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México; la verdad tras el «Desde la fe-gate»

vatican insider

Informamos mucho la visita de Francisco a Mexico. Ya Rodrigo nos informaba del protagonismo que exhibía el cardenal Rivera, el gran amigo de Maciel. Y nos extrañaron unas fuertes palabras, improvisadas, del papa a los obispos:Si tienen que pelearse, peléense; si tienen que decirse cosas, se las digan; pero como hombres, en la cara”. Después hemos sabido de lo que estaba en el fondo. Y el relato mejor de todo lo hemos encontrado en este artículo de Andrés Beltramo en Vaticaninsider. No nos interesan los chismes de sacristía. Pero sí estar informados del nivel de tensión que está creando en la alta jerarquía los nuevos modos de Francisco. Y lo difícil que le resulta renovar las cúspides, con los mimbres que tiene. AD

Las razones hasta ahora desconocidas por las cuales el Papa Francisco pidió a los obispos mexicanos “pelear como hombres” y “decirse las cosas de frente”. Con un protagonista: el cardenal Norberto Rivera Carrera.

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Norberto Rivero, Arzobispo Primado de México desde 1995.

Un escándalo mediático abierto por un editorial del semanario que lleva ese título. El texto pretendió dar una nueva lectura al discurso de Francisco a los obispos mexicanos del 13 de febrero pasado. Y denunció que el Papa se equivocó, porque fue “mal aconsejado”. Pero cuando el pontífice habló de “peleas” entre los pastores y les instó a “decirse las cosas en la cara”, lo hizo tras semanas de alta tensión. Confrontaciones internas reales con un protagonista: el cardenal Norberto Rivera Carrera.

La nota apareció en “Desde la fe” el 6 de marzo. Inmediatamente fue interpretada por los periodistas –en Roma y en México- como un mensaje directo contra el líder católico. Sobre todo porque centró su crítica en una frase improvisada de aquel mensaje al episcopado, en la cual Bergoglio asentó: “Si tienen que pelearse, peléense; si tienen que decirse cosas, se las digan; pero como hombres, en la cara, y como hombres de Dios que después van a rezar juntos. Y si se pasaron de la raya, a pedirse perdón, pero mantengan la unidad del cuerpo episcopal”.

Para la editorial, esas palabras no constituyeron un regaño del Papa a los obispos sino la “solícita urgencia para actuar con audacia evangélica” contra “las propuestas alienantes que quieren arrinconar a la Iglesia”. Denunció la existencia de una “mano de la discordia” que intentó “demeritar el trabajo de los obispos mexicanos”. Y sentenció: “¿Quién mal aconsejó al Papa?”. Pero la realidad no da la razón a esas argumentaciones.

“Desde la fe” es el órgano de información de la Arquidiócesis primada de México. Sus artículos nunca pasan desapercibidos. En el pasado quedaron en medio de intensas polémicas públicas. En especial sus editoriales, que siempre toman posición política o eclesiástica. Son textos no firmados y eso, en periodismo, significa una sola cosa: el contenido manifiesta la postura del responsable de la publicación, es decir la arquidiócesis y su cabeza, el arzobispo.

Pero el portavoz Hugo Valdemar sostiene lo contrario. Dice que esos escritos no responden al cardenal Rivera, sino a un Consejo Editorial. Y que el purpurado nada tiene que ver con las opiniones allí vertidas. Aunque existen pruebas que demuestran lo contrario. Una de ellas tiene que ver con la visita del Papa a México.

El 8 de noviembre de 2015 el semanario anticipó, en una nota sin firma, casi por completo la agenda del viaje apostólico de Francisco al país. Pero para esa fecha sólo unas cuantas personas conocían los detalles del itinerario. Una de estas era el propio Rivera.

Aquella publicación contravino indicaciones directas del Vaticano de no dar a conocer ningún dato de la visita hasta el 12 de diciembre, cuando Francisco la anunciaría de manera oficial durante una misa para la Virgen de Guadalupe en la Basílica de San Pedro.

Ese fue sólo un episodio de una larga lista de altercados que elevaron la tensión en torno al viaje papal y fueron protagonizados por Rivera Carrera. Un ejemplo: aunque todas las partes habían convenido no difundir datos reservados sobre la gira, el propio arzobispo de México reveló la fecha de llegada del líder católico, el 12 de febrero por la tarde. Lo hizo en el sermón de su misa dominical del 1 de noviembre de 2015, en la Catedral metropolitana.

Ese anuncio extemporáneo molestó también a la Presidencia mexicana, que estaba al margen de la disputa interna eclesiástica. Apenas tres días después, el miércoles 4, Rivera Carrera apareció de repente en una reunión privada entre los organizadores de la visita, la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), y las autoridades competentes del gobierno federal.

A esa cita el cardenal no había sido invitado, pero finalmente pudo participar. Supo por boca del aún organizador de los viajes papales, Alberto Gasbarri, la agenda pontificia tentativa y también oyó la petición estricta de no difundir detalle alguno hasta el anuncio oficial del Papa. Cuatro días más tarde, buena parte de esa información fue publicada en “Desde la fe” (08.11.2015).

Lo que nunca aceptó Rivera fue perder el control de la visita papal en su diócesis y eso quedó de manifiesto en otra editorial del mismo semanario que lamentó “el protagonismo de responsables” que “concentraron demasiadas funciones” poniendo en riesgo la efectiva preparación “que debería haber correspondido a cada una de las diócesis visitadas” (21.02.2016).

Un malestar que pareció dirigirse contra el nuncio apostólico Christophe Pierre y el secretario general del episcopado, Eugenio Lira Rugarcía, responsable último del viaje apostólico. Pero ellos actuaron con el acuerdo directo de Francisco, que ya había aclarado que “si no fuera por la Virgen de Guadalupe no iba a la Ciudad de México” (01.12.2015).

En su contrariedad el cardenal exigió le fuesen entregados todos los billetes para la misa pontificia en la Basílica de Guadalupe, de la cual es legítimo custodio. Pero desde Roma se le aclaró que ese era un encuentro del Papa con el pueblo de México. Y, por lo tanto, tocó al comité central gestionar los accesos y distribuirlos entre todas las diócesis del país.

Además el purpurado no quedó contento con la elección del hospital pediátrico “Federico Gómez” para el recorrido de Francisco. Y tampoco le cayó bien la cancelación del encuentro con el mundo de la cultura en el Auditorio Nacional, que él había propuesto para la tarde del domingo 14 de febrero. Una decisión exclusiva de Jorge Mario Bergoglio.

En respuesta, llegó a “bloquear” a personas de la organización oficial, para después “desbloquearlas” tras tensas reuniones, e incluso retuvo copia de su discurso en la catedral, que no estuvo disponible para los periodistas con anterioridad (como es costumbre).

A la luz de todo estos episodios ahora resulta claro por qué el Papa instó a los obispos de México a rechazar las “habladurías e intrigas”, los “vanos proyectos de carrera”, los “vacíos planes de hegemonía” y los infecundos “clubes de intereses o de consorterías”.

Pero detrás de estos chispazos mediáticos se esconden otras situaciones clave para el futuro de la Iglesia mexicana. En abril próximo se renovará toda la directiva de la Conferencia del Episcopado. En junio de 2017 Norberto Rivera cumplirá 75 años y deberá presentar su renuncia –obligada por límite de edad- al puesto de arzobispo. Mientras Pierre está pronto a un traslado, tras nueve años como nuncio en el país. Todo indica que será promovido a una de las embajadas vaticanas más prestigiosas del mundo, la de Washington.

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