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Entrevista a Juan José Tamayo sobre teologías del Sur

“La razón moderna europea es colonial, patriarcal y está vinculada al capitalismo”

“Que nos robe la esperanza es uno de los mayores latrocinios que está cometiendo el neoliberalismo”

Cameron Doody, Religión Digital, 31 de diciembre de 2017 a las 15:57

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Hoy tenemos un invitado de excepción: Juan José Tamayo, uno de los teólogos con más renombre en España y en el panorama internacional.

Hasta hace muy poco, era profesor de teología en la Universidad Carlos III de Madrid. También es profesor invitado en muchísimas universidades del mundo.

Buenos días Juan José.

Buenos días.

Sigo siendo profesor de la Universidad Carlos III de Madrid, porque me jubilé el 1 de septiembre pero el Consejo de Gobierno ha tenido a bien nombrarme profesor emérito. Así, que sigo en activo durante los próximos tres años. Como digo a veces, posiblemente tenga que ir con la cachava de mi padre a dar clases.

Hoy ha venido a presentarnos su nuevo libro, titulado Teologías del Sur. El giro descolonizador.

Me gustaría empezar recordándole unas palabras que escribió usted hace poco, en un artículo, presentado el libro: “es el resultado de un aprendizaje que comenzó con el despertar del sueño dogmático en el que viví inmerso durante mis estudios de teología y filosofía neoescolásticas”.

¿Cuándo cree que tuvo lugar este despertar suyo y qué fue lo que le despertó?

El despertar tuvo lugar con mi llegada a Madrid, el año 1969, ubicándome en la ciudad secular. Yo venía de una ciudad muy provinciana. Con todo el reconocimiento a los valores de mi provincia, yo no había visto el mundo más que a través de una celosía, que era la pequeña ventana que tenía en mi cuarto, durante los años de mi formación teológica en el seminario de Palencia.

Desperté del sueño dogmático cuando me di cuenta de que la teología que había estudiado daba respuestas del pasado a preguntas del presente.

Llego a Madrid y me encuentro con que nos habían cambiado las preguntas. Y yo, lógicamente, tenía que dar respuesta contextual a esas nuevas interrogantes de una ciudad secular, de una sociedad en transición hacia la democracia y de una serie de movimientos que luchaban por la libertad, la democracia, justicia, la amnistía y contra la pobreza. Es ahí donde me doy cuenta de que las respuestas de la dogmática que yo había estudiado no se correspondían con los desafíos que en ese momento estaba viviendo la Humanidad.

Este nuevo libro es bastante especial y muy diferente en comparación con los otros libros que ha escrito. ¿Es así?

Claro que es así. Empezando por el tiempo que he tardado en escribirlo. Mis libros generalmente son el resultado de una redacción de los meses que dura el proceso de gestación de un niño o una niña: nueve meses. Pero este ha durado más. La gestación de este libro ha durado dos años. Del 1 de junio del 2015 al 1 de junio del año 2017. Es el resultado de muchos estudios, muchas lecturas, muchas investigaciones y, sobre todo, de muchos viajes.

El libro lo he escrito según iba recorriendo los distintos lugares del Sur Global. Lo empecé precisamente en un lugar del Sur europeo, de la periferia de Europa, Portugal. Fue a raíz de la invitación que recibí de la Universidad de Coimbra para pronunciar en 2015 las conferencias en la Cátedra Boaventura de Sousa Santos, donde tuve oportunidad de convivir, dialogar, debatir y aprender de colegas e investigadores del Centro de Estudios Sociales en torno a las Epistemologías del Sur.

Lo terminé dos años después en otro lugar del Sur Global, esta vez en el Caribe, no porque fuera allí a descansar y tomar el sol, sino porque fui invitado en República Dominicana a dictar un curso sobre “Los nuevos paradigmas teológico en el siglo XXI” a los Misioneros del Sagrado Corazón, un ciclo de conferencias sobre la Teología de la Liberación en el Centro de Teología de los Dominicos, una conferencia en la Defensoría del Pueblo, y en Haití para un encuentro entre la religión vudú y el cristianismo.

El libro es el resultado de todo trabajo y de mi inmersión en el Sur Global, entendido, según el planteamiento de Boavantura de Sousa Santos, como la metáfora de la opresión que viven los pueblos marginados excluidos por mor del capitalismo, el patriarcado, el colonialismo, el racismo, la depredación de la naturaleza y los fundamentalismos.

Este libro, además, me ha sacado de otro sueño, donde yo estaba cómodamente ubicado: el de la razón moderna. Yo fui, durante varias décadas, una persona que interpreté el cristianismo desde la perspectiva de la modernidad: de la sociedad europea, democrática, ilustrada, religiosamente plural y económicamente desarrollada.

Este libro me ha sacado también de esa cómoda instalación porque creo que la razón moderna, habiendo hecho aportaciones extraordinarias, es una razón colonial, como demuestran el proyecto Colonialidad-Modernidad, la teoría del encubrimiento del Otro y las Epistemologías del Sur. La razón moderna europea es colonial, patriarcal y está vinculada al capitalismo. Y todo eso me ha obligado a “convertirme” al paradigma de las Teologías del Sur Global (asiática, africana, latinoamericana…

Explíquenos un poco porque, a lo mejor, los que nos están viendo o leyendo están pensando que la época del colonialismo terminó con la independencia de las naciones que estuvieron gobernadas por poderes europeos. Pero no es así: en su libro esto tiene otro enfoque, ¿verdad?

Una de las ideas que desarrollo, precisamente, es esa: la falsa imagen de que el colonialismo desaparece con las independencias de los pueblos coloniales. Esta es una independencia, si quieres, jurídica, pero ni siquiera política, porque el modelo de democracia que se va a instaurar en esos países es el modelo de democracia occidental sometida al asedio del mercado y con un elevado grado de corrupción.

Una de las cosas que más me han gustado en estos últimos días de los discursos del Papa en Myanmar y Bangladesh, y en algunas intervenciones anteriores, ha sido la crítica tan severa que hace de las democracias occidentales. Dice que estas intentan imponer sus valores y su cultura a costa de una serie de apoyos económicos que prestan a esos pueblos. Por eso, pienso que el colonialismo sigue funcionando de manera más sutil por la vía de imposición del modelo económico neoliberal, que realmente está fracasando incluso en Europa, como hemos comprobado con la crisis.

Por tanto, yo creo que el colonialismo pervive y se manifiesta a través de la inferiorización, discriminación, subordinación y subalternización de todos esos pueblos, sometidos al imperio económico, político, cultural e incluso religioso de Occidente o, mejor, del Norte Global.

Volviendo a lo que hablábamos antes de este despertar: ¿usted diría que el suyo es un despertar todavía teológico, que es político o es emocional? Porque estaba diciendo que visitó estos países del Caribe; República Dominicana y Haití, que son de los más empobrecidos del planeta.

Con este pensamiento: ¿estamos cruzando la línea hacia una política, o es todavía confesional por su parte?

Yo creo que ese despertar es múltiple. Primero es un despertar de la sensibilidad: no puedes elaborar una teoría de aquello que no has sentido y no has vivido.

Ciertamente, yo no soy una persona que viva en la periferia desde el punto de vista experiencial, pero por eso me he obligado a hacer todos estos viajes hacia el Sur Global; para conocer de cerca, vivir, solidarizarme con todas estas pobrezas, marginaciones y situaciones de desigualdad que, escandalosamente, se viven en el mundo actual.

Por tanto, sí, es una conversión vital: la conciencia me golpea, precisamente, porque he visto, he escuchado y he vivido esas situaciones de marginación y de pobreza de los diferentes pueblos.

Pero, al mismo tiempo, es un despertar desde el punto de vista político, en el sentido de que creo necesario liberar a los pueblos oprimidos del colonialismo, para que asuman su propio destino, se empoderen y reconozcan que tienen la misma dignidad que los pueblos que los están dominando y oprimiendo. Es, como diría Frantz Fanon, pasar del no-ser, al que los tiene sometidos el colonialismo, al ser.

Y todo eso se va a traducir luego en un despertar religioso, espiritual y teológico. Despertar religioso en cuanto he hecho una inmersión en las experiencias religiosas y espirituales de los pueblos del Sur y he descubierto la gran riqueza que tienen y que hemos despreciado desde Occidente, desde la razón moderna y desde la razón teológica europea.

Espiritual por todas las experiencias vividas con las comunidades campesinas, indígenas, afrodescendientes: identificación con la tierra, relación con los antepasados, procesos de democracia comunitaria, simbólica de relación con los diferentes elementos del cosmos considerados sagrados, incluso divinos.

Y el cuarto momento ha sido el despertar teológico, que me ha obligado a elaborar un nuevo relato teológico desde la perspectiva de los pueblos que están sometidos a los sistemas de dominación citados. Eso ha supuesto un cambio en la metodología y la epistemología.

Cuando leí el libro pensé que es muy necesario porque, -corríjame si me equivoco- es un libro que no se ha escrito nunca antes aquí, en España. Así que me gustaría preguntar por qué hay tan pocos teólogos que den el paso hacia esta conversión.

