Es un secreto a voces que, en España ahora mismo, es demasiada la cantidad de gente que, por un motivo o por otro, se siente descontenta, inquieta, insegura, en una situación de profundo malestar. Como es lógico, la política y la economía tienen mucho que ver con este sentirse mal de tanta gente. Si vivimos en un país en el que los políticos han organizado (o permitido que se organice) la economía de forma que la desigualdad entre los más ricos (unos pocos) y los más pobres (una notable mayoría) es la que más ha aumentado en Europa en pocos años, ¿Cómo no vamos a hablar de un profundo malestar y de una situación que claman al cielo? Por eso también hay que preguntarse, ¿tiene que ver algo en esto la religión? Más en concreto, ¿tiene alguna responsabilidad la Iglesia en que las cosas estén tal como están?
Aquí no vale echar mano del consabido argumento según el cual lo que tiene que hacer la Iglesia es quedarse en sus templos y dedicarse a sus rezos, dejando a políticos y economistas, para que sea ellos –los que saben de las cosas de este mundo y tienen los poderes correspondientes– quienes organicen y gestionen la vida de un país para que funcione lo mejor posible.
Por supuesto, así tendría que ser, si políticos y economistas fueran ángeles del cielo. Pero de sobra sabemos que no lo son. Como sabemos también que, en demasiados casos, políticos y gobernantes son gente corrupta, que utilizan sus cargos y su poder en provecho propio y a costa de los más débiles. Además, esto se hace de manera que a la gente se le dice lo que va bien y se le oculta lo que va mal. Por eso, sin duda, los gobernantes no paran de repetir que la economía de España es la que más sube en Europa, cuando en realidad España está casi a la cola en la asombrosa desigualdad entre los más ricos y los más pobres. ¿Quién entiende este “galimatías” de mentiras, medias verdades y trampas que se ocultan según conviene al capital y al poder? No le falta razón al novelista Upton Sinclair cuando nos recuerda que “es difícil hacer que un hombre entienda algo cuando su salario depende de que no lo entienda”. Es exactamente lo que ahora mismo le está pasando a mucha gente cuando, por una parte, oye lo que dicen los que mandan y, por otra parte, percibe (cuando lo percibe) un jornal que ni es seguro, ni le da para llegar hasta final de mes.
Y mientras tanto (o que yo sepa), hasta ahora, nuestros obispos cavilando si se puede o no se puede comulgar en la mano, si hay que negarles los sacramentos a los divorciados vueltos a casar, si los homosexuales están o no están empecatados, si la Iglesia tiene que ir por donde pretende llevarla el Papa o si no sería mejor que las cosas funcionen como pretendía Rouco. Pero, ¿y si el Parlamento se pone a repensar que a la Iglesia hay que quitarle los privilegios económicos que tiene? ¿y si el Gobierno les quita a los curas la “paguita”, por aquello del Concordato y los Acuerdos con la Santa Sede? Sinceramente, a veces, me da por sospechar que nuestra Conferencia Episcopal piensa que “lo más prudente”, en todo lo que roza este asunto del dinero, lo mejor es dejarlo como está. Y que cada cual se apañe como pueda.
Sinceramente, con frecuencia me da por pensar que estamos viendo y viviendo la capitulación de la religión ante la lógica del poder. Es decir, estamos reduciendo la “causa de Jesús” a “mera religión”. Y la religión –ya se sabe– no tiene más salida que entenderse lo mejor posible con el poder, incluso apoyarlo en todo cuanto a la religión le conviene. Lo demás, que salga adelante como pueda. Y sale. Pero casi siempre a base de dejar a los más desamparados tirando de su desamparo. Y que salgan adelante como puedan. Siempre habrá centros de caridad y ayudas de limosna, para que la gente vea que la Iglesia “hace lo que puede”. Y es verdad. La Iglesia, como “religión” hace lo que puede. Pero, ¿y la “causa de Jesús”? ¿dónde la ponemos? ¿cómo la vivimos? El “mandamiento nuevo” del amor (Jn 13, 34-35) y la sentencia del juicio de las naciones: “tuve hambre y me disteis de comer” … (Mt 25, 31-46), eso es un buen material para días de retiro. No pida Vd. más, que no es posible. Así estamos.
