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La gran tentación de Meriba y el Silencio de Endo/Scorcese

miquelDejo este post como se recibió de Miquèl, con muchas enlaces a su blog, que, por otra parte, es un pozo sin fondo de exégesis bíblica por todos sus enlaces. AD.

LAS FUENTES DE MERIBÁ / EL DÍA DE MASÁ
Las fuentes de La Discusión / El día de La Tentación

Una narración del Éxodo actualizada por SILENCIO,  novela de Shûsaku Endô / película de Scorsese

Es un sermón en el tercer domingo de Cuaresma
Las lecturas propuestas eran: Ex 17, 3-7; Rm 5, 1-2.5-8; Jn 4, 5-42

Haré el comentario sobre la primera lectura, ya que me parece que, aunque pertenezca a aquella parte que muy mal solemos llamar “Antiguo Testamento”, es de las tres de hoy la más actual.

Es verdad que de la lectura del evangelio (que gracias a Dios ha sido larga) podríamos decir (vosotras mejor que yo) cosas bien bonitas. Yo solamente me permitiría decir que, por mucha teología feminista que queráis hacer, no intentéis extraer de esta narración, altamente simbólica, ninguna consecuencia sobre la situación que la mujer debería tener hoy en la iglesia. Ni lleguéis a pensar que Jesús era el primer judío que, cansado del viaje, se sentaba tranquilamente junto a un pozo y se ponía a hablar con la primera mujer que llegaba.

Si queréis recordar:
No nos es necesario retroceder al siglo I

Pero vayamos a la lectura “actual”, que estas últimas semanas ha sido “actualizada”, gracias a una película que algunas de vosotras quizás habéis visto, pero que yo no he visto, aunque estoy leyendo el libro. Como podéis suponer me refiero a Silencio, libro de un japonés (Shûsaku Endô), publicado en marzo del 66, película de un americano del norte (Martin Scorsese), estrenada en España hace unas pocas semanas.

Pero ni el libro ni la película era la primera “actualización” que se hacía de la narración del Éxodo (17, 3-7). Ya la encontramos “actualizada” en la misma Escritura hebrea en el libro de los Números (20, 1-13) y en el Deuteronomio (32, 51-52). Los Salmos también la recuerdan:

  • Ps 81, 8: Clamaste en la aflicción y te libré; te respondí oculto entre los truenos, te puse a prueba en las fuentes de La Discusión
  • Ps 95, 8s: No endurezcáis el corazón como en La Discusión, como el día de La Tentación en el desierto, cuando vuestros padres me pusieron a prueba y me tentaron aunque habían visto mis obras.
  • Ps 106,32: También irritaron al Señor en las fuentes de La Discusión y, por culpa de ellos, Moisés recibió su castigo.

Ver cuadro sinóptico
Con los números Strong

La narración del libro de los Números tiene un final un poco extraño, pero que es necesario tenerlo presente: Moisés y Aarón son castigados: ellos no entraran en la Tierra Prometida.

  • Num 20, 12: Pero el Señor dijo a Moisés y a Aarón: Vosotros no me habéis creído capaz de manifestar mi santidad a los hijos de Israel. Por eso, no haréis entrar a esta comunidad en la tierra que les voy a dar. (Era en las fuentes de La Discusión, donde los hijos de Israel discutieron con el Señor y él les mostró su santidad)

No olvidemos esta frase: “No me habéis creído capaz de manifestar mi santidad”.

Una lectura atenta de las dos narraciones, la del Éxodo y la de los Números, nos podría poner dudas sobre el lugar geográfico concreto: si una vez salidos del desierto de Sin, ya acampados en Refidim, o una vez llegados al desierto de Sin y encontrarse sin agua. Pero estas dudas, hoy, las podemos dejar a un lado.

Hoy tampoco nos preguntaremos por cuál fue la acción concreta de Moisés y Aarón para recibir el castigo. ¿Fueron los dos golpes dados a la roca (Num 20, 11) cuando el Señor había ordenado un único golpe (EX 17, 6)?

La frase que hace que la narración del Éxodo sea “actual” es esta: El Señor, ¿está o no está con nosotros?

Es solo una pregunta, pero ya está considerada como una “murmuración”(Ex 17, 3), como un “discutir” (Ex 17, 2; Num 20, 3.13; Deut 33, 8), como un “poner a prueba al Señor” (Ex 17, 2.7).

Aquel lugar pasará a la historia como “las fuentes de La Discusión”, aquel día será recordado como “el día de La Tentación”; las fuentes de Meribá, el día de Massá.

Pero aquello que pasó en “las fuentes de La Discusión” (en las aguas de Meribá) no pasó solo allí; aquello que sucedió “el día de La Tentación” (el día de Massá) no sucedió solo aquel día.