Yo creo, en primer lugar, que es porque todavía estamos cómodamente instalados en la razón moderna. Incluso los sectores teológicos más progresistas, que llevamos a cabo un diálogo entre el cristianismo y la modernidad, no hemos tomado suficiente conciencia de que la modernidad ha jugado y sigue jugando un papel fundamental en los procesos coloniales.

Pienso que, cuando estamos ubicados en la modernidad nos sentimos muy bien arropados y protegidos de los desafíos que proceden del exterior.

La modernidad no es solo un modelo civilizatorio que se caracteriza por la defensa de las libertades y los derechos humanos, el pluralismo político, la democracia representativa, el pluriverso religioso. Es también una especie de muro, de “caverna”, que te impide ver las realidades que están fuera del entorno moderno en el que vivimos.

Esto sucede incluso en el propio feminismo: buena parte del feminismo occidental me parece bastante estrecho, porque se centra casi exclusivamente en las discriminaciones de género y de identidad sexual. Eso es, ciertamente, muy importante, pero descuida otras discriminaciones que padecen las mujeres en otros entornos geoculturales. Por ejemplo: las discriminaciones étnicas, culturales, religiosas, sociales, económicas, etc., de las mujeres de las comunidades afro-descendientes, indígenas y campesinas de América Latina.

Ese es el problema: que la modernidad se convierte en una especie de muro que nos impide ver lo que sucede fuera de ella. Y salir a ese otro mundo descubres, por ejemplo, un límite muy importante de la democracia y es que está sometida al asedio del mercado. Y que además está herida, e incluso amenazada de muerte, por los distintos sistemas de dominación, que son, a veces, mucho más fuertes y poderosos que la democracia.

Cuando tú vas a esas comunidades y descubres, por ejemplo, todo el componente de democracia participativa, comunitaria, y entras en contacto con las teólogas feministas de ese entorno, te das cuenta de que tenemos una percepción y una mirada del mundo, desde Europa, muy estrecha.

Me gustaría mencionarle otra cita. Son unas palabras de Ernst Bloch, que son, entiendo, muy importantes para usted: “La razón no puede florecer sin esperanza. La esperanza no puede hablar sin razón”.

Hablando de esperanza: ¿es optimista con lo que nos depara el mundo, a nivel político, de cara al futuro? ¿Las cosas están cambiando, o no?

Me alegra la referencia a la afirmación del filósofo de la esperanza Ernst Bloch, que cito con frecuencia y que completo con otra del mismo autor basada en Hegel: “Si la teoría no está de acuerdo con los hechos, peor para los hechos”.

Por muy contradictorio que parezca, yo me definiría como una persona pesimista esperanzada. Pesimista, porque la realidad no da para ser optimista: estamos sometidos a los sistemas de dominación que he indicado anteriormente y que nos aplanan. Peor aún, uno de los objetivos de dichos sistemas es robarnos la esperanza, robársela a las personas y colectivos empobrecidos, que es, posiblemente, uno de los mayores latrocinios que está cometiendo el neoliberalismo.

Pero al mismo tiempo soy esperanzado, porque ese pesimismo no me lleva a cruzarme de brazos, sino que me induce a actuar, y la acción es ya de por sí una respuesta al pesimismo ambiente. Coincido con Antoni Gramsci cuando habla del “pesimismo de la razón y del optimismo de la voluntad”, y con José Carlos Mariátegui, que se refiere al “pesimismo de la realidad y el optimismo de la acción”.

Pero parece que en Occidente no se aprecia conciencia de culpabilidad, como fuera de desear.

No hay conciencia de culpabilidad. Me parece que este es otro de los “pecados” de Occidente. Se ha desembocado en un comportamiento cínico que no es sensible a las situaciones de marginación en que viven los pueblos fuera del Norte Global y que este crea. Por eso soy pesimista; porque no veo que desde el sistema, desde el poder -sea eclesiástico, político, cultural o económico- se puedan producir cambios.

Pero al mismo tiempo soy esperanzado porque debajo del hielo hay agua. El pesimismo puede explicarse porque se ve la superficie como una especie de gruesa planta de hielo, pero la esperanza, la “docta esperanza” (Bloch) se basa en la emergencia de los movimientos sociales portadores de utopía: ecologistas, feministas, pacifistas, Foro Social Mundial, diferentes foros regionales, nacionales.

Lo mismo cabe decir desde el punto de vista religioso y teológico. Soy pesimista si veo las religiones y sus teologías desde las instituciones jerárquico-patriarcales y de los magisterios oficiales. Pero soy esperanzado por la potencialidad liberadora de los encuentros teológicos del Sur y los diálogos entre religiones con sus compromisos por la paz fundado en la justicia, la defensa de la igualdad y de la no-discriminación por razones de género, etnia, cultura, religión, identidad sexual, clase social, procedencia geográfica, la denuncia de la violencia estructural y lucha, la creciente conciencia ecológica, etc.

Todo eso hace cambiar el paradigma de las religiones. Estas, que han sido instrumentos de dominación y de explotación de la naturaleza, de empobrecimiento de los seres humano, de legitimación del patriarcado, el capitalismo y el colonialismo, de legitimación de las dictaduras o regímenes militares, ahora están emergiendo con una capacidad ético-liberadora extraordinaria, como fuerza de liberación.

Lo mismo cabe decir desde el punto de vista teológico: creo que estamos en el momento de mayor fecundidad teológica. El siglo XX fue muy creativo teológicamente, pero el siglo XXI está siéndolo todavía más. Ahora mismo estamos en pleno desarrollo de las teologías feminista, ecológica, indígena, negra afro-latinoamericana-caribeña negra africana, asiática, del pluralismo religioso, la mayoría de ellas poscoloniales. Estas teologías son analizadas a partir de sus textos, con-textos y pre-textos en el libro Teologías del Sur. A su vez, los movimientos liberadores que están en la base de estas teologías y mi implicación en ellos son lo que me convierten en una persona esperanzada, también teológicamente.

Y ciertamente, la inspiración fundamental que yo tengo para esta actitud es la de Bloch cuando decía la frase que tú has citado. A Bloch se le acusa de optimista ingenuo, pero no es verdad: Bloch decía que la esperanza “está teñida de luto”, pero el luto no nos llevan a lamentarnos, llorar y encerrarnos autistamente en nosotros, sino a trabajar por Otro Mundo, Otra Religión, Otra Iglesia son Posibles. ¡Y necesarios!

Me alegro de que haya mencionado a la Iglesia como una razón para la esperanza. Pensaba que no lo iba a hacer.

Bueno, no tanto la Iglesia romana, cuanto el cristianismo liberador de los pueblos del Sur. Pero sí.

Me ibas a preguntar algo.

Lo que iba a decir son dos cosas. Una es, que a lo mejor, estos cambios requieren otro modelo de Iglesia, que no impulsa la jerarquía, por ejemplo.

Y también iba a preguntarle por el Papa Francisco y su papel en este cambio que ha notado, o, por lo menos, en esta fecundidad que tiene la teología en el siglo XXI.

¿Ha notado algún cambio con Francisco -un papa del Sur- desde que ha llegado al pontificado?

Sí, un cambio muy importante, sobre todo de prioridades. Me parece que, con todos los respetos, los pontificados anteriores, los de Juan Pablo II y de Benedicto XVI, estaban marcados por tres prioridades. La primera era la ortodoxia, la fidelidad a la doctrina, y eso explica que crearon ellos mismos numerosos heterodoxos y herejes a los que condenaron porque lo que les interesaba era preservar el depósito de la fe. Un depósito realmente muerto, porque una doctrina que no se explicita en una práctica resulta infructuosa, es estéril.

La segunda prioridad fue la moral relacionada con la sexualidad, el origen y el final de la vida, el modelo de pareja, la normatividad heterosexual, la binariedad afectiva y sexual.

La tercera prioridad era la disciplina. Tenga Usted en cuenta que con Juan Pablo II, bajo la presidencia de la Congregación para la Doctrina de la Fe de Benedicto XVI, se elaboró el Catecismo de la Iglesia Católica, que es la expresión de un dogma que, a mi modo de ver, ni siquiera tiene en cuenta los nuevos métodos históricos y los métodos hermenéuticos. Fíjese también que en esa época se reelaboró el Código de Derecho Canónico.

Yo no digo que Francisco quiera saltarse el dogma, ni el Catecismo, ni el Código de Derecho Canónico, ni que esté en contra de esta moral más clásica, pero no son sus prioridades. La prioridad fundamental del Papa Francisco es la preocupación por los problemas más agudos que vive y que sufre la humanidad. Por eso, cuando hace los viajes no va con el Credo constantinopolitano en el bolsillo, sino que empieza con un análisis crítico de la realidad.

Coincidí con el Papa Francisco el año pasado en su visita a México. Yo estaba en Chiapas en un Congreso sobre pueblos y comunidades indígenas y teología de la liberación, y quedé impresionado del análisis de la realidad tan certero que hizo durante su recorrido por las zonas más marginales de México. Era un conocimiento de los problemas reales, no de los problemas imaginarios que pudieran tener los otros papas o los obispos mexicanos que consideraban que lo más importante era ser fiel a la ortodoxia y cumplir la disciplina eclesiástica.

