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Los cristianos y la injusticia

Carlos BarberáEn uno de sus libros sobre cristología,  Duquoc hace una afirmación que no he visto en otros tratadistas y que es sin embargo bien evidente. Jesús anunció la llegada del Reino de Dios, un reino de paz y justicia, pero en realidad la violencia imperante en el mundo no cesó por ello. Salvo en los milagros y curaciones de Jesús, el mundo continuó siendo igual que era antes. Eso explica la pregunta impaciente de los discípulos: ¿es ahora cuando vas a instaurar el reino de Israel? (Act 1,8)

Puede que el retraso de la parusía obligase a una interpretación espiritualista: el Reino de Dios está en medio de vosotros, sentencia traducida como dentro de vosotros. La llegada del Reino equivale a la efusión del Espíritu, a su presencia en cada uno de los que la acogen.

Esta lectura sin embargo no daba respuesta a la preocupación largamente meditada por los judíos sobre el destino de los opresores. Si los injustos seguían saliendo vencedores ¿de qué valían las promesas ligadas al anuncio de la irrupción de Dios en la historia? Esas promesas tendrían que cumplirse, los justos y las víctimas serían reivindicados pero eso ocurriría solamente en un juicio último, en la venida de Cristo al final de los tiempos.

Esta interpretación ha recorrido abundantemente la predicación eclesiástica a lo largo de los siglos. En la actualidad produce en cambio cierto embarazo. La resignación hasta el final, tan profusamente predicada, equivalía a la legalización de las situaciones injustas. Una Iglesia que no defiende a los oprimidos y  anuncia únicamente una justicia al final de los tiempos, aparece en realidad como cómplice de los opresores.

Ciertamente el relato de las actitudes de Jesús parece adjudicarle la renuncia a toda violencia: el que mate a espada a espada morirá. Cualquier violencia lleva en sí el germen de su propia destrucción y Jesús, consecuentemente, no quiso hacer uso de ella. Por el contrario, pareció confiar en que convertirse en víctima de la violencia de los poderosos echaría las raíces para una justicia futura.

No es fácil mantener este convencimiento, tantas veces desmentido por la realidad: quien se somete al opresor parece en realidad hacerlo más fuerte. Es comprensible, pues, que los cristianos, cuando tuvieron ocasión, decidieran ejercer ellos mismos el gobierno: había llegado el momento de hacer real la venida del reino de Dios. No cayeron en la cuenta de que ejercer el poder es también gestionar la exclusión de los disidentes y por ende administrar la violencia. La Inquisición no fue tanto un proceso de corrupción de las buenas intenciones originales como la consecuencia lógica del ejercicio del poder.

Es lo que reprochaba Tolstoi a la Iglesia cuando explicaba por qué consideraba “como herejía aquella religión oficial llamada cristianismo. Esta difiere, en mi opinión, de aquella de Cristo en muchos puntos, entre los cuales constato, ante todo, la supresión del mandamiento que nos prohíbe que nos opongamos al mal con la fuerza”.

El novelista ruso seguía la doctrina del norteamericano William Lloyd Garrison, quien en 1838 proclamaba lo siguiente: “No reconocemos como cristianas y legales no sólo las guerras –ofensivas o defensivas- sino también las organizaciones militares, cualesquiera que sean: arsenales, fortalezas, navíos de guerra, ejercicios permanentes, monumentos conmemorativos de victorias, trofeos, solemnidades de guerra, conquistas a través de la fuerza. Finalmente, reprobamos igualmente como anticristiana cualquier ley que nos obligue al servicio militar”.

