Cargadas en gran parte de razón, surgen con gran frecuencia voces criticando a la izquierda, sobre todo por sus constantes líos. Muchas proceden de la derecha que domina la inmensa mayoría de los medios de comunicación y, por si eso fuera poco, otras muchas vienen de la propia izquierda.
Aunque la memoria me falla ya bastante, no puedo por menos de recordar como era la izquierda en los años inmediatamente anteriores y los subsiguientes a la muerte de horrendo dictador. Pues bien, la izquierda sigue como siempre con sus luchas por el poder (cosa que comparte con la derecha, como es lógico) y sus perpetuas desuniones. Aun así, me parece que ésta de ahora va mejorando (especialmente en realismo), lo que es de agradecer, al tiempo que va perdiendo sus tendencias al autoritarismo y su carácter doctrinario.
Simplificando mucho, ya lo sé, a la derecha la cohesiona el dinero y el beneficio (nos vamos a forrar) que son cosas coherentes y fácilmente asimilables. En cambio, a la izquierda la descohesiona la ideología que es cosa volátil y en buena medida subconsciente, por lo que siempre se encuentra contaminada por el poder. El poder aparece en el discurso de izquierdas como el instrumento necesario e imprescindible para defender los intereses de las clases necesitadas, en lo que parecen estar todos de acuerdo, y por eso es difícil condenar a tanto liderillo del rojerío, porque, al fin y al cabo, el poder es bueno en cuanto es necesario para conseguir el fin soñado.
En resumen, ni tanto ni tan calvo. La izquierda es la que es porque somos de la sociedad que somos (somos todos los que les votamos) y, entre otras cosas, depende de los poderes reales, entre los que destaca el poder de los medios de comunicación, que pertenecen a quien pertenecen y defienden unos determinados intereses, y, en consecuencia, magnifican o destruyen, según los casos, a unos y otros, en la medida en que sea necesaria para el dominio del capital. Todo esto sin mencionar lo de la necesaria financiación y el ominoso poder de dar o no el crédito.
Por cierto, a los críticos, salvo honrosas excepciones, se les olvida el componente económico del funcionamiento de los partidos y, lo que es más grave, el funcionamiento de la economía global y su inmenso y creciente poder en todos los terrenos, poder no abstracto ni metafísico, sino detentado por personas de carne y hueso cuyos nombres, por lo general, ignoramos.
Es que el problema no es la izquierda, sino la sociedad (tan rica) en que vivimos.
Me parece que la conclusión del texto que nos ofrece Juan García Caselles, es merecedora de análisis y reflexión.
Aunque hemos de añadir a lo que él dice que por desgracias los partidos , en mi opinión (quizá equivocada) han alcanzado cotas de desprestigio inimaginables en la transición.
Los partidos son necesarios, lo mismo que los sindicatos, pero ambas organizaciones, en mi opinión, necesitan un revulsivo de renovación y profundizar en la democratización interna y relevo de lideres, estableciendo periodos máximos de mandato.
” Por cierto, a los críticos, salvo honrosas excepciones, se les olvida el componente económico del funcionamiento de los partidos y, lo que es más grave, el funcionamiento de la economía global y su inmenso y creciente poder en todos los terrenos, poder no abstracto ni metafísico, sino detentado por personas de carne y hueso cuyos nombres, por lo general, ignoramos.
Es que el problema no es la izquierda, sino la sociedad (tan rica) en que vivimos”