Para mí, lo más importante del Papa Francisco es que tiene antenas bien levantadas para conocer la realidad. Y el hecho de que haga tantos viajes, de que hay dejado de vivir en el Vaticano, le da una perspectiva muchísimo más amplia.

Pienso que, ahora mismo, aparte de que es el líder moral más importante del mundo, es una de las personas que mejor conoce la realidad mundial. Y, de manera especial, las situaciones de pobreza y marginación de todo tipo que se están viviendo.

Por tanto, ese ya es un cambio de prioridad fundamental. Y a partir de ese cambio de prioridad, se produce el segundo: qué respuesta o qué aportación, modesta siempre, puede hacer la Iglesia a esa problemática.

De alguna manera, los papas anteriores conectaban o respondían a esta idea que he expuesto anteriormente: cuando ya sabíamos todas las respuestas, nos cambiaron las preguntas. El Papa Francisco actúa al revés: cuando le han cambiado las preguntas, es sensible a ellas e intenta darles respuesta.

Entonces, ¿no le pedirías nada más?

Sí.

¿Está contento con el Papa?

Estoy relativamente contento; he pasado del pesimismo del comienzo a una situación de optimismo crítico en el presente. Digo el pesimismo del comienzo porque siempre pensé que de un papa a otro había poca diferencia. Y me equivoqué. Lo reconozco.

Por otra parte, desconocía en ese momento las aportaciones que hizo el cardenal Bergoglio en la Conferencia General del Episcopado Latinoamericano de 2007 en Aparecida (Brasil). Me dejé llevar por algunas informaciones que le presentaban como cómplice de la dictadura, o, por lo menos, no suficientemente crítico. Pero buena parte de esos argumentos se me han ido desmontando en la medida en que voy viendo el cambio; primero en los gestos, segundo en el estilo de vida, tercero en sus declaraciones públicas y cuarto, en sus documentos.

Aun así, ese optimismo es crítico; no le concedo al cien por cien el reconocimiento a toda su actividad, como no se le puede conceder a nadie. Creo que hay dos o tres cuestiones que todavía él no ha abordado y que a mí me parece que son de urgente tratamiento para el cambio.

La primera es la situación de las mujeres en la Iglesia católica. El Papa Francisco prácticamente no ha dado un solo paso para la incorporación de las mujeres al protagonismo de la vida eclesial, para la incorporación de las mujeres al acceso a lo sagrado, al ministerio ordenado, para la incorporación de las mujeres a la elaboración teológica, etc. Tampoco ha dado ningún paso para facilitar la incorporación de las mujeres en las responsabilidades eclesiales. En estas cuestiones sigue existiendo un estancamiento.

Cuando el Papa dice, continuando el discurso de sus predecesores, que no es él quien niega el acceso de las mujeres al ministerio eclesial, sino que es el propio Jesucristo, está convirtiendo a Jesús en una persona patriarcal, cuando si algo caracterizó el movimiento que Jesús puso en marcha fue el de ser movimiento igualitario de hombres y mujeres.

En la Iglesia todavía estamos en la etapa de la discriminación de las mujeres y creo que habría que incorporar la teoría de género -no la “ideología de género”, como despectivamente la califican los obispos-, a todos los niveles teológico, moral en cierta medida, se está produciendo en las sociedades democráticas, aunque parcialmente.

¿Hay algún otro ámbito eclesial en el que se muestre crítico con el Papa?

Sí. Otro campo en el que estoy descontento es en todo lo que tiene que ver con la reforma de la Iglesia.

La palabra reforma viene pronunciándola el Papa reiteradamente desde el comienzo de su pontificado. Y reconozco que está poniendo todo su empeño en llevarla a cabo. Pero veo inadecuada la mediación utilizada para hacerla realidad. Me refiero a la creación de una Comisión de Cardenales que le asesoran en la reforma eclesial.

Todos son cardenales y, por tanto, príncipes de la Iglesia, de edades avanzadas. Todos son clérigos y célibes. No hay ningún teólogo, ninguna teóloga, ningún representante de las congregaciones religiosas que históricamente han contribuido y siguen contribuyendo a la reforma de la Iglesia.

Tampoco hay representación alguna de las congregaciones religiosas femeninas, ni de las comunidades de base.

Yo creo que el instrumento para la reforma de la Iglesia tendría que ser la creación de diferentes comisiones en las que estuvieran representados todos los sectores, y de manera muy especial los laicos y las laicas de todo el mundo.

El Papa está visitando estos días Myanmar. ¿Cómo valora este viaje?

Dos son las sensaciones que tengo. Me ha sorprendido que no haya citado la palabra rohingya. Pienso que el Papa tiene una hipoteca de la que debe liberarse: la de ser Jefe de Estado de la ciudad del Vaticano, que difícilmente se compagina con su liderazgo moral reconocido mundialmente y con su ejemplaridad evangélica.

El ser jefe de Estado le hipoteca en estos viajes porque son también visitas de Estado en las que, lógicamente, tiene que mantener unas relaciones diplomáticas con los gobernantes. Un jefe de Estado no puede echar en cara a estos, en el país al que va, unos comportamientos que son antidemocráticos, contrarios al respeto al pluralismo y a la diversidad cultural, como es el caso del Gobierno de Myanmar con los rohingya.

Por eso soy partidario de que la reforma de la Iglesia pase por que el Vaticano deje de ser un Estado, cosa que ya de entrada no parece muy evangélica, y que el Papa renuncie a ser jefe de Estado, cargo que puede poner en cuestión el merecido reconocimiento de autoridad moral a nivel internacional.

No olvidemos que la comunidad rohingya está marginada, perseguida y represaliada por determinados sectores del budismo, actores importantes en la represión, discriminación y exilio de dicha comunidad.

Pero quiero decir, también, que el Papa Francisco en Myanmar y en otras declaraciones está siendo muy claro y, en plena sintonía con mi libro -que le regalaré para Reyes-: ha criticado severamente el colonialismo cultural y ha dicho dos cosas muy importantes: a) que el colonialismo cultural es el que está potenciando el terrorismo; b) que Occidente impone el colonialismo a costa de unas ayudas económicas a los pueblos a los que coloniza. Y yo añado una tercera: que Occidente está imponiendo un modelo de democracia que está haciendo agua.

Como decía antes, un libro muy necesario. Y añado que también muy actual.

Para finalizar díganos qué proyecto tiene ahora. Cuál va a ser el siguiente paso.

El paso siguiente es un nuevo libro sobre el Islam -el primero fue Islam. Cultura, religión y política (Trotta, 2009, con numerosas ediciones y reimpresiones); el segundo Islam. Sociedad, política y feminismo (Dykinson, 2014)-, que voy a titular Hermano Islam. En él elaboraré una teología islamo-cristiana de la liberación.

Nunca me he apartado del paradigma de la teología de la liberación. Lo que he ido haciendo con el paso de las décadas, de mis lecturas, estudios, viajes y de mi evolución teológica, ha sido incorporar nuevos elementos a ese paradigma, que ha desembocado en una teología de la liberación intercultural, no solo occidental, interreligiosa, no solo cristiana, interétnica, no blanca, interdisciplinar, no solo intra-teológica, y feminista, más allá del patriarcado religioso basado en los dioses varones y en las masculinidades sagradas.

Y dentro de ese paradigma voy a desarrollar esta teología islamo-cristiana de la liberación con estas características: contrahegemónica, en clave ética, en perspectiva feminista, en un horizonte descolonizador, en diálogo interreligioso e intercultural y en dirección a la utopía de Otro Mundo Posible, recuperando la mística y el sufismo como lugar de encuentro de las religiones y como superación de los fundamentalismos.

Decía Lévinas que la ética es la filosofía primera. Yo lo aplico a las religiones monoteístas y afirmo que la ética es la teología primera del Judaísmo, el Cristianismo y el Islam.

Pues aquí tienen ustedes un nuevo libro para disfrutar de Juan José Tamayo: Teologías del Sur. El giro descolonizador, editado por Trotta.

Juan José, muchas gracias por compartir su tiempo con nosotros.

Muchas gracias a Usted y a Religión Digital por dar a conocer este libro.

