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 Laicismo y religión

Carlos BarberáHay una cuestión que viene ya desde el siglo XIX y que yo quiero ver desde la óptica de este momento y de nuestro país. Como en tantas otras cuestiones, también en ésta España es diferente. Me estoy refiriendo a la relación de la religión con la sociedad civil y más en concreto con la cultura laicista.

En teoría, con la llegada de la democracia se cerraron los largos años de nacionalcatolicismo. Nos encontramos por tanto en una sociedad aconfesional pero la tensión entre la mentalidad religiosa y la laicista no ha disminuido sino que en ciertos aspectos se ha agudizado aún más.

Hay sectores eclesiales que se sienten atacados y perseguidos y hay ámbitos seculares que muestran su enojo con actitudes y declaraciones clericales. Por otra parte no existe un debate serio en un país en que, curiosamente, no son precisamente escasas las tertulias vocingleras.

Entre las paradojas del mundo en que vivimos no es la menos importante la de una demanda generalizada de concordia y fraternidad y a la vez una realidad de conflictos múltiples y muchas veces sangrientos. Parece que la globalización y sus instrumentos técnicos solicitan una gestión global y equitativa y sin embargo los grupos económicos, ideológicos o nacionalistas provocan desgarros sociales, disensiones y conflictos violentos. Hay más que nunca se exigen diálogo y acuerdos y más que nunca hay que lamentar su escasez o su ausencia.

Parece que dos grandes corrientes podrían hacer un aporte importante a ese proceso unificador: la razón laica, depositaria de un legado que propugnaba la justicia y la fraternidad y la razón religiosa, heredera a su vez de una doctrina amor y solidaridad. Sin embargo ninguna de ellas parecen reconocer a la contraria. Más bien se ven como enemigas y cada una culpa a la otra de gran parte de los males que nos afligen.

La razón laica acude a la historia y reprocha a la religiosa su intolerancia, su deriva dictatorial, la división de los humanos entre adictos y enemigos. La tradición religiosa, por su arte, utiliza también el recurso a la historia y argumenta que la razón se hizo instrumental y técnica. Provocó la mayor fractura social con la revolución industrial y causó millones de muertos en sus aplicaciones prácticas.

Estando a la búsqueda de un mundo reconciliado, la religión se hace sospechosa de producir la división y el laicismo de abocar al nihilismo y por tanto a la dispersión y al sálvese quien pueda. En nuestro país, a las razones teóricas se une la memoria histórica y los agravios y sufrimientos de una y otra parte, que se usan a menudo como arma arrojadiza.

Llegados a este punto, es inevitable referirse a Habermas. Como se sabe, el pensador alemán ha dedicado una larga reflexión a las posibilidades de la acción comunicativa y ha ido variando sus posiciones. En su conocido debate en Munich con el entonces cardenal Ratzinger afirmaba: “toda religión debe renunciar a la pretensión de estructurar una forma de vida en su totalidad” pero, por otro lado, “la neutralidad cosmovisiva del poder estatal, que garantiza a todo ciudadano las mismas libertades éticas, es incompatible con la generalización política de una visión secularista del mundo”. Por consiguiente, sólo cabe esperar que una y otra racionalidades instituyan un diálogo para lograr la reconciliación.

Admitiendo que el diálogo es necesario, habría que reflexionar sobre las condiciones de su posibilidad, especialmente en nuestro país.

En primer lugar, hay que notar algo evidente: ningún diálogo es posible si la mirada se dirige a lo peor del adversario. Si es eso lo que ocurre, se está tratando de un combate, de una confrontación que tiende a eliminar al oponente. Un diálogo exige una mirada dispuesta a descubrir lo positivo del contrario

A mi modo de ver, la mentalidad laica debería reconocer que la visión técnico-científica del mundo no es la única que existe o que deba existir. Que hay personas y grupos enteros modelados también con otros presupuestos, especialmente religiosos o cercanos a lo religioso. Pretender que esa cultura se reduzca a la intimidad no revela una visión realista. Siempre la religión ha generado signos y gestos, ha producido ritos, instituciones. No parece que esa cultura vaya a desaparecer. Contar con ella podrá ayudarla a mejorar, a sacar de su tesoro cosas nuevas y antiguas.. Menospreciarla o atacarla producirá sin duda enquistamientos y reflejos fundamentalistas.