Sin embargo tres siglos antes y en el polo apuesto, Thomas Müntzer lanzaba la siguiente proclama:“Mira, los señores y los potentados están en el origen de cada usura, de cada apropiación indebida y cada robo; ellos toman de todos lados: de los peces del agua, de las aves del aire, de los árboles de la tierra (Isaías 5,8 – Ayes sobre los malvados). Y luego hacen divulgar entre los pobres el mandamiento de Dios: ´No robar`. Pero esto no vale para ellos. Reducen a miseria a todos los hombres, despellejan y despluman a campesinos y artesanos, y a cada ser vivo (Miqueas 3,2-4 – Acusación contra los dirigentes de Israel). Y para ellos, la más pequeña falta justifica el ahorcamiento”. Consecuentemente, movido por su fe, Müntzer participó en el levantamiento de los campesinos alemanes, fue apresado, torturado y ejecutado.

Las corrientes adscritas a la teología de la liberación hacen sin duda diagnósticos parecidos. Sin defender –salvo excepciones– la violencia armada, sostienen sin embargo que no puede darse una reflexión sobre el Evangelio que no vaya precedida y acompañada de la lucha por la liberación de los oprimidos.

El panorama reflejado en estos ejemplos puede producir cierta perplejidad. Parece que el Evangelio da para muchas y contrapuestas interpretaciones y así es en realidad. Porque no se trata de un código civil ni moral sino de la invitación a seguir a una persona y a encarnar sus promesas. No es de extrañar, pues, que los senderos de quienes emprenden el camino puedan divergir y de hecho así ha sido a lo largo de estos más de dos mil años. Estamos sin embargo en los albores del siglo XXI, en lo que se interpreta como un cambio de época y a nosotros corresponde hacer nuestra propia reflexión. Quiero, por tanto aportar un pequeño esbozo de la mía.

Ningún creyente tiene ya derecho a reconocerse como tal si no puede aportar signos de su lucha contra la injusticia y la violencia. Ninguno puede ir a depositar su ofrenda si recuerda que su hermano puede reprocharle su abstención. Pero vivimos en un tiempo en que es ya imposible tomar la Bastilla o asaltar el Palacio de Invierno. La figura y la situación de los violentos, de los opresores son hoy muy distintas. Tienen por una parte millones de rostros: los de quienes están en el primer mundo, los que se hallan en el lado favorable de la desigualdad, los que contaminan en sus viajes en coche o en avión o con su gasto de energía superflua, los que no reciclan suficientemente, los que desperdician alimentos…  Y por otra parte carecen de rostro: los mercados, los fondos de inversión,  los grupos dominantes, las grandes corporaciones financieras…

En consecuencia, los signos del Reino tendrán sin duda vertientes muy diversas. Como en el anuncio de Jesús habrá que empezar por la conversión, que será una lucha permanente contra uno mismo. Después a cada uno el Espíritu le llevará donde quiera. Ninguna batalla tendrá todos los avales, ninguna carecerá de contradicciones pero eso no será óbice para la inacción: Indignación, denuncia, solidaridad, imaginación, ayuda, misericordia son algunos de los nombres de esa lucha.

Y en todo ello ¿no nos olvidaremos de Jesús? En absoluto. El Evangelio nos cuenta que, mirando a Jerusalén, lloró sobre ella y que en otra ocasión dijo: “He venido a traer fuego a la tierra y ¡cómo me gustaría que ya estuviera ardiendo!” y también que nos aseguró que los pobres estarían siempre entre nosotros y que no podíamos servir a Dios y al dinero. Nos advirtió que los pacíficos eran bienaventurados y nos dijo que Él había venido para que diésemos fruto pero nos advirtió a la vez que la condición es perder la vida. Nos hizo por fin la promesa de que nuestros esfuerzos producirían torrentes de agua viva que saltarían hasta la vida eterna.

8 comentarios

  • ana rodrigo

    Al leer este post me venía a la cabeza toda la historia del cristianismo desde que el discipulado inmediato a la muerte de Jesús, y la Iglesia después, han hecho, han dicho, han dejado de hacer y han dejado de decir así como han hecho decir a una misma expresión como “el Reino de Dios”. Porque, como dice el autor, los escritos, tanto los evangelios como los demás documentos neotestamentarios, dan para sacar conclusiones de toda índole y hasta contrarias.