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Desperté de mi sueño dogmático cuando me di cuenta de que la teología que había estudiado daba respuestas del pasado a preguntas del presente

El libro es el resultado… de mi inmersión en el Sur Global, entendido como la metáfora de la opresión que viven los pueblos marginados excluidos por mor del capitalismo, el patriarcado, el colonialismo, el racismo, la depredación de la naturaleza y los fundamentalismos

Una de las ideas que desarrollo es la falsa imagen de que el colonialismo desaparece con las independencias de los pueblos coloniales

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El colonialismo sigue funcionando de manera más sutil por la vía de imposición del modelo económico neoliberal, que realmente está fracasando incluso en Europa

La conciencia me golpea… porque he visto, he escuchado y he vivido esas situaciones de marginación y de pobreza de los diferentes pueblos

Incluso los sectores teológicos más progresistas… no hemos tomado suficiente conciencia de que la modernidad ha jugado y sigue jugando un papel fundamental en los procesos coloniales

La modernidad es una especie de muro, de “caverna”, que te impide ver las realidades que están fuera del entorno en el que vivimos

Por muy contradictorio que parezca, yo me definiría como una persona pesimista esperanzada

[La falta de conciencia de culpabilidad de Occidente] se ha desembocado en un comportamiento cínico que no es sensible a las situaciones de marginación en que viven los pueblos fuera del Norte Global

No veo que desde el sistema, desde el poder -sea eclesiástico, político, cultural o económico- se puedan producir cambios

[En el siglo XXI] estamos en pleno desarrollo de las teologías feminista, ecológica, indígena, negra afro-latinoamericana-caribeña negra africana, asiática, del pluralismo religioso, la mayoría de ellas poscoloniales

Yo no digo que Francisco quiera saltarse el dogma, ni el Catecismo, ni el Código de Derecho Canónico, ni que esté en contra de esta moral más clásica, pero no son sus prioridades

La prioridad fundamental del Papa Francisco es la preocupación por los problemas más agudos que vive y que sufre la humanidad. Por eso, cuando hace los viajes no va con el Credo constantinopolitano en el bolsillo, sino que empieza con un análisis crítico de la realidad

Lo más importante del Papa Francisco es que tiene antenas bien levantadas para conocer la realidad

Aparte de que es el líder moral más importante del mundo, el Papa es una de las personas que mejor conoce la realidad mundial

El Papa Francisco prácticamente no ha dado un solo paso para la incorporación de las mujeres al protagonismo de la vida eclesial

El instrumento para la reforma de la Iglesia tendría que ser la creación de diferentes comisiones en las que estuvieran representados todos los sectores, y de manera muy especial los laicos y las laicas de todo el mundo

El Papa tiene una hipoteca de la que debe liberarse: la de ser Jefe de Estado de la ciudad del Vaticano

Soy partidario de que la reforma de la Iglesia pase por que el Vaticano deje de ser un Estado, cosa que ya de entrada no parece muy evangélica

 

28 comentarios

  • M.Luisa

    Espero  recibir muy pronto el presente libro pero mientras tanto mi reflexión sobre  lo  expuesto  aquí por el profesor Tamayo, me induce a pensar que   la tarea emprendida por él es inmensa  y a la vez creo también   de difícil aceptación en el marco teológico tradicional. Es sabido que en él,  por el vértigo que  produce lo nuevo,  los cambios siempre han sido de carácter meramente  restauracionista  viciando de raíz todo esfuerzo innovador.

    Lo contrario de abrirse a las posibilidades que ofrece la Teología de la Liberación la cual, según nos dice Tamayo,   permite  una evolución teológica intercultural de auténtica innovación y  de ámbito Universal.

    Desde aquí, mi felicitación!

  • Román Díaz Ayala

    La diferencia entre las teologías, o estudios sobre la divinidad/divinidades y las filosofías, al menos en nuestro ser cristiano, reside en el “kerigma”, o lo que es lo mismo la predicación del mensaje/acontecimiento salvador de Dios en Jesús.

    Tal acontecer tiene que suceder en nosotros, en lo más íntimo de nuestro ser para la vivencia del mensaje y su poder liberador.

    Una teología-filosofía alejada de la predicación por necesidad si se basa en la doctrina cristiana ( la de Jesús) sigue siendo un muy bello humanismo digno de tener en cuenta.

  • ana rodrigo

     
    Bueno, por fin, he podido llegar a este post de mi gran y ya viejo amigo Juanjo. Del que puedo decir, después de 33 años de amistad, que para mí ha sido como la espuela que usan los jinetes para guiar al caballo (RAE dixit), porque ha sido un inconformista y siempre ha arriesgado buceando otras realidades más acordes con valores fundamentales, al mismo que ha desmontado teologías obsoletas e ineficaces por inexplicables y/o alejadas de los seres humanos reales en cada momento. Ha sido mi maestro en muchísimos aspectos.
     
     Después de haber escrito esto, he leído la acertada pregunta del entrevistador: “Cuando leí el libro pensé que es muy necesario porque, -corríjame si me equivoco- es un libro que no se ha escrito nunca antes aquí, en España.” Esa inconformismo, investigación y compromiso define a Tamayo.
     
    En este libro, Juanjo, nos despierta de nuestro letargo de creer que nuestra sociedad es superior y universalizable en todos sus aspectos, menospreciando otras culturas, otros saberes y otras realidades.
     
    Con Juanjo siempre he aprendido algo que a mí no se me habría ocurrido, es pionero en desbrozar senderos y abrir horizontes nuevos.
     
    Gracias Juanjo por todo lo que has aportado, aún o casi siempre, en contra corriente, en temas espinosos, pero necesarios.
    Poco tengo que añadir a lo dicho por el entrevistado, JJ Tamayo.

     

  • George R Porta

    Hubiese jurado que alguna vez me enseñaron que la filosofía era la madre de la teología y no al revés, que fueron los filósofos quienes especularon sobre los dioses, lo divino, lo más que meramente humano, lo metafísico, pero cada vez me parece más claro que envejezco y me traicionan la imaginación y la memoria.

    Por otra parte, ¿cuando abandon la mente humana el campo de lo de «este mundo» para hayar refugio en la filosofía? ¿No era ésta, precisamente, resultado de la urgencia de comprender este mundo y cualquier «otro» que quizás hubiera?

    ¿Desde cuando son las Humanidades otra cosa que lo propiamente humano en el campo del arte, el saber y el pensar y el producer?

    ¡Duele haber vivido tan engañado!

    • oscar varela

      Hola George!
      Cuando las “TEOS-Gonías-Logías”
      les tuvieron los ovarios y las pelotas llenas
      a los habitantes “descartados”;
      ahí fue entonces cuando
      (a las puteadas=improperios)
      empezó lo que luego se llamó infelizmente “filosofía”;
      son los momentos históricos del “¡Basta ya!”
      ¡A ponerse las polleras y los pantalones por cuenta propia!
      …………….
      ¿Cuánto hay en n/tiempo de ese estado emocional caótico-creativo?

      • George R Porta

        De esta rama del pensamientos sabes mejor y más que yo, pero la religiosidad como pensamientos mágico, de modo comparable al desarrollo humano, es in fenómeno inicial, primitive y no es posible datar su aparición, sobre todo cuando implicó pensar imaginativa o creativamente tanto reflexivamente (en conexión con el sentimientos de miedo fundamental) cuanto acerca del mundo tratando de comprender el derredor y por lo tanto condujo a la posibilidad de proyectar. Este pensar es para mí por definición filosófico, y por lo tanto percibo la preocupación por lo metafísico o lo mágico como una hipótesis guiada a resolver las demandas materiales de la vida tanto como para la Autocomprensión, pero posterior a la preocupación por el hambre o por el placer básicos. Esto lo sé de la propia antropología filósofica. En fin de cuentas la Biblia es in tratado politico antes que otra cosa guiado a salvar y preserver el sentimientos nacional, la identidad de pueblo en exilio, desplazado, en esclavitud.

        Lo de por cuenta propia sigo sin entender de o por dónde percibes que yo necesite descubrirlo. Te aseguro que no he hecho otra cosa toda mi vida. Eso sí, una parte de mí permanece discretamente, en la sombra. Es mejor, al menos para mí.

  • ROMAN DIAZ AYALA

    La teología ha perdido su sentido de ser cuando abandonando la predicación se refugió en la especulación filosófica.
    Así le es más fácil ocupar su tiempo en los problemas de este mundo con el argumento del aquí y el ahora.
    Un hermoso y digno humanismo, moneda intercambiable entre el norte y el sur, entre la Europa más del centro y la otra Europa más periférica.

  • Jorge

    Creo que la teología en nuestro contexto en el paradigma científico-tecnológico, en economías de mercado desarrolladas, de sociedades democráticas ilustradas, …, debería de centrarse en el contenido de Dios, pues éste se ha perdido por nuestras formas de vida secularizadas. También por el relativismo, el hedonismo y un consumismo de despilfarro, con consecuencias ecológicas desastrosas y la marginación de colectivos excluidos de sus bienes, por las altas tasas de paro y precariedad laboral por un neoliberalismo inmisericorde. No es que sean el origen del mal: el relativismo es necesario frente a los dogmatismos y fundamentalismos varios; el hedonismo funciona a favor del disfrute de la vida; y el consumismo promueve el mercado y genera riqueza. El problema como muchos apuntan es de distribución, de que no llega a todos. Pero tampoco hay que romper la baraja, porque jamás en la historia se ha conseguido un sistema capaz de sostener, con tal capacidad de bienestar, de dinamismo y progreso, para una población tan numerosa.

