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El pastor y el rebaño, ¿una metáfora desafortunada?

Gil de Zúñiga 1 Si el “lenguaje es la casa del ser”, según la máxima de M. Heidegger, hay que cuidarlo como tal, con esmero y con la intencionalidad de acercarse al referente, a la realidad, con la mayor exactitud posible. No en vano afirmaba la filosofía escolástica que la verdad es “adaequatio intellectus cum re”. Y para ello el ser humano posee una potente herramienta que es el signo lingüístico. Ahora bien, su objetivo primordial es captar la realidad que está fuera del sujeto para transmitírsela a otro, al receptor. Sin embargo, el lenguaje como producto humano, no siempre cumple con esa función primordial de transmitir la realidad tal cual; no siempre se comporta de manera inocente, sino que, a diferencia del lenguaje animal, como advierten CK. Ogden y IA. Richards, puede llegar a la perversión, a un intento de engañar al receptor mediante una “verdad” camuflada.

La metáfora, como expresión semántica, corre el riesgo de que al ser una imagen espejo de algo que se pretende significar, el hablante la puede usar de modo torticero, engañoso. Es aquí donde hay que contextualizar la metáfora del pastor y el rebaño. Una bella metáfora que la emplea profusamente el Antiguo Testamento para significar la amorosa preocupación de Dios por sus criaturas, por el pueblo de Israel. Jesús de Nazaret la hace suya y la transmite a sus seguidores, hombres y mujeres, que después de Pentecostés conformarán una comunidad, la Iglesia del Resucitado.

Pero a lo largo de la historia de la Iglesia la hermenéutica de esta metáfora se interpreta literalmente y no como imagen de otra realidad, es decir, que alguien, el pastor, tiene la responsabilidad delegada para ponerse al servicio amoroso de otros, el rebaño, y todos forman una comunidad de iguales como creyentes en el Jesús resucitado. La interpretación literal, por el contrario, nos lleva a otra realidad muy distinta: el pastor es el dueño absoluto del rebaño; él está en un plano existencial y eclesial diferente, mientras que la oveja, como un ser distinto al pastor debe someterse sin rechistar, sin ni siquiera un débil balido. De ahí que la Iglesia la constituyen los pastores, mientras que las ovejas son meros apéndices de la misma, sin otra tarea que la sumisión, como resalta la encíclica de Pío X, Vehementer Nos. Ya Pablo de Tarso en sus cartas a Timoteo (I Tim 3,1-7) y a Tito (Tit 1,6-8) advertía de los riesgos de interpretar esta metáfora en un sentido literal: tanto el obispo como el presbítero han de ser ejemplares dentro de la comunidad, no altivos y poderosos.

Lo cierto es que la interpretación literal de esta metáfora se ha impuesto a lo largo de la historia de la Iglesia, llegando a situaciones insospechadas como las que he podido escuchar en estas semanas pasadas al recordarnos la liturgia la parábola del buen pastor. En una homilía, un sacerdote nos invitaba a amar a los pastores, porque éstos son “la Iglesia de Cristo”, remataba. De aquí hay un paso a la noticia de estos días en que un cura argentino ha prohibido entrar en el templo a mujeres con minifalda o con pantalón; supongo que este cura considera que el templo es suyo y puede establecer las normas que quiera y a su antojo. Esta noticia me lleva a la década de los setenta cuando en un viaje por Italia no pude visitar la catedral ni la torre de Pisa por llevar pantalones cortos.

La metáfora, pues, del pastor y el rebaño se ha ido desprestigiando con asombro y más si cabe en nuestros tiempos posconciliares, donde en la Lumen Gentium  se establecieron las bases de igualdad dentro del pueblo de Dios, la Iglesia; pero el lenguaje sigue siendo el mismo y con un significado muy diferente a la metáfora bíblica. Esta metáfora así desprestigiada se convierte en desafortunada por cuanto