     

    ¿Qué es si no la teología de la que han salido las herejías y las más diversas exégesis, afirmaciones, dogmas, etc.(teologías)? Y ahí seguimos, porque nuestra época tan única en la historia de la humanidad en tantos aspectos negativos y especialmente tantos positivos, tiene algo que decir, algo que decir a esta sociedad laica, cada vez menos interesada por la trascendencia y más interesada por hacer Reino aquí en la Tierra, luchando, desde la laicidad y/o desde la religión, por la causa de la justicia, por los derechos humanos de cada ser humano, exigiendo a los gobiernos y a los organismos internacionales que busquen la paz, la justicia, que cuiden nuestros hogar común, el Planeta, etc.etc.

     

    ¿Tiene el Cristianismo algo que decir en esta sociedad desde las creencias religiosas como organismo paralelo a los organismos civiles…? ¿Debe hacer política desde su óptica cristiana (en leyes que se contraponen con la doctrina moral cristiana), o debe recluirse en sus homilías para sus fieles?. Aquí dejo la pregunta

     

  • M.Luisa

    Sigo  un poco la reflexión de ayer  que involuntariamente la tuve que dejar   a medias.

    “Jesús anunció la venida del Reino de Dios y lo que vino fue la Iglesia” A su juicio, el dogma sería una construcción inspirada  en el espíritu griego sobre el suelo del evangelio.

     

    Y aquí se encuentra la complejidad del asunto porque al invertir el orden de prioridad en el que se adecuaría  la unidad de acción  en el obrar humano,   ésta en su concepción dual queda trastocada  generando como consecuencia la idea de conversión con su correspondiente  impregnación histórica  y con tan pocos resultados precisamente porque tal concepto es  ajeno  y extraño  a la estructura de la realidad humana(al menos de entrada)

     

    La idea de conversión es consecuencia de aquella primigenea  inversión erróneamente  creada.    En toda teoría del conocimiento   no se empieza por la reflexión   sino por el acto del sujeto cognoscente, como de igual modo también  en toda explicación le  ha de anteceder  la descripción que le es propia.

     

    La acción y la vida es un hacerse permanente,  por esto es preciso en primera instancia describir el desenvolvimiento de la acción humana. Pero esto visto desde la perspectiva  de intencionalidad teológica la  sola acción humana  no  descubre ninguna necesidad, ninguna ciencia, ninguna exigencia propiamente dicha, sólo se ve como  un hecho, una historia, una simple facticidad.

    Ahora bien, aquella precipitada inversión de prioridades con fines teológicos truncó las condiciones de posibilidad que ya se dan  en el obrar mismo humano. Porque en él, en el obrar humano también cuenta  la inteligencia que, por su  índole misma,  en la vuelta a aquellos datos impulsores de la acción, descubre (reflexiona)  si no se manifiesta en ellos una ley,  una norma, una exigencia una condición o serie de condiciones de posibilidad que constituyan  el porqué de la acción humana. Ese descubrimiento que de por sí habría de ser  natural   quedó enlatado en la racionalización de los dogmas para ejercer  sometimiento. (seguiría pero lo dejo aquí)

  • mª pilar

    ¡Disculpadme!

    El libro citado, puede ser muy útil para el conocimiento personal y cambiar mucho, mucho… la mirada, la vida, y como caminar por ella.

    mª pilar

  • mª pilar

    Para dejar el lenguaje clerical respecto a la “conversión”…

    Personalmente me gusta esta palabra… quizá, porque me encanta el “método” ignaciano; dado que es… meterse dentro de uno/a misma para de verdad conocerse, sin caretas ni componendas.

    Para hablar con lenguaje coloquial, os cito un libro que me encantó sobremanera cuando lo leí… hace ya mucho tiempo.