    No creo que para llenar el contenido de Dios tengamos que buscar inspiración en otras culturas o tradiciones religiosas. No lo creo porque no han sido filtradas por la modernidad, que es precisamente la que ha vaciado el contenido de Dios. Las espiritualidades orientales en donde muchos en occidente buscan respuestas existenciales ante el desconcierto de la modernidad y posmodernidad, no creo que puedan servirnos. Cuando muchos teólogos de corte místico me llenan la naturaleza y al ser humano de la presencia de Dios, de lo sobrenatural y lo espiritual, pienso que esto es añoranza del pasado, en donde la modernidad ni les ha penetrado, ni quieren asumirla. Cuando me dicen que Dios es la plenitud del ser que nos da el ser en plenitud, pienso que no han asumido la crisis de la metafísica y de la ontología precisamente a causa de la ciencia moderna, de la Teoría de la Evolución, con todas sus consecuencias. Cuando me dicen que lo que tenemos que hacer es ser lo que somos, buscando las fuentes del ser, yo lo que me encuentro son mis antepasados homínidos, no precisamente muy puestos en la plenitud del ser. Ni el pasado ni el origen, como fuente de todo, nos pueden dar pistas sobre el contenido de Dios que nos sirva en el presente.

    Lo que yo creo que sí nos puede dar pistas sobre Dios es el futuro de la humanidad y la esperanza. La Plenitud Humana no proviene del origen, ni de la fuente del ser, ni de la conciencia de lo que somos, sino de nuestra esperanza, de los indicios para creer en el triunfo final del bien, de las características o notas que nos lleven a intuir el contenido de la Plenitud, conscientes de lo que nos falta, y trazar unos caminos siempre revisables para tratar de alcanzarla, optimistas con ilusión y esfuerzo, implicando en ello a toda la humanidad sin exclusiones. Y aquí si que caben todas las experiencias y encuentros con otras culturas, con otras religiones, con otras ideologías, …, o con la indiferencia y la oposición, aportando perspectivas diversas y diferentes entre todos.

     
    Tengo una fe confiada que en la Plenitud Humana se encuentra Dios, profundamente implicado en ella, pues creo que en ella está el acceso, la puerta de entrada a la divinidad en lo eterno, y en consecuencia nuestra salvación.

  • Jorge

    Yo no tengo ninguna autoridad ni prestigio social, ni hablo en nombre de la Iglesia, ni soy teólogo, soy como dice Isidoro “nanólogo”. Pero me gusta dialogar, defender mis ideas, incluso disfruto con la controversia, la discusión pasional y acalorada, desde diversas posiciones e identidades diferentes y enfrentadas, cuanto más divergentes mejor. Me encanta discutir, y digo discutir y no dialogar aunque también, con los ateos. Cierto que en las discusiones fuertes se puede derivar hacia modos ofensivos, con insultos y descalificaciones, y aunque yo no me ofendo con facilidad, lo que toca es parar, recomponerse y serenarse por ambas partes, y si es preciso pedir perdón, por que hemos cruzado la línea de la escucha y el entendimiento.

    Me gusta la diversidad, identidades, criterios y creencias, diferentes. No me gusta que una de las partes se dé por vencida y que en el diálogo o la discusión fuerte se imponga una parte sobre la otra. Esto para mi significa no que se haya conseguido la verdad o convencer, sino que el vencedor ha dejado de escuchar al vencido, incluso cuando éste se ha quedado sin argumentos para defender sus posiciones. Y es que en mi opinión un diálogo no tiene el poder suficiente para cambiar las identidades, criterios y creencias de las personas. Para esto hace falta una metanoia, una crisis personal, en la intimidad y con tiempo para replantearse las cosas. Sin embargo, un diálogo sí puede servirnos para incorporar a nuestro sistema nuevas ideas, nuevas formas de ver las cosas, nuevas preguntas y algunas respuestas, asumiéndolas desde nuestra identidad, criterios y creencias, enriqueciéndolas.

    En el colonialismo cultural y religioso, no existe diálogo ni discusión de nada, solo imposición de una verdad supuestamente cierta, y una forma de vida supuestamente mejor, solamente expuesta o mostrada, sin escucha ni entendimiento. El que expone su verdad o muestra su forma de vida no pretende enriquecerse ni asumir nada nuevo o diferente, solo pretende vencer, imponerse, por medio de su autoridad y/o fuerza, con el desprecio hacia lo otro y el otro o la otra. Y esta actitud durante siglos ha escrito páginas lamentables de la historia de la Iglesia y de la civilización occidental o del Norte. Y por esto son necesarios el pedir perdón y la reconversión de esta actitud prepotente, hacia las nuevas teologías de la escucha de los pueblos indígenas, asiáticos, africanos, latinoamericanos, …

     
    Pero JJ Tamayo dice que “me he obligado a convertirme al paradigma de las Teologías del Sur Global” y yo le pregunto por la razón de que se obligue a hacerlo. ¿Por qué quiere renunciar a su paradigma teológico? Lo que a mí me parece más razonable es enriquecer su propio paradigma e identidad asumiendo nuevas aportaciones de otros paradigmas enriqueciendo el suyo propio con nuevas preguntas y algunas respuestas. Desde el paradigma de la modernidad, de la sociedad europea democrática ilustrada, religiosamente plural y económicamente desarrollada, se está pidiendo con urgencia una teología que le sirva desde su perspectiva, desde dentro. Quizás enriqueciéndola y ampliándola con otras aportaciones de diferentes contextos, por ejemplo, de las teologías del Sur Global, pero sin pérdida de su identidad y su contexto propio.

    • Carmen

      A mí también me encanta discutir. Me encanta. Soy una irresponsable absoluta porque no atrancó y soy capaz de decir lo que pienso a todo aquel o aquella que se ponga a tiro y me de un poquito de cuerda.
      Es superdivertido y enriquecedor porque siempre, siempre, siempre acabo aprendiendo algo. Pero para eso tienes que tener enfrente a alguien que no te mire como un ser inferior cuando se da cuenta de que tu doctorado es en nadalogįa.
      No saben lo que se pierden. Personalmente he aprendido de mis alumnos muchísimo más que ellos de mí.
      Y me encanta acabar las discusiones riéndome de mí misma , de las locuras que defiendo y tomándome una cerveza con todos los que hemos pasado el rato discutiendo.
      Pero es algo que se está perdiendo. Las personas nos estamos volviendo demasiado dogmáticas. Y lo siento. Los dogmas no nos llevan a ningún sitio, bueno si, nos llevan a un callejón sin salida.
      Por eso me gusta Atrio. Digo lo que quiero decir y nadie se asusta. Es genial.
      Un saludo cordial.

      • Jorge

        Venga Carmen te animo a discutir acaloradamente. Me encanta hacerlo, es muy divertido. Será porque en mi familia siempre hemos discutido acaloradamente a chillido limpio entre los hermanos y hermanas (fuimos 9, ahora vamos quedando menos y nos vemos poco). Cuando otros nos veían en el fregado, como cuñados/as o amigos/as, pensaban que llegaríamos a las manos, pero nunca pasó, sino todo lo contrario, al acabar la terrible discusión nos reíamos a carcajadas de nosotros mismos. Es que éramos muy dispares, de derechas y de izquierdas, religiosos y ateos, …, y claro siempre surgían modos muy dispares de entender las cosas. Y es verdad, este Atrio nuestro es fantástico pues se nos permite explayarnos, por supuesto cuidando el lenguaje. Yo también fui profesor y provocaba en mis alumnos acaloradas discusiones, de las cuales disfrutaba y aprendía.

      • Carmen

        Pues nosotros éramos seis, ahora solo cinco. Yo era la menor, bueno, sigo siendo.
        Aquello era fantástico. Acabábamos riéndonos del Lucero del Alba. Sobre todo en las noches de verano. Genial.
        Me costaba mucho trabajo que me dejaran meter baza, pero todo era cuestión de insistir una y otra vez.
        Ahora se han vuelto todos como muyyyyyyyy comprensivos, cosas de la edad. Ya me llegará a mi también.
        La familia es algo estupendo.

  • Juan José Tamayo

    Apreciados contertulios de ATRIO

    Os agradezco el debate plural y enriquecedor que está generando mi entrevista sobre “Teologías del Sur. El giro descolonizador”. Me permito adjuntar a vuestros comentarios la reseña de Leonardo Boff sobre el libro que publicó Babelia el sábado pasado, 6 de enero.

    https://elpais.com/cultura/2018/01/03/babelia/1515009808_614201.html


    Feliz, esperanzador y solidario 2018!

    JUAN JOSÉ TAMAYO
    Director de la Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones “Ignacio Ellacuría”
    Universidad Carlos III de Madrid

    • George R Porta

      Gracias por publicar este comentario a la entrevista por la cual también agradezco.
      Leo en el artículo de Boff lo siguiente: «La colonización no es una etapa del pasado, afirma Tamayo con razón… En el proceso actual de … los señores del poder económico, cultural y político quieren recolonizar el continente.»
      1. La colonización, en sus diferentes formas, no ha dejado de existir. Esta enemistad ha sido y sigue siendo parte de la convivencia humana que la tradición bíblica desde muy temprano narra en la forma del fratricidio cometido por Caín y provocado por una decisión arbitraria de la divinidad (Cf. Gn 4).
      2. Omite Boff de sus «colonizaciones actuales» a la violencia doméstica que es colonización sobre todo de la mujer (cónyuge, hija) en la familia y en la sociedad en sentido más amplio. Omite también la colonización religiosa en la forma de «misiones» que tienen por objeto borrar toda otra noticia anterior y alterna, para imponer una o varias interpretaciones de la cristiana (evangélica, reformada, ortodoxa, católica-romana, etc.). El envío fue ir a anunciar a todas las naciones para que, quienes tuvieran oídos pudieran oír (Mt. 18, 19-20; 11, 15; 13, 9) y mientras el aspecto invasor de las misiones no cese no cesará la conquista-colonización religiosa.
      3. En definitivas la conquista antes y ahora y la colonización, antes y ahora, son expresiones de aquella misma enemistad cainita y a la que citando a Dussel, describe Boff, aunque más que un encubrimiento, la colonización ha sido y es un robo de identidades.
      4. Los colonizadores-conquistadores debieron poder abrirse al enriquecimiento mutuo. Entonces y ahora la misma actitud de conquistar impidió y aún impide escuchar, encontrar al «diferente» porque, históricamente, la soberbia conquistadora nunca ha podido sustraerse a ese robo de tierras e identidades. presente.

