Manuel Fraijó es el discípulo y amigo más íntimo que tiene hoy en España Hans Küng. Él fue quien, con uno de sus artículos, nos sugirió la campaña de firmas por la rehabilitación del gran teólogo suizo. Hoy nos interpela a todos con este lúcido y actual artículo que publica hoy en EL PAÍS.
A la memoria de mi hermana Dolores (1942-2015)
En plena Ilustración europea se prohibían en España los libros que intentasen demostrar la existencia de Dios; se los consideraba peligrosos. Y es que Dios era tan evidente que no necesitaba demostración alguna. Se cuenta que durante el reinado de Felipe IV (1621-1665) se pensó, para remediar la pobreza de nuestras tierras, en canalizar los ríos Manzanares y Tajo; pero una ilustre comisión de teólogos se declaró en contra con la siguiente sutil argumentación: si Dios hubiese querido que ambos ríos fuesen navegables le habría bastado con pronunciar un sencillo “hágase”. Si no lo hizo, sus razones tendría. Y no está permitido enmendarle la plana.
Salta a la vista que por aquellas fechas Dios era algo inmediato, asequible, presente, familiar. Era un dato más de la realidad, o incluso el gran dato. Europa y, por supuesto, España convivían sin mayores traumas con la fe en Dios, una fe heredada de las buenas gentes del pasado.
También parece obvio que en la actualidad Dios no encuentra fácil acomodo, al menos en la geografía occidental. Hace más de un siglo que Nietzsche, con su habitual desparpajo, lo envió a engrosar la lista del paro; lo declaró viejo y cansado, incapaz de asumir las tareas que los nuevos tiempos demandan. Y un gran conocedor e intérprete de Nietzsche, M. Heidegger, no tuvo reparo en afirmar que “en el ámbito del pensamiento es mejor no hablar de Dios”. Se tiene la impresión de que la recomendación del filósofo de la Selva Negra goza de notable aceptación. En España, constataba con ironía Antonio Machado, “se puede hablar de la esencia del queso manchego, pero nunca de Dios…”.
Se ha hecho un gran silencio sobre Dios; su muerte ha sido repetidamente anunciada. Lo hizo, pero sin triunfalismo ni euforia, Nietzsche. De hecho percibió como pocos que, sin Dios, sonaba la hora del desierto, del vacío total, del nihilismo completo. Acudió a tres certeras metáforas para ilustrar las consecuencias de la muerte de Dios: se vacía el “mar”, es decir, ya no podremos saciar nuestra sed de infinitud y trascendencia; se borra el “horizonte” o, lo que es igual, nos quedamos sin referente último para vivir y actuar en la historia, se esfuman los valores; y, por último, el “sol” se separa de la tierra, es decir, el frío y la oscuridad lo invaden todo, el mundo deja de ser hogar. ¡Noble forma de despedir a un difunto! Nietzsche era consciente de que la muerte de Dios cambiaba el destino del mundo y de la historia y le quiso dedicar un gran elogio fúnebre. Repetidamente se ha evocado el carácter clarividente, casi profético, de la figura de este genial escritor y filósofo. ¿Intuiría que un siglo después de su muerte, en nuestros días, nos íbamos a quedar casi sin mar, sin horizonte, sin sol? Tal vez fue consciente de la notable dificultad que entraña convertir en categorías seculares vinculantes los pilares religiosos de antaño.
Es obvio que en la actualidad Dios no encuentra fácil acomodo en la geografía occidental
No parece posible, ni lo pretende este artículo, retornar a los lejanos tiempos en los que la presencia de Dios era tan obvia que se contaba con él a la hora de canalizar los ríos. Occidente ha seguido, más bien, el itinerario de Feuerbach: “Dios fue mi primer pensamiento, el segundo la razón, y el tercero y último el hombre”. En el ámbito filosófico, la teología de ayer se llama hoy antropología. Y tampoco asistimos en la actualidad a contundentes proclamaciones de ateísmo. El ardor negativo de otros tiempos ha dado paso al desinterés actual. Muchos ateos de ayer prefieren llamarse hoy increyentes.
Y es que tal vez todos, creyentes e increyentes, nos hemos dado cuenta, como Bonhoeffer, de que “el problema de Dios tiene su origen en Dios”, en su “invisibilidad”, en el carácter misterioso de su revelación. Bien lo sabía san Agustín: “Si lo comprendes, no es Dios”. De ahí que el aplomo afirmativo de otras épocas haya sido reemplazado por un incómodo balanceo entre el sí y el no. El maestro Eckhart era llamado “el hombre del sí y del no”. Se referían al carácter dialéctico de su pensamiento, también cuando hablaba de Dios. Solo abandonaba la dialéctica cuando se disponía a preparar una sopilla para los pobres; no había para él urgencia mayor.