    “Mujeres que corren con lobos” de Clarissa Pinkola Estes.

    Cierto… está dirigido especialmente a las mujeres… quiero suponer… que puede ser válido para los hombres también, al menos les dará la oportunidad de mirarlas con otros ojos-miradas.

    A mi me ha gustado lo que nos comparte Carlos F. Especialmente cuando va desgranando el mensaje de Jesús tal cual y como Él lo vivió.

    Muchas personas comprendemos lo que la iglesia lleva haciendo siglos; personalmente comprendo menos el seguimiento ciego, sin preguntas ni búsquedas dado que el mensaje es bastante claro.

    El cambio de esta azaroso mundo que va a trompicones… Unas veces parece que avanza… otras retrocede mucho más de lo avanzado.

    Siempre este cambio a peor, va relacionado con el exceso de poder riqueza, mando, explotación del ser humano para beneficio de unas pocas personas.

    Mi manera de comprender y optar por el Proyecto de vida de Jesús, es esa…          ¡¡¡”conversión”… ¡personal!!!

    Quizá no todas las personas sean capaces de llevarla a cabo como Él la realizo, sin tacha, y además sin hacer “cosas” extrañas.

    Su comportamiento llamaba la atención… porque hacía lo que los “pecadores” según el criterio “religioso”… siempre este criterio de “redención-pecado-penitencia-salvación-pago ahora o después”

    Jesús nunca usó este lenguaje, por eso todo el mundo lo comprendía; otra cosa es…  ¡hacerlo vida!

    Pues no hay otra manera, cada persona  que opte por seguir sus pasos, no le queda otra que hacer lo mejor que “sepa-pueda” no solo la hermosa “sinfonía” de la montaña.

    También esas perlas preciosas que va desgranando a lo largo de sus paseos: ejemplos, dichos, avisos… ahí está la esencia de lo que proclamó.

    Nunca dijo que era sencillo, Él mismo tuvo que luchar y optar por el camino a seguir… el retiro del desierto es muy aclaratorio, o la conversación con su Abba en el monte de los olivos.

    No fue fácil para Él tampoco, se vio perseguido, insultado, humillado por las autoridades… y parece que no le importaba mucho lo que dijeran de Él… y siguió haciendo lo que creía tenía que hacer.

    Es una maravilla adentrarse en sus conversaciones, en esas frases sueltas que parece no dicen nada y son una gran lección para como vivir…

    ¡El reino!

    Dentro de vosotros… contemplar... para ello, no necesitas templo, le dijo a la samaritana, porque “El que Es” lo inunda todo, lo llena todo, nos acoge, abraza, impulsa… porque sí, porque así es y así actúa.

    Optar, es intentar al menos… hacer lo que Él dijo e hizo:

    ¡Sed misericordiosos como Él lo es!

    Luchad como Jesús lucho por la justicia en lo mucho o poco que cada cual podamos; en nuestro entorno, trabajo, familia, amistades… lo que hagan los demás ya no depende de nosotros.

    No ser injustos… porque los demás lo sean, no ser hirientes… porque los demás lo sean, defender las causas de cualquier clase de abusos… no solo cuando se dirigen a mí persona, sino cuando hay más personas que la sufren.

    Que tiene consecuencias, pues se carga con ellas cueste lo que cueste.

    En mi juventud tuve un sueño y me puse en camino… cuando estaba haciéndolo realidad… vi que había algunas cosas en beneficio de las personas más vulnerables que se podían mejorar; lo expuse, y la persona adecuada poco a poco las fue mejorando… no eran difíciles, solo que siempre se habían hecho así… cuando ya tocaba con los dedos, que mi sueño se hiciera realidad… lo cortaron de raíz; pregunte la razón… “Vd. se preocupa demasiado (por el tema en cuestión) y en Roma no les gusta”.

