Anteriormente hemos escrito sobre los derechos de los animales. Ahora procede discurrir sobre los derechos de la Madre Tierra y de su alta dignidad. El tema es relativamente nuevo, pues la dignidad y los derechos estaban reservados solamente a los seres humanos, portadores de conciencia y de inteligencia, como lo hace Kant en su ética. Predominaba todavía la visión antropocéntrica, como si nosotros exclusivamente fuésemos portadores de dignidad. Olvidamos que somos parte de un todo mayor. Como dicen renombrados cosmólogos, si el espíritu está en nosotros es señal de que estaba antes en el universo del cual somos parte.
Hay una tradición que viene desde la más remota antigüedad que siempre ha entendido a la Tierra como la Gran Madre que ha generado a todos los seres que existen en ella. Las ciencias de la Tierra y de la vida, por vía científica, nos confirmaron esta visión. La Tierra es un superorganismo vivo, Gaia (Lovelock), que se autorregula para ser siempre apta para mantener la vida en el planeta.
La propia biosfera es un producto biológico pues se origina de la sinergia de los organismos vivos con todos los demás elementos de la Tierra y del cosmos. Crearon el hábitat adecuado para la vida, la biosfera. Por lo tanto, no sólo hay vida sobre la Tierra. La Tierra misma está viva y como tal tiene un valor intrínseco y debe ser respetada y cuidada como todo ser vivo. Este es uno de los títulos de su dignidad y la base real de su derecho de existir y de ser respetada.
Los astronautas nos dejaron este legado: vista desde fuera, Tierra y Humanidad fundan una única entidad; no pueden ser separadas. La Tierra es un momento de la evolución del cosmos; la vida es un momento de la evolución de la Tierra; y la vida humana, un momento de la evolución de la vida. Por eso podemos decir con razón que el ser humano es aquella porción de la Tierra en que ella empezó a tomar conciencia, a sentir, a pensar y a amar. Somos su porción consciente e inteligente.
Si los seres humanos tienen dignidad y derechos, como es consenso entre los pueblos, y si Tierra y seres humanos constituyen una unidad indivisible, entonces podemos decir que la Tierra participa de la dignidad y de los derechos de los seres humanos y viceversa.
Por eso no puede sufrir una sistemática agresión, explotación y depredación por un proyecto de civilización como el nuestro que sólo la ve como algo sin inteligencia y por eso la trata sin ningún respeto, negándole valor intrínseco en función de la acumulación de bienes materiales.
Es una ofensa a su dignidad y una violación de su derecho de poder continuar íntegra, limpia y con capacidad de reproducción y de regeneración. Por eso, está en discusión en la ONU el proyecto de un Tribunal de la Tierra que castigue a quien viola su dignidad, contamina sus océanos y destruye sus ecosistemas, vitales para el mantenimiento de los climas y del ciclo de la vida.
Finalmente, hay un último argumento que se deriva de una visión cuántica de la realidad. Esta constata, según Einstein, Bohr y Heisenberg, que la materia no existe, pues todo, en el fondo, es energía en distintos grados de densidad. La llamada materia es energía altamente interactiva. La materia, desde los hadrones y los topquarks, no tiene solamente masa y energía. Todos los seres son portadores también de información, fruto de la interacción entre ellos.
Cada ser se relaciona con los otros a su manera de tal forma que se puede decir que surgen niveles de subjetividad y de historia. La Tierra en su larga historia de 4,5 mil millones de años guarda esta memoria ancestral de su trayectoria evolutiva. Ella tiene subjetividad e historia. Lógicamente, es diferente de la subjetividad y de la historia humana, pero la diferencia no es de principio (todos están conectados entre sí) sino de grado (cada uno a su manera).
Una razón más para entender, con los datos de la ciencia cosmológica más avanzada, que la Tierra posee dignidad y por eso es portadora de derechos, lo que corresponde por nuestra parte a los deberes de cuidarla, amarla y mantenerla saludable para continuar generándonos y ofreciéndonos los bienes y servicios que nos presta.
Este es uno de los mensajes centrales de la encíclica del Papa Francisco “sobre el cuidado de la Casa Común” (2015). En la misma línea va la Carta de la Tierra, uno de los documentos axiales de la nueva visión de la realidad (2000) y de los valores que es importante asumir para garantizar su vitalidad. El sueño colectivo que propone no es “desarrollo sostenible”, fruto de la economía política dominante, antiecológica, sino “un modo de vida sostenible” que resulta del cuidado de la vida y de la Tierra. Este sueño supone entender a “la humanidad como parte de un vasto universo en evolución” y a la “Tierra como nuestro hogar y viva”. Implica también “vivir el espíritu de parentesco con toda la vida”, “con reverencia el misterio de la existencia, con gratitud el don de la vida y con humildad nuestro lugar en la naturaleza” (Preámbulo). Propone una ética del cuidado que utiliza racionalmente los bienes escasos para no perjudicar el capital natural ni a las generaciones futuras; ellas también tienen derecho a un Planeta sostenible y con buena calidad de vida. Esto solamente ocurrirá si respetamos la dignidad de la Tierra y los derechos que ella tiene de ser cuidada y guardada para todos los seres, también los futuros.
