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 La primera república española (IX)

IsornaJosé Luís L. Aranguren (1909 – 1996), reflexionando sobre la transición del régimen franquista a la Democracia (“España una meditación política“. Ariel. Barcelona . Febrero de 1983.), aborda, entre otras cuestiones, en el texto que luego transcribo al final, algunos aspectos y relaciones de la democracia, la república y la Constitución.

 Entiendo que el texto nos ofrece tres puntos de reflexión que hoy, en 2017, siguen presentes, de una u otra forma, con uno u otro matiz, en la sociedad española. Y que estaban igualmente presentes en el pasado siglo XX, y ya en el XIX, durante la PRIMERA REPÚBLICA.

La primera cuestión es preguntarse si democracia equivale inexcusablemente a República. La segunda cuestión es preguntarse si la sola existencia de un “texto” Constitucional “encierra”, comprende en sí mismo, toda la realidad democrática. La tercera cuestión es descubrir y valorar la democracia como “proceso” siempre en construcción y mejora: como “ideal” nunca plenamente conseguido y con riesgos de “retroceso

 I – DEMOCRACIA Y REPÚBLICA

 Sobre lo primero, la relación entre democracia y república, cita el profesor Aranguren dos etapas, dos momentos históricos en España. Uno durante la Segunda República (1931 – 1936) y otro durante la llamada “Transición“, es decir desde la muerte de Franco a la aprobación de la Constitución de 1878, en sentido estricto, pero que podríamos considerar, a los efectos del tema que se plantea, que pervive hasta la fecha en que se publica el texto de Aranguren que comentamos e incluso, “mutatis mutandis”, hasta hoy.

Según Aranguren, la primera etapa (1931-1936) estaría regida por la opinión generalizada de la incompatibilidad entre Monarquía y Democracia. Se podría resumir en la expresión “sin república no hay democracia“. De modo que la democracia “ideal” o “pura”, habría de corresponderse siempre con el régimen de República; no sería posible en régimen de monarquía.

La segunda etapa, es la del “posibilismo” circunstancial: Hay posibilidad, según las circunstancias, “hic et nunc”, dice Aranguren, de compatibilizar Monarquía y Democracia

 Significa Aranguren (notemos que su texto es de 1983, solo dos años después del 23 F. de 1981, y de hace más de 30 años) que La Monarquía (…) fue pieza clave de la transición y así, por eso mismo, se ha constituido en lo único que de aquella permanece.” Y destaca que la “diferencia situacional” es radical y laconceptual” también. Añade el profesor Aranguren que Gil Robles se expresaba con lenguaje “escolásticamente fundado” al hacer mención a la “accidentalidad de las formas de gobierno“. Y concluye que Nuestro concepto actual de la democracia es posibilista, condicionado y situacional

Al respecto de lo que dice Aranguren, cabe recordar que en los primeros días de la revolución de Septiembre de 1868, según ya dijimos en su momento, hubo también discusión entre los demócratas sobre el carácter accidental o sustantivo de la forma republicana del Estado. Optaron los más, por la sustantividad de la forma republicana, dando lugar al nacimiento del Partido Republicano Federal (reuniones de Octubre y Noviembre de 1868), mientras otros, entre los que había personalidades democráticas muy significativas, consideraron que la forma (republicana o monárquica) era accidental, si se mantenían los principios democráticos, así que, circunstancialmente, con una actitud “posibilista optaron por la monarquía, pero siempre en aras de mantener incólumes sus principios democráticos. Esta “minoría demócrata” (los llamados “cimbrios”) sostenían que, en aquel momento y circunstancias, la mejor opción para asegurar la libertad y la democracia en España era la “monarquía democrática“.

Para los “cimbrios, pues, en 1868, democracia y monarquía no eran incompatibles. Y podemos decir que tampoco hoy lo son para partidos que incluso se confiesan abiertamente republicanos y entre ellos el PSOE. Pero, como dije, en opinión de José Luís L. Aranguren, no sucedió lo mismo durante la Segunda República española.

En todo caso, dice Aranguren, La República ha entrado en nuestra Historia. No sabemos si volverá, pero, caso de hacerlo, no vendrá a “recuperar” las Repúblicas anteriores, ni la Primera ni la Segunda. “El franquismo” – dice – favorecía la “nostalgia”. “La actualidad, al plantear los problemas en un contexto totalmente diferente, cancela toda nostalgia.

 

 II – CONSTITUCIÓN “TEXTUAL” Y “REAL”

Nos habla también el profesor Aranguren de dos posibles conceptos o formas de entender la Constitución, una “textual” y otra “no meramente textual”, que califica como “real“.

