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¿Hostilidad u hospitalidad?

jbada

Empezamos la última semana de una campaña electoral dura, por la irrupción de partidos “extraños”. La estrategia de los de siempre excluirlos. Y una nota para entender lo que se dice a continuación: el Partido Aragonista está muy cercano al PP, que antes se llamó “Alianza Popular”. AD

El presidente del PAR, antes de comenzar la campaña electoral, dio la consigna a los militantes de su partido y a los del PP, diciendo a todos ellos –los de la antigua y nueva alianza– lo que dijo Jesús a sus discípulos: “Amaos los unos a los otros”, que en eso conocerán –supongo que supuso A. Aliaga– no que fueran los suyos –que sería suponer demasiado– pero si al menos alumnos de la misma escuela.

En el contexto en el que pronunció lo que dijo el sermón se convirtió en arenga, con voz de alarma y música “de prietas las filas”. Distinto hubiera sido de haber dicho también: “Amarás al prójimo como a ti mismo” y, no digamos ya, si les hubiera hablado como Jesús de amar al enemigo. Pero no tocaba, obviamente. Y así transformó la buena noticia en zafarrancho, el mensaje evangélico en estrategia y el amor fraterno en una táctica.

Los que van a lo suyo extienden el amor a los suyos: a los hermanos, a los compañeros y esto a duras penas, difícilmente a los otros y nunca al enemigo exterior. La fraternidad, la amistad, el compañerismo y lealtad entre socios o camaradas, ni siquiera el buen rollo entre frailes o sorores de una misma comunidad es nada fácil. Mientras el enemigo exterior concita la unidad y la conforta, el mayor peligro para un partido son las facciones internas que lo dividen. En eso pensaría sin duda el presidente del PAR cuando urgía a los militantes que se amaran los unos a los otros. Como todos los dirigentes políticos, que piensan lo mismo aunque no lo digan. El amor fraterno entre iguales rebasa apenas el nivel de la justicia a la que funda dentro de un grupo: al hermano como a uno mismo, ni más ni menos. Pero ese amor confinado, doméstico o estratégico, con ser difícil no es aún ni de lejos amor al prójimo.

El amor al prójimo no excluye el amor fraterno, pero no es como éste lo que cabe exigir y esperar dentro de un grupo de “pobres diablos con tal que sean inteligentes y se comporten racionalmente” (como pensaba Kant). El amor al prójimo es amor sin fronteras, como el amor del Buen Samaritano. Se extiende más allá de la justicia, es gratuito, no tiene precio ni exige correspondencia como condición necesaria. Se acerca al otro y es esencialmente expansivo. Prójimo es siempre otro que necesita ayuda, no un cómplice o uno de los nuestros contra los otros. Y también el que se aproxima para ayudar a otros. “Prójimo” no es una categoría social establecida, sino quienes se encuentran en el camino: en una situación histórica, aquí, donde el amor llega a ser un acontecimiento. No por ahí en cualquier parte sino precisamente aquí y ahora, que es el lugar y el momento de la responsabilidad. De la decisión.

Lo que hay que hacer en cada situación no está escrito en ningún código ético. Lo que es moralmente bueno en general no es bueno en cualquier situación; no es bueno, por ejemplo, dejar que se ahoguen todos los que van en un mismo barco cuando podrían salvarse algunos aligerando su carga. En esta situación, el capitán ha de elegir y decidir a quienes salva y a quienes tiene que abandonar a su suerte. No echando una moneda al aire, sino lo mejor que sepa y pueda bajo su responsabilidad. Con mucho coraje y arrojo del corazón, no con la ley en la mano aplicada al pie de la letra sino depurada en cada situación parea salvar su espíritu. Porque “la ley se hizo para el hombre y no al contrario”, como enseñó Jesús a sus discípulos a propósito del descanso sabático que guardaban con rigor los fariseos (Mc. 2,27 y 28),

El recurso a un imperativo categórico meramente formal: “Obra sólo de forma que puedas desear que la máxima de tu acción se convierta en una ley universal» (Kant), también ayuda poco en los casos concretos. Sirve para legislar y andar por casa bajo la ley. Pero no para salir de la situación y para gobernar, nos dice “cómo ‘actuar pero no’ lo que” debe hacer cada quien en cada caso. Lo contrario del imperativo categórico es justamente la exigencia de la situación: “Haz lo que tú solo puedes hacer y lo que nadie en tu lugar podría hacer por otros” Estar a la altura de la situación es responder a las exigencias del amor al prójimo, aproximarse a los otros para ayudarles lo mejor que uno sepa y pueda. Emplearse a fondo –con determinación– donde está el reto; pero también el peligro y la salvación, la libertad y la obligación, donde se decide el amor y desde el amor lo que cada uno debe hacer en la vida, más allá de la letra que mata y de los formalismos vacíos que no aterrizan.

Ahí quisiera ver a nuestros políticos en el gobierno. No como dirigentes elegidos por los suyos y para los suyos, sino como gobernantes que saben y quieren aproximarse y aproximarnos a los otros sin exclusión. A todos, también a quienes rodean hoy Europa como hicieron los hebreos con las murallas de Jericó. Pasar de la hostilidad a la hospitalidad, del amor fraterno al amor al prójimo, es hoy el imperativo de la situación. Y el camino, solo el camino en el que hay que dar muchos pasos.

José Bada

12.12.2012

 

 

 

Un comentario

  • ELOY

    A una semana de las elecciones este artículo parece  oportuno para abrir, a quien lo quiera, la posibilidad de opinar sobre las distintas opciones (y no digo programas porque como es sabido, el papel lo aguanta todo).

    Yo, analizando lo sucedido en el Sexenio (1868-1874), cada vez me convenzo más que es muy importante no abstenerse en las elecciones, por mucho que en nuestra historia haya habido momentos en que determinados grupos políticos hayan propugnado esa opción como medio de protesta frente al “sistema “. Y ello, aún a costa de pensar que estamos votando no al mejor, sino al menos malo.

    Si queremos cambiar a mejor, creo que es indispensable votar, porque no haciéndolo se deja la responsabilidad y el poder en manos de otros que representan intereses distintos  a los nuestros.  

    Claro está que esta es solo mi opinión sincera, y respeto lógicamente cualquier otra en contrario, aunque no la comparta.