Es una pregunta, es una murmuración, es una discusión, es un poner a prueba, que se mantiene a lo largo de la historia de nuestra tradición judeo-cristiana. (No quiero meterme en otras tradiciones religiosas que desconozco).

Y yo diría que a esta pregunta, nuestra tradición judeo-cristiana no tiene una respuesta única. Al menos el evangelio de Marcos, con su último grito de Jesús (Padre, ¿por qué me habéis abandonado) mantiene la pregunta totalmente abierta, totalmente actualizada.

Por los comentarios que he leído de la película, hay un momento en que el jesuita Rodrigues exclama: Durante años he estado rezando a la nada”. (Esta expresión no la he encontrado en la novela)

Puse un comentario en mi web:

HE ESTADO REZANDO A LA NADA

En SILENCIO, la película de Scorsese, el jesuita Rodrigues, constatando que Dios, delante de los sufrimientos y martirio de los cristianos, sigue enmudecido, hace esta exclamación: “Durante años he estado rezando a la nada“.

Pero no es necesaria la cruda representación de los martirizados para dar verosimilitud a esta frase. Posiblemente, más de un monje, después de años de plácida estancia en su monasterio, siguiendo el día a día al ritmo de las horas canónicas haya podido exclamar lo mismo: “He estado rezando a la nada“.

A veces se habla de la postrera etapa de la vida de la joven carmelita francesa, Teresa de Lisieux: ¿Moría sin dar una respuesta clara a la pregunta de las “fuentes de La Discusión”? ¿Se preguntaba si había estado rezando a la nada?

Rezar, ¿no es a veces nuestra exigencia de querer tener una relación personal con Dios? Un Dios a quien, ya antes, lo hemos creado a nuestra imagen, a nuestra medida… Un Dios que te ama, te conoce, te llama, te habla, te interpela… Un Dios a quien nosotros podemos amar, conocer, responder, protestar…

Si queréis recordar:
¿Cómo rezas? ¿Por qué rezas? ¿A quién rezas?
Dios, ¿es un ser personal?

(un escrito de 1999)

Si un día os encontráis sumergidas en “las fuentes de Meribá” (El Señor, ¿está o no está con nosotras?), si un día os encontráis en Massá, poniendo a prueba el Señor (¿Estoy rezando a la nada?), no padezcáis, no os preocupéis: estáis dentro de la tradición judeo-cristiana.

No sé si rezáis, al menos, un “Padrenuestro” al día, no sé desde cuándo rezáis este “Padrenuestro” diario. Y ¿qué es lo que, quizás sin saberlo, estáis pidiendo día a día? “No permitas que caigamos en tentación”.

Hace un cierto tiempo, comentando “El Padrenuestro de Jesús y los suyos” (no nuestro Padrenuestro) -no sé si lo recordáis-, relacionaba esta última petición con este episodio de las “fuentes de Meribá”, como una nueva “actualización” hecha en los tiempos de “Jesús y los suyos”.

Entre las muchas traducciones de esta frase del “Padrenuestro”, escogería esta: “No nos metas en La Tentación”, “No permitas que lleguemos a preguntarnos si estás o no estás con nosotros”, “Que tu silencio, que tu no actuar, no nos mantenga en una situación tal en que te tentemos, en que dudemos de tu soberanía, en que nos preguntemos si eres el Dios de tu pueblo”.

Ahora he visto que esta relación ya la hacía el autor japonés:

De pronto, al anochecer, llegaron desde la celda de los presos sus voces recitando a coro una oración: “Padre nuestro, que estás en os cielos, santificado sea tu nombre…”. Aquellas voces de hombre y de mujer se alzaban como un surtidor para desvanecerse en la neblina de la tarde. Sobre todo la frase: “Y no nos dejes caer en la tentación…” era de una tristeza indefinida, como un gemido. El padre, con un parpadeo de aquellos ojos hundidos, movía sus labios al unísono con ellos. “Tú siempre has estado callado, pero no, no podrás seguir siempre así”. (Pág. 136)

Os he dicho que no olvidarais una frase:No me habéis creído capaz de manifestar mi santidad”.

¿Cuál es la primera petición del “Padrenuestro”? “Sea santificado tu nombre”, “Manifiesta tu santidad”, “Muéstrate como auténtico Dios de tu pueblo”, “Actúa como Señor de la historia, rey de reyes por encima de todos los dioses”.

En los tiempos bíblicos del Éxodo era la falta de agua, la sed material del pueblo, la que ponía dudas sobre este “Dios de tu pueblo”.

