Y a vosotros, atardeceres de octubre, tan sensibles, “suite” silenciosa de qué extraños espíritus? cuyo más mínimo movimiento me penetraba todo, perdón! os he sido casi indiferente.
…………………………………………
Dicen quienes lo conocieron, que en su vejez (Juanele muere a los 82 años, en 1978) recomendaba a los poetas a no perder “la infancia”, el sentido de la maravilla, la ebriedad, la mirada limpia y pura del niño: “De ahí – decía él- mi interés por las culturas primitivas y el pre-pensamiento animal. La poesía y el arte nos restituyen a ese todo.”
………………………………….. Dulce es estar tendido fundido en el espíritu del cielo a través de la ventana abierta sobre los soplos oscuros… …………………………………. ¿Pero has olvidado, alma, has olvidado? …………………………………… ¿En qué urnas etéreas, alma, olvidaste tu tiempo y tu piedad? La vida quiere unirse, alma, de nuevo, por encima de los suplicios…
…………………………………………
En esta búsqueda de la armonía y la unidad lleva Ortiz empeñada toda su vida, y casi todos sus poemas son un diálogo entre voces que se responden e interrogan sin término, intentando siempre levantar todos los velos, y aprehender en su desnudez primera la vibración de cada cosa y su misterio
………………………………………… —El viento es un alma, hijo, desesperada… —Desesperada, de qué? —Desesperada de… aire sin fin… y de… —¿De qué más? —De fuga…
…………………………………………
Atacama, mi casa
Pasaron chocando y llorando sin mirarme apenas,
Ensombreciéndose el día, asustaron al desierto, mi casa,
Turbándome en la noche,
Fantasmas cantarines que entre sí jugueteaban.
Balbucían gotas saltarinas en un canto,
Sin decir: “Despierta Atacama”.
Empaparon las paredes agrietadas,
Ya durmientes, modelando su contorno,
Sacudiendo su existir de vivir por no morir.
Removieron mis entrañas, desplegándose en frescura,
Sin reconocerme allí, un no sé qué que preví.
Y al punto se encadenaron alegrías de vivir,
Júbilos multicolores empezaron a surgir,
Plácidos y satisfechos, se engalanaron sin fin.
Y el silencio del desierto que ama y calla sin fisuras,
No oculta la belleza que guarda en sus entrañas,
Despertándole, despierta todo con él.
Mi casa, suspira y se asombra agradecida,
Detenida en la hermosura, sueña y canta
Baladas de paz y amor.
Y nadie puede entender su voz.
Ahí no hay ya nadie que escuche
Y oiga su anhelo, su vivir en no morir:
Un continuo renacer de nuevo.
En un mes re-comienza este paisaje en Atacama.
La temporada pareciera favorable gracias a las lluvias que hubo (¡no tantas!) este Otoño en Chile.
¡Veremos! aunque yo no lo vea!
¡Imaginemos, pues!
¡Vamos, todavía!
(Juan Laurentino Ortiz – “Juanele”)
Y a vosotros, atardeceres de octubre, tan sensibles,
“suite” silenciosa de qué extraños espíritus?
cuyo más mínimo movimiento
me penetraba todo,
perdón!
os he sido casi indiferente.
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Dicen quienes lo conocieron, que en su vejez (Juanele muere a los 82 años, en 1978) recomendaba a los poetas a no perder “la infancia”, el sentido de la maravilla, la ebriedad, la mirada limpia y pura del niño: “De ahí – decía él- mi interés por las culturas primitivas y el pre-pensamiento animal. La poesía y el arte nos restituyen a ese todo.”
…………………………………..
Dulce es estar tendido
fundido en el espíritu del cielo
a través de la ventana
abierta
sobre los soplos oscuros…
………………………………….
¿Pero has olvidado, alma, has olvidado?
……………………………………
¿En qué urnas etéreas, alma, olvidaste tu tiempo y tu piedad?
La vida quiere unirse, alma, de nuevo, por encima de los suplicios…
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En esta búsqueda de la armonía y la unidad lleva Ortiz empeñada toda su vida, y casi todos sus poemas son un diálogo entre voces que se responden e interrogan sin término, intentando siempre levantar todos los velos, y aprehender en su desnudez primera la vibración de cada cosa y su misterio
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—El viento es un alma, hijo, desesperada…
—Desesperada, de qué?
—Desesperada de… aire sin fin… y de…
—¿De qué más?
—De fuga…
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Atacama, mi casa
Pasaron chocando y llorando sin mirarme apenas,
Ensombreciéndose el día, asustaron al desierto, mi casa,
Turbándome en la noche,
Fantasmas cantarines que entre sí jugueteaban.
Balbucían gotas saltarinas en un canto,
Sin decir: “Despierta Atacama”.
Empaparon las paredes agrietadas,
Ya durmientes, modelando su contorno,
Sacudiendo su existir de vivir por no morir.
Removieron mis entrañas, desplegándose en frescura,
Sin reconocerme allí, un no sé qué que preví.
Y al punto se encadenaron alegrías de vivir,
Júbilos multicolores empezaron a surgir,
Plácidos y satisfechos, se engalanaron sin fin.
Y el silencio del desierto que ama y calla sin fisuras,
No oculta la belleza que guarda en sus entrañas,
Despertándole, despierta todo con él.
Mi casa, suspira y se asombra agradecida,
Detenida en la hermosura, sueña y canta
Baladas de paz y amor.
Y nadie puede entender su voz.
Ahí no hay ya nadie que escuche
Y oiga su anhelo, su vivir en no morir:
Un continuo renacer de nuevo.
Asun
Por ahí anduvimos (Copiapó y Vallenar)
Desierto de Atacama
Muchas gracias, Oscar. Lo tenía pendiente.
Ufff… ¡Me equivoqué… no era Lavanda… pero es tan hermoso!
¡Gracias Oscar por el enlace, así, he podido conocer su auténtica realidad y hermosura, gracias!
pili
pues el desierto florido comunica mucha paz
¡¡¡Me encanta la flor de Lavanda!!!
Es una hermosura, tanta belleza en un desierto…
m* pilar
Hola!
Si esta foto no es del “Desierto florido” en Copiapó-Chile (Desierto de Atacama) … le anda raspando.