANTONIO MACHADO, poniendo de él algo que jamás dijo: “…que las dos Españas han de helarte el corazón”,  dijo sí, que “UNA de las dos Españas, ha de helarte el corazón….”Pero es que todo vale para manipularte, para decirte que tienes que alinearte con ellos. Y a mi no me da la gana. No llevo ninguna banderita ni en reloj ni en el balcón de mi ventana. Por que mi respeto es a seres humanos, a los que juzgo según sus actos no según la nacionalidad de la que haga ostentación. Malos tiempos para los que no se ponen bajo la protección de banderas, cuando lo que se pretende es que con ellas se puedan justificar los atropellos de  los derechos y la dignidad de los demás.

  • Nacho dueñas

    Amigo Isidoro:

    Depende de cómo opine: si ese alguien es lúcido y honesto, y ofrece datos, fuentes y argumentos, tendrá todo mi respeto, aun en la discrepancia.

    Por supuesto, no es el caso del inefable Santos Juliá, y de su inefable pasquín. A mi, por mi parte, me duele la mano de ofrecer datos, fuentes y argumentos. Y de solicitarlos (generalmente en vano).

    Saludos.

    Nacho.

  • Isidoro García

    Amigo Nacho: ¿Tú que pensarías de alguien que opina que todo el que no opina como él, o es tonto, o lee sólo medios que desinforman, o peor aún, están vendidos al demonio americano?.

  • Nacho dueñas

    Este Santos Juliá es un paleprogre (que es la versión caricaturesca del izquierdista), y El País pertenece a un grupo financiero de EEUU, y ha violado todos las normas y codigos morales con Cuba y Venezuela, mintiendo (léase “Desinformacion: Cómo los medios ocultan el mundo”.

    El Santos Juliá, que no debió ser el listo de la clase, endosa el triunfo del separatismo (?) no al gobierno, sino al Estado, como si el gestor principal del Estado no fuera el gobierno.

    Y critica (con todo su derecho) al nacionalismo catalán, pero ni media palabra del nacionalismo españolista, que obvia, niega o ignora.

    Además, como si no fuese historiador, afirma que para dicha victoria sobre el “separatismo” nose usó la violencia.

    Para este señor, los palos policiales (por mucho que el catalanismo los exagerara), denunciados por AI no son violencia.

    Para este señor, el generar exiliados y presos políticos no lo es.

    Para este señor,aplicar el delito de sedición, forzando el espíritu y la letra de la ley, no lo es.

    Para este señor, evitar que la gente vote pacíficamente, a palo limpio no es violencia.

    No, no fue Santos Juliá el listo de la clase…