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El Pacto de las Catacumbas (16. 11. 1965)

Pikaza

Hoy se conmemoran los 50 años

Terminando el Concilio Vaticano II, inspirados por el movimiento que se estaba gestando en la Iglesia, unos 40 obispos de todo el mundo se reunieron en las Catacumbas de Domitila para firmar lo que hoy en día se conoce como el Pacto de las Catacumbas.

Eran pocos los que “celebraron” y firmaron aquel día el Manifiesto, de un modo casi secreto, a modo de conspiración cristiana, pero ellos aparecen como representantes de otros muchos obispos del Concilio, que eran en conjunto unos 700, inspirados especialmente por Cardenal G. Lercaro de Bolonia y H. Cámara de Brasil.

Con este Pacto, aquellos obispos se comprometieron a caminar con los pobres y a ser una Iglesia pobre al servicio de los pobres, con ellos y entre ellos. Para lograr eso, se comprometieron a llevar un estilo de vida simple, renunciando no sólo a los símbolos de poder, sino al mismo poder externo, volviendo de esa forma a la raíz del evangelio.

El espíritu de ese Pacto ha guiado desde entonces algunas de las mejores iniciativas de la Iglesia, el Oriente y Occidente, de manera que su texto ha venido a convertirse en una de las páginas mas influyentes y significativas de la historia cristiana de la actualidad, aunque aún no se hayan cumplido todos sus objetivos, como quiere el Papa Francisco, que es “hijo espiritual” de aquel pacto (aunque no pudo firmarlo, no era entonces obispo)

Libro reciente en Verbo Divino

Libro reciente en Verbo Divino

Por eso, al cumplirse los cincuenta años de aquel acontecimiento, hemos querido recoger en este libro no sólo el texto del Pacto y los nombres de aquellos que lo firmaron, sino algunos trabajos más significativos que ayuden a entenderlo y situarlo en su historia pasada, en su actualidad y en su necesaria proyección hacia el futuro. Así nos hemos propuesto estudiarlo y promoverlo en el conjunto de la iglesia y de la sociedad.

Con este motivo, a petición de la Congregación y de la Editorial de los Misioneros del Verbo Divino, custodios de la catacumba de Domitila, J. Antunes de Silva y un servidor, con la colaboración de más de veinte especialistas, hemos preparado este libro,publicado a la vez en cuatro lenguas (castellano, portugués, inglés e italiano), que recoge el origen, impacto y actualidad de aquel manifiesto, como iré indicando en los días que siguen.

Hoy presento el texto del pacto. En días sucesivos presentaré a los firmantes y estudiaré el contenido de su mensaje, presentando también a los más de veinte colaboradores actuales que han estudiado el Pacto, desde una perspectiva actual, con J. A. Da Silva y conmigo. Simplemente acabo dando gracias a la Editorial Verbo Divino por habernos permitido presentar en este libro aquel gran Documento de Pacto, quizá el más importante de la Iglesia Católica del siglo XX.

Pacto de las Catacumbas
(Catacumba de Domitila, 16 noviembre 1965)

(Contexto) El 16 de noviembre de 1965, pocos días antes de la clausura del Concilio, cerca de 40 padres conciliares celebraron una eucaristía en las catacumbas de santa Domitila. Pidieron “ser fieles al espíritu de Jesús”, y al terminar la celebración firmaron lo que llamaron “el pacto de las catacumbas”. El “pacto” es una invitación a los “hermanos en el episcopado” a llevar una “vida de pobreza” y a ser una Iglesia “servidora y pobre” como lo quería Juan XXIII. Los firmantes -entre ellos muchos latinoamericanos y brasileños, a los que después se unieron otros- se comprometían a vivir en pobreza, a rechazar todos los símbolos o privilegios de poder y a colocar a los pobres en el centro de su ministerio pastoral.

(Texto)

“Nosotros, obispos, reunidos en el Concilio Vaticano II, conscientes de las deficiencias de nuestra vida de pobreza según el evangelio; motivados los unos por los otros en una iniciativa en la que cada uno de nosotros ha evitado el sobresalir y la presunción; unidos a todos nuestros hermanos en el episcopado; contando, sobre todo, con la gracia y la fuerza de nuestro Señor Jesucristo, con la oración de los fieles y de los sacerdotes de nuestras respectivas diócesis; poniéndonos con el pensamiento y con la oración ante la Trinidad, ante la Iglesia de Cristo y ante los sacerdotes y los fieles de nuestras diócesis, con humildad y con conciencia de nuestra flaqueza, pero también con toda la determinación y toda la fuerza que Dios nos quiere dar como gracia suya, nos comprometemos a lo que sigue:

1. Procuraremos vivir según el modo ordinario de nuestra población en lo que toca a casa, comida, medios de locomoción, y a todo lo que de ahí se desprende. Mt 5, 3; 6, 33s; 8-20.

