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Barriguita el bolichero

El alazán empenachado lleva el ronzal negro brillante. El dorado freno le hace babear mientras piafa agobiado por el calor de julio, las moscas y los perros que se acercan a sus patas.

Es el caballo enjaezado a la federica que tira del carro fúnebre de buena planta acristalado en los laterales y la puerta de atrás por donde se mete el ataúd. Biselados los laterales ornados con cruces, ciriales y ángeles alados que sueñan con volar pronto del sofocante calor de un mediodía con levante junto al Mediterráneo en la playa del Castillo de La Línea, el Peñón cortado a pico, blanquecino, con la moña del morrión en la montera de la roca de Gibral Tarik, hoy speak english.

Siete u ocho kilómetros cuadrados de oscura arena con el sol en su vertical que reverbera el silicio como diamantes empobrecidos sin uso ni disfrute que acogen cerca de mil barracas de madera, papel y cartones, hojalatas y uralitas.

Tres mil?, cuatro mil almas? Nadie lo sabe. No hay censo ni padrón. Solo hay censo de veintiún leprosos que viven en unos u otros de los recovecos que entre si dejan escapar las barracas. Se vive, como siempre en La Línea, de milagro. Matuteo, contrabando, hurto al menudeo, trile, chuleo de las mujeres de la calle Gibraltar, aligerar los dólares o las libras de los de la Royal Navy o los de la Sexta Flota cuando atracan en el Irredento y vienen aquí en busca de mujeres o llevándolos a las timbas del paseíto Fariñas, de la calle Teatro, o detrás de la casa del gobernador por la plaza de toros. O emborrachándoles en el Moderno, en el Disloque, en la Esquinita y luego dejándolos sin carteras, dinero, relojes o cadenas en un rincón a la espera de la policía militar o la ronda de los civiles.

El alazán mueve los jaeces con parsimonia. Sabe que los muertos nunca tienen prisa por salir de casa. Conoce al Barriguita y comprende que su oficio no tiene hora de reloj ni jamelgo que lo saque de su muermo. El Barriguita es su jefe, su amigo, su hermano, su padre.

El Barriguita es –era cuando esto que describo era presente de indicativo– el bolichero que se encargaba de que cuando moría una persona, en su casa claro pues la bárbara e impía costumbre de que la gente se muera en los hospitales es posterior, se instalará la capilla ardiente, fuera el coche de caballo a recogerlo, se llevará con cruz alzada por las calles y se le diera sepultura en el Huerto de los Callaos allá por el Zabal.

El boliche es arte real, es la jábega que desde los romanos y antes, permite coger los peces jalando cabo desde la orilla y una red saco de arrastre botada al mar desde una barquilla. En los archivos linenses se encuentra una copia de la real cédula de Felipe IV, por la gracia de Dios señor de estos reinos, en la que se le dice al duque de Medina Sidonia que la jábega era arte real y no pagaba gabelas, ni portazgos, ni alcabalas al ducado. Era un arte de pobres. Y sigue. Otro día contaré como la jábega y el boliche ha quitado él hambre en la costa desde Málaga a Algeciras.

Barriguita ese día de julio, de los mil novecientos sesenta y tantos, va a sacar de su barraca el cuerpo de Rosa, 86 años, viuda de guerra, de la zona roja, cuatro hijos muertos, ella sola desde entonces, viviendo del aire, con enfermedades miles y medicinas de la parroquia de Santiago, donde los curas nos turnamos por días para recorrer las barracas del Castillo contando las pastillas, separándolas por colores, vertiendo las gotas de los tubicos de cristal con un pulsador en lo alto, porque los enfermos y los moribundos no saben contar, no ven, no distinguen unas píldoras de otras, no saben leer y no entienden como se maneja el cuentagotas.

Rosa tiene una barraca de cartón y uralita, de metro y medio por dos con un tablero que hace de puerta, una manta sobre la arena y otra para taparse. Un cajica de zapatos hace de mesilla. Y un cubo para las necesidades que una vecina o los curas tiramos a la mar.

La tarde antes Rosa ha confesado sus pecados, ha recibido el viatico, le hemos puesto la extremaunción y las vecinas han contestado al rosario que he rezado por ella y con ellas. De madrugada ha muerto. El Barriguita ha ido con su boliche invisible para llevarla en el coche a la federica y darle tierra en el Zabal.