    No pasó nada… un tiempo para digerirlo, levantarse y empezar por otro camino con la misma fuerza y ganas como cuando comencé en mi niñez… porque el deseo de conocer a Jesús fue muy temprano en mí… y en consecuencia de seguir su caminar… claro está con mis posibilidades.

    Esto a veces te pone en cuestión… pero a la larga, hace bien en aquella tierra que lo quiera acoger.

    Solo hay este camino, no será glorioso, pero seguir sembrando año tras año, siglo tras siglo… si hubiese muchas personas convencidas y viviendo su Proyecto…

    ¡¡¡El mundo sería mejor!!!

    Quizá… y casi con seguridad, siempre haya pobres en el mundo… pero si logramos que cada día haya menos… ya sería una buena noticia.

    El dinero, el poder, el ego personal… tiene tanta fuerza, que es muy complicado vencer frente a ellos; pero dejar de luchar para llevar a cuantas más persona mejor, una vida más digna… sería un gran logro.

    Y no es tan complicado… Ejemplos hermosos tenemos por todo el mundo.

    ¡Compartir! como la mujeruca del templo…

    ¡Con amor y justicia! 

    mª pilar

  • M.Luisa

    He recordado, al leer esta frase del amigo Isidoro, “Hasta que los cristianos no comprendan el verdadero significado de la “redención”, seguiremos atados a la cadena libertad-pecado-culpa, de la que Jesús, habría venido a redimirnos” algo que ya tiempo atrás con cierta vehemencia expresé:

     

    “Pero  hay que entender de una vez por todas  que Jesús no vino a redimirnos por nuestros pecados, vino primero a por nosotros!”  a decirnos quienes éramos, a mostrarnos la realidad que somos, a que el ser humano entrase dentro de sí para conocerse, etc., es decir no una redención, un perdón de los pecados que no es lo primero sino que lo primordial al ser humano  sería mostrarle   su dignidad mediante  su praxis,   un tipo de antropología basada en el mandamiento del amor. Los teólogos cometieron el error de racionalizar el evangelio.  Esto se ve bien claro, por ejemplo, en aquella  frase tan conocida de Alfred Loisy, en pleno modernismo,   que ahora me viene a la memoria para ilustrar lo que quiero decir  “Jesús anunció la venida del Reino de Dios y lo que vino fue la Iglesia” A su juicio, el contenido dogmático sobre el cual ha sobrevivido la iglesia  sería una construcción inspirada  en el espíritu griego sobre el suelo del evangelio.

  • h.cadarso

    Amigo Barberá: A mí también me tortura ese interrogante de “¿es ahora cuando vas a restaurar el Reino de Dios?”

    No me preocupa cómo eran las cosas antes, la Inquisición no fue una obra de la iglesia de Jesús, sino de unos aprovechateguis que se empeñaron en hacer su santa voluntad por encima de abusos y cadáveres, y que eran perfectamente conscientes de que se estaban haciendo chis y pis en el evangelio y en todo lo más sagrado. Cuando se hace el mal, se hace a ciencia y a conciencia, por algo se nos ha dado el don de la inteligencia y de la conciencia…

    Me preocupa el hoy en el que me toca vivir, y la llamada de Jesús a vivir las bienaventuranzas. Las cuales pueden ser vividas con un uso de la violencia debidamente controlado y sometido al imperativo de la conciencia y del evangelio.

    Cuando uno lucha y no saca beneficios de esa lucha, cuando uno vive en comunión y en cohabitación con los pobres que le rodean, y se conforma con un vivir en sobriedad y austeridad, y se opone con todos los medios a su alcance a toda injusticia y desorden político y social, yo creo que está viviendo el espíritu de las bienaventuranzas. El resultado, el éxito de sus acciones, no depende de lo que hace, sino de una serie de factores que podríamos llamar Providencia divina o como se les quiera llamar. El evangelio nos dice que hagamos lo que podamos y luego oremos aquello de “siervos inútiles somos”.

