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El planeta Trump y el planeta Confucio

Los tiempos de guerra fría con Washington frente a Moscú, capitalismo frente a comunismo soviético, pasaron a mejor o peor vida, según se mire, y el día de hoy enfrenta con menos guerra fría y más competencia y contraste de resultados a la vista a ese otro doble planeta que lleva por nombres, a este lado de Occidente, a un tal Donald Trump, Júpiter tonitruante y del Extremo Oriente al sabio Confucio que pontifica desde el antes llamado Imperio del Dragón sobre el buen gobernante y el ciudadano fiel.

Con otros nombres, el planeta Trump es llamado neoliberalismo, FMI y BM, y pivota fundamentalmente sobre el Atlántico, mientras que el planeta Confucio, tras una infancia de sarampión y viruela, tras un comunismo de corte clásico soviético que murió con Mao y su Larga Marcha, prefiere llamarse socialismo, socialdemocracia, que le ha llevado del abismo más negro del opio, el Tercer mundo y el hazmerreír de Occidente, en una carrera de vértigo desde 1978 hasta 2018, al rango de segunda potencia mundial en lo económico, líder en la lucha contra el cambio climático, por la sustitución de energías limpias y coches eléctricos, por una Renta per cápita que en ese tiempo ha saltado de 200 dólares en 1978 a otra de 15.535 en 2018. Dicho de otra manera, entre 1978 y 2018 700 millones de chinos han salido de la pobreza hasta alcanzar la renta per cápita que acabamos de señalar.

Se han quedado en el camino una Cuba atascada en fórmulas todavía muy soviéticas, un Vietnam apenas recuperado de sus guerras de NAPALM y retiradas de las tropas USA, unos intentos de socialismo a la brasileña, la chilena, la venezolana. Y todo un séquito de potencias petrolíferas medievalizantes, primaveras árabes y 15-M ahogados en sangre en su nacimiento, y todo un continente africano condenado a un Tercer mundo perpetuo, y unas costas del Océano Indico de unos pocos marajás todopoderosos y parias que se cuentan por miles de millones.

Y es que más allá del marxismo hegeliano, más allá de la lucha de clases, más allá de las democracias occidentales cortoplacistas de comicios cuadrienales y gobiernos con nombres muy variados pero con trasfondos de capitalismo galopante y de centro o centro derecha, Occidente ha decretado al parecer el final de la historia.

No, no es el fin de la historia en ese otro planeta Confucio. Es la filosofía milenaria que no conoce el Paraíso de Adán y Eva ni la promesa de la Tierra de promisión israelita al otro lado del Mar, ni castigos de dioses ni cielos más allá de la muerte, que legisla y gobierna para que todos los ciudadanos tengan trabajo, formación profesional, acceso a la universidad generalizado. Que programa las etapas del progreso por quinquenios, los ritmos de crecimiento anual de la economía del 9,9% entre 1978 y 2007, del 7,2% entre 2007 y 2016, mientras el resto del mundo, hundido en el desempleo y la falta de formación profesional, se arrastra como los limacos a ritmos de un 2,8% o de un 0,9% de velocidad de crucero…

435 programadores del desarrollo de alta categoría intelectual agrupados en colectivos de más de 100.000 investigadores que estudian la transformación de las estructuras, la descontaminación y regulación del agua, la lucha contra la desertización en la frontera norte de Mongolia, la promoción de la libertad de mercado y de la propiedad privada frente a una propiedad pública que permita al gobierno manejar los tiempos y poner pon encima de los intereses particulares el interés común de los 1.400 millones de ciudadanos chinos…

Dos planetas que no acaban de tender puentes de comunicación, de intercambiar experiencias, de evitar juntos fracasos y compartir triunfos. Sorprende que en la Unión Europea, en esta España de nuestros dolores, China y sus experiencias nos resulten tan desconocidas y hasta menos preciadas con aquellos viejos conjuros de comunismo, marxismo, ateísmo…

Nosotros, hijos de aquel siglo de la Ilustración y de las luces que dialogó con Pekín, herederos de aquellos misioneros jesuítas como los Nobili y demás que trabajaron en la Corte de China con lo sabios del país, con aquel Marco Polo, con aquella experiencia de la Ruta de la Seda que China pretende actualizar ahora mismo, desde Pekín hasta Lisboa o Ciudad del Cabo…

Vale que Occidente ponga sus ojos en el Papa de Roma y el “papi” de Washington, que los acaudalados del Planeta Trump se reúnan en Davos a programar sus planes de enriquecimiento. ¡Pero que sigamos tragando aquello del fin de la historia y de los dos planetas!