Se refiere Aranguren a la distinta concepción y distinta función de la Constitución en la actualidad y en “el siglo pasado”, es decir en el XIX (pues él escribe en el XX). Señala el valor salvífico, “casi como de fe bíblica”, dice, que en el XIX pudo haberse dado y esperado de un texto Constitucional. Pero sostiene que hoy ya no es así. pues hoy se pide al texto constitucional que, por encima de la mera formalidad, sea lo que la propia palabra indica, la expresión de la estructura, de la “constitución” real de España, es decir, “que no haga sino manifestar la estructura política profunda“.

Para Aranguren el 23 de Febrero y sus secuelas suponen un punto radical de inflexión en la relación entre Ejercito, Monarquía y Pueblo. Y muy señaladamente a partir de la “multitudinaria manifestación del 27 de febrero“, se produce un doble cambio cualitativo: 1) se quiebra la unión “Monarquía-Ejercito” y 2) la Constitución “comienza a ser “hecha suya por los españoles“. De de modo que, a partir del 23 de febrero de 1981, la Constitución comenzó a ser “realizada” y “vivida” como tal “por los españoles” y el 27 de febrero, “significó el tránsito de una democracia meramente delegada a una “democracia participatoria“.

A partir de ese momento la estructura unitaria “Monarquía- Ejercito” fue incoativamente reemplazada por la estructura unitaria “Monarquía-Pueblo“, que se imponía al Ejercito para deber ser aceptada por este.

 

 III – LA DEMOCRACIA COMO PROCESO E IDEAL CULTURAL Y MORAL

Aunque, dice Aranguren, la institución monárquica “no pertenece en su origen al estadio de la democracia racional, sino al del carisma institucional, trasmitido por tradición”, no por ello deja de tener algunas “razones a favor”, es decir que no carece de “racionalidad propia, de carácter instrumental“. Y en este sentido cita Aranguren a Pascal, que veía a favor de la monarquía el argumento de “sustraer el poder supremo a las ambiciones encontradas de los poderosos.

Claro que, en mi opinión, ese argumento es difícilmente aplicable a la “monarquía constitucional” actual, en la que el Rey “no tiene” “el poder” supremo“, sino solamente la suprema representación institucional. Y aun cuando desde ella se pueda hacer una relativa labor de moderación y equilibrio y freno de “las ambiciones encontradas de los poderosos“, nada garantiza su efectividad.

En todo caso, dice Aranguren, la democracia es “un proceso”, un “largo y difícil proceso de democratización”. Y << que gobiernen los más fuertes, es lo “natural”. Que gobiernen los gobernados mismos, es lo “no natural“, es lo “racional y cultural”, lo moral. Por eso es tan difícil ser demócrata.>>

Entiendo, y concluyo, que la construcción de la democrática no radica solo en la “formalidad” del texto constitucional. Ha de “desparramarse” por leyes reglamentos, instituciones y comportamientos. Ha de hacerse “costumbre” y ha de “fomentarse” esa costumbre desde la escuela y desde las instituciones.

 

 IV – EL TEXTO DE ARANGUREN.

 He aquí selección de textos del citado libro de José Luís López Aranguren:

<< (…) Durante los años 1931-1936, democracia era sinónimo de república y, más bien que en el límite, allende de él, en la utopía, así es: la utopía de la democracia es la democracia directa o, cuando menos, máximamente participatoria, va mas allá de una concepción hereditaria de la legitimidad, y aún de líderes y de partidos políticos. En cambio ahora, más modestamente, nos conformamos con una democracia que signifique, como dicen, acatamiento a la Constitución. En diversas ocasiones, he criticado por decimonónica, esta creencia en un “texto” y en la “salvación”, casi como de fe bíblica, por él. Pero, al menos durante el siglo pasado, la ingenua mística que aureolaba cada Constitución hacía esperar de ésta el remedio de todos los males y el advenimiento de todos los bienes. Aquella fe, perdida ya parar siempre, en el político “hacer cosas con palabras”, entusiasmaba a las gentes. Hoy se quiere (...) otra concepción de la Constitución, Constitución “real” y no meramente “textual” (paralelamente a como se quiere una democracia real y no meramente nominal o formal), una Constitución que lo sea en el sentido propio de la palabra y que, en cuanto escrita, no haga sino manifestar la estructura política profunda.