    De todos modos, debo confesar que me preocupa el que nos falta la conciencia de los males del mundo, el sentido de responsabilidad y de culpa porque quizá no nos enfrentamos con los males de TODOS los seres humanos, de todos los países, que no tengamos conciencia de que toda la humanidad es nuestra familia, todo el planeta es nuestra casa común. Me duele que cuando comento problemáticas de la lejana China, o la India, o… apenas se despierte entre nosotros en Atrio comentario alguno sobre esos lejanos países y sus problemas…Olvidarnos de un solo ser humano que sufre es como olvidarnos del evangelio entero…Es como vivir en el clima de los Hechos de los Apóstoles antes de que Pablo se lanzase a predicar el evangelio a los gentiles…

    Entiendo también que junto a mi oposición y lucha contra la crueldad de los poderosos, de los comodones y de los esclavos de la sociedad de consumo, de los manipuladores de los “mercados”, debo sentirme solidario de la desgracia que tienen todos ellos de no tener un sentido de su responsabilidad y de su dignidad como personas y haberse esclavizado al dinero, a la gloria, al poder, vendiendo su dignidad por un plato de lentejas.   Envidiarlos por mi parte sería tanto como ponerme a su misma altura y comulgar con sus mismos crímenes. No, no tengo derecho a envidiarles, tengo la obligación de compadecerlos y ayudarles a superar sus “servidumbres”.  A ellos se dirige también el mensaje salvador de Dios que “quiere que todos los seres humanos se salven, y lleguen al conocimiento de la verdad”. Y pido a Dios que algún día los conduzca al buen camino, y yo haré todo lo posible para que así sea.

    Y los resultados de mi acción no dependen de mí, sino de lo Alto.

    A lo mejor estoy equivocado…

  • Isidoro García

    Sobre la necesaria “conversión” de la que habla el amigo Carlos, os pongo mi idea de su verdadera naturaleza.

     

        “Creo que los sabios representan la vanguardia del impulso trascendente de la evolución.
        Creo que constituyen la avanzadilla de ese movimiento secreto, que siempre va más allá de donde antes estaba.
         Creo que encarnan el impulso mismo del cosmos hacia una mayor profundidad y expansión de la conciencia.
        Creo, en suma, que el suyo, es el rostro del mañana”.
     Ken Wilber

    *
     
       En el fragor de una batalla, Napoleón se dirigió a un oficial llamándole “Capitán”, y éste le contestó: “Sire, no soy capitán, pero estoy hecho de la madera de la que se hacen”. Y por ello Napoleón decía orgulloso que todos sus soldados llevaban en su mochila un bastón de mariscal.

        Dice Ervin Laszlo: “Se ha dicho que la ciencia moderna ha destronado al hombre, confinándole en un pequeño planeta de un corriente sistema solar en un rincón de la galaxia. Pero la hipótesis evolucionaria vuelve a entronizar al hombre: no mira dónde estamos, sino quiénes somos”.
     
        Según esta visión del Universo, hemos alcanzado la suprema categoría emergente en el Universo, la de la Inteligencia. Tan suprema que muchos la consideramos la característica fundamental de la divinidad. Por eso el Maestro Eckart señalaba que Dios, no sabe porque es Dios, sino que es Dios, justo porque sabe.

           En nuestra mano está el utilizar esa categoría a la que las fuerzas de la evolución han conducido a nuestra especie, utilizando nuestra inteligencia, en lugar de ser unos meros primates animales. Y de esta forma continuar nuestra evolución, hacia un escalón superior mas inteligente aún, mediante un autoperfeccionamiento individual y colectivo.
     
           Cuando una mayoría de nuestros congéneres se esfuerza aún por sobrevivir, y otra minoría está alienada en esta actual vorágine de cambios personales y sociales, este movimiento autoevolutivo deberá ser realizado por una minoría de vanguardia, que realmente se acerque a conocer la Realidad: la de los autorrealizados, o lo que es lo mismo los santos, antes de que el moralinismo eclesial tergiversara y corrompiera esa palabra.
     
