Una investigación que se realiza en Brasil, y también en el extranjero, se expresa por esta pregunta: ¿cuál es el destino de la séptima economía mundial y el futuro de su inconmensurable riqueza de recursos naturales?
Analistas de los escenarios del mundo del talante de Noam Chomsky o Jacques Attali nos advierten: el poder imperial estadounidense sigue este lema, elaborado en los pasillos de los estrategas del Pentágono: “un solo mundo y un solo imperio.” No se toleran países, en cualquier parte del planeta, que puedan poner en jaque sus intereses globales y su hegemonía universal. Curiosamente, el Papa Francisco en su encíclica “sobre el cuidado de la casa común”, como si llevase la contraria al Pentágono propone: “un solo mundo y un solo proyecto colectivo”.
En Brasil este debate se da sobre todo en el campo de la macroeconomía: Brasil se alineará a las estrategias socio-político-económico-ideológicas impuestas por el Imperio y esto tendrá ventajas significativas en todos los campos, pero aceptando ser socio menor y agregado (opción de los neoliberales y de los conservadores) o busca un camino propio, consciente de sus ventajas ecológicas, del peso de su mercado interno con una población de más de doscientos millones de personas, y de la creatividad de su gente. Aprende a resistir las presiones que vienen de arriba, a tratar inteligentemente con las tensiones, a practicar una política de gana-gana (lo que supone hacer concesiones) y así mantener el camino abierto para un proyecto nacional independiente que contará para el devenir de la civilización nuestra y la futura (opción de la izquierda y de los movimientos sociales).
Que quede claro que hay un propósito de los países centrales que disponen de diversas formas de poder, especialmente militar (puede matar a todo el mundo), para recolonizar América Latina para ser una reserva de bienes y servicios naturales (agua potable, millones hectáreas fértiles, granos de todo tipo, inmensa biodiversidad, grandes selvas, reservas minerales inconmensurables etc.). Debe servir principalmente a los países ricos, ya que en sus territorios están casi agotadas las “bondades de la naturaleza”, como dicen los pueblos indígenas. Y las necesitarán para mantener su nivel de vida.
Estimamos que en un futuro no muy lejano, la economía mundial será de base ecológica. Por último, no nos alimentamos de computadores y de máquinas sino de agua, de granos y de todo lo que la vida humana y la comunidad de vida requieren. De ahí la importancia de mantener a América Latina, especialmente a Brasil en el estadio más natural posible, no favoreciendo la industrialización ni ningún otro valor añadido a sus materias primas.
Su lugar debe ser aquel que ha sido pensado desde el principio de la colonización: la gran empresa colonial sostiene el proyecto de los pueblos opulentos del Norte para continuar su dominación que viene desde el siglo XVI cuando comenzaron los grandes viajes de conquista de territorios por todo el mundo. Analíticamente, este proceso ha sido denunciado por Caio Prado Jr., por Darcy Ribeiro y, últimamente, con gran fuerza teórica, por Luiz Gonzaga de Souza Lima con su libro que no ha recibido todavía la acogida que merece: La refundación de Brasil: hacia la sociedad biocentrada (RiMa, São Bernardo 2011).
Debido a esta estrategia global, las políticas ambientales dominantes reducen el sentido de la biodiversidad y de la naturaleza a un valor económico. La tan pregonada “economía verde” sirve a este propósito económico y menos a la conservación y a la recuperación de las zonas devastadas. Incluso cuando esto ocurre, se destina a la macroeconomía de acumulación y no a la búsqueda de otro tipo de relación con la naturaleza.
Lo que podemos constatar es que Brasil no está solo. Las recientes experiencias de los movimientos populares sociales y ambientales se niegan a asumir simplemente el dominio de la razón económica, instrumental y utilitarista que todo uniforma. Por todas partes están irrumpiendo otras modalidades de habitar nuestra Casa Común a partir de identidades culturales diferentes. Los conocimientos tradicionales, oprimidos y marginados por el pensamiento científico-técnico individual, están ganando fuerza en la medida en que muestran que podemos relacionarnos con la naturaleza y cuidar de la Madre Tierra de una manera más benevolente y cuidadosa. Un ejemplo es el “buen vivir y convivir” andino, paradigma de un modo de producción de vida en armonía con el Todo, con los seres humanos entre sí y con la naturaleza circundante.
Aquí funciona la racionalidad cordial y sensible que enriquece y, al mismo tiempo, impone límites a la voracidad de la razón instrumental-analítica fría que, dejada a su libre curso, puede poner en peligro nuestro proyecto de civilización. Se trata de una nueva comprensión del mundo y de la misión del ser humano dentro de él, como su guardián y cuidador. Ojalá este sea el camino a seguir por la humanidad y por Brasil.
* Leonardo Boff es columnista del JB online, filósofo y escritor
Traducción de MJ Gavito Milano
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