2. Renunciamos para siempre a la apariencia y la realidad de la riqueza, especialmente en el vestir (ricas vestimentas, colores llamativos) y en símbolos de metales preciosos (esos signos deben ser, ciertamente, evangélicos). Mc 6, 9; Mt 10, 9s; Hech 3, 6. Ni oro ni plata.

3. No poseeremos bienes muebles ni inmuebles, ni tendremos cuentas en el banco, etc, a nombre propio; y, si es necesario poseer algo, pondremos todo a nombre de la diócesis, o de las obras sociales o caritativas. Mt 6, 19-21; Lc 12, 33s.

4. En cuanto sea posible confiaremos la gestión financiera y material de nuestra diócesis a una comisión de laicos competentes y conscientes de su papel apostólico, para ser menos administradores y más pastores y apóstoles. Mt 10, 8; Hech 6, 1-7.

5. Rechazamos que verbalmente o por escrito nos llamen con nombres y títulos que expresen grandeza y poder (Eminencia, Excelencia, Monseñor…). Preferimos que nos llamen con el nombre evangélico de Padre. Mt 20, 25-28; 23, 6-11; Jn 13, 12-15.

6. En nuestro comportamiento y relaciones sociales evitaremos todo lo que pueda parecer concesión de privilegios, primacía o incluso preferencia a los ricos y a los poderosos (por ejemplo en banquetes ofrecidos o aceptados, en servicios religiosos). Lc 13, 12-14; 1 Cor 9, 14-19.

7. Igualmente evitaremos propiciar o adular la vanidad de quien quiera que sea, al recompensar o solicitar ayudas, o por cualquier otra razón. Invitaremos a nuestros fieles a que consideren sus dádivas como una participación normal en el culto, en el apostolado y en la acción social. Mt 6, 2-4; Lc 15, 9-13; 2 Cor 12, 4.

8. Daremos todo lo que sea necesario de nuestro tiempo, reflexión, corazón, medios, etc. al servicio apostólico y pastoral de las personas y de los grupos trabajadores y económicamente débiles y subdesarrollados, sin que eso perjudique a otras personas y grupos de la diócesis. Apoyaremos a los laicos, religiosos, diáconos o sacerdotes que el Señor llama a evangelizar a los pobres y trabajadores, compartiendo su vida y el trabajo. Lc 4, 18s; Mc 6, 4; Mt 11, 4s; Hech 18, 3s; 20, 33-35; 1 Cor 4, 12 y 9, 1-27.

9. Conscientes de las exigencias de la justicia y de la caridad, y de sus mutuas relaciones, procuraremos transformar las obras de beneficencia en obras sociales basadas en la caridad y en la justicia, que tengan en cuenta a todos y a todas, como un humilde servicio a los organismos públicos competentes. Mt 25, 31-46; Lc 13, 12-14 y 33s.

10. Haremos todo lo posible para que los responsables de nuestro gobierno y de nuestros servicios públicos decidan y pongan en práctica las leyes, estructuras e instituciones sociales que son necesarias para la justicia, la igualdad y el desarrollo armónico y total de todo el hombre y de todos los hombres, y, así, para el advenimiento de un orden social, nuevo, digno de hijos de hombres y de hijos de Dios. Cfr. Hech 2, 44s; 4, 32-35; 5, 4; 2 Cor 8 y 9; 1 Tim 5, 16.

11. Porque la colegialidad de los obispos encuentra su más plena realización evangélica en el servicio en común a las mayorías en miseria física cultural y moral -dos tercios de la humanidad- nos comprometemos:

* a compartir, según nuestras posibilidades, en los proyectos urgentes de los episcopados de las naciones pobres;
* a pedir juntos, al nivel de organismos internacionales, dando siempre testimonio del evangelio, como lo hizo el papa Pablo VI en las Naciones Unidas, la adopción de estructuras económicas y culturales que no fabriquen naciones pobres en un mundo cada vez más rico, sino que permitan que las mayorías pobres salgan de su miseria.
12. Nos comprometemos a compartir nuestra vida, en caridad pastoral, con nuestros hermanos en Cristo, sacerdotes, religiosos y laicos, para que nuestro ministerio constituya un verdadero servicio. Así,
* nos esforzaremos para “revisar nuestra vida” con ellos;
* buscaremos colaboradores para poder ser más animadores según el Espíritu que jefes según el mundo;
* procuraremos hacernos lo más humanamente posible presentes, ser acogedores;
* nos mostraremos abiertos a todos, sea cual fuere su religión. Mc 8, 34s; Hech 6, 1-7; 1 Tim 3, 8-10.

