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¿Qué urge más resolver en la iglesia?

CastilloLos problemas, que hoy más preocupan a clérigos y laicos que actualmente se interesan por los asuntos de la Iglesia, ¿son los problemas más graves que tiene le Iglesia en este momento? ¿son esos los problemas que hay que afrontar cuanto antes?

Creo que es urgente afrontar estas preguntas porque no sé si lo más apremiante, en este momento, es aclarar si los divorciados vueltos a casar pueden o no pueden recibir la comunión. Como tampoco sé si no admite espera posible el hecho de que cuatro cardenales (y algunos grupos integristas) estén en desacuerdo con el papa Francisco. Por supuesto, es un asunto muy grave la cantidad abrumadora de abusos de menores, el hecho de que el Vaticano ni ha firmado, ni pone en práctica, los derechos humanos. Ni los puede poner mientras siga en vigor el actual Derecho Canónico. Con las enormes consecuencias que todo esto entraña.

No sé si estoy en lo cierto al plantear estas preguntas y estas dudas. En cualquier caso, a mí me parece que, debajo de estas cuestiones, hay un problema de fondo que nos asusta. Y nos asusta de verdad. Me refiero a la relación que tiene, mantiene y vive esta Iglesia, que tenemos, con el Evangelio de Jesús.

No estoy dudado de si la Iglesia cree o no cree en el Evangelio. Eso, por supuesto, está fuera de duda. Es más, si el Evangelio ha llegado hasta nosotros, eso se lo debemos a la Iglesia, que lo ha creído y lo ha enseñado a lo largo de los siglos. Pero es que el problema no está en si la Iglesia cree o no cree en el Evangelio. El problema está en si la Iglesia vive o no vive el Evangelio. Más en concreto, a mí me parece que el problema está en si la Iglesia, tal como la vemos y la vivimos, “sigue” o “no sigue” a Jesús. Porque no olvidemos esto nunca: el problema más grave, que planteó Jesús (según los evangelios) fue el problema del “seguimiento”. De manera que incluso la fe, en Dios y en Jesús, se hace imposible cuando se divorcia y se desentiende del seguimiento de Jesús. Y lo que yo veo, tanto en la Jerarquía como en los fieles, es que la Iglesia vive preocupada por la fidelidad de los cristianos a la fe. La fidelidad al seguimiento de Jesús no le quita el sueño a nadie. Y conste que, concretamente en los evangelios sinópticos, mientras que la fe se menciona 36 veces, del seguimiento se habla 57 veces.

Y es que la fe, como conjunto de creencias y prácticas religiosas, se puede reducir fácilmente a un asunto privado y a una serie de costumbres que integramos en nuestra vida sin demasiados problemas. Mientras que el seguimiento de Jesús, si nos atenemos a los relatos de los evangelios que lo explican, exige – como punto de partida – fiarse de Jesús hasta tal punto, que se renuncia a lo más fundamental (familia, trabajo, dinero, seguridad, proyectos…) porque asumir la forma de vida de Jesús es más determinante que todo lo demás.

¿No estamos haciendo en la Iglesia una especie de componenda entre fe y seguimiento, que termina no siendo ni lo uno ni lo otro? Me temo que estamos – y vamos a seguir – angustiados por temas marginales, mientras que, al problema capital de la Iglesia, nunca nos atrevemos a hincarle el diente. Y así, nos interesan una serie de asuntos secundarios, al tiempo que la relación de fondo entre la Iglesia y el Evangelio, ahí está. Y seguirá estando hasta que el “ser o no ser” obligue a tomar en serio el problema que de verdad nos urge. Como urge un salvavidas al que se está ahogando.

2 comentarios

  • George R Porta

     
    Leo lo siguiente: 1.    «Los problemas, que hoy más preocupan a clérigos y laicos que actualmente se interesan por los asuntos de la Iglesia, ¿son los problemas más graves que tiene le Iglesia en este momento? ¿son esos los problemas que hay que afrontar cuanto antes?»
     
    No sé en qué planeta estaba el profesor Castillo cuando pensaba esto. O en que planeta esté yo cuando lo leo e interpreto. Me parece que lo cierto es que, en este planeta en el que estoy, hay muchísimos/as cristianos/as, católicos/as, laicos/a (o no) que viven preocupados por aliviar los sufrimientos, ayudar al/la necesitado/a, defender los derechos humanos luchando por ellos precisamente porque desean seguir a Jesús y que el mundo le siga, lo mismo si el mundo se convierte al cristianismo o no; si llega a estar consciente de ello o no.
     