      B: Añade Boff: «En este contexto se plantea una tarea decisiva para el pensamiento liberador… que todos los seres humanos tengamos lo suficiente y lo decente en nuestras vidas.»
      1. Esto mismo expresa ideología colonizadora. Buchaud sugirió, en su otrora popular librito «Los pobres me han evangelizado» (Cf. Madrid, Editorial SEA, 1972), que los pobres en su pobreza tienen algo que decir. J. I. González-Faus les llama «vicarios de Cristo» en un sentido comparable al de Bouchaud (Cf. Vicarios de Cristo: Los Pobres en la teología y la espiritualidad cristiana, Madrid, Trotta, 1991)
      2. Los pueblos no requieren de nada para relacionarse con la Madre Tierra, más bien, las misiones de conquista-colonización, múltiples veces en la historia en múltiples latitudes, les ha arrebatado la sabiduría que ya tenían y las nuevas conquistas-colonizaciones lo siguen haciendo.
      3. Y tampoco me parece que haya que perder de vista que todos los pueblos, no solo los europeos han sido conquistadores-colonizadores. La historia política o socioeconómica humana es una historia fratricida en gran medida y lo sigue siendo. De ahí la insuficiencia del relato bíblico para esclarecer el origen y la necesidad del mal y, por lo tanto, para proponer una comprensión de lo humano que pudiera haber sido alguna vez humano e intrínsecamente bueno.

  • Isidoro García

    Los análisis socioeconómicos de teólogos famosos, y en ejercicio, son peculiares.

    Es claro que como dice Tamayo, “si las religiones, pretenden tener una presencia significativa en este tiempo, han de estar atentas a las nuevas preguntas y nuevos desafíos que se presentan. 

              Tales desafíos no se producen de manera aislada, sino interrelacionada e interdependiente; por ello han de ser estudiados interdisciplinariamente: por ejemplo, no se pueden analizar las relaciones políticas sin tener en cuenta las relaciones económicas”. 

    Y es en este análisis interdisciplinar, donde está la labor del intelectual que se acerca a estos problemas.

    Pero los teólogos, son unos intelectuales muy peculiares. Además de intelectuales, suelen ser sacerdotes o asimilados. Y estos enseguida, se encargan de decir a los demás no solo su opinión personal sobre la verdad, (como todo intelectual), sino su opinión de lo que debemos hacer los demás, (son pastores de almas vocacionales, y se creen investidos de derecho a ello). Y ahí es donde entra el conflicto.

    Un señor economista escribe un libro, y lo leemos y nos gusta o no nos gusta, y nada más. Pero un teólogo suele ser sacerdote, (o cristiano confeso), y más aún si de una u otra forma pertenece a la estructura de mando de una Iglesia, y al final, con su opinión socioeconómica personal, mejor o peor fundada, está intentando influenciar en la manera de practicar la religión de sus lectores.

    Yo por eso creo, que cuando un especialista con autoridad en su campo, escribe sobre temas de fuera de su especialidad, debería escribir con seudónimo, para no inducir a error al lector revistiendo con su merecida autoridad, sus opiniones sobre otro campo.

    Y los teólogos, mas aún, con su “autoridad” religiosa y eclesiástica.

    (Los únicos que deberíamos poder hablar de cualquier tema, somos los nadólogos, que no tenemos autoridad, ni prestigio alguno. Y que por eso, tampoco cobramos de nadie por nuestro esfuerzo intelectual, ni nadie nos invita a simposiums, conferencia y saraos).  (Este último párrafo es la voz de la cochina envidia, que muerde pero no come).

  • M.Luisa

    Lo primordial, para mí, en  tan exhaustiva entrevista es que la comprensión de los procesos mundanos, sociales y antropológicos atenúa o propicia una más justa y adecuada elaboración teológica. Al fin y al cabo como ya expresé anteriormente   si bien la pregunta por Dios estará siempre presente no siempre será la misma o desde un  mismo enfoque.
    Y esto porque se trata de una  pregunta abierta nunca cerrada y caduca, lo cual supone pensar que en ella  también repercute el influjo inducido por los avances culturales.  Lo que sí  cambia debido,  precisamente, a estas  transformaciones sociales,  es el modo de hacérnosla  de ahí, pienso, que el profesor Tamayo no aluda sólo a las respuestas sino también a las preguntas.

    Por ejemplo, no es lo mismo concebir a Dios  en una determinada cultura que entiende  la salvación haciendo referencia al pecado que concebir  la salvación como una continuidad de la creación donde en ella  va implícita la propia tarea humana.

    Por otra parte, la entrevista pone de manifiesto que la entera experiencia religiosa de la humanidad  es la que debe fructificar  en la elaboración teológica comprendiendo al mismo tiempo  lo improcedente de todo particularismo estrecho.

    Desde luego esta necesidad parece obvia pero frente al acecho de  teologías sólo de coyuntura  y externamente bonitas   supone una  difícil realización pues exige necesariamente para combatir los sistemas opresivos, tal como denuncia Tamayo, buscar el contacto con la experiencia fundante y configurar en ella los moldes culturales de nuestro tiempo.

  • George R Porta

     
    Leo lo siguiente: «…en el sentido de que creo necesario liberar a los pueblos oprimidos del colonialismo, para que asuman su propio destino, se empoderen y reconozcan que tienen la misma dignidad que los pueblos que los están dominando y oprimiendo. Es, como diría Frantz Fanon, pasar del no-ser, al que los tiene sometidos el colonialismo, al ser.»
     

    Este lenguaje es lenguaje colonialista del agente de opresión que descubre su propia culpa como opresor. La única nota redimible está expresada en el «se empoderen».

     
    El colonialismo es opresor y por tanto una manera o forma del «no-ser» de Césaire, y Fanon: Oprimir es una manera de «no-ser».
     

    El/la agente opresor/a se ve diferente o superior a su víctima a la cual desprecia y a la que desea y necesita hacer dependiente. Por eso solo el opresor convertido puede sentir la necesidad de que los oprimidos dejen de serlo y de «darles» liberación. Ésta, por el contrario, se ve como distinta de su opresor/a y le idealiza y aprende a depender de su opresor/a adoptando su modelo de existencia como ideal. Solo el reconocer la no-idoneidad de la relación de opresión puede descubrir su propia capacidad de oprimir y por lo tanto la oportunidad de renunciar a ello. La explotación laboral no es de una naturaleza diferente al maltrato doméstico: Ambos son violentos, ambos son destructivos (del/la agente opresor/a y de la víctima), ambos son injustos, porque ambos expresan una relación desequilibrada de poder.

     

    «Ser» solo es posible si cesa toda forma de opresión. La «injusticia» es fruto de la «opresión». Por eso el «reino» del que hablaba el Galileo de Nazareth no puede ser de «este mundo» que es un mundo de opresión y no de compasión; de injusticia y no de justicia; de inequidad y no de equidad; de violencia y no de paz, de competitividad y no de solidaridad.

     
    Después de todo la mejor forma de «Ser» solo es alcanzable por una «existencia» cuya substancia esté constituida de compasión, justicia, equidad, paz, solidaridad.
     

  • Román Díaz Ayala

    !Feliz Año Nuevo!

    !Enhorabuena!

    Habéis estado muy activos durante las fiestas, el rincón de pensar adquirió su especial relevancia. Va a resultar un 2018 muy movido.

    Veo que se acarician los límites de un pensamiento cultivado ( y muy rumiado) en este Atrio de mis amores. No quiero decir que se que haya alcanzado un estado de “síntesis”, como insiste apostólicamente Oscar.

    Muy agudo Isidoro, creo que acierta en su diagnóstico.

    Lo dicho: que seáis felices (Dios lo ofrece gratis, …y  sin que tengamos que caer en el fanatismo)

    • Carmen

      Si , si, activa.
      El veintisiete cogí un gripazo como nunca. De poco me muero. Uf.
      Está tarde voy a mi médico a ver si me dice algo bonito.
      Así que prometo dejarles una temporada tranquilos en cuanto vuelva a ser yo misma otra vez.
      Cuídense mucho. Esta gripe es horrible.