4 comentarios

  • Honorio Cadarso

    Pilar, Ana: Hubo según la Biblia un paraíso terrenal. Según la historia,  se producen de vez en cuando intentos de recuperarlo, Lo de China es creeo yo uno de esos intentos…Hay todos los riesgos que vosotras denunciáis, pero los resultados obtenidos son par aplaudirlos y felicitarnos por ellos. Aquí. en este planeta Trump que padecemos, los gobernantes se empeñan en mantener a la población en la penuria, o en el paro, o…las economías crecen a pasode tortugas o de caracoles; en China hay pleno empleo, la economía crece a ritmos entre el 7 y el 9% anual, se invierte fuerte en combatir el deterioro del medio ambiente y el cambio climático y la desertización…

    Importa que cuidemos estos logros y nos felicitemos de que los chinos los hayan alcanzado, creo yo.

    Tengo un amigo extremeño que dirige en España una revista “Cátedra china”, con él me comunico frecuentemente, visita las universidades si se le llama. Os sugiero que intentéis conectar con él. Porque la información que nos proporciona este Planeta Trump en el que vivimos no me parece muy digna de fiar, y por lo menos deberíamos intentar contrastarla. Mi amigo se llama Marcelo Muñoz, está en relación y diálogo constante con China…

    • Mª Pilar

      Querido Honorio:
      Ayer, estuve viendo un documental sobre China ¡¡¡Espectacular!!!
      Es la lucha por volver el verdor perdido a lo que hoy es desierto.
      ¡Maravilloso!
      Y te recordé, y estoy de acuerdo contigo, solo que me cuesta asumir… que este mundo se rige por lo que se rige, y la enorme diferencia de clases, puede conmigo.

      Y en estos momentos, es muy cruel el comportamiento de los dirigentes; mientras ellos viven cada día mejor, el pueblo llano, cada día se va empobreciendo más y más.

      Yo tengo un hermano chino Juan Wang. Cuando cuatro seminaristas chinos, ante la persecución de Mao, (mi hermano mayor también lo era) les aconsejaron, que buscaran entre sus compañeros una familia que les adoptara… y Juan nos eligió, llevado de la mano de mi hermano Luis; no sabes como le quiero, y como deseo que su país, recupere su grandeza, y cada día, nos están mostrando su buen hacer.

      ¡Gracias por recordarlo de vez en cuando!
      Un abrazo entrañable.
      mª pilar

  • Mª Pilar

    Querido Honorio:

    Tengo una gran duda:

    ¿Qué pasa con los grandes magnates de China… que tristemente también los hay, y que la gran pobreza de algunos lugares no les importa lo más mínimo?

    También es verdad, todo cuantos nos comunicas en este art. pero tristemente la separación de ricos y pobres… las hay en todos los lugares, también en Cuba… antes y ahora.

    Es algo que me duele en el alma, parece ser algo innato en el ser humano, algunas personas lo vencen… otras no.

    Compruebo cada día, como este mundo, ha entrado en un círculo vicioso hacia el poder y la riqueza, por encima de todas las deseadas justicias.

    Hoy ha sido un mal día, por las tristes noticias respecto a nuestra juventud.

    ¿Donde va a parar este mundo tan perdido?

    Un abrazo entrañable.

    mª pilar

  • ana rodrigo

    Querido Honorio te agradezco la información que aportas de China, pero lo que yo me planteo es si esta China tan organizada y laboriosa no avanza a pasos agigantados por el mismo camino que ya ha recorrido Occidente y que nos ha llevado al capitalismo salvaje, al consumo desorbitado de bienes de la naturaleza y materias primas sin freno, al consumismo sin control, a la producción de desechos y basuras para cubrir la superficie terrestre, de explotación inmisericorde de los y las trabajadoras.

    Ojalá me equivocase yo en esta apreciación y temor de que China no nos abre nuevas puertas de consumo sostenible sino que aceleran en cantidades ingentes los problemas que ya nosotros hemos lanzado, experimentado y que tanto hacen sufrir a millones de humanos y tanto deterioro estamos ocasionando al Planeta Tierra.

    Cuando veo una camiseta made in China a 5 euros me pregunto quién y cuánto gana cada eslabón de la producción, transporte y comercialización. Y no me salen las cuentas.

    En fin, que soy muy pesimista que venga algún “redentor” a salvarnos de tantos errores, porque el problema está globalizado de tal forma que vivimos en un mundo estructurado como el pez gordo (el capitalismo) que se come, sin miramiento alguno, a todos los peces chicos que encuentra en su camino, llámese medio ambiente, llámese justicia social, o como se quiera llamar.