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El nuevo ‘cielo’

Isidoro

El rincón de soñar (7)

“Esas palabras tiernas que nos decimos los Unos a los Otros,
están guardadas en el corazón secreto del paraíso.
 Un día como la lluvia… ellas caerán y mojarán todo,
 y su misterio crecerá verde sobre el mundo”.   Rumi

El teólogo protestante Georges Gusdorf, en 1956 anticipaba, cuando aún no se había lanzado el Sputnik, que el descubrimiento de nuevos cielos y de nuevas tierras, implicaría la consecuencia necesaria de una reconversión del propio hombre, pues el hombre y el entorno cósmico en el que se encuentra no son independientes el uno del otro.

Y un cambio brusco del entorno “topológico” en el que se halla, inevitablemente produce un terremoto intelectual en la cultura humana. La diferencia entre las palabras cielo y universo no solo es una simple diferencia terminológica, sino que va mucho más allá.

Y también Joseph Campbell se preguntaba a raíz de todo nuestro nuevo conocimiento del cosmos, como afecta la infinitud de las nuevas dimensiones cósmicas a nuestra mitología basada en otro universo que no se corresponde al real.

Los balbuceantes inicios de nuestra exploración del espacio, unido a la multiplicación del fenómeno Ovni, que curiosamente se ha producido al mismo tiempo, está secularizando el cielo, o los cielos, antaño pensados como sede de la divinidad, y cuyos reflejos ejercían influencias mágicas sobre la vida de los hombres.

Esta secularización es muy superior a la que produjeron otros descubrimientos. Ya Octavio Paz señalaba que el descubrimiento de América y el de la gran civilización desconocida de China produjeron una gran crisis en la teología católica. Por una parte, no se explicaban como millones de hombres en América habían sido sustraídos durante mil quinientos años a la gracia del bautismo.

Por otra parte, descubrían asombrados en China a una sociedad que en muchos aspectos era superior a la cristiana, a pesar de estar gobernada por una burocracia de intelectuales ateos como los mandarines.

Ese terremoto secularizador provoca una gran reacción defensiva de los que ven disolverse como un azucarillo sus creencias. Y esto sólo es el principio. Nadie duda de que, si un día descubrimos fehacientemente a otros seres en el espacio, o ellos contactan con nosotros, las religiones tradicionales sufrirán un impacto copernicano.

Sencillamente conoceremos la historia de los cielos en los Telediarios en vez de en las iglesias. Y quizás tendremos que renominar a Dios como el “Director o Directora de la Vía Láctea”, como ya hacía J. B. S. Haldane.

Por eso decía Marshall McLuhan que el objeto del misticismo actual o pasado, será el objeto de la ciencia del mañana: hoy no hacemos más que soñarla. Y así cuando intentamos imaginar la realidad más allá de nuestro entorno conocido, entramos en los terrenos de la ciencia-ficción, al considerar su realidad material, y en los terrenos del misticismo al considerar su posible interacción con nosotros.

Y sin embargo, mirándolo tranquilamente, el hecho de haberse producido quizás un contacto con vecinos de planetas cercanos en el pasado, o de que vuelva a producirse más tarde o más temprano en el futuro, no es en sí mismo ningún acontecimiento tan trascendental, ni estrictamente es un hecho religioso.

Este contacto solo debería suponer una ampliación de nuestros atlas geográficos, al igual que el descubrimiento de los indios americanos, no supuso un cambio del modelo religioso europeo y solo supuso eso: una ampliación de los mapas.

El hombre ha pasado en su evolución histórica y cultural circular de una fase cosmocéntrica, con el centro en el Universo, y un hombre a la defensiva, a una fase antropocéntrica, con el centro en el hombre, (medida de todas las cosas), para volver en un nuevo giro de tornillo, (el yin y el yang), a una nueva fase cosmocéntrica, en el que el hombre ocupa por fin su verdadero papel en el Universo, importante, pero uno más entre muchos.

Pero mientras llega ese momento, el hombre se encuentra solo y descentrado ante un universo cuasi infinito, donde no encuentra como encontraba antes, la tranquilizadora presencia de un Dios paternal, y atenazado con un pascaliano terror al eterno silencio de los espacios infinitos.

2 comentarios

  • Isidoro García

    “La sabiduría de este mundo nos ha encerrado con su arte y su razón, y por ello es que estamos hechos para ver con sus ojos. Y a este espíritu que por tanto tiempo nos ha mantenido cautivos debemos llamarle el Anticristo”. Jakob Böhme

     

    ¿Seguimos soñando?, dices Asun. Tengo que explicarlo un poco. A algunos les desconcierta el título de esta serie. Oscar también ha expresado su desconcierto varias veces.

    A mí no me gusta soñar. No está el patio para bollos, y los sueños, nada más que sueños son. Lo del “rincón de soñar”, es una frase-título, para hacer el juego-contrate con el rincón de pensar, a donde se manda a la gente que no piensa demasiado o no demasiado bien.  A mí me gustaría mas llamarlo “El rincón de intuir”.

    Lo que quiero expresar es que hay que negarnos a seguir al Anticristo de Jacob Böhme, (santo que no es muy de mi devoción), a ese Zeigeist o espíritu de nuestro tiempo, que tanto nos ha dado, pero también tanto nos está quitando.