Impresiona constatar cómo creyentes tan profundos y auténticos como José Gómez Caffarena se adherían a la “dramática ponderación entre el sí y el no a la fe cristiana”. En él vencía el sí, pero su fe supo de noches oscuras, de travesías del desierto. Y no es menor la impresión que causan algunas frases del papa Francisco: “Si una persona dice que ha encontrado a Dios con certeza total y ni le roza un margen de incertidumbre, algo no va bien”. O esta otra: “Si uno tiene respuesta a todas las preguntas es prueba de que Dios no está con él”. Y añade: “Un cristiano que lo tiene todo claro y seguro no va a encontrar nada”. Desde luego no estamos ante un lenguaje muy pontificio, pero sí hondamente humano, altamente teológico, y sensible a nuestro convulso siglo XXI.
“Si uno tiene respuesta a todas las preguntas es prueba de que Dios no está con él”, dice el papa
No puede, pues, extrañar que dos grandes maestros de la teología cristiana, Karl Rahner y Karl Barth, se mostrasen abiertos a una teología más propensa a la pregunta que a la respuesta. Preguntado en una ocasión el primero si de veras se consideraba creyente cristiano, respondió con aire taciturno: “Sí, pero no a tiempo completo”. Obviamente no quería decir que, por ejemplo, era creyente en las horas centrales del día e increyente al atardecer. Sencillamente aludía al carácter débil, precario, de su fe; estaba traduciendo al lenguaje de nuestro tiempo el evangélico “creo, Señor, pero ven en ayuda de mi incredulidad”. Rahner, calificado por H. Fries como “el mayor testigo de la fe del siglo XX”, solo se consideraba, pues, creyente a intervalos. Es más: dejó escrito que lo de ser cristiano no es un “estado”, sino una meta, un ideal. Propiamente no es correcto decir “soy cristiano”, sino “aspiro a ser cristiano”. En parecidos términos se expresaba el otro gran maestro, en este caso de la teología protestante, Karl Barth, al rechazar la distinción entre creyentes e increyentes. Aducía que él conocía a un increyente llamado Karl Barth. En realidad, la tradición cristiana siempre supo que somos ambas cosas a la vez, creyentes e increyentes. Nuestro Unamuno lo expresó lapidariamente: “Fe que no duda es fe muerta”.
Por último: los avatares de la creencia en Dios son asunto de la “interioridad apasionada” (Kierkegaard) de cada creyente. Pero es posible que en ese secreto recinto personal se escuche la atormentada voz de Pascal con su inolvidable “incomprensible que exista Dios e incomprensible que no exista”. Es, de nuevo, la dialéctica entre el sí y el no, compañera asidua de la condición humana y de la creencia religiosa.
Manuel Fraijó es catedrático emérito de la Facultad de Filosofía de la UNED.
Bien entendiste, Juanel, el concepto filosófico de sustantividad? Y en su acuñación integra elementos que derivan de la ciencia. Ciencia y filosofía se retroalimentan. El de totalidad en la frase que destacas no se ajusta en absoluto a lo que de él entiendes. Decir que el mundo es la totalidad de las cosas reales…es pensar en un margen que tu no le concedes…aquí totalidad no significa que a estas cosas reales las incluyas en una totalidad pensada, es decir, algo así como que la forma de totalidad la pones tú, sino justamente todo lo contrario. Por ser reales las cosas percibes que ellas son las que formalmente constituyen esta totalidad. Por eso dije lo del espacio, aquello de que el espacio no tiene sustantividad sino que son las cosas las que por ser espaciosas y precisamente por serlo constituyen el mundo y son la base también de la trascendentalidad. Es un modo de concebir la realidad como abierta cosa que tú no le concedes tal obertura. Porque al decir “el mundo es un conjunto de cosas” limitas, primero el concepto de mundo y segundo limitas las cosas encerrándolas en él.
Y esto no es lo peor que podía esperar, ahora me doy cuenta que más abajo todavía leo ¿cómo vamos a hablar de la totalidad de la realidad? Por favor, Juanel, es que esto acaso yo lo he dicho en alguna parte?