En tiempos del profeta Ezequiel, era el pueblo exiliado, la dispersión de las tribus de Israel entre las naciones, la que se preguntaba por la santidad de Dios como Señor de la historia. A esta pregunta del pueblo, el profeta respondía:

Esto dice el Señor:
Yo santificaré mi nombre
y todas las naciones sabrán que yo soy Yahvé
cuando yo os reúna y os conduzca a vuestro país.

En los tiempos de “Jesús y los suyos” era la presencia política y militar de Roma sobre “el país que yo os daré” la que urgía una nueva actuación histórica de Yahvé (“Santifica, ¡pero ya!, tu nombre”), la que imploraba que no los obligara a repetir la pregunta de las “fuentes de Meribá”, ¿Estás o no estás con nosotros?

El evangelio de Mateo no tenía miedo a concretar esta reivindicación: “Líbranos del maligno”, posiblemente una manera de referirse a los romanos, los que no permitían dar credibilidad a la promesa de Yahvé (Ex 6, 7):

Haré de vosotros mi pueblo
y yo seré vuestro Dios.
Entonces sabréis que yo soy el Señor, vuestro Dios

Si queréis recordar:
El “Padrenostre” de Jesús y los suyos

La tentación en las aguas de Meribá

El evangelio de Lucas no se atreve a hacer esta precisión, a pesar de que al principio de su evangelio había dicho:

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
ha visitado a su pueblo y lo ha liberado
suscitándonos un salvador poderoso
en la casa de David, su siervo.
Él lo había anunciado desde antiguo
por boca de sus santos profetes:
que nos salvaría, liberándonos de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian,
manteniéndose leal a nuestros padres
y recordando su santa alianza;
la promesa que juró
a nuestro padre Abrahán
de concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le demos culto con santidad y rectitud
en su presencia, todos nuestros días.

Quizás sin saberlo, desde los días de Meribá, todos estamos unidos en una misma pregunta: “El Señor, ¿está o no está con nosotros?”.

Ejercicio de repetición
¿Perseguidos por la justicia

o pisoteados como la sal ya sin sabor?

Un fragmento de Aloysius Pieris
(El rostro asiático de Cristo, 1981)

2 comentarios

  • oscar varela

    Hola!

    Yo no vi la Peli ni leí la Novela.

    Entonces le pregunté al vago-erudito de mi Barrio,

    que sí vio la Peli y había leído el Libro.

    Sorprendentemente, me miró de reojo y me dijo:

    – “Esas preguntas son Onanismo puro del Génesis 38, 1-10; “camuflaje” interminable como “el cuento de la buena pipa”; algo parecido a las imágenes del Papa arrodillado en un Confesionario”-

    Y me dejó pensando, porque no lo entendí del todo!

    …………….

    ¡Voy todavía! – Óscar.

  • Isidoro García

    En la antigüedad éramos niños, (aún, desgraciadamente hay muchos “niños”), que necesitaban llamar a su mamá/papá, por la noche, cuando creían ver una sombra. Solo el oír su voz diciendo que estaban cerca, y que no tuviéramos miedo, nos daba el valor para dormir tranquilos.

    Hoy, somos mayores, y tenemos que saber que nuestros padres están en su casa, y nosotros en la nuestra, tenemos que demostrarnos a nosotros mismos y a los demás que somos capaces de vivir autónomamente.

    Hoy ya tenemos elementos de conocimiento suficientes, para poder comprender, que la gran prueba de la humanidad, (= el pilotar un proceso de cambio evolutivo de nuestra naturaleza, hasta levantar el “reino de Dios” = la sociedad humana perfecta), lo tenemos que realizar nosotros solos, ante la presencia del “Padre”, que nos ha facilitado ciertos elementos de apoyo para conseguirlo.

    Cuando maduremos, y comprendamos que la aparente “ausencia” de Dios, no es más que la ausencia del profesor, cuando el alumno está realizando el examen, dejaremos de estar decepcionados con Él.

    No hay peor decepción que cuando se espera algo que no está en los planes de Dios. Y por eso siempre he pensado que los providencialistas, con su exceso de esperanza infantiloide, lo único que hacen es poner a Dios a los pies de los caballos.

    En una ocasión, la voz del Espíritu, que Santa Teresa oía dentro de ella, le dijo al respecto, de ciertas interpretaciones parciales de los evangelios: “Díxome: “Diles que no se sigan por sola una parte de la Escritura, que miren otras y que si podrán por ventura atarme las manos”.

    No se le puede atar las manos, y eso de “lo que atares en la Tierra será atado en el cielo”, una y otra vez se demuestra que es un exceso de prepotencia de sus servidores, como el mayordomo infiel del Evangelio.

    “Ante Dios, debemos a acostumbrarnos a vivir sin Dios”. (Bonhoeffer).