Para hablar de la religión –y en el caso de España del cristianismo– quiero echar mano de una distinción argumentada por Marcel Légaut. Es la que propone entre religión de la autoridad y religión de la llamada. La primera es la que pretende modelar la sociedad, las costumbres, la moral. Un papel socializador que las religiones han cumplido durante siglos y que aún pretenden llevar a cabo. Por el contrario la religión de llamada renuncia a los gestos y los símbolos de autoridad y “gracias a su acción esencialmente interior, aunque se presente a sus miembros desde fuera como una sociedad, se esfuerza por despertar al hombre a sí mismo, más allá del conocimiento que espontáneamente pueda tener de sí. Se esfuerza en sacarlo no sólo de su entumecimiento espiritual inicial, sino también de aquella cierta puerilidad religiosa que ya no se adecúa a su nivel de humanidad. Le conduce especialmente hacia el encuentro de sí mismo. Le ayuda a poner en acto todo lo que es, él mismo, en potencia. Le llama a una actividad de creación que desborda las limitaciones que, tanto la mentalidad como la disciplina colectivas de su medio, se esfuerzan por imponerle”.

Creo que solamente una laicidad abierta a lo que podríamos llamar “espiritualidad” y una religión de llamada pueden entablar un diálogo enriquecedor para una y otra y para el conjunto de la sociedad. Mientras esto no ocurra, se estará abonando un campo para el cl cultivo en el que desprecios, descalificaciones, parodias, sarcasmos y actitudes fundamentalistas mostrarán lo peor de su propia postura. Y quienes deseamos mantener una actitud distinta intentaremos convivir con nuestra desazón y nuestra impotencia.

 

8 comentarios

  • oscar varela

    Hola!

    Leo:

    – “dos grandes corrientes podrían hacer un aporte importante a ese proceso unificador:

    1.-  la razón laica, depositaria de un legado que propugnaba la justicia y la fraternidad y

    2.-  la razón religiosa, heredera a su vez de una doctrina amor y solidaridad.

    Sin embargo:

    * ninguna de ellas reconoce a la contraria.

    * se ven como enemigas y

    * culpabilizan a la otra

    * de los males que nos afligen.

    ………………….

    NOTA previa: hago mi consideración teórica (sin interferencia a la sociedad española a la que apunta lo de Carlos)

    …………………..

    Las “razones” (¡bien por el plural!) religiosa y laica son estadios en la historia de las formas de la vida humana.

    Pretender darles “una” razón (proceso unificador) fuera de la Historia con sus vigencias es errar en la perspectiva de la comprensión de las vidas actuales y futuras.

    ………………….

    Tal vez ¿no?

    ¡Voy todavía! – Óscar.

  • Javier Pelaez

    Carlos frívolo no,de cachondeo que es la única manera que uno puede tomarse el delito de ofensa a los sentimientos religiosos y que te puedan condenar a un año de prisión.Es sarcasmo,no frivolidad…

  • Román Diaz Ayala

    En esta “coyuntura”, palabra que se usaba hace varios años para explicar “el momento político”, este nuevo artículo de Carlos resulta muy oportuno. Una muestra de que en lugar de encontrarnos con un escenario muy novedoso, en realidad seguimos  inmersos en unos problemas que creíamos resueltos o al menos encauzados desde la Transición.

    A “las tertulias vocingleras”  podríamos añadir las voces de “los nuevos políticos”,quienes se comportan como si ya viviésemos en un nuevo presente sin conexión alguna con el pasado inmediato en una virginidad de ideas de herencias.

    No tengo la misma opinión del autor de que los presupuestos no laicistas “se reducen a la intimidad”, en una confrontación demasiado esquemática o “de escuela” (dos corrientes; la razón laica y las otras principalmente religiosas) Podemos tener una mentalidad laica y al mismo tiempo religiosa. Es mi caso.