       El teólogo Tillich escribió que lo que hoy llamamos el Renacimiento, fue puesto en marcha por no mas de mil personas. Y es que los grandes movimientos sociales los ha encabezado siempre una minoría adelantada a su época. Una vanguardia de “comandos”, una avanzadilla, una élite útil y necesaria en suma.

        En un mundo mediocre, en el que se desprecia la excelencia en todo, existe un mito comunalista de que el cambio del mundo, se producirá cuando poco a poco se vaya haciendo una masa crítica mínima que convenza a la mayoría.

        Pero eso nunca ha sucedido así en la historia. Por ello no hay que tener miedo a asumir un rol importante, en una labor colectiva, muchas veces incomprendida, pero que es crucial para todos.
     
      Uno de los errores mas peligrosos de la manera de pensar moderna es el de confundir, el verdadero significado de la democracia y del respeto hacia la humanidad en global. Es verdad que lo que evoluciona es la especie, pero lo hace a través de individuos aislados, que son los que al final encabezan y representan a la humanidad entera.
     
         Cuando surgió el actual homo sapiens sapiens, no evolucionó la especie anterior en bloque, solo lo hizo un solo miembro de esa especie, que al final acabó imponiéndose a toda la especie antigua.

        Además la tendencia a irse incrementando las distancias entre la élite-vanguardia y el resto, es inevitable. Lo que determina la evolución futura en el presente estadio del hombre es el uso de la inteligencia: el pensamiento. Y esta evolución tiene carácter exponencial. Y la tendencia a una esperanza de vida mucho mayor acelera ese proceso.

       La cosa es clara. Estamos en medio del río que separa al animal del ser inteligente. Tenemos que dilucidar si somos cebras negras con rayas blancas o blancas con rayas negras.
        La productividad en el mundo inteligente y creativo actual y más en el futuro, es gigantesca y en proporción geométrica respecto a la inteligencia utilizada. Así que la gente que hemos tenido oportunidad de elegir, tenemos una alternativa clara: o haces la historia, o la sufres en tus lomos, y no vale después quejarse. (Reconociendo que hay mucha gente sin esa oportunidad).

       Pero ante esta situación cabe el peligro de caer en una lógica dual-lineal anticuada. Por una parte cabe que algunos caigan en la tentación de dividir la humanidad en una masa primitiva y bárbara, (medio humanos), y una élite pensante y creativa. Sería reeditar el viejo racismo por el color de la pìel.

          Pero también cabe la tentación contraria, y es la de asustados ante esa terrible alternativa, negar la evidencia, cayendo en un buenismo progresista o moralinizante de buenos y malos, e incluso caer en reacciones luditas, pseudoecológicas y utópicas, fomentando con ello un reaccionarismo igualitario, artificial e irreal, que a lo que llevaría sería a tendencias anticreativas y anticientíficas. Sería el reino del “todo vale igual”, un “saber, ¿para qué?”, y ¡que investiguen ellos!”.

       La salida de este callejón sin salida lógico, como sucede en todas las contradicciones internas, está en trascender este dilema, a base de más conocimiento: la tan cacareada y malinterpretada “expansión de la conciencia”, que no mes otra cosa mas que un “darse cuenta” de más cosas.
       Las parábolas evangélicas de la levadura y de la sal, son muy significativas. Deberíamos preguntarnos: ¿qué quieres ser levadura, o simple harina inerte?
       Los mayores ya estamos muertos sin saberlo. El futuro es de los jóvenes. No se debería perder ni un solo talento potencial, por esas engañosas tendencias igualitaristas, que asfixian toda excelencia.
     