Ahora puede comenzar el tiempo de una biocivilización en la cual Tierra y Humanidad, dignas y con derechos, reconocen su recíproca pertenencia, de origen y de destino común.
*Leonardo Boff es articulista del JB online, eco-teólogo y escritor.
Traducción de María José Gavito Milano
Habrá que ir pensando en los derechos y en la dignidad de los agujeros negros y de las estrellas de neutrones… Y también en los derechos del cometa Halley, claro, que no se nos olvide.
Por cierto, cuando el Sol, en el ejercicio de sus propios derechos y dignidad, se convierta en una gigante roja y literalmente engulla la Tierra, se va cargar en diez minutos (más o menos) todos los derechos y toda la dignidad de la Tierra, de las plantas y de los bichos todos y los de todos los seres humanos que hayan conseguido sobrevivir hasta ese momento. Malo Sol, muy malo!
Hola Pepe!
De vez en cuando apareces con “pensamientos laterales” (a lo Del Bono).
Son estimulantes para salir a buscar otras perspectivas. Gracias!
No sé, si la tierra tiene derechos; pero los que tenemos que cuidarla somos los humanos, y hacerlo bien, porque sin ella… estamos perdidos.
Y no es precisamente eso lo que estamos haciendo; y siguiendo por el camino que vamos, no tardaremos en perderla.
Los desiertos van creciendo cada vez más… ¿y después qué?.
Sin ella, estamos totalmente sin recursos, en todos los sentidos.
Solo es mi opinión y así lo siento.
No solo nos maltratamos entre nosotros… atacamos, todo aquello que supone Vida para el género humano, y en consecuencia en cuanto nos rodea, y así nos está yendo.
mª pilar
Algunas palabras van perdiendo significado a fuerza de ser utilizadas constantemente y ciertos juegos de palabras me parecen innecesarios y desde luego oscurecen el idioma y la comunicación.
Creo que ni los animales, ni la tierra, ni la Tierra puedan ser sujetos de dignidad o derechos.
En lo que sí creo, es que los seres humanos tenemos obligación de servirnos de la tierra, habitar la Tierra, servirnos de los animales, decorosa y respetuosamente, pero no por ellos, sino porque todos los demás seres humanos tienen nuestros mismos derechos. Acaparar para sí, por ejemplo, es indigno y en ese sentido es necesario, por lo tanto, imperativo respetar nuestra dignidad no acaparando lo que no necesitamos. Ser decorosos muy bien pudiera representarse como no sumarnos a la cultura del descarte, de la que habla Francisco.
Por lo demás si seguimos utilizando tan descuidadamente las nociones de dignidad y derecho, pues pronto la dignidad y los derechos mismos tendrán dignidad y derechos.
Yo diría, George, que dignidad sí que tienen pero derechos creo que no porque éstos contienen en sus mismos fueros obligaciones y de éstas carecen tanto la Tierra como los animales.
¡Hola, María Luisa!
Quizás es mi cuestión con el idioma, pero me cuesta asignar o atribuir dignidad o decoro o derecho a algo que no sea una persona y una persona humana. Todo lo demás estuviese respetado o fuese objeto del debido respeto si quienes lo poseemos o utilizamos lo respetáramos, es decir si hiciésemos uso de ello dignamente, decorosamente, dentro del derecho a hacerlo que podamos tener y sin ab-usarlo, como prescribía el derecho romano. No obstante, concede que quizás yerro al afirmar esto que acabo de afirmar. Un saludo cordial.
Acabando de enviar el ultimo comentario-respuesta, María Luisa, tomé cuenta de que lo que quería decir mucho más en breve es que nuestra dignidad humana es una cualidad transitive, algo semejante a la cualidad del Rey Midas, que transformaba en oro lo que tocaba.
En absoluto considero que yerres amigo George, es una opinión la tuya muy respetable. Para mí la diferencia entre dignidad y derecho está en que así como la dignidad es algo que nos viene dado y se encuentra gradualmente en las cosas del mundo en tanto realidades, los derechos se adquieren conciencialmente y por tanto reservados a las personas.
En cambio, pienso que si consideramos el problema desde la perspectiva según la cual el respeto a la naturaleza o a los animales sea algo debido que por nuestra cuenta podamos sin más cumplir, es cuando se nos vuelve a evidenciar el mismo problema del cual venimos, es decir, nos encontramos con esos insalvables condicionantes: si hiciesemos..si respetásemos… si no abusásemos, etc., etc.,. El CUIDADO, término muy usado por Boff tiene un carácter metafísico, la cual cosa no hace referencia ni a la naturaleza ni a los animales.