  1. Coarta la libertad dentro de la Iglesia, tan apreciada por Pablo de Tarso y para G. Bernanos, “el escándalo del universo”, al pretender la jerarquía un “rebaño de borregos sumisos”, donde la uniformidad sea el territorio de actuación. No cabe el pluralismo y, siguiendo con la metáfora, no se permite que alguna oveja se distancie del rebaño, pues de inmediato se azuza al “perro”, léase la norma y la ley, para integrarla de nuevo. Gregorio XVI (1831-1846) en su encíclica Mirari vos, condenó la libertad de conciencia como opinión absurda y errónea. ¿Dónde está la intimidad de la conciencia o aquel dicho de que “de internis, neque Ecclesia?, aunque
  2. Sin libertad no hay responsabilidad. La Iglesia, nuevo Pueblo de Dios, mediante el agua y el Espíritu Santo, se constituye en “linaje escogido, sacerdocio real, nación santa…” (I Petr 2,9-10). Por lo tanto, todos los miembros de este pueblo, mediante el bautismo, participan de un mismo sacerdocio, de la “función profética de Cristo” (Lumen Gentium, II, 12), de una misma fe y de un mismo Espíritu, que es quien otorga los diversos dones y carismas para “común utilidad” (I Cor. 12,7) del pueblo de Dios.
  3. Sin responsabilidad no hay compromiso eclesial. La fe es compromiso eclesial hasta el punto de que en una parroquia, por ejemplo, que la fe se viva comunitariamente con las exigencias evangélicas es tarea de cada uno, no sólo del sacerdote. El laico no es, pues, un mero colaborador del sacerdote o del obispo. La vivencia de una fe comprometida y comunitaria, por ejemplo, es la que se lleva a cabo en un barrio barcelonés, donde, en una iglesia sin párroco, “abandonada” canónicamente, celebran la eucaristía los domingos, presidida por un cura de otra parroquia, los laicos programan y realizan catequesis de primera comunión y de confirmación, organizan cursos diversos, prestan ayudas a los necesitados del barrio, etc; en definitiva, viven su fe comunitaria desde la responsabilidad y el compromiso.
  4. Sin compromiso eclesial no hay comunidad, en definitiva, no hay Iglesia. No en vano escribe JM. R. Tillard que la “naturaleza de la Iglesia, tal como la comprende la primera tradición se resume en la comunión, en koinonia… y este ser de comunión constituye su esencia”. Una koinonia que por la responsabilidad compartida desemboca en diakonia, en servicio y acogida.

Es cierto que hay otros aires renovadores en torno a la metáfora “pastor-rebaño” por parte del papa Francisco, quien pretende poner las cosas en su sitio, por más que algunos obispos y sacerdotes, tal vez demasiados, hagan mofa de su hermenéutica pastoral, como aquella del pastor con olor a oveja. Pero la posición del papa, por fortuna, es clara como la que sostiene en un escrito reciente enviado al cardenal Ouellet (uno de los curiales recelosos de las actuaciones del papa Francisco), presidente de la Pontificia Comisión para América Latina. Destaco estos dos párrafos:

A)Mirar al Pueblo de Dios es recordar que todos ingresamos en la Iglesia como laicos. El primer sacramento, el que sella para siempre nuestra identidad y del que tendríamos que estar siempre orgullosos, es el del bautismo. Por él y con la unción del Espíritu Santo,(los fieles) quedan consagrados como casa espiritual y sacerdocio santo (LG 10). Nuestra primera y fundamental consagración hunde sus raíces en nuestro bautismo. A nadie han bautizado cura, ni obispo. Nos han bautizado laicos y es el signo indeleble que nunca nadie podrá eliminar. Nos hace bien recordar que la Iglesia no es una élite de los sacerdotes, de los consagrados, de los obispos, sino que todos formamos el Santo Pueblo fiel de Dios. Olvidarnos de esto acarrea varios riesgos y deformaciones tanto en nuestra propia vivencia personal como comunitaria del ministerio que la Iglesia nos ha confiado. Somos, como bien lo señala el Concilio Vaticano II, el Pueblo de Dios, cuya identidad es la dignidad y la libertad de los hijos de Dios, en cuyos corazones habita el Espíritu Santo como en un templo”(LG 9).

B) “El clericalismo lleva a la funcionalización del laicado; tratándolo como “mandaderos”, coarta las distintas iniciativas, esfuerzos y hasta me animo a decir, osadías necesarias para poder llevar la Buena Nueva del Evangelio a todos los ámbitos del quehacer social y especialmente político. El clericalismo lejos de impulsar los distintos aportes, propuestas, poco a poco va apagando el fuego profético que la Iglesia toda está llamada a testimoniar en el corazón de sus pueblos. El clericalismo se olvida que la visibilidad y la sacramentalidad de la Iglesia pertenece a todo el Pueblo de Dios (cfr. LG 9-14). Y no solo a unos pocos elegidos e iluminados”.

10 comentarios

  • Isidoro García

    “Lo malo de tener una vida ordenada, es que casi siempre te la ordena otro”. (Twiter)

  • Román Díaz Ayala

    Lo malo no es la metáfora, si es que existe como tal, sino el uso que se ha hecho de la misma.