    El trasfondo lo encontramos en la manera de concebir “la sociedad civil” y en saber salvaguardar ambas autonomías. Entonces sí podemos afirmar que la religión se vive en “el ámbito de lo privado”, pues todos los actos sociales ( y por lo tanto de implicación política) son “actos de conciencia”

    El secularismo del mundo católico es una herencia cultural que nos impide hacer la diferenciación necesaria de ambas esferas. No es algo que sea inherente al Cristianismo.

  • Carlos

    Gracias, Eloy, por tu comentario, que creo hace justicia a mi artículo. En cambio el de Javier Peláez me resulta un poco frívolo, dicho sea con todo respeto.

  • Javier Pelaez

    Hablemos de lo que interesa a la gente “las tetas de Rita”.Yo iba a rezar a la capilla de Filosofía y Letras de la Complutense  cuando estudiaba Derecho-allá por los ochenta- y doy fe que allí no iba ni Dios.Si Rita hubiera aparecido por allí…¡Qué maravilla!.A quién le ofendan unas tetas ….Jesucristo hubiera muerto màs contento entre mujeres despelotadas que rodeado de ladrones….Claro esto es una ucronia;pero claro cuando Cotino-el presidente de Las Corts puso el crucifijo en las Cortes Valencianas todos pensamos lo mismo:Jesucristo de nuevo entre ladrones….¿Dónde murió este hombre en Palestina o en Valencia?

  • ELOY

    Sinceramente creo que el comentario de Carlos Barberá pretende hacer una serena reflexión sobre una relación entre laicidad y religiosidad, que a mí me ha resultado  interesante, sin que en ningún momento yo hay percibido como eje o tronco de su argumentación ningún ataque a la izquierda (religiosa o no) y ninguna defensa de la derecha franquista (y de sus asesinatos) como parece sugerir el comentario de h. Cadarso.

    Y deduzco esto ya desde su planteamiento inicial, cunado dice:

    ” (…) Me estoy refiriendo a la relación de la religión con la sociedad civil y más en concreto con la cultura laicista.
    En teoría, con la llegada de la democracia se cerraron los largos años de nacionalcatolicismo. Nos encontramos por tanto en una sociedad aconfesional pero la tensión entre la mentalidad religiosa y la laicista no ha disminuido sino que en ciertos aspectos se ha agudizado aún más.

    Hay sectores eclesiales que se sienten atacados y perseguidos y hay ámbitos seculares que muestran su enojo con actitudes y declaraciones clericales. Por otra parte no existe un debate serio en un país en que, curiosamente, no son precisamente escasas las tertulias vocingleras.”
    Claro que puedo estar equivocado.  Pero entiendo que Carlos plantea un problema de diálogo que requiere reflexión , y pienso que no hace ninguna defensa ni del franquismo, ni del nacionalcatolicismo, ni nada similar.

     

     

     

  • mª pilar

    Honorio amigo:

    ¡¡¡Totalmente de acuerdo!!!

    Nunca … hasta ahora … jamás se ha medido de la misma manera a los que se llaman “vencedores” ¿de qué? y a los vencidos … masacrados … sería más exacto, y de mil maneras.

    Hay muchas maneras de mutilar la vida de los “enemigos” … mejor dejarlo aquí, sino … nos pondríamos todos a la misma altura.

    mª pilar

  • h.cadarso

    Amigo Barberá: A mí me fusilaron en 1936 en la Barranca de Lardero, lugar próximo a Logroño donde fusilaron a más de mil riojanos. Logré salir de la fosa común, y tengo reservado mi sitio de entonces para cuando llegue mi hora. creo ormar parte de los de la Institución Libre de Enseñanza,  de los Grcía Lorca, Buñuel y compañía.

    Exagera usted un poco cuando dice que nosotros eramos hostiles a la religión; rotundamente no, amigo Barberá. Exagera usted también cuando pretende que se ha recobrado el espíritu aquel de la República y su intento por poner a la religión en el sitio que le correspode en la sociedad.

    Lo peor de la tradición dictatorial, inquisidora e intransigente de los vencedores de la guerra civil sigue vivo, y estos días se est´manifestanddo con más virulencia que de costumbre.

    De acuerdo, en la izquierda tampoco somos precisamente santos, pero medir a los unos y a los otros con el mismo rasero no me parece justo. A cada uno lo suyo…