El boliche del Barriguita recorre los arenales de la playa de Levante y los de La Atunara, las calles empedradas del centro del pueblo y las del Junquillo y su red de saco arrastra hacia el Hades a unos, a la barca de Caronte a otros, al seno de Abraham a los más. Rosa no. Rosa ha ido desde su barraca a la vera del Padre Eterno, gracias a la Inmaculada de la Iglesia mayor.

He recordado hoy el boliche y el carricoche a la federica de los arenales linenses, con roquete, estola y pluvial negro, al leer que ha jalado el Barriguita nada menos que del señor fiscal general del Estado y a la misma vez de tres inmigrantes negros ahogados al intentar llegar a Ceuta, y quince marroquíes niños y mujeres en las montañas de sureste de Casablanca en una estampida al intentar coger alimentos en un reparto humanitario, y de Malcolm Young guitarrista rítmico y fundador de AC/DC y del triple campeón olímpico de halterofilia, turco, Naim Süleymanoglu, y de diez y nueve abogados y arrastrados en las inundaciones en Atenas en el miserable y gran suburbio al oeste de la capital.

El Coran en la azora del Hierro dice: “Sabed que la vida de este mundo no es más que juego y frivolidad”. El salmo 49 recuerda “¿se van a quedar sin ver la fosa? No, la verán todos: los sabios mueren lo mismo que los necios y los tontos y dejan a otros sus riquezas… El hombre en su riqueza no comprende que es igual que las bestias que perecen”.

En las arenas de levante con la mar a la derecha, tras la cruz alzada, delante del alazán del Barriguita, canto para Rosa “et expecto resurrectionem mortuorum” pensando “Desde las profundidades del abismo a ti clamo, Señor: ¡Señor, escucha mi voz!”. No suenan las 18 maderas, los 16 metales y los 3 percusionistas de la composición por esos mismos años de Olivier Messiaen. Suena el resbalaje de la mar.

Me apena que los muertos del bolichero de hoy no tendrán entierro como el de Rosa. ¿Solo poesía y nostalgia?

 

8 comentarios

  • Román Díaz Ayala

    Estamos en 1961, un día de julio, leo en el texto.

    Fue ayer, mucho más antes que ayer y es hoy. El barriguita “jalando” desde la orilla se ha vuelto atemporal.

    Estamos en el corazón del tiempo.

    Y un cura haciendo los oficios de buen samaritano y los de su Iglesia; confesión, viático y última unción.

    Rosa, rica heredera, desde su miseria se elevó al Padre Eterno.

    ¿Quién quiere reformar la Iglesia? ¿Para qué? ¿Para acomodar nuestra miseria en este mundo?

    Rosa no lo necesitó, supo dónde estaba su herencia.

  • ELOY

    No encuentro la palabra adecuada para encomiar este relato.

    Me impactó. Gracias Alberto.

  • George R Porta

    ¡Excelente! Gracias. Ojalá el autor esté pensando en poner sus artículos en forma de libro. ¡Bien lo valen!

  • oscar varela

    Hola -de nuevo!

    Paso a Nuestramérica …

    y cumplo homenaje al fallecido Cumpa uruguayo (Los Olimareños son uruguayos) Gabriel Sánchez, quien siempre se preocupó por España y su Destino:

  • oscar varela

    Hola!

    1- ¡Excelente alarde de riqueza literaria!

    2- No percibo la significación para españoles,

    3- pero se me hila con:

  • Mª Pilar

    ¡Gracias Alberto, por esta hermosa “historia” hecha realidad allá donde tú  pisas cada día!

    Rosa, ya descansa en paz, ya no le harán sufrir más nuestro mirar hacia otro lado, ante el dolor que nos compaña casi a las puertas de nuestras casas.

    Mucho tema para rumiar y pensar.

    ¡Gracias amigo bueno… de este Atrio de nuestros amores!

    mª pilar

  • Honorio Cadarso

    Alberto, “jojoya” de Atrio: Tu homenaje a Rosa me hace venerarla como la más digna de homenaje de ese día, Rajoy y sus acompañantes y España entera deberíamos acompañarla en su último viaje por los arenales de la Costa del Sol. A ella y a tantos que, desconocidos y olvidados, son víctimas de la injusticia de este Estado con tantos jueces y fiscales que “velan” por el orden y la justicia. A ella y al Barriquita.

  • ROMAN DIAZ AYALA

    La fe me inunda.
    Estoy llorando agradecido.
    No se qué hora de la noche es. Feli ha conseguido el sueño y la siento plácida en nuestra cama.
    estoy orando.