    Ezequiel tiene un espléndido capìtulo 34 sobre “los pastores de Israel” (Ezequielc 34,1-6):

    “Yahvé me dirigió su palabra en estos términos: “Hijo de hombre, profetiza contra los pastores  de Israel; profetiza y diles: Esto dice el Señor Yahvé: ¡Ay de los pastores de Israel que se apacientan a sí mismos! ¿No deben los pastores apacentar el rebaño? Pues vosotros os habéis bebido la leche de las ovejas, os habéis vestido con su lana y habéis sacrificado las más rollizas. No habéis apacentado el rebaño No habéis fortalecido a las débiles, no habéis cuidado a la enferma  ni curado a la que estaba herida; no habéis hecho volver a la descarriada ni buscado a la perdida. Al contrario, las habéis dominado con violencia y dureza. Ellas se han dispersado por falta de pastor, y se han convertido en presa de todas las fieras del campo. Mi rebaño anda errante por todos los montes y altos  collados, mi rebaño anda disperso por todo el país sin que nadie se ocupe de él ni salga en su busca”.

    Cita a Jeremías 23, donde Yahvé es el pastor de pastores y dueño de las ovejas y lanza una promesa: “Y yo pondré al frente de ellas pastores qwue las apacienten, y nunca más estarán medrosas ni asustadas, ni faltará ninguna ” Y entonces promete que susccitará a David un Germen justo; reinará un rey prudente, practicará el derecho y la justicia en la tierra…”

    Vemos esbozada la parábola de la oveja perdida de Mateo 18,12-14 a Luccas 15, 4-7 y a Jesús presentándose con la figura del Buen Pastor en Juan 10,1-18

    Sin embargo hemos visto durante siglos a la figura del pontífice com oun rey temporal y sus Estados pontificios hasta que fue hecho prisionero del Vaticano en 1870 tras la reunificación de Italia.

    Y lo que pareció una bendición, con un papado sin más atributos que poderes espirituales firmó con Benito Mussolini ( Pío XI) los Pactos de Letrán en 1929 con el reconocimiento de la Santa Sede cmo Estado soberano y sujeto de Derecho  Internacional. Su fuerte valor simbólico consiste en que se concibe el poder, como poder de dominación  en el uso de las mismas armas del mundo.

    Y haora viene Antonio Duato y nos recuerda que según un informe de Gotti Tedeschi, presidente del IOR, el Vaticano también debe buscar un liderazgo mundial en la Economía  creando un gran poder económico centraliado en conjunción con todo el capital de las diócesis y las congregaciones.

    Mientras tanto, en España mediante los buenos servicios de José María Aznar cuando era presidente (1996-2004), la Iglesia Española se viene ocupando  “legalmente” de inmatricular cuantos bienes inmuebles y terrenos estaban en su uso o cuidado para incrementar su patrimonio.

    Jesús después de su bautismo y habiendo ayunado cerca de un mes, antes de empezar su vida pública fue tentado por el diablo:

    “De nuevo lo llevó consigo el diablo a un monte muy alto, le mostró todos los reinos del mundo y su gloria, y le dijo: “Todo esto te daré si te postras y me adoras”. Dícele entonces Jesús: “Apártate Satanás porque está escrito:

    Al Señor  tu Dios adorarás, y sólo a él darás culto.”

     

    Parece que la Iglesia no se conoce los Evangelios.

     

  • Antonio Gil de Zúñiga

    La mejor forma de que desaparezca esta metáfora del lenguaje eclesiástico es que no se use, como dicen algunos comentaristas. Y cuando toque en la liturgia el evangelio del “buen pastor”, que se tome como base otros textos de esa liturgia. Conozco un cura que nunca hace referencia en su homilía al texto de las bienaventuranzas; tiene alergia a esto de los pobres, de la lucha por la justicia y la paz… Si el lenguaje eclesiástico se centrara en estas cosas, lo del pastor y el rebaño sería algo anacrónico.

  • José Ignacio Calleja

    Lo comparto, la metáfora es hoy, en nuestra cultura moderna, irrecuperable. No la utilizo ni me gusta escucharla.

  • Antonio Rejas

    Coincido con Olga en no sentirme miembro de un rebaño, sino parte de “una comunidad de iguales como creyentes en Jesús resucitado”. El leguaje de pastores y ovejas pertenece a una época muy remota y sería conveniente sustituirlo por otro más adecuado al momento actual para facilitar esa “adaecuatio intellectus cum re”. Para conseguir esto es necesario evitar todo lo que impida tal adecuación, en este caso, la pastoril metáfora, a pesar de ser utilizada por Jesús como “hijo del hombre” de su época, en la cual lo agropecuario era protagonista fundamental de la sociedad. Pero en boca de Jesús no existía el peligro de una interpretación “torticera” como se ha impuesto posteriormente.