     

  • Isidoro García

    “… habrá que empezar por la conversión, que será una lucha permanente contra uno mismo. Después a cada uno el Espíritu le llevará donde quiera. Ninguna batalla tendrá todos los avales, ninguna carecerá de contradicciones pero eso no será óbice para la inacción: Indignación, denuncia, solidaridad, imaginación, ayuda, misericordia, son algunos de los nombres de esa lucha”. (Y estudio y reflexión, añado yo).
    “Nos advirtió a la vez que la condición es perder la vida. Nos hizo por fin la promesa de que nuestros esfuerzos producirían torrentes de agua viva que saltarían hasta la vida eterna”.
     
         Magnífico el análisis final del amigo Carlos, sobre el camino del cristiano, y en general de todo hombre de buena voluntad. Y sobre esa idea, habría que profundizar y detallar, pues si importantes son las leyes, no lo son menos los reglamentos y hábitos de conductas. Está muy bien saber que hay que ir a la luna, pero si pretendemos hacerlo como antes, con un carro de caballos, no llegaremos muy lejos. Y luego las culpas, al empedrado.

      Yo aporto, mi visión sobre ese desarrollo. “… habrá que empezar por la conversión, que será una lucha permanente contra uno mismo”.

       La primera en la frente. Es fundamental pensar en qué significa eso de la “conversión”, pues entramos en lenguaje clerical, en un campo de minas. La “conversión”, es asumir un proceso de metamorfosis personal, lo que los psicólogos han llamado, integración de la mente, individuación o autorrealización.

          No se trata de una lucha contra uno mismo, que es una visión ascética clásica y anticuada, sino una integración de nuestra “sombra” subconsciente, un aflorarla, y comprenderla, un comprenderse y perdonarse, y con ello comprender y perdonar a los demás. Y llegando al final a comprender, que no hay nada que perdonar, que no somos libres como se nos ha dicho,  (para meternos con calzador el concepto de “pecado”), sino que estamos muy condicionados por una serie de circunstancias que no somos capaces de anular, sino solo aprender a manejarlas, siendo conscientes de ellas.

        Es en función de nuestra “ecuación personal” -que decía Marie Louise von Franz– como entendemos, asimilamos, prejuzgamos y juzgamos. Cada persona acepta, interpreta, correlaciona y asimila lo que está afín con su “ecuación personal”. Y esa polinomio personal, son las circunstancias de Ortega, y todos nuestros condicionantes, genéticos, sociales y biográficos que arrastramos.

          Hasta que los cristianos no comprendan el verdadero significado de la “redención”, seguiremos atados a la cadena libertad-pecado-culpa, de la que Jesús, habría vendo a redimirnos. Y como esa cadena, tiene un primer eslabón, el de la libertad, que no se corresponde con la realidad, toda la cadena es un sinsentido. Los primeros seguidores de Jesús no comprendieron bien, porque no sabían la psicología que sabemos nosotros hoy día. ¿Hasta cuándo seguiremos usando taparrabos culturales, en vez de vestirnos en El Corte Inglés?.

         Por ello la conversión no puede consistir en pretender ser bueno o santo, (en lenguaje eclesiástico), sino en ser “persona”. El perro ladra, el buey muge y el caballo relincha. Y el hombre, debe “hombrear”: ser una persona humana de verdad, aprendiendo a convivir y minimizar sus deficiencias psicomentales, no a eliminarlas, lo que aún no es posible, (aunque la tecnología psicotrónica del futuro lo conseguirá), sino a navegar en buena dirección, aún con vientos adversos.

        (Seguirá mañana, lo de “perder la vida”, para no resultar mas pesado de lo que ya soy).

         (Mi solidaridad con M. Luisa: paciencia. Cuenta Jenofonte, que habiéndose enfadado uno, en cierta ocasión, porque otra persona no le había devuelto su saludo, Sócrates le dijo: “Es verdaderamente cosa de risa, el que no te enfades cuando encuentras un enfermo, y que te moleste tanto el encuentro con un espíritu grosero”).