No sé si en este trabajo don josé María le esta pidiendo a los representantes de la Iglesia Católica Española que actúen en consecuencia con el mensaje de Jesús o que se hagan sensibles a los verdaderos problemas sociales de injusticia y desigualdad que estamos sufriendo.
En un primer caso les está advirtiendo que siguen marrando y en el segundo se hace exigible algo más o distinto a una simple conversión “religiosa”, por cuanto desde los tiempos del aznarismo (1996-2004) la Conferencia Episcopal Española ha actuado como un actor político aliado del Partido del Gobierno (Partido Popular), y, perdido éste el gobierno en 2004 se mostró muy beligerante contra el Gobierno de la Nación,entonces socialista,alimentando la Crispación ( por radio y televisión) y hasta llevar la contestación a las calles en diversas ocasiones.
No estoy insinuando una conversión “política”, sino una aceptación formal de la democracia, de la laicidad, y que sija por el ordenamiento constitucional y no por un acuerdo entre Estados, con un confesionalismo actual que nos resulta inaceptable.
La mirada a la realidad pone en evidencia que, la sociedad del bienestar y la opulencia, junto al derroche y consumo irracional, han dado lugar a una merma en la conciencia, de un compromiso social y solidario, por parte de todos: instituciones, ciudadanos e Iglesia.
Es cierto que se han logrado en buena parte, ciertas mejoras en el ámbito asistencial, a personas y colectivos, más quedan lejos de considerarse suficientes para llevar una vida digna que cubra las necesidades básicas.
Las estructuras de poder siguen jugando en contra, acomodados en sistemas plurales de libre albedrío, globalizando formas y modos de hacer, al arbitrio de los intereses y el beneficio de pocos, en detrimento de la mayoría.
Así es como están conformadas las mal llamadas democracias, donde no todos importan, ni son iguales en derechos y dignidad. Existen quienes otorgan el trato de favor y los privilegios, dentro y fuera de la Iglesia, haciendo de lo Sagrado la conveniencia que más favorezca el propio interés. No SIRVEN ,”se sirven”.
Joseph Cardijn, fundador de la
JOC, expresó en una frase, por demás elocuente: “No demos por caridad, lo que debemos en justa y humana equidad”.
La Iglesia y su poder, no deben hacer del servivio hacia los más desfavorecidos, la mera limosna puntual, sino responsabilizarse en el compromiso de poner fin, a ciertas realidades sangrantes.
Ahí es donde creo honestamente que adolece de un compromiso serio y coherente, que no puede ser testimonial, únicamente a través de la homilía y discurso dominical.
Jesús predicaba, si, anunciando el Reino de Dios, más el cuerpo, ojos y oídos de tantos heridos, pudieron sentir y experimentar, la mano tendida de su presencia y Misericordia cercana. Y esto sí que lo entendían y cambiaba su vida, transformados en hombres y mujeres NUEVOS.
Creo que una limosna puntual, puede paliar una necesidad de urgencia, más sé que no debo someter a nadie a la humillación de tener que pedir. Es preciso salir al encuentel, dejar a un lado las “buenas intenciones”, los protocolos de lo “conveniente” y “tocar la partitura de la vida” con eficacia y coherencia.
Está para mí VERDAD, no atañe sólo a la Iglesia, sino a la actitud y obrar de cada uno, sobretodo los bautizados llamados por obra del Espíritu: CRISTIANOS.
Es urgente fomentar la “Cultura del encuentro, dejar actitudes de claro individualismo, y como bien ha repetido el P. Francisco: “salir de nuestros egoísmos a las periferias existenciales”.
Sorprende darnos cuenta, no hay que coger muchas veces la bici, el coche o metro, el prójimo está más cerca, que la indiferencia y distancias establecidas.
Sigo en “mi desierto” dialogando con la Misericordia de Jesús …
Miren Josune