    Las consecuencias de esta metáfora hoy desprestigiada están señaladas con acierto en el artículo: coarta la libertad dentro de la Iglesia, lo que lleva a la falta de responsabilidad y de compromiso eclesial sin el cual no hay comunidad que debería constituir la base fundamental de la Iglesia. La ausencia de un auténtico espíritu comunitario es la antesala del clericalismo que pretende ser el amo y señor del modus operandi  de la Iglesia, utilizando a los laicos simplemente como ayudantes de poca monta.

  • ana rodrigo

     
    Lo que no tiene sentido es que una institución como la Iglesia, inserta (¿o no?) en una sociedad de iguales por ley, siga con mentalidad piramidal por ley (la suya), con categorías y estatus que se los fabrican los propios jerarcas para ponerse un peldaño por encima, sin que nadie los haya elegido democráticamente, e imponer su “autoridad” que, para más INRI, dicen ser intermediarios de Dios, portavoces directos de la voluntad de Dios, etc. etc.
     
    Aparte de una necesidad catequética desde la exégesis más exigente, así como las homilías (los sacerdotes debieran ponerse a estudiar con urgencia distintas disciplinas sociales), la Iglesia debe acompasar su lenguaje, sus costumbres, sus ideas, sus ritos, su vestuario, etc. a la sociedad en la que vive, lo contrario es la condena a seguir siendo un apéndice social en plan secta para tanta gente de nuevas generaciones que cada vez le importa menos este mundo religioso-eclesial, salvo, -dura contradicción-, para momentos, sociales a su vez, como las comuniones, las bodas, los bautizos, las cofradías, las devociones populares. Creo que hoy el Duomo de Milán estaba lleno de aficionados de uno y otro equipo pidiéndole a Dios que gane su equipo. Casi da risa…
     

  • ELOY

    La función principal de las ovejas no es servir de alimento, sino dar lana al tiempo que, al alimentarse ellas mismas, contribuyen a cuidar el campo y los bosques.

    También aportan leche, con la cual se hace un muy rico queso de oveja.

    Actualmente en diversos lugares de España se ha introducido el pastoreo de ovejas en terrenos públicos como medio del sostenimiento del medio natural y mejor conservación de la naturaleza.

    Si alguien conoce a un pastor de ovejas sabe el mimo y el cuidado con el que las trata.  También sabe de la dura vida del pastor, de su sabiduría heredada, de su hospitalidad …

    ¿Ha llegado la hora de desprendernos de las ovejas y pastores?.

    ¿ No será un resultado más de la acción de ciertos intereses  “urbanos” y del “capital”?.

    Que la palabra “pastor” haya de cambiarse por “líder” en aras de la modernidad, me crea muchas dudas y de diverso tipo. Pero, aclaro, que normalmente suelo estar equivocado.

  • Antonio Duato

    Muchas veces he pensado lo mismo que Antonio y Olga que remacha en el clavo. Esa metáfora de pastor ya no sirve y es irrecuperable.

    En un artículo que entregué ayer para una revista opto por emplear el término de “líder cristiano” para traducir hoy lo de “buen pastor”. “Pastores” eran en la biblia también los reyes. Y había buenos y malos como pasa hoy con los líderes. ¿Que es un término inglés? Por lo menos no está corrompido ya como sus sinónimos en otros idiomas: conductor o caudillo, duce, führer o pastor angelicus (PíoXII)… A veces empleamos términos esencialmente blandos: coordinador, animador, responsable de la comunidad. Pero lo importante, el estilo y la actitud de los jefes, sí que están bien reflejadas en el evangelio: “Saben que los que son reconocidos como jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre ustedes, que sea su servidor”

  • oscar varela

    Hola Olga!

    Ok, ok! tu Comentario. Entonces me pregunto: ¿por qué Pancho retomó la no tan “metáfora” cuanto más realismo de intereses vitalo-vitamínicos:

    Y me encuentro con que Bergoglio habla de “los olores” a ovejas.

    Se me aclara la cuestión si pienso en que la ciencio-tecnología permite que los “Pastores” obtengan su “ovejitas” en las Góndolas de los Súper. Y, en efecto, allí no tienen “olores”. Pero necesitan andar bien con el que les da la platita para el Mercado.

    Tal vez ¿no?

    ¡Vamos todavía! – Óscar.

  • olga larrazabal

    Siempre me ha llamado la atención la metáfora religiosa del Pastor y el Rebaño.  Todos sabemos que los seres humanos domesticaron animales para comérselos, para aprovechar su piel y su leche.  Pero en esta cosa dulzona de las metáforas religiosas, se pierde ese significado y solo se ve al pastor cuidando el rebaño y no comiéndose una ovejita de vez en cuando.  Y si el Lobo molesta es porque también come ovejitas.

    Personalmente no me interesa pertenecer a ningún rebaño que tenga la posibilidad de ser morfado por su aparente benefactor.