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Un samaritano que respeta la fe del carbonero

   Con la venia, me gustaría hacer mi interpretación personal del tema propuesto por José María Castillo  sobre la reforma de la Iglesia, más concretamente sobre las aportaciones de Jorge, Isidoro  y Román con fecha 6 de diciembre. Y también sobre nuestra conexión con los que nos han precedido en la vivencia de la Iglesia con fórmulas de esas que llamamos “la fe del carbonero”.

Jorge incide en la idea de que el Pueblo de Dios es toda la humanidad caminando hacia el Reino de Dios, y los que vivimos en comunión con la Iglesia con sus ritos y sus sacramentos no somos el Pueblo elegido, a la manera del pueblo judío del Viejo Testamento, sino una parte de ese Pueblo de Dios que comprende a toda la humanidad.

En ese Pueblo de Dios, los seguidores de Jesús que adoran a Dios en espíritu y en verdad, que viven el mandamiento del amor en sus obras, samaritanos que encuentran a un herido en el camino y se sienten responsables de salvarlo, están unos dentro de la Iglesia y otros fuera, y todos ellos serán saludados por Jesús con aquel “Venid benditos de mi Padre, porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber…” etc.

Conozco a un creyente miembro de la Iglesia que se unió en matrimonio con una no creyente y ha renunciado a educar a los hijos de ambos en la religión católica ni en ninguna otra religión, limitándose a seguir su vida de creyente, sus prácticas religiosas y su vida dentro de la Iglesia, como única catequesis para ellos. Eso sí, comprometido con todas las causas buenas y justas en la sociedad que le rodea, y animando a su esposa y a sus hijos a hacer lo mismo. O sea, una familia de buenos samaritanos.

Sé que ese tal no las tiene todas consigo, y teme que quizá no da el testimonio cristiano y apostólico que debe dar todo católico.

Por lo que respecta a su presencia en la vida ritual y litúrgica de su comunidad cristiana, el tal creyente cristiano católico es consciente de que su comunidad casi al cien por cien sigue anclada en la vivencia religiosa de antes del franquismo y de después,.que identifica a la Iglesia con el Partido de la derecha, en este caso el PNV. El sin embargo milita en un partido de izquierda y no lo oculta 0los otros miembros de su comunidad.

Al mismo tiempo, el tal creyente reivindica que los minusválidos y ancianos que acuden a la misa de los domingos puedan acceder al templo cómodamente, ahorrándoles escaleras de acceso y puertas cerradas con llave.

Y acude a una agrupación de reflexión sobre textos del evangelio, en la cual intenta “sembrar” su forma de interpretar y vivir su fe y su compromiso cristiano. O bien se esfuerza en multiplicar a nivel de su municipio y comunidad autónoma los encuentros y el diálogo con musulmanes, ortodoxos, luteranos y con todas las comunidades religiosas de otros credos. Y por supuesto con sus colegas no creyentes con los que lucha en iniciativas de regeneración democrática y defensa de los marginados de la sociedad.

Hay momentos incluso en los que plantea a los responsables parroquiales críticas alusivas a los residuos seudomedievales y clericaloides heredados del pasado, y les obliga a marcar distancias con el partido en el poder…

“No me gusta esa Salve a la Virgen cuando habla de esta vida terrenal como un valle de lágrimas…Dios no nos ha hecho para ser desgraciados en este mundo…” dice. Se subleva por dentro cuando la liturgia habla solo de ultratumba y la felicidad que nos espera detrás de la muerte, de resignación, de esas precesdel ofertorio “por nuestros gobernantes” y dice que nuestros gobernantes, más que de nuestra oración del ofertorio, necesitan de nuestro voto honesto y nuestra presión colectiva para que no comentan errores ni desmanes, para que no privilegien a los capitalistas y menos precien a los desvalidos…

Vamos, que el tal creyente tiene fe en el pasado de la Iglesia de la que somos herederos y de toda la morralla que hemos recibido de la misma, que tiene fe en la capacidad de la estructura heredada del pasado para rehacerse y renovarse y ponerse al día, y cree que los momentos y los ritmos y los pasos a dar por esa comunidad en su puesta al día los tiene que definir el Espíritu, la sicología social. Que sabe que “no por mucho madrugar amanece más temprano”, y que valora en gran manera todo lo bueno de esa herencia, y considera que no se trata de romper con el pasado de la Iglesia, sino de apoyar humildemente su crecimiento y maduración…,

Nada de borrón y cuenta nueva, nada de ahogar la llama que humea, ni de esconder la luz debajo del celemín, sino ser más bien grano de mostaza sembrado en el campo.

A José María Castillo y su texto que me ha inspirado todo esto les echo de menos esta valoración del pasado, este respeto y estima de la “fe del carbonero” que alienta en el pueblo llano de la iglesia, del rescoldo que se oculta tras las cenizas…A él y quizá a muchos más de los que en tiempos pasados y quizá hoy nos movemos por los pasillos de Atrio..

