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A donde mirar

Día tras día, eso que se ha dado en llamar ciudadanía (y que es el sitio donde los no propietarios de los medios de producción o de poder pierden su honroso e histórico nombre de proletarios) se pasa la vida mirando a las alturas, admirando a los ricos de Davos, asombrados de las hazañas económicas de las grandes empresas tras cuyo anonimato se ocultan pudorosamente los dueños de este mundo, atónitos por las andanzas, aventuras y desventuras de los héroes de los medios de comunicación o de la Jet-set, contemplando las idas y venidas de tanto político que jamás podrá cumplir su electorales promesas, sabiendo que esto es así y convencidos de que seguirá siempre así, pero con la esperanza de que algún buen día vendrá un político-papaíto que le resuelva su papeleta en concreto.

Si los pastores de Belén del evangelio de Lucas hubieran estado mirando al palacio de Herodes el Grande, no se hubieran enterado del Nacimiento de Jesús.

Tengo para mí que los grandes fenómenos que están cambiando el curso de la historia tienen que ver con los poderes de este mundo (faltaba más) pero que no pueden ser detectados si seguimos mirando a los nuestros nuevos “herodes” (Trump, Putin, Rajoy, Pigdemont, Merkel, Netanyahu, príncipes árabes, Hollywood, Marbella, Botín, Bill Gates,  Jeff Bezos, Amancio Ortega, etc., etc.).

Desde el final del pasado siglo hasta hoy el feminismo y la emigración están volteando y removiendo nuestras sociedades con una eficacia y profundidad que está modificando, no solo nuestra forma de vivir, sino también todos los sistemas de estructura de poder que han sido configurados por el capitalismo en los dos último siglos, a lo que hay que añadir las modificaciones en las relaciones sociales causadas por la informática y la revolución tecnológica.

Es verdad que todo esto tiene su origen en el propio capitalismo, que: a) empujó a las mujeres a salir del hogar para suplir el trabajo de los hombres que en las grandes ocasiones andaban peleando en tanta guerra, y b) que impuso la globalización de la economía (y, con ella, la globalización de la ideología y la información).

Nunca nuestras sociedades fueron tan complejas y no solo por la emigración económica de los pobres, sino también por ese fenómeno que no solo nos llena de chinos (hoy China es el país más rico para un próximo futuro) y de otros muchos emigrantes no estrictamente pobres, sino también de gentes procedentes de todo el mundo. El terrorismo y la violencia de género son la expresión de las tensiones que ambos fenómenos están creando y que anuncian el fin de dos de las estructuras de poder más perdurables, el machismo patriarcal y el racismo fascista. Y parece que, al mismo tiempo, está corroyendo los fundamentos del nacionalismo (nosotros somos los buenos).

Es verdad que el poder es el poder y no puede perderse de vista, pero, como todo poder tiende a su propia subsistencia, es urgente fijarse en el suelo para ver por donde soplan los vientos de la Historia que mueven el mundo, porque solo los pobres y las oprimidas tienen urgencia de cambiarlo todo, aunque no se apunten a ningún partido.

Claro que, tal y como va el teatrillo de la política y la economía en los países más ricos, como el nuestro, seguiremos mirando sus palacios. ¡Qué le vamos a hacer!

Nuestros instintos más primarios aún nos dominan.

 

2 comentarios

  • George R Porta

    Leo: «Es verdad que todo esto tiene su origen en el propio capitalismo, que: a) empujó a las mujeres a salir del hogar para suplir el trabajo de los hombres que en las grandes ocasiones andaban peleando en tanta Guerra…»

    No sé como es esto de atribuir al capitalismo que las mujeres hayan salido a trabajar. En primer lugar creo que más bien las mujeres le hicieron posible al hombre ir a ventilar sus violencia e inmadureces de adolescente aguerrido a lo largo de un largo período de la historia, ocupándose de la prole y del sitio que compartieran. Con la aparición de la propiedad privada y la concomitante noción de familia y linaje, la mujer llegó a administrar los bienes que el hombre abandonaba para ganarse plumas para el casco o yelmo de Guerra. Después la mujer muy a menudo se ha hecho lavandera o costurera mientras permanecía en la casa para suplir lo que el hombre no producía; y más modernante durante las guerras mundiales se fue a la fábrica de armamentos o a los trabajos de inteligencia militar no por causa del capitalismo, sino porque el hombre ha seguido su tradición de abandonar el hogar para ir guerrear.

    Hoy día, ha descubierto una especie de autonomía y hasta opta por embarazarse pero hacer que el «embarazante» renuncie a sus derechos de paternidad. Una especie de movimiento progresivo desde el fondo de la cueva hasta la calle que no ha sido forzada a hacer, sino que ha descubierto en gran medida por sí sola.

    No estoy muy seguro de que los hombres podamos realmente decir que nos hemos forjado nuestro propio destino con el mismo grado de creatividad y resiliencia. En efecto, somos los principals causantes de la opresión de la mujer. El feminismo no es tampoco efecto de ésta, sino que la violenta opresión sobre todo doméstica pero en realidad generalizada, muy posiblemente pudiera ser explicada como la reacción masculine a la mera auto-humanización de la mujer. Esa es la desventaja de los hombres por ser opresores no nos podemos liberar de ese destino triste y autodestructivo. La autoliberación es in privilegio de quienes sufren opresión, paradójicamente.

     

  • Román Díaz Ayala

    El a dónde mirar de García Caselles provoca que mis pensamientos incidan cada véz más en lo bien tapada que ha quedado la corrupción política de los dos partidos que han tenido gobierno hasta ahora en Cataluña y el central con sede en Madrid y sendas comunidades autonómicas de Valencia y Madrid.

    Aparentemente han tenido éxito en sepultar la política político-social más regresiva de la democracia actual, y que ha tenido mucha de la culpa de ahondar en los problemas de convivencias casi hasta el colapso.

    Pero mi “credo” democrático me dice que no van a tener éxito, aunque así que pasen veinte meses más. Con mi edad el tiempo se me ha tornado relativo.