    Un espíritu que no reconoce que intuir y razonar, son como la pierna izquierda y la pierna derecha, para andar, o como el aspirar y expulsar el aire en la respiración: el yin y el yang.

    Es verdad que la intuición es peligrosa. Si existe riesgo de cometer errores en el razonamiento, estos peligros se multiplican por diez en la intuición, que no en balde es la loca de la casa.

    Pero es la fuente de la creatividad, el motor-causa que nos ha traído hasta aquí, y llevará a nuestros descendientes hasta cotas inimaginadas en la actual especie humana.

    Ir por el mundo con el freno echado del excesivo racionalismo, es frustrante y acaba recalentando el motor, y ni siquiera acaba proporcionando lo que se pretendía: estabilidad y seguridad. Sino que es la madre de todas las neurosis, y de todas las conductas autodestructivas de nuestra felicidad e incluso de nuestra vida.

     

    Y yendo al comentario concreto tuyo, Asun, yo creo que lo que para los antiguos era un sueño y un juego, para nosotros ya no lo es.

    La tesis fundamental de mi razonamiento general es que el hombre actual, al disponer de una enorme capacidad de conocimientos de todas las rúbricas del saber, no solo ha sufrido un cambio cuantitativo, sino también cualitativo. Hay un momento en que la cantidad hace calidad.

    El niño va creciendo y desarrollándose día a día, contínua e imperceptiblemente. Pero llega un momento en que ya deja de ser niño/a y pasa a ser hombre/mujer. Eso ya lo decía San Pablo.

    Hoy día ya podemos mirar al cielo, con otros ojos muy distintos, y con una mirada nueva. Es verdad que todavía vemos soledad: no vemos a nadie.

    Pero hoy ya sabemos que si no vemos a nadie, es o porque no hay nadie, o porque están muy lejos, o porque no quieren que los veamos.

    Hoy sabemos que si hemos surgido nosotros aquí, (lo cual es innegable: el principio antrópico), es casi imposible que en casi quince mil millones de años, y en trillones de sistemas estelares, no haya surgido más vida y más vida inteligente.

    Y hoy día también sabemos que si es verdad que las distancias son enormes, toda inteligencia es, per se, curiosa, viajera y social. Y que el la progresión geométrica del saber es prácticamente infinita. Nosotros que somos unos monos con pantalones, en setenta años, hemos pasado de recorrer unos cientos de metros por el aire en un cacharro de madera y tela, a ir y volver a la Luna. ¿A dónde llegará una inteligencia medianamente desarrollada, en un millón de años, lo que cósmicamente es un abrir y cerrar de ojos?.

    Y hoy día también sabemos, que el que no se dejen ver, quizás es porque respetan nuestra autonomía de especie en nuestro planeta, que no olvidemos que es NUESTRO.

    Haya Dios-creador o no lo haya, permanezca cerca de nosotros o esté ajeno, y sean quienes sean esos denominados por nosotros como “Dios”, ese atronador silencio de los infinitos espacios estrellados, solo presagia que tenemos por delante un objetivo-misión que cumplir, como especie inteligente.

    Y este objetivo es culminar nuestra evolución, dando el empujón final, y que cuando lo consigamos el Universo inteligente se abrirá ante nosotros, o para recibirnos con los brazos abiertos como hermanos, o en el peor de los casos, para que lo exploremos y tomemos posesión de él, (hipótesis que personalmente no creo).

  • Asun Poudereux

    Hola Isidoro:

    ¿Seguimos soñando?…¿Y por qué no llamarlo juego?

    Pretendemos dilucidar más allá o acá de lo que presintieron los antepasados, seres humanos que nos precedieron, sabiendo que su juego era eso un juego.

    El cosmos era centro de todo,  lo de arriba yacía abajo,  y lo de abajo, reflejo y copia de lo alto. Nada quedaba sin par, abierto a lo otro, lo que impedía el pensamiento en línea egoica, que se repliega en sí mismo. Fue, en cambio, este repliegue egocéntrico, lo que le hizo concebir en su proyección un Otro patriarcal y personal con atributos de una parte de la humanidad que se iban cambiando y acentuándose con su sentir  histórico.

    Entonces, me pregunto, tras tu conclusión final. ¿Quién es el que se ve solo y descentrado? …¿Qué visión, si es que es tal, puede darnos la razón del silencio de los espacios que llamamos infinitos?

    Olvidar este aspecto de que es un juego continuo de la mente pensante y no saber salirse de él, considerándolo, eso, un juego, que, en especial, nos entusiasma y nos proyecta hacia afuera, pone muchas trabas para descubrir ese universo infinito en cada uno/a de nosotros/as, en donde es posible el juego, sin ser solo juego. “Soñar” sin ser sueño”.

    El silencio , que tanto tememos, es el de la mente al estar identificados con y en ella, un “lugar” donde agarrarnos. Sin embargo, precisamente, es del silencio, la base siempre perenne y experiencial,  de lo que todo surge, es en él  que se confunde el anhelo que nos busca y buscamos: La Paz, la presencia, la Bondad, la Plenitud, la Confianza, Todo y Nada…Espacio y Vacío… constante que habla y calla…  Palabras…

    “…Un día como la lluvia…ellas caerán y mojarán todo, y su misterio crecerá verde sobre el mundo.” Rumi.