El tal creyente desearía que la mezquita de Córdoba fuese compartida por cristianos y musulmanes, que la Iglesia pidiese perdón por su actitud durante la Guerra “incivil” de 1936, y reclama una actitud más firme de la misma Iglesia en honrar a las víctimas de izquierdas que fueron ejecutados durante esa guerra…Se avergüenza de que mientras tanto la Iglesia oficial canoniza a destajo a todos los supuestamente cristianos que fueron asesinados por los perdedores de aquella guerra “incivil”.

Sí, todo eso y mucho más habría que hacer, solo que cada cosa a su tiempo, en la medida ene que las comunidades cristianas sean capaces de asimilarlo, con una pedagogía oportuna…

11 comentarios

  • Jorge

    Pues sí reafirmo lo que Honorio dice sobre mi posición con respecto al Pueblo de Dios, que hace referencia a toda la humanidad sin exclusiones y que camina hacia la Plenitud Humana del Reino, (amor, justicia, paz, libertad, conocimiento, sabiduría, …) en donde creo que está Dios. Un mismo Dios para todos los seres humanos sin distinción de religiones, ideologías, pueblos, nivel ético, grado de compromiso social o político, de izquierdas o de derechas, progresistas o conservadores, … Y es que creo en el triunfo final del bien, tengo la fuerte esperanza de que la Plenitud algún día se alcanzará en la que nadie puede quedar excluido, haya hecho lo que haya hecho, desde la persona más excelente hasta el más malvado de todos, haya tenido fe en Dios o no, incluso manifiestamente en su contra. Y creo que habrá un “lugar” como antesala de la Plenitud, en el que habrá un tiempo de perdón y de reconciliación entre todas las personas, y en el que se repararán todos los daños, guiado e impulsado por los seres humanos que ya estarán en la Plenitud.

    Cuando hablamos de amor, justicia, …, entiendo que hablamos sobre la Plenitud Humana, y esto no hace referencia específica a la Iglesia por muy cristiana que sea, sino al conjunto de la humanidad. Y aunque el contenido de la Plenitud Humana para mí se corresponde al detalle con lo que Jesús de Nazaret manifiesta, dice y hace, esto no va dirigido sólo al grupo de miembros de una Iglesia por numeroso que sea o no, sino al conjunto de la humanidad. Es que basta observar un poco para ver que hay tantos seguidores de Jesús de hecho dentro de la Iglesia como fuera de ella, y hay tantos contrarios u opositores en teoría y en la práctica al Proyecto de Vida de Jesús dentro como fuera. La Iglesia sólo refleja lo mismo que se da en la sociedad en la que está inmersa.

     
    ¿Por qué razón le exigimos mucho más a la Iglesia que manifieste los valores de la Plenitud Humana, en el seguimiento a Jesús, que a otros grupos sociales que no pertenecen a ella? Bueno, ciertamente la Iglesia proclama a Jesús de Nazaret como el centro de su fe y por ende su proyecto de vida. Y es evidente que en general no manifiesta una coherencia suficiente y que esta falta de coherencia le hace perder credibilidad. Sin duda, coherencia y credibilidad serían máximas si expulsara de ella a los que no asumen la causa de Jesús. Pero entonces ¿dónde quedarían la acogida, la comprensión y compasión, el perdón y la misericordia, …, valores que van unidos al amor? En mi Iglesia quiero que estén todos los que quieran pertenecer a ella. Muchos seguirán el proyecto de Jesús con entusiasmo, algunos hasta la excelencia, pero otros simplemente no podemos, tenemos o arrastramos muchos factores, experiencias vitales, caracteres personales, …, que nos lo impiden. ¿Debemos irnos para que la Iglesia sea más santa, o más bien permanecer en ella y poner nuestras miserias en las manos de Dios y vernos a pesar del pecado acogidos por la Iglesia?

  • m. pilar

    Amigo Honorio, comprendo tu sentir y etoy de acuerdo en “casi” todo.

    Solo, que mi personilla ya se ha “jubilado” de los ritos, de sermones muy alejados de la vera herencia de la Palabra. Ni siquiera cambia su lenguaje… ya no puedo compartirlo sin sentir un rechazo… de momento… insufrible.

    En mi interior sigue la misma fuerza, el mismo amor, el mismo seguimiento, pero ahora en soledad… sigo estado ahí, para cuantas personas pasen por mi lado, siempre se encontrarán con mi cariño, sonrisa, acogida, compromiso… pero en retiro voluntario.

    m* pilar

  • Antonio Toston De la Calle

    Alguien se imagina a Jesús de Nazaret, el carpintero, hijo de María y hermano de Simón, Santiago, Juan y Judas, y sus hermanas, hablándoles un sábado en la sinagoga a sus paisanos y diciéndoles: “Como sabéis, soy hijo de María y fuí concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, y ella fue virgen antes del parto, en el parto y después del parto?.¡¡¡¡

    • Alberto Revuelta

      Jesús no pudo decir eso porque no había asistido a ningún concilio ecuménico, ni manejado el Dezinger. Era lego en teología, no había estudiado en el seminario, no era clérigo, no conoció a san Lucas ni a san Mateo. No tenía obispo.

