El banquillo de Cristina

Esta semana ya se ha liberado Cristina del tormento de una vulgar silla del juzgado. Pero permanece vigente este comentario de Alberto sobre su verdadera pobreza de calor humano que poseen los gitanos y gente pobre.

Efectuar, como abogado, guardias de policía permite ver actuar no sólo a los detenidos y a los funcionarios policiales, sino a los entornos familiares de quienes se encuentran en los calabozos de las comisarías o cuartelillos de la guardia civil. Ocurre igual si asiste uno a detenidos puestos a disposición judicial. Los edificios judiciales en tales momentos se ven salpicados por grupos de personas a la espera de tener noticias de los parientes y amigos detenidos. Solo cuando son gitanos o gente pobre. Hay una presencia silenciosa, corporativa, de apoyo, de cariño, de miedo y prevención compartidas, de humanidad expectante, de debilidad dolorida, de comprensión de quién tiene poder para disponer de la libertad de otros. Solo cuando son gitanos o gente pobre.

He añorado esa espesa humanidad doliente, asustada y esperanzada al mismo tiempo, que rodea a sus hijos, a sus hombres o a sus mujeres, en momentos en que se sustancia parte de su futuro al contemplar la soledad de Cristina de Borbón en la Audiencia de Palma.

Es verdad que se ha demostrado que la independencia judicial es un valor de nuestro sistema político.

Y eso ennoblece a los españoles.

También es verdad que el desamparo familiar de la infanta juzgada demuestra que los pobres y los marginados sociales son más humanos al caldear los desangelados alrededores de los palacios de Justicia, transmitiendo a los suyos que están allí, que son su gente, que parte de los que les ha llevado allí es responsabilidad del clan familiar.

A lo mejor habría que escribir en la arena frente al gazofilacio y esperar a que se vayan, empezando por el más viejo.