  • oscar varela

    Hola!
    Leo de Honorio:
    – “Por favor, échenme una mano”-
    ……………………
    No sé en cuál Escena, pero Maxwell Smart se la pedía a Jaime
     

  • Honorio Cadarso

    Con perdón, vuelvo sobre este tema y en concreto con lo que la cultura y la actualidad de China nos puede aportar. China ha evolucionado en apenas unos pocos decenios, de una situación de explotación por parte de las potencias occidentales y Japón, a una revolución comunista de corte soviético, a un planteamiento de sociedad de corte soviético, a una apertura a la economía de mercado, y hoy a un control de la economía desde el Estado y un máximo de libertad de empresa y de economía de mercado dentro de ese dominio de la misma por parte del Estado,y una postura muy decidida de recuperación del medio ambiente y lucha contra el cambio climático, no solo dentro de su territorio sino en la esfera internacional. En ese terreno ha arrebatado el protagonismo a USA y Europa.

    Todo eso lo ha hecho dejando a un lado todo planteamiento religioso, y limitando severamente la presencia y actividad de las confesiones religiosas de signo budista, cristiano o islamista. En concreto con la Iglesia católica ha planteado su relación en términos que hacen muy difícil el diálogo entre el Vaticano y Pekín. Quizá por prejuicios o reservas de ambas partes. El caso es que estamos en un punto muerto, según lo veo yo, y quizá esté equivocado…

    ¿Hasta qué punto la praxis y la ideología de la China actual está dentro de los cánones de una teología cristiana y católica? ¿Cómo podemos impulsar un “reencuentro” amistoso y cordial entre China y la Iglesia católica, el Vaticano o lo que ustedes propongan. y de la Iglesia católica con China?

    ¿La estrategia y la ideología china son neoliberales, son marxistas, o son mitad y mitad?

    Por favor, échenme una mano, que me he hecho un lío y no sé si estoy cuadrando el círculo…

  • Carmen

    No sé nada de teología, salvo alguna cosa, que diría Rajoy. Pero si sé de personas, de personas frágiles, he sido profesora de niños entre doce y quince años muchįsimo tiempo.

    Durante un montonazo de ese tiempo he tenido más o menos claro cómo tenía que desarrollar mi profesión. Pero en los últimos años, las cosas empezaron a cambiar muy deprisa. Mis compañeros y la dirección entendían que la solución pasaba por lo que empezaron a llamar TIC. Llenaron el colegio de pizarras digitales , se hizo el colegio bilingüe y pusieron una intranet.

    Lo de las pizarras fué superdivertido, de verdad, lo pasábamos en grande, no tenía que utilizar tizas de colores, dejaron de llamarme la reina de la tiza. Me di cuenta de que lo que más les interesaba era los trabajos que ellos mismos exponían y les encantaba hacer una crítica: qué les había interesado y qué no. Cosa que no era tan fácil cuando la exposición era de un profesor. Aprendí un montón de ellos.

    En los claustros, en las reuniones, me desesperaba. No es esto, no es esto, da igual la forma, no les interesa lo que les decimos, lo que queremos enseñarles. No les interesa. Es un cambio de visión del conocimiento. Lo que estamos haciendo ya no vale, aunque utilicemos las TIC. El protagonismo lo reclaman ellos. Nosotros solamente podemos dirigir.

    Silencio como respuesta. Cosas de, en fin, los años pasan y …hay que tener paciencia. Ha sido una buena profesional.

    Es la misma sensación que tengo con todo esto de la iglesia , con todo esto de la teología, con todo esto de …de todo.

    Respuestas? Ni una.

    Camino a seguir?. No sé, quizás una reflexión profunda, quizás hablar con las personas y tratar de entender cuáles son sus necesidades respecto a su dimensión espiritual o como le quieran llamar, en la actualidad.

    No sé. No sé cuál es el camino correcto, pero sí me doy cuenta de cuando un camino no lo es.

    Es desesperante. Pero es una sensación que me resulta familiar.

    Gracias por escuchar. No crean que es algo frecuente.

    Un saludo cordial.

    • Isidoro García

      Leído por ahí:
      “Inteligente es el que sabe dónde ir, pero más inteligente aún el que sabe dónde ya no tiene que volver nunca más”.

  • Jorge

    Comparto con JJTamayo que la causa de la justicia y la denuncia de situaciones injustas es la condición necesaria y previa a toda propuesta teológica. Por esto resulta prioritario “la preocupación por los problemas más agudos que vive y sufre la humanidad, con las antenas bien levantadas para conocer la realidad. (En consecuencia), estamos en el s.XXI en pleno desarrollo de las teologías feminista, ecológica, indígena, negra afro-latinoamericana-caribeña, asiática, del pluralismo religioso, la mayoría de ellas poscoloniales”. Son teologías encarnadas en el mundo, en los pueblos y sus gentes, poniendo el acento en los desfavorecidos, en la humanidad doliente. Son teologías que cambian el punto de mira, de perspectiva, y son necesarias el hacerlas, pero tengo la impresión de que no dan en la diana.

    Denuncian las consecuencias de la modernidad, el colonialismo, la globalización del mercado y consumo, la vulneración de derechos, …, y está bien, pero cuando busco soluciones, me parece que indica dos direcciones: una el abandono por parte digamos del primer mundo de su sistema social-político-económico, en particular del neoliberalismo, que margina a miles de millones de personas; y dos el reconocimiento de otras culturas, religiones y formas de vida, donde encuentra inspiración para que otro mundo mejor sea posible. Cierto que el neoliberalismo es despiadado e inmisericorde, pero a mí me parece que éste no puede superarse hacia sistemas más justos inspirándose en formas de vida hace tiempo superadas. Superadas porque no son capaces de sostener una población tan enorme en condiciones de bienestar suficiente.

    Yo tengo más esperanzas en los avances acelerados de las ciencias y las tecnologías, acompañados de una ética suficiente para que no se vuelvan contra la humanidad, que en los posibles cambios sociales-políticos-económicos inspirados en unas éticas o teologías, al margen de los que se impondrán necesariamente por la disponibilidad de las nuevas tecnologías que afectarán a las estructuras sociales-políticas-económicas directamente.

    JJTamayo dice que le han cambiado las preguntas, y que a las nuevas preguntas se encuentra con respuestas de una teología obsoleta. En mi opinión en la diana o centro de la teología nos encontramos con las mismas preguntas de siempre. ¿Dónde está Dios? ¿Quién o qué es? ¿Por qué razón calla ante nuestras preguntas? ¿Por qué razón no interviene en tantas situaciones injustas, ante el clamor del sufrimiento humano?… Le gente en nuestro mundo, con el cambio de cosmovisión generalizado y con un mundo secularizado, se ha quedado sin contenido de Dios. Y es cierto que la teología se ha quedado obsoleta, las respuestas del pasado ya no le sirven a nadie. Pero es que de nada vale aquí elaborar respuestas teológicas a otras preguntas. En consecuencia, lo que yo veo urgente y necesario es que la teología despierte de su añoranza del pasado y construya respuestas que sirvan y sean coherentes con el mundo en el que vivimos. Respuestas adecuadas a nuestro tiempo a las mismas preguntas de siempre.

  • Isidoro García

    (Perdonad el rollo dominical).

    Empiezo con el comentario de Carmen.

    Carmen- 6 enero 2018, 11:18 am · Responder

     “Por qué cuando leo este tipo de artículo, tan largo, por qué cuando leo la entrevista al señor Tamayo, por qué cuando me encuentro en la televisión la misa del Papa en la catedral de San Pedro…

            Por qué me viene a la cabeza la imagen de un enooooooorrrrme huevo de pascua, cubierto de papeles de colores brillantes y preciosos, pero hueco en su interior?

           A veces me da hasta un poco de angustia. No sé, quizás ya el chocolate no me siente demasiado bien”.

     

    Estaba ensayando una respuesta a la entrevista de Tamayo, y al leer este comentario de Carmen, he decidido empezar de nuevo.

    El comentario de Carmen, engancha con el siguiente párrafo del artículo-recensión del libro de Tamayo, de Juan A. Martínez de la Fe, en https://www.tendencias21.net/Las-Teologias-del-Sur-son-poscoloniales-y-decoloniales_a44321.html

    Tamayo, “resalta su investigación en el proyecto “ALICE-Espejos extraños, lecciones imprevistas”, que pretende definir para Europa un modo nuevo de compartir las experiencias del mundo. 

              ALICE detecta que Europa y el Norte global experimentan una sensación de cansancio intelectual y político, con una manifiesta incapacidad para dar una respuesta creativa a los desafíos de la justicia social, medioambiental y cultural que definen a nuestro mundo”.

    La sensación de Carmen, es común a todos los que reflexionamos sobre los problemas de la humanidad, en el presente y en el futuro. Nadie parece saber qué hacer, ni unos ni otros.

    Tanto desde el establishment, como la barra antisistema, denotan un cortoplacismo asustante.

    Para unos todo gira sobre el crecimiento económico del próximo año, y para los otros, en un asistencialismo urgente a las emergencias sociales existentes.

    La dinámica social es tan acelerada, con unos acelerados y vertiginosos cambios de paradigma en casi todo, que cunde una parálisis general de estrategias a largo plazo, y una falta de medidas radicales, (de ir a la raíz de los problemas), que cualquiera diría, que todo el mundo espera que el mundo se acabe ya, o se arregle solo.