Un saludo amigo!
Ah, acabo de darme cuenta de tu último comentario, ahora he de salir cuando regrese te leo.
En efecto, George, llámalo transitividad, tanto da, la cuestión es que los actos humanos trascienden y lo importante es que nos vamos reafirmando en dignidad según el trato digno que le demos a la naturaleza y a los animales.
Un saludo!
María Luisa, me refería a que la Tierra o la tierra recibe su dignidad o es dignificada porque siendo dignos la debemos y podemos tratar dignamente. La dignidad humana no me parece que se pueda aumentar, ya la tenemos al nacer, la otorga la Ley o no, y la otorga a toda persona por igual (se reconozca o no), consecuentemente me parece que solo se pueda perder y desde luego en alguna medida (no completamente) recuperar. Por eso prefiero hablar de transitividad (lo que se desecha la pierde, por ejemplo, las materias de desecho fisiológico que en cambio regresan materialmente, valga la redundancia, terminan de ser descompuestas y se integran a la Tierra (o la tierra) en el sentido de que las cosas podrán ser dignificadas de nuevo cuando, por ejemplo, en la agricultura, sean reutilizadas dignamente. esto me parece aún más real en las relaciones humanas.
No domino el lenguaje filosófico como es obvio que lo dominas, y quizás tengas razón que solo sea cuestión de semántica. In saludo cordial.
George, te leo muy mal porque llrvo un ojo tapado pues ayer me operaron de cataratas , lo curiodo es que en el quirofano iba pensando lo que te respondería pero shora no puedo alargarme, quizá de lo que dije haya de expresarlo de otro modo… un abrazo!
Amiga María Luisa. Que te pongas bien completamente y pronto. Ahora tómate tu Descanso visual. In abrazo cordial.
Muchas gracias, George, ayer me quitaron el vendaje y noto que he ganado en visión, ahora, mi intención, sin animo de alargarme, pues veo ya que estáis en otros enlaces, es sólo poder aclarar un punto de los que hemos tocado que me parece de gran importancia no sólo en lo concerniente a este tema sino extensible a otros tantos cuya referencia toca de lleno a nuestra índole personal. Por ejemplo, dices bien cuando afirmas que la dignidad está dada de una vez por todas a cada persona al nacer, sí, esto creo que es así, al menos yo también lo dejé dicho en algún lugar, pero estándonos dada la dignidad es algo que para poseerla se le ha de ir dando forma precisamente con nuestras acciones y por tanto el “cuidado” por parte nuestra hacia la naturaleza o a la biosfera en general es requisito indispensable para la preservación y desarrollo de nuestra propia dignidad.
Ahora bien, así como Boff habla de obligación lo cual parece que se trate de algo con posterioridad asumido de forma impositiva, yo más bien, en coherencia con lo ya expuesto pienso que no se trataría de obligación con la Madre Tierra sino de un previo doblegarse, precisamente proviniente de esa anterioridad al sentirnos ligados a Ella. Así es como concebimos la obligación no como algo extrínseco sino intrínseco estructuralmente hablando.
Gracias amigo, un cordial saludo!
No es que tenga derechos la Tierra, pienso, y al albur de reconocerlos o no se estableciera entre ella y nosotr@s una determinada relación que, precisamente, por el dato histórico ahora se nos revela como que esta ha sido una relación totalmente descompensada por un desenfrenado antropocentrismo.
Pienso más bien y dado que el propio Boff alude a la física cuántica, habría que considerar el problema a partir de un cambio de perspectiva que nos hiciera ver la dignidad de la Tierra no como algo consecuente de nuestra relación con ella sino de algo anterior y constitutivo inscrito en la misma evolución.
Es decir, llegada esta evolución al nivel de la Tierra, cabría a partir de aquí hacer una reflexión, una invitación a pensar que, como de ella venimos, nosotros, entonces, es la Tierra la que nos otorgará el grado de dignidad según sea nuestro trato con ella.
¿No es esta la experiencia que vivimos en estos momentos?
Tanto más humanos y dignos seremos cuanto más respetemos a las realidades precedentes que nos han traído hasta aquí.
Hola!
Los que hemos vivido en una Familia, en un Barrio, en un Pueblo o Ciudad tenemos todo esto internalizado, nos es “pan de cada día” (il va de soi):
Sin que nos falte nada, tenemos lo que necesitamos y contentos de que no nos sobre nada.
Cuidamos, y agradecemos “lo que llega a nuestras manos para habitarlas laborando con ellas”.
Toda filosofía que se aparte de esta básica premisa es, a lo sumo, un “engaño gatopardo”; p.e. el “desarrollo sustentable” (Boff)