 Al maximalismo democrático de entonces – igual que a su entusiasmo – corresponde el posibilismo democrático de ahora (y la esperanza no entusiasta). La Monarquía (…) fue pieza clave de la transición y así, por eso mismo, se ha constituido en lo único que de aquella permanece. La diferencia situacional es radical. Y la conceptual, pese a ciertas apariencias, también. Empezando por estas , el líder de la derecha de entonces, José María Gil Robles, hablaba, con lenguaje escolásticamente fundado, de la “accidentalidad de las formas de gobierno“. Pero como entonces, según se ha dicho ya, democracia significaba república y república democracia, se situaba saliéndose o sin haber entrado, sin querer entrar del todo, en la “República-Democracia.” Nuestro concepto actual de la democracia es posibilista, condicionado y situacional. Entonces los demócratas estaban inequívocamente en la República . Hoy son los demócratas quienes están, más de verdad que nadie, en la Monarquía como forma de democracia posible hic et nunc – lo que no quiere decir que se hayan convertido abstracta, cuasimetafísicamente monárquicos; en tanto que los antidemócratas están saliendo, o han salido ya, de la Monarquía. (…)” (Aranguren, citado págs. 13, 14 y 15) //

(…) (…)

<< (…) Así pues, la institución monárquica no pertenece en su origen al estadio de la democracia racional, sino al del carisma institucional, trasmitido por tradición. Es claro que no por eso carece de cierta racionalidad propia, de carácter instrumental. Para mí el más poderoso argumento en pro de la monarquía es el de Pascal: sustraer el poder supremo a las ambiciones encontradas de los poderosos. (…) //

 (…) La democracia es un largo y difícil proceso de democratización, dentro del cual hoy habremos llegado, a lo sumo, al tránsito del gobierno por “los pocos”, al gobierno por “los muchos”, estando lejos todavía del gobierno por todos. O, dicho de otro modo: la democracia es un “modelo ideal” y una invención cultural. Que gobiernen los más fuertes, es lo “natural”. Que gobiernen los gobernados mismos, es lo “no natural“, es lo “racional y cultural”, lo moral. Por eso es tan difícil ser demócrata.

 La República española de 1931 quiso serlo plenamente: democracia plena. La democracia “ideal”, es incompatible con la institución monárquica. Por eso la República se instauró en ruptura completa con el régimen anterior. De ahí que hoy, en mi opinión (…) no sea posible la recuperación del proyecto democrático republicano. Mi intención aquí – supongo que es innecesario aclararlo – no es, al introducir la palabra “recuperación”, comparar regímenes. El régimen presente no nació democráticamente, pero podrá, tal vez, ir ganando democracia; el régimen republicano murió no-democráticamente, pero con las responsabilidades, cuando menos por error, de quienes democráticamente lo instauraron. (…) //

 Pero la República y sus históricos partidarios que la sobreviven, en cuanto que lo sigan siendo, sí que ha entrado ya en la Historia. Lo que venga después de este régimen, no podemos saberlo. Pero aún cuando, más pronto o más tarde, fuera la República, no vendría a “recuperar” aquella, sería “otra” República”. El franquismo favorecía la nostalgia. La actualidad, al plantear los problemas en un contexto totalmente diferente, cancela toda nostalgia. (Salvo la del franquismo, para la ultraderecha) En adelante, para las gentes de izquierda, será menester vivir solo la esperanza. Aunque sea contra toda esperanza. Un período de la historia política de España ha quedado definitivamente clausurado. >> (Aranguren, citado, págs. 25, 26 y 27)

 

 (…) (…)

 

<< (…) La actual Constitución española no surgió, sin duda porque no era posible al no haberse producido la ruptura con el régimen anterior, de un autentico proceso “constituyente”, sino que fue elaborad en un constante tira y afloja por las fuerzas políticas representativas. La Constitución real del país, mientras los parlamentarios redactaban “la papela” llamada Constitución, era la de una estructura (o constitución) política consistente en la “unidad Monarquía-Ejercito” poseedora de la soberanía de hecho. A partir del 23 de febrero de 1981, esa unidad, si no llegó a romperse enteramente, fue sentida por el pueblo como quebrada, y su reacción fue la multitudinaria manifestación del 27 de febrero. Desde aquel momento, la estructura unitaria “Monarquía- Ejercito” fue incoativamente reemplazada por la estructura unitaria “Monarquía-Pueblo“, que se imponía al Ejercito para deber ser aceptada por este. Cuando su promulgación y hasta el 23 de febrero, la llamada Constitución no había sido – aparte de lo que tuviera de ordenanza supramunicipal – más que una de tantas piezas del “juego” del Parlamento. A partir del 23 de febrero la Constitución comenzó a ser “realizada” y “vivida” como tal por los españoles. El 27 de febrero significó el tránsito de una democracia meramente delegada a una “democracia anticipatoria“. No sé, ni siquiera aún, si los políticos profesionales, lo han entendido así. A veces pienso que no. Pero es así. Los políticos del 23 de febrero internalizaron la palabra miedo y, desde ese punto de vista, se ha podido decir que el golpe no fracasó, sino que triunfó; a lo que cabe agregar que también el pueblo, para salir del sentimiento de orfandad en que quedó tras la acción golpista, trató de asirse al clavo frío del escrito constitucional. Pero el punto de vista que aquí se sustenta es otro; a partir de aquel bochornoso atropello, que, paradójicamente, no dudo en calificar de acontecimiento, con la “realización” de la Constitución, se han sentado las bases para salir de la heredada incultura política y para entrar en una cultura política verdaderamente viva.