    2.    «No estoy dudado de si la Iglesia cree o no cree en el Evangelio. Eso, por supuesto, está fuera de duda.»
     
    Esto no está fuera de duda. Precisamente porque no pasa de ser una suposición, su veracidad está en entredicho. Se sobran todas esas situaciones u ocurrencias de la vida cotidiana en las que lo relacional-evangélico se manifiesta desnaturalizado y por tanto seriamente cuestionan eso que “por supuesto” el articulista afirma.
     
    Posiblemente la Iglesia no crea en el o al Evangelio, no crea en Jesús o a Jesús. Y desde luego no me refiero solo a la jerarquía y sus huestes. La injusticia domina el mundo de las relaciones laborales; el mundo de los negocios no puede estar más corrupto demasiado a menudo. Hay millones de cristianos y católicos que mantienen esa maquinaria podrida y mal-oliente bien engrasada y en movimiento y toda esa gente es Iglesia y es Iglesia que se conoce al dedillo citas evangélicas pero no vive el evangelio, no lo predica con el ejemplo aunque lo predique de palabra, y desde luego no sigue a Jesús como modelo de existencia.
     
    Es un hecho muy real que la evangelización haya fracasado en muchos aspectos y lugares y en muchos no lo es.   
     
    3.    «Es más, si el Evangelio ha llegado hasta nosotros, eso se lo debemos a la Iglesia, que lo ha creído y lo ha enseñado a lo largo de los siglos.
     
    Sí y no. Si esta afirmación fuese sostenible sin matizarla, la angustia que demuestra el artículo estuviera infundada o fuera imposible.
     
    El Evangelio que nos llega ha sido y es a menudo un Evangelio contradictorio y confuso porque el discurso evangélico eclesiástico lo es hasta el punto de la farsa. Que un cura, sea Papa o no, o que el Colegio Episcopal diga que la mayor o mejor de la vida de la Iglesia sea la Liturgia fuese una aberración insoportable si se tuviera en cuenta la dedicación y el amor que tantas familias («intactas» o rotas) ponen en cuidar y educar a su prole y en amarse mutuamente. Hay demasiado amor en la Iglesia que supera cualquier liturgia que en definitivas siempre será un invento humano y muy clerical, demasiado clerical.  
     
    4.    «Pero es que el problema no está en si la Iglesia cree o no cree en el Evangelio.»
     
    Esta es una preocupación típicamente eclesiástica y clerical, pero la mayoría de los/las cristianas laicas no la comparten, a menos que estén demasiado contaminados de clericalismo.
     
    5.    «La fidelidad al seguimiento de Jesús no le quita el sueño a nadie. Y conste que, concretamente en los evangelios sinópticos, mientras que la fe se menciona 36 veces, del seguimiento se habla 57 veces».
     
    Quizás desvele a pocas personas porque mucha gente hace lo que puede por seguir a Jesús y en efecto lo sigue, a menudo anónimamente (Rahner). Dicho sea de paso, la Fe en las narraciones sinópticas no puede ser identificada con el Credo o con el catecismo. La Fe en los Sinópticos es esperanza confiada con énfasis en el adjetivo.
     
    6.    «Mientras que el seguimiento de Jesús, si nos atenemos a los relatos de los evangelios que lo explican, exige – como punto de partida – fiarse de Jesús hasta tal punto, que se renuncia a lo más fundamental (familia, trabajo, dinero, seguridad, proyectos…) porque asumir la forma de vida de Jesús es más determinante que todo lo demás.»
     
    Lo dicho en el número 5. Pero no como punto de partida, es durante todo el camino y como punto de llegada. El modo como este “fiarse” se materializa o realiza es precisamente en: «lo más fundamental (familia, trabajo, dinero, seguridad, proyectos…).»   

  • oscar varela

    Hola!

    Leo:

    – “el seguimiento de Jesús exige:

    * que se renuncie a lo más fundamental

    * (familia, trabajo, dinero, seguridad, proyectos…)“-

    Debo estar “leyendo mal” ¿no?

    ¡Voy todavía! – Óscar.