    Hay una sensación generalizada de falta de alternativas.

    En el gremio de los intelectuales como Tamayo, se nota mucho, “El estado de incertidumbre y desorientación, “el no saber a qué atenerse”, que conduce con frecuencia, cuando el hombre se abandona a él, a la angustia”, en palabras de Julián Marías.

    Y lo malo es que como sigue Marías: “Cuando lo quiere evitar sin superarlo, cuando pretende obrar como si supiera, pero sin saber, y sobre todo sin esforzarse por saber, cae en el fanatismo.

          El fanático se echa tierra en los ojos y trata de anular su confusión intelectual con una confusión emocional. Es el calamar que, para no ver que el agua está turbia, descarga su tinta. Angustia y fanatismo son dos de las dolencias capitales de nuestro tiempo”.

    Hay dos clases distintas de fanatismo, que a todos nos aguarda detrás de cada esquina para atacarnos. El fanatismo psicológico, comportamental, (más patológico), y el mas suave y ligero, fanatismo intelectual, cultural, que nos ataca a todos sutilmente.

    Este último, consiste en tener preparada la solución antes de resolver el problema, que en realidad no sabemos resolver, por lo complejo del tema. Es la enfermedad profesional de los teólogos orgánicos, su silicosis.

    Son los defensores a ultranza de toda ortodoxia, ya sea religiosa o política. ¿Qué casualidad, que al final de toda una enorme cadena de razonamientos y citas, resulta que todo coincide al milímetro con los catecismos de una y otra clase?. ¿Casualidad? No, fanatismo suave intelectual, unido con su poquito de disonancia cognitiva y su pizquita de pensamiento delirante inconsciente.

    El fanatismo intelectual, es hacerse trampas en el solitario, aprovechando que nadie nos ve. Es darse un gustito emocional, y falsear el raciocinio con nuestros prejuicios personales. Como decía el psiquiatra Eskenazi: “Lo que exige cualquier pensamiento riguroso, es salir de la esfera personal de lo que tú quieres, de lo que tú piensas y de lo que te gusta”.

    Por eso Marías habla de “trata de anular su confusión intelectual con una confusión emocional”.

    “El fanatismo es una sobrecompensación de la duda”, decía Jung. De una duda, que nos genera ansiedad.

    Porque cuando a uno se le atasca el pensamiento, siempre está en nuestro auxilio el moralismo. Decía Jung: “Pensar es difícil, por eso la mayoría de personas prefiere juzgar”.

     

    Y Tamayo, me parece a mí que con su apelación al neocolonialismo, para hacer el diagnóstico de la situación de la humanidad, ha caído en ese fanatismo suave, que nos ataca a todos. La solución al grave problema intelectual, antes de hacer sus muchos viajes de trabajo, es la misma, que ya pensaba, antes de emprender los viajes. ¡Qué suerte y qué casualidad!.

    A mí eso del neocolonialismo, me suena a dos cosas. La primera al complejo, (no entro en si justificado o no, habría que estudiarlo seriamente) del primer mundo, de que todos los problemas del mundo lo tenemos nosotros los europeos, y los demás son simplemente pobres víctimas.

    Llega un catedrático europeo, y más aún español, hijo y heredero de los crueles conquistadores, invitado a una asamblea o simposium de sudamericanos quejosos, y ya entra al salón con la imagen del pavo que van a trinchar. Su instinto de supervivencia le indica que lo mejor es entrar pidiendo perdón. No se sabe aún por qué. Pero seguro que algo habrá hecho.

    La segunda razón de su descubrimiento del neocolonialismo, yo creo que la dice el mismo al principio: “Incluso los sectores teológicos más progresistas, que llevamos a cabo un diálogo entre el cristianismo y la modernidad, todavía estamos cómodamente instalados en la razón moderna”.

    La razón moderna, empezó a decaer ya hace sesenta años. Y ahora ya no estamos en ella. Estamos en no se sabe qué. Desde que se sabe, (el que quiere enterarse), de que la razón no lo es todo, y que más aún, no es casi nada, y que nos movemos por tendencias profundas y desconocidas por nosotros mismos, todo ha cambiado.

    Y desde que se sabe, que nuestros hijos y no digamos ya, nuestros nietos, verán cosas inimaginables para nuestras mentes anticuadas, ya no sabemos bien dónde está el suelo y dónde está el cielo. Necesitamos un GPS urgentemente.

    Tamayo, en lo sociopolítico, sigue, como muchos anclado en los setenta, por muchos puntos de IBERIA que coleccione.

     

    Ahora bien en lo teológico, Tamayo a mí me gusta mucho.

    Tamayo habla de la necesidad de un “Cambio de paradigma en el relato teológico”. Y lo hace muy bien. “Es el propio autor quien ha recorrido el cambio de paradigma, pasando de un sueño dogmático a una nueva comprensión de su vida, de su pensar la religión y de hacer teología, basada en un proceso dialéctico de desaprender-reaprender. Un camino cargado de desafíos de los que advierte a quienes pretendan seguirlo o, al menos, comprenderlo”. 

    “Afirma Tamayo que las religiones son un constructo humano, surgido en un momento determinado para responder a los desafíos de esa época. 

           Y como tales creaciones humanas son objeto de estudio por diferentes disciplinas: filosofía de la religión, fenomenología de la religión, psicología de la religión, antropología de la religión, historia de las religiones, etc.

          Y si  ellas, las religiones, pretenden tener una presencia significativa en este tiempo, han de estar atentas a las nuevas preguntas y nuevos desafíos que se presentan. 

              Tales desafíos no se producen de manera aislada, sino interrelacionada e interdependiente; por ello han de ser estudiados interdisciplinariamente: por ejemplo, no se pueden analizar las relaciones políticas sin tener en cuenta las relaciones económicas; así las cosas, nos ofrece el autor una lista de los retos más destacados que ha seleccionado para este ensayo”.

  • oscar varela

    Hola!

    Leo en la pos-entrevista Otros titulares:
    Desperté de mi sueño dogmático …
    …………………..

    Ok!

    …………………..

    Al “paciente” Cumpa Tamayo lo sigo pinchando para que

    Despierte de su sueño “TEO-lógico” …

    … y Juanjo me sigue aguantando!

  • Honorio Cadarso

    Felicito a Tamayo por ese nuevo libro que pone en nuestras manos.

    Subliminalmente he sugerido una reserva a su planteamiento sobre la Navidad, demasiado centrado en el pasado y quizá escasamente proyectado sobre el presente y el futuro.

    Evidentemente, una teología elaborada desde Europa resulta míope y estrecha. Se impone una toma de conciencia de todas las culturas del planeta par elaborar una teología que se plantee la salvación de toda la humanidad.

    Y en ese sentido entiendo que a Tamayo y a casi toda la iglesia nos falta una presencia “en vivo y en directo” en la cultura y la realidad actual de China. No me parece posible una teología del siglo XXI sin un conocimiento muy profundo de la cultura china.

    He leído en algún sitio que obispos africanos tienen sus reservas frente a los discursos del Papa Francisco relativos a los refugiados y emigrantes del Tercer Mundo. Ellos, los obispos africanos, se quejan de que la estrategia propugnada por el Papa pretende dejar desierto y despoblado el Tercer Mundo, y piden un sabio equilibro y término medio entre la llegada de gentes del Tercer Mundo al mundo del neoliberalismo, y la resistencia de ese mismo mundo a desaparecer, luchando por la supervivencia de sus cultura y sus economías…

    Ese equilibrio, ese término medio, ese “diálogo” mediante hechos más que mediante palabras entre ellos, los desheredados y víctimas del neoliberalismo, y nosotros, los beneficiarios del mismo, debería ser un tema de primera actualidad para nosotros y par el Papa Francisco.

  • Jorge

    Leo de JJ Tamayo: “el Papa tiene una hipoteca de la que debe liberarse: la de ser jefe de Estado de la ciudad del Vaticano. Soy partidario de que la reforma de la Iglesia pase por que el Vaticano deje de ser un Estado”.

    Pues en mi opinión veo más factible hacer que el Estado Vaticano se modernice, separando religión y Estado. Suprimiendo el Estado no veo en dónde radicaría la reforma puesto que la Iglesia requiere una estructura y un organigrama complejo para su funcionamiento, solo afectaría a cuestiones de protocolo. Sin embargo, separar religión y Estado sí tendría un mayor calado. Para ello bastaría nombrar un/a presidente/a laico/a responsable, para llevar y decidir los asuntos del Estado Vaticano como son representación y diplomacia, gestión y administración, financiación y patrimonio, jurisprudencia, …, reservando al papado los asuntos religiosos. De este modo podría entrar la reforma de la Iglesia pasando de una monarquía absoluta a otra democrática, sin alterar demasiado el funcionamiento de la Iglesia, aprovechando la estructura que ya tiene, evitando entrar en cuestiones teológicas sobre la autoridad, magisterio, tradición, …, que tiene el papado en su función de unidad.

    Si esto lo realiza la cúpula vaticana, pues los obispados incluso las parroquias podrían imitarlo.