 La Constitución pareció ser “establecida” por los políticos . Pero ya hemos visto que no. Que se trató de mera apariencia o del juego de escribir una Constitución. Solo al ser quebrantada por los golpistas, ha empezado a ser hecha suya por los españoles. Y no como “constituida” sino como “constituyente”. >> (Aranguren, citado, págs. 30 y 31)

 

NOTA: En los textos reproducidos, el subrayado de palabras o frases y la utilización de negrita son míos

 

5 comentarios

  • ELOY

     
    Gracias Eduardo y Román por vuestros generosos comentarios.
     
    Yo deseo que Román Díaz Ayala, resuelva favorablemente las situaciones, que precisan ahora de su mayor atención y pueda incorporarse pronto, con la intensidad habitual, a su participación en ATRIO.
     
    También deseo que el buen conocedor del alemán y de Alemania que es Eduardo García, se anime a hacer participes a los lectores de ATRIO del contenido de la magnífica conferencia que impartió, con la sala rebosante de público (unas 60 personas), en la Biblioteca Pública Municipal “Ángel González” de Madrid, en Aluche, el jueves 30 de Marzo de 2017, bajo el título  “LUTERO: LUCES Y SOMBRAS DE UNA FIGURA CONTROVERTIDA”

     

  • Román Díaz Ayala

    Mis circunstancias actuales, que previsiblemente seguirán prolongándose en el tiempo, salvo algunos breves intervalos, me impidió en su día “descubrir” este trabajo de Eloy, que también considero magnífico, como dice el comentarista anterior. He aprendido a valorar cada vez más esta dedicación de Eloy a nosotros los atrieros, siendo una de sus más valiosas joyas. Quizás por su altura y contenido tiene tan pocos comentarios.

    Con elegancia, el autor, dice opinar que nuestra actual monarquía democrática no alcanzar a cumplir con los principios democráticos más plenos de lo que sería un nuevo sistema repulicano. Yo disiento, y no porque sea vocacionalmente  monárquico, que no lo soy, sino porque considero que la Constitución de 1978 cumple con los requisitos de toda democracia plena, la de “sustraer el poder supremo a las ambiciones de los poderosos”, aplicable a esta monarquía,el hecho institucional, aunque nó a la persona del rey, porque tales garantías deberían descansar sobre la sociedad civil, que es el sujeto de Derecho.

    los republicanismos en boga y que se están defendiendo en la refriega política, unos se apoyan en la restitución de la República de los años treinta ( II República Española) com algo arrebatado y cuya legitimidad sigue vigente, o bien sustituir nuestra  “estructura política profunda” que dan razón de nuestra convivencia actual  por un mosaico de  distintas entidades políticas difícilmente, por falta de voluntad, articuladas entre sí.

    entidades políticas

  • Una vez más se agradece que en estos campos tan especializados,  Eloy nos brinde un esquema tan diáfano, basándose en la obra de Aranguren, que , con buen criterio, arropa con citas . Como profesor jubilado , suscribo la metodología y el esfuerzo que se percibe en haber rumiado previamente  el texto, para presentarlo sintéticame al alumno. Este es un paso, más allá de la mera erudición, que todo profesor debería tener siempre en cuenta. Sólo así se logra que los conceptos pasen al acervo del alumno, que dejen en él huella.

    Pediría a los responsables de Atrio, que no nos priven de  sus publicaciones. Que cuando termine esta serie, empiece otra.

    Eloy llena de contenido la digna profesión de profesor, que José Luis Aranguren tan bien encarnó.  Felicidades, una vez más.

     

  • ELOY

    Gracias a ti, Asun.

    En esta labor de intentar “historiar” (construir una historia) introductoria a la 1ª República no siempre uno acierta en los pasos a dar ni con la claridad de exposición que el lector exige.

    Razón de más para agradecer tu comentario.

    Desde luego a tu pregunta de si debemos claudicar, la respuesta, como bien sabes, es no.

    No hay que claudicar ni en la construcción progresiva de la democracia, ni en la defensa de lo ya conseguido para que no se produzcan retrocesos, ni en el afán de informarnos y profundizar en ella, ni en la obligación de “educar” en la medida de nuestras posibilidades en los valores y en el ejercicio de la democracia.

     

     

  • Asun Poudereux

    Gracias, Eloy. Buen artículo y buenas reflexiones. Solemos creer que la democracia es lo que no es. Claro que teniéndolo  en cuenta, se nos hace más fácil entender lo que pasa en España. Pero aún así, debemos claudicar, me pregunto.