13. Cuando regresemos a nuestras diócesis daremos a conocer estas resoluciones a nuestros diocesanos, pidiéndoles que nos ayuden con su comprensión, su colaboración y sus oraciones.
Que Dios nos ayude a ser fieles.

 

Los firmantes del pacto

Brasil:

Dom Antônio Fragoso (Crateús-CE),
Don Francisco Mesquita Filho Austregésilo (Afogados da Ingazeira – PE),
Dom João Batista da Mota e Albuquerque, arzobispo de Vitória, ES,
P. Luiz Gonzaga Fernandes, que había de ser consagrado obispo auxiliar de Vitória
Dom Jorge Marcos de Oliveira (Santo André-SP),
Dom Helder Camara, obispo de Recife
Dom Henrique Golland Trindade, OFM, arzobispo de Botucatu, SP,
Dom José Maria Pires, arzobispo de Paraíba, PB.

Colombia:

Mons. Tulio Botero Salazar, arzobispo de Medellín
Mons. Antonio Medina Medina, obispo auxiliar de Medellín
Mons. Anibal Muñoz Duque, Obispo de Nueva Pamplona,
Mons. Raúl Zambrano de Facatativá
Mons. Angelo Cuniberti, vicario apostólico de Florencia.

Argentina:

Mons. Alberto Devoto de la diócesis de Goya
Mons. Vicente Faustino Zazpe de la diócesis de Rafaela
Mons. Juan José Iriarte de Reconquista
Mons. Enrique Angelelli, obispo auxiliar de Córdoba

Otros países de América Latina

Mons. Alfredo Viola, obispo de Salto (Uruguay) y su auxiliar,
Mons. Marcelo Mendiharat, obispo auxiliar de Salto (Uruguay)
Mons. Manuel Larraín de Talca en Chile,
Mons. Gregorio McGrath Marco de Panamá (Diócesis de Santiago de Veraguas),
Mons. Leonidas Proaño en Riobamba, Ecuador

Francia

Mons Guy Marie Riobé, obispo de Orleans,
Mons Gérard Huyghe, obispo de Arras,
Mons. Adrien Gand, obispo auxiliar de Lille

Otros países de Europa

Mons. Charles Marie Himmer, obispo de Tournai, Bélgica,
Mons. Rafael González Moralejo, obispo auxiliar de Valencia, España,
Mons. Julius Angerhausen, obispo auxiliar de Essen, Alemania…
Mons. Luigi Betazzi, obispo auxiliar de Bolonia

África

Dom Bernard Yago, arzobispo de Abidjan, Costa de Marfil
Mons. José Blomjous, obispo de Mwanza, en Tanzania
Mons. Georges Mercier, obispo de Laghouat en el Sahara, África

Asia y América del Norte

Mons. Hakim, obispo melquita de Nazaret,
Mons. Haddad, obispo melquita, auxiliar de Beirut, Líbano
Mons. Gérard Marie Coderre, obispo de Saint Jean de Quebec, Canadá,
Mons. Charles Joseph de Melckebeke, de origen un belga, obispo de Ningxia, China.

Notas de ATRIO:

  • Un solo obispo español en la lista: Rafael González Moralejo, que después, como Vicario Capitular de Valencia (1966-69) hizo en menos de tres años una gran renovación conciliar de la diócesis, para acabar de obispo de Huelva 24 años.
  • Un solo obispo italiano, Luigi Bettazzi, quien tras ser auxiliar de Bolonia, quedó también hasta su jubilación como obispo de la pequeña diócesis de Ivrea. Es tal vez el único de la lista todavía vivo.
  • Jorge Bergoglio no era entonces obispo. ¿Firmaría hoy el pacto? ¿Lo firmará hoy adhiriéndose formalmente a él? Tendría sentido.

10 comentarios

  • Olga Lucia

    Fabian, yo también estaba echando de menos la firma de Monseñor Gerardo Valencia Cano.