      • George R Porta

        No obstante hay una cierta validez, Alberto, en el comentario de Antonio (además de que para él es válida la pregunta) porque pone de manifiesto otra vez que toda esa telaraña teológica que tanto daño ha hecho y hace no solo fuera anacrónico atribuírsela a Jesús, sino que es parte de la falsificación de la «noticia» que el Evangelio debiera haber constituido y aún debe constituir cuando sea anunciado, si lo es, en el futuro. Os deseo a todos una conclusion de año alegre, apacible y un 2018 benigno y fructífero en todo sentido.

  • Gonzalo Haya

    Creo en pluralismo religioso, fuera y dentro de la Iglesia. Lo esencial es el amor que se entrega, las parábolas del samaritano y el juicio final, pero también las del hijo pródigo y la de la oración del publicano. Esto no quita que tengamos un ideal hacia el que tender, aunque cada uno lo concrete según sus luces y capacidad. Para mí el ideal más concreto es el Jesús que conocemos por los evangelios sinópticos, pero inevitablemente interpretado por los signos de los tiempos y por lo que yo logro alcanzar. A la búsqueda de este ideal -o semejante según las creencias de cada uno- es a lo que deseo animar, comenzando por algo tan concreto como promover y cumplir un orden de justicia social.

  • alberto Revuelta

    Mi madre, en gloria esté, cuando abría el portón de la casa a la orilla del Mar Menor, ponía unos cuantos perros chicos y gordos en el listón del cerrojo para que -eran tiempos de hambre y minería – Nadir que pidiera “una limosna a por amor De Dios” se fuera de vacío. Con treinta y tres años se quedó viuda con unos pocos de zagales y Fe de carbonera que nos inculcó y seguimos teniendo. Las estructuras de mando eclesial no nos han influido. Hay que hacer lo que dice Mateo en el capítulo 25 y amar al Señor. Y la Salve nos permitió aguantar las lágrimas de aquel valle que sigue existiendo para muchos. Es mucho poder recitar el oh dulce Virgen Maria anclado en el dolor de tanta gente y tantos año, siguiendo llos acta et pasa Christi.

    • Carmen

      Bonito pueblo, seguro.
      Mis padres también están en paz,fijo.
      Mi padre, de ideas republicana y de eso me he enterado hace poco, cuando yo,su hija menor, era pequeña , dirigía un banco de los importantes. En Navidad llegaban un montón de productos de la huerta y turrones y conservas y cosas de esas. Mi madre hacia una especie de cestas y se las mandaba a los jesuitas para que las repartiera, superbonicas.
      La misma que poco antes de que le atacase el alzheimer de lleno me dijera: bueno, si todo lo que nos dicen los curas es cierto.

      No creo que los únicos que de verdad puedan seguir el evangelio sean aquellos que han tenido que llevar una vida dura. Tampoco añoro para nada la fe del carbonero Quizás porque nunca la tuve. Además, actualmente conocemos que el carbón es el combustible orgánico más contaminante de todos.
      Cada momento histórico tiene que tener su propuesta de la iglesia, si es que se quiere que perdure.
      Y a ver qué hacen los pedagogos de la iglesia, es su momento.
      Un saludo cordial.

  • ROMAN DIAZ AYALA

    Sí, el tal creyente vive inmerso en la “New Age”, versión española.
    Un reducto del catolicismo sociológico, que, a su vez, se produjo en reacción al nacional catolicismo.
    Unos salieron de ello, otros han encontrado en lo mismo un canal para su espiritualidad.
    Un refugio al fin y al cabo, para coronar un largo camino de búsqueda.
    Pero Jesús está mucho más cerca de nosotros.
    Sigue presente el “ven y verás” de Natanael.

  • Antonio Rejas

    ….“con una pedagogía oportuna…”. Esto es la clave. Pienso que existe “la fe del carbonero” porque a lo largo de toda la historia del cristianismo ha brillado por su ausencia esa pedagogía oportuna y esto ha permitido a los creyentes dedicarse exclusivamente a vivir “en comunión con la Iglesia con sus ritos y sacramentos”, olvidando “el mandamiento del amor en sus obras”, dando un rodeo, si fuera necesario, para no encontrarse con el herido.

    • Santiago

      Antonio Rejas, yo nací en la época pre-conciliar pero viví el Concilio Vaticano II en toda su intensidad y después la era post-concilio que perdura hasta hoy. He vivido dentro d e la Iglesia y y fui educado en Ella y siempre pensé -junto con muchos de mis compañeros de colegio- que las 2 cosas que mencionas “que la comunión” con los ritos y prácticas de la Iglesia debe estar unida a “la praxis del mandamiento del amor”. La Eucaristia no es un simple rito o símbolo de santificación personal sino el sacramento fundamental para encontrar la fuerza del amor de Cristo imitándole en Su amor hacia los demás. Está claro que es falso el cristianismo del que aparece como muy devoto y no pone en práctica el “mandamiento del amor”. Siempre han existido dentro de la Iglesia los fariseos y los sinceros de corazón, los Judas y los Juanes, y la cizaña creciendo junto con el trigo. No importa, porque al final seremos juzgados “en el Amor”

      Un saludo cordial

      Santiago Hernández