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De epulones y lázaros

(N.B. Estas líneas son una parodia del evangelio de Lucas, 16, 19-31. Hay que conocer ese pasaje para poder entender la parábola que sigue)

Como la vida da vueltas impensadas, un buen día, por una coalición tácita entre Trump, Putin y Arabia Saudí, el Daesh dominó Europa. Nacionalizó todos los Bancos y prometió matar a cualquier jefe de estado o de gobierno que no fuese musulmán.

Tras varios intentos fallidos de huida por Occidente (pues Gran Bretaña cerraba el paso irritada por la falta de acuerdo sobre el Brexit), alguien recordó desde París que “siempre nos quedará Casablanca”. Así fue como Frau Merkel, Mariano Rajoy con su ministro del interior, Macrom, Orban, el presidente polaco, los señores Renzi y Gentiloni y una larga lista más que ocuparía todo el espacio de que dispongo, se encontraron en una patera inversa, vía Marruecos, para desde allí volar a diversos países de América Latina o Canadá…

Acostumbrados a los asientos VIP de los aviones en que solían viajar, se sentían ahora muy prietos. Pero sabían que la distancia de Algeciras a Marruecos es muy corta. Y he aquí que, a la mitad del camino, se quedaron sin gasolina. Y eso que el señor que les proporcionó la patera, aseguró haber llenado bien el depósito y, además, se lo hizo pagar a cada uno de ellos.

En ese momento, como una desgracia nunca viene sola, se levantó un tremendo oleaje que les llevaba por donde no sabían, amenazando con volcar la embarcación. “Tranquilos”, dijo alguien. “Somos gente muy importante y el primer mercante o crucero con que tropecemos nos recogerá”. Pero he aquí que los barcos que cruzaban el Mediterráneo habían acordado desconectar los radares para no recibir ningún aviso de embarcaciones migrantes perdidas. Así lo aclaró el primer ministro italiano que lo sabía de buena fuente. Confiaron entonces en la ayuda de alguna ONG de ésas que con tanta solidaridad rescatan a los perdidos en el mar. Pero el ministro de interior español les advirtió que él había recomendado a las ONGs abstenerse de recoger a esos presuntos náufragos porque así no hacían más que crear problemas…

Tranquilos no obstante. Gracias al progreso tecnológico y a las cláusulas secretas de algún tratado comercial, resulta que los gobernantes alemanes habían obtenido de Silicon Valley un último modelo de teléfono inteligente, aún no comercializado, pero que permitía conexiones con el más-allá. No con el mismísimo cielo, que eso aún no se había logrado aunque pronto llegaría. Pero sí con eso que el evangelio llama “el seno de Abrahán” donde, por lo visto, es más fácil conectar desde la tierra.

La señora Merkel, porque tenía la conciencia más fina o porque recordaba que, cuando Alemania tuvo deudas, ella hizo subir el tope de deuda de la UE hasta el 6% y luego volvió a bajarlo al 3, no quiso hablarla y encomendó la tarea al ministro español de gobernación. Éste explicó humildemente a Abrahán la situación en que se encontraban: varios días perdidos, con hambre y sed cada vez mayor, porque bebían agua salada. Si al menos cayeran unas gotitas dese el cielo, ellos las recogerían y si algunos peces pequeños saltaran sobre la barca, tendrían algo que comer…

– Hijo, ya sabes que entre vosotros y nosotros hay un abismo inmenso. Desde el cielo no intervenimos en el funcionamiento de la tierra a la que hemos dado su autonomía. Sólo procuramos llamar al corazón de los hombres, como hicimos varias veces con vosotros, pero sin éxito… Además, vosotros comíais y bebíais suculentamente, cuando os reuníais para proteger vuestras fronteras, mientras muchos inocentes morían en ese mar en que ahora estáis. Y tu país no acogió ni el 10% de los que se había comprometido a acoger…

– Pero disponemos de fondos para recompensar bien a quien nos ayude, o para ofrecer una ristra de misas gregorianas que llegue hasta casi el fin del mundo…

– Recuerda hijo que ahora el Daesh se ha incautado de los Bancos. España cambió solapadamente la Constitución para que el primer destino de todo dinero fueran los acreedores. Y ellos dicen que les debéis mucho dinero por el tráfico de esclavos, por el reparto de África que se hizo Europa en el s. XIX; incluso porque subvencionáis vuestros productos agrícolas mientras a ellos les imponéis el libre comercio…

– Sí, padre Abrahán, pero mira: tenemos hijos y nietos en Europa. No queremos que tengan que pasar lo que estamos pasando nosotros. Si bajara a avisarles un ángel o, quizá mejor, alguno de esos que murieron ahogados en el Mediterráneo y ahora están ahí arriba. Porque me temo que eso de las llamadas al corazón no es suficiente en el mundo rico.

– Ya tienen al papa Francisco, a Amnistía Internacional, a Caritas, a Ecologistas en acción y a otras muchas voces que no paran de decir lo que deberíais hacer. No tienen más que escucharlos.

– Sí, padre Abrahán, pero tememos que no los escucharán. En cambio, si viniera alguien del más-allá sí que le harían caso.

– Pues no querido ministro. Si no hacen caso a Francisco ni a Amnistía Internacional…, tampoco escucharán a uno por más que resucite de entre los muertos…

Un comentario

  • Antonio Rejas

    Está claro, “las llamadas al corazón no es suficiente en el mundo rico”. Es necesario que se produzca una vuelta real, no imaginaria, a la tortilla para que los que viajan en pateras puedan ocupar los asientos VIP de los aviones. Gracias Sr. González Faus por la parábola, por si su lectura  por los aludidos (poco probable) pudiera sugerirles algún interrogante (difícil).