    Cuando llegué a Buenaventura para hacerme cargo de la secretaria de Monseñor, cuando lo fui a saludar, a lo tradicional, me lo impidió y quede…impactada. Uno de los padres que estaba con él en el comedor, (Alfonso Cárdenas) me dijo: “Tranquila, Olga, es que el acaba de firmar un documento en Roma, donde ha renunciado a todo eso…”

    Después con el tiempo me he enterado, que Gerardo, no alcanzó a firmar dicho documento, porque llegó tarde y ya estaba cerrada la Catacumba, porque eso fue llevado en mucho secreto.

    Estoy segura, que Gerardo hubiera firmado el Pacto de las Catacumbas, no me cabe la menor duda, por la forma como vivió su compromiso y el testimonio de él, que dan quienes lo conocimos de cerca. Tendremos que decir, que Gerardo Valencia Cano lo firmó de manera virtual y lo aplicó y vivió en profundidad.

     

     

    • oscar varela

      Buena aclaración testimonial la tuya, Olga.
      Aclara lo solicitado por el Cumpa Fabián.
      Gracias!

  • falta el obispo Gerardo Valencia Cano mxy. de Buenaventura Colombia el único obispo colombiano que llevo a radicalidad este compromiso llamado el obispo de los pobres y también obispo rojo. un hombre que entrego toda su vida a la causa de los pobres y de los afros. llamado el hermano Gerardo.

    murió en un accidente aereo en Colombia aun sin esclarecer. el 21 de enero de 1972

     

  • Carlos alejos

    Algunas ideas:

    – mantener la memoria es importante.

    – evaluar como hemos y asimimos el pacto.

    – la riqueza del pacto relacionado al evangelio y a la vida del pueblo la enriquece.

    – hay que asumir la posta de los pastores del pacto.

    – hay una riqueza testimonial alli.

    – un pacto que recoge la experiencia de america latina. Seguir en eso.

    – el espiritu de esos años aun sige soplando.

     

  • Antonio Duato

    Qué bien que Olga nos recuerde su vivencia de ese obispo de Talca, Don Manuel Larrain, que fue uno de los obispos conjurados en ese pacto de las catacumbas. Y nos cuenta la fatalidad de su muerte por accidente el año siguiente a ese pacto y el final del Concilio. Fue en 1966, no en 1962, Olga. Pero recuerdas muy bien cómo se puso de parte de la revolución agraria, poniendo a disposición de los trabajadores los mismos bienes de la Iglesia.

    Yo conviví mucho desde muy joven con el único español, Rafael González Moralejo. Ya era yo seminarista cuando asistí a su primera misa. Después fue mi obispo auxiliar cuando regresé de Roma y trabajé en muy estrecho contacto con él en la aplicación del concilio, hasta que en 1969 le enviaron a Huelva y yo me fui a Salamanca, pues no veía ya futuro en nuestros planes de movilizar la diócesis de Valencia.

    Uno de los primeros encargos que me dió fue ir a conocer la diócesis de Lyon que tenía estos dos atractivos pastorales:

    -uno era el obispo auxiliar monseñor Alfred Ancel, que trabajaba de zapatero (sic, así me recibió en su banco de zapatero) y había fundado un movimiento de curas que vivían la fraternidad en equipos y pobreza inmersos en los barrios.

    -otro era un vicario general, Matagrin, que después sería obispo y secretario del episcopado. Entonces, con la ayuda del sociólogo Fronçois Boulard, había organizado la diócesis en zonas pastorales y vicarías, poniendo en marcha un modelo de organización sinodal que funcionaba haciendo en los distintos niveles equipos de revisión de vida: se afrontaban todos los problemas en conjunto de curas, religiosos, religiosas y seglares por el Ver-Juzgar y Actuar de la realidad existente. Este modelo lo implantamos en Valencia por poco tiempo y sirvió para muchas diócesis de Latinoamérica. ¡Cómo soplaba un espíritu nuevo en aquellos años sesenta, Olga!

  • olga larrazabal

    Quiero recordar con mucho afecto a Don Manuel Larraín Errázuriz, Obispo de Talca, Chile, gran amigo de mi familia que nos recibió con los brazos abierto cuando por allá por 1943 llegamos a Talca como exiliados de la Guerra Civil Española.  Frecuentó nuestras casa y nuestra mesa, nos dio un coscorrón cuando lo creyó conveniente, se jugó por la Reforma Agraria recibiendo la oposición de todos los agricultores que eran sus parientes y amigos.  Se preocupó personalmente de enviarme una carta cuando yo, estando becada en USA a los 15 años, tuve algún problema.

    Saliendo del colegio, estaba su casa, donde lo veíamos descender de una camioneta station wagon color burro, que más parecía de una panadería que de un obispo, y se paraba a conversar con nosotras y sabía el nombre de todas las chicas, de sus padres e incluso de las empleadas de las casas.

