Fidel castro era un símbolo de toda una época, que desaparece con su muerte. Pero al analizar lo que muere con él podemos confundirnos. Una y otra vez los medios de comunicación del sistema hablan de la muerte del “ultimo revolucionario”. Implícitamente están defendiendo la tesis de “El fin de la Historia”, el capitalismo es la forma definitiva que adopta la sociedad humana. Todos los intentos de cambiarlo han acabado en fracasos. Se acabó la época de las revoluciones.
Es innegable que eso tiene una parte de verdad. Fidel Castro entra en la Habana en 1959. Comienza su carrera como líder político que gobierna con unas tesis y una teoría política determinada. Es la época de mayor esplendor de la Unión Soviética. Dos años antes los ingenieros soviéticos habían lanzado el Sputnik, el primer satélite artificial puesto en órbita alrededor de la Tierra, y la URSS lideraba la carrera espacial frente a los EE.UU. En China Mao Tse Tung impulsaba el Gran Salto Adelante, y en Vietnam el Viet Cong, la guerrilla comunista, luchaba victoriosamente contra las tropas americanas. En las universidades americanas y europeas empezaba a bullir el espíritu que eclosionaría en mayo del 68. Todos esos movimientos se inspiraban en el pensamiento marxista, el cual partía del materialismo histórico.
Hoy, 57 años después, la Unión Soviética es apenas un recuerdo en la historia; China y Vietnam conservan la fórmula política de comunismo, pero su ideología y su economía son plenamente capitalistas, y en las universidades europeas y americanas se pasean triunfantes los dogmas neoliberales.
Pero en ese clima totalmente adverso Fidel se mantuvo irreductible como símbolo de la resistencia de los pueblos frente al imperialismo, frente al dominio arrasador del capital. Y desde ese punto de vista Fidel Castro merece toda nuestra admiración y nuestro homenaje.
No, no es verdad que haya muerto el último revolucionario. Ha muerto el último representante de “un tipo de revolución” que alentó las ilusiones y las esperanzas de una época, pero que se agotó sin conseguir derribar al monstruo. Ha muerto −y qué descansen en paz− una filosofía política y un camino para llegar a la última meta de un supuesto “paraíso en la tierra”.
Pero mientras en los seres humanos aliente el espíritu de justicia y libertad, mientras en los seres humanos pervivan los sentimientos morales, mientras en los seres humanos haya dignidad, habrá personas, multitudes, que, como Fidel Castro, continuarán levantando las banderas de la rebelión contra cualquier tiranía, hoy contra la inhumana tiranía del capital, y seguirán alzándose las voces que claman libertad, justicia y fraternidad.
Amigo Zugasti: La sorprendente ascensión de China ene la escena mundial en tan pocos años desde el triunfo de Mao y de su derrocamiento por nuevas fórmulas creo que señala una vía no explorada hasta el gitante asiático en la superación del capitalismo financiero de corte occidental y neoliberal. Se le ha dedicado en Atrio algún hilo a esta experienciade China. Pero tú la despachas de un plumazo poniéndola al nivel de la de ese pequeño país Vietnam.
Yo sin embargo creo que esa experiencia merece un tratamiento mucho más en profundidad, y que quizá ha acertado por hora a aplicar la teoría marxista con mucho mayor acierto y resultados que la URSS o Cuba… Ciertamente tiene que ser diferente a la experiencia Occidente, dado que esta ha producido el hundimiento de las clases oprimidas hasta la miseria más negra y del Tercer Mundo hasta la huída desesperada hacia los países ricos…Alguiene ha dicho que “por sus frutos los conoceréis”. No planteo tesis incontestables, solo solicito andar los caminos de investigación y reflexión hasta conseguir una explicación más o menos convincente. No, esto no es el fin de la historia; ¿acaso se están abriendo nuevos caminos por dodne sale el sol?