    En 1962 o 63, volviendo de uno de sus viajes, se le atravesó una carretela de un campesino al anochecer, y murió en el accidente.A su funeral vinieron todas las autoridades del país.  Y por  primera vez escuchamos una misa solemne en la catedral, sin la desafinada voz de nuestro obispo, a quién no se le había dado el don del canto, pero le gustaba cantar  rabiar.

    Hombre inteligente como pocos, político nato, supo ver a pesar de haber nacido en medio de la gran burguesía que se farreaba sus haberes en París (era descendiente de varios Presidentes de la República), la inequidad reinante en nuestro país, y consagró su vida a la búsqueda de la justicia.  Y su vida fue un ejemplo de sencillez.

    Don Manuel contaba los mejores chistes sobre si mismo, y solía blasonar de haber dicho Misa en Vasco en Aranaz, en el Valle del Baztan, de donde sus antepasados habían salido por allá por el siglo 17. Capaz que fuera cierto, pues tenía una memoria privilegiada.

    Era terriblemente casamentero y más de algún marido infiel debe de haber recibido un tirón de orejas de su parte, ya que siempre estaba enterado de todo.

    Gran hombre, Don Manuel.

     

  • mª pilar

    Hermoso compromiso… ¿Vivido?

    Creo que en muy raras excepciones.

    Solo he conocido (personalmente) a tres obispos, que han vivido exactamente así, allá donde fueron destinado.

    Su labor… espléndida a todos los niveles.

    A su vez, especialmente dos de ellos, fueron “marcados” por sus propios compañeros, criticados, ninguneados, dejándolos en una soledad muy dolorosa.

    Solo el pueblo sencillo los admiraba, de manera especial el que vivió en América Latina… que… fue expulsado por Roma, del lugar donde había vivido y trabajado incansablemente por más de 40 años.

    Vivir este Pacto… conlleva mucha valentía ante una sociedad, donde la iglesia se ha movido, (especialmente en España durante el régimen franquista) donde el lujo, el renombre, los ritos ampulosos, etc.

    Eran el pan nuestro de cada día.

    Parece un momento oportuno sacarlo a la luz hoy… pero no comprendo porque, quienes nombran a los hombres de bien que lo firmaron renunciando a títulos, honores, joyas, lujos… ante sus nombres… siguen poniéndoles el título rimbombante de … Mns… al que ellos habían renunciado.

    No tenemos remedio, lo lógico sería tratarlos con sencillez, desnudo su nombre de todo boato.

    Porque, si quisieron seguir el espíritu del evangelio, con pones sus nombres y apellidos sería para ellos una “gloria”  y el resto, habríamos comprendido su verdadero deseo.

    Les puedo garantizar, que los que yo conozco (uno de ellos ya no está entre nosotros) siempre se han hecho llamar por su nombre ¡sin más!

    Y es, que el honor es el honor… y nos encanta.

    Doy gracias llena de gozo, por haber tenido la dicha de conocer y tratar con cercanía a tres ejemplos verdaderos que han vivido y viven el espíritu de ese pacto;  ellos estaban todavía algo legos de pertenecer al cuerpo obispal.

    Cuando llegaron, sin haber prometido nada… ¡Lo vivieron intensamente allá donde vivieron!

    mª pilar

  • Antonio Duato

    Gracias, Ricardo, por advertimos esa incomprensible omisión que ya hemos corregido. El error involuntario viene del blog de Xabier Pikaza. Quien en su libro, que también hemos citado, sí que incluye al obispo mártir argentino. Ved la página 25 de la presentación del libro aquí.

  • Ricardo

    Falta el Obispo Angelelli cuando se nombra a los obispos argentinos firmantes del Pacto.

  • ELOY

    Me parece muy oportuna esta acción de dar a conocer este “secreto pacto” que, a lo que parece, puede seguir siendo “guía” de acción, pues quizá no se cumplen todavía en todo su alcance su ideario y aspiraciones.

    Más que plantearme si  Jorge Bergoglio firmaría  hoy el pacto ( que creo que está efectivamente intentando vivir su espíritu que es lo importante) quizá fuere oportuno considerar:

    1) en que aspectos podría complementarse y

    2) quizá (¿sería posible?) hacer una especie de “auditoria” (con función de mejorar la realidad y no de culpabilizar), por ejemplo en la Iglesia española, para saber que grado de cumplimiento tiene cada punto del pacto en una escala de 1 a 100.