Hola MªLuisa
Mira que hemos hablado largo y aún no he conseguido del todo captar por donde vas, ni seguir tu línea argumental ni entender completamente el lenguaje técnico filosófico que empleas. Tampoco puedo con el de Zubiri para mí encriptado y lo mismo me pasa con la lectura de Hegel. Hemos hablado largo sobre la realidad pero tu realidad y mi realidad son diferentes. Cuando yo hablo de realidad siempre se refiere a la realidad física la que la Ciencia describe, ni más ni menos. Cuando tú hablas de realidad aunque insistas en que te refieres a la misma que yo, yo no lo veo pues le asignas unas características, propiedades o como quieras llamarlas que no son propias de la Ciencia. Intuyo que quieres ampliarla a otra cosa y si es así no puedo ni quiero seguirte, porque no lo comparto.
No puedo demostrar que la realidad que describe la Ciencia no pueda ser ampliada, pero yo me he propuesto no hacerlo, elijo no hacerlo, sino que elijo ajustarme estrictamente a la que la Ciencia describe sin añadirle nada. La intelección no es un procedimiento científico sino la observación y comprobación de datos que puedan ser repetidos experimentalmente o bien deducidos mediante formulación teórica o matemática. ¿En Ciencia cabe acaso una frase como “el mundo es la totalidad de las cosas reales en razón de su carácter de realidad, es decir, dotadas de sustantividad propia“?. En Ciencia la totalidad de las cosas reales es una pura entelequia abstracta, pues la totalidad de las cosas reales no está al menos por ahora a nuestro alcance. Y por tanto, por mucho que nos esforcemos no conseguiremos decir nada acerca de ese supuesto que tenga alguna posibilidad de verdad. A cada paso de la investigación científica nos descubre nuevos datos que cambian constantemente el contenido de la Realidad Física, el bosón de Higs, la energía oscura, la materia oscura, las ondas gravitacionales,…… Si desconocemos mucho de lo que tenemos delante ¿cómo vamos a hablar de la totalidad de la realidad?
Mi objetivo es justificar mi fe apoyada en la Ciencia sin añadirle nada. Si la realidad que tomas se acomoda en ella, pues en este caso podría tomarla por válida para mis fines, pero por ahora no veo posibilidad alguna para lograr ese ajuste. Quizás podría ajustarse a cierta Filosofía de la Ciencia, pero incluso en este caso no es Ciencia y se saldría de mis objetivos. Pero si insistes podríamos charlar sobre esa Filosofía de la Ciencia, pero comprenderás que se sale del centro de mi interés, a veces me apetece y otras no, y por esto a veces dialogo contigo y otras lo dejo pasar.
Hola, Juanel, al parecer vamos poco a poco afinando nuestras posiciones aunque encuentro, en alguna de las tuyas, y eso como comprenderás no me satisface, falsas interpretaciones.
Por ejemplo, cuando dices: No es posible hablar de la realidad en sí misma como algo conocido tal como haces
Dime en dónde yo he definido la realidad en sí misma como algo conocido? JAMÁS…y mira que llevo años refiriéndome a ella! por cierto, much@s y con razón mostrarían hasta su empacho. Y es que en semejante atribución que me haces confundes conocimiento con intelección. Mal iríamos que teniendo inteligencia no pudiéramos tener intelecciones de la realidad. Sin embargo, esto significa que la conozcamos? Evidentemente, NO.
El conocimiento, como vengo recordando cuando a ello se presta, es la puesta en marcha de esta intelección primaria que por serlo es física y real y por tanto desarma, de entrada, a la razón de su posterior condicionamiento racionalista cuando ésta emprende la búsqueda.
Dicho esto, discúlpame si me vuelvo a repetir. “Mundo” no es un conjunto de cosas sino una conexión de ellas. Las cosas antes de que en disyunción las signifiquemos, previamente “están” conectadas entre ellas. Y en este sentido es por lo que podemos decir, sobre todo a partir de la física cuántica y zubirianamente, (por supuesto) que la realidad no es semántica sino sintáctica, con lo cual sin afirmar nada de ella sí que pienso que esta consideración nos sitúa, de partida, en una mejor predisposición.
Desde la nueva física, el mundo ya no es un conjunto de cosas (sustanciales) en donde entre ellas pueda haber simplemente mera relación que un pensamiento conceptivo las pueda definir, sino que mundo es la totalidad de las cosas reales en razón de su carácter de realidad, es decir, dotadas de sustantividad propia.
Realidad no es el correlato abstracto, vacío, en la definición de las cosas mediante el “es” de nuestro juicio afirmativo. Realidad es algo que “de suyo” es y justamente por esto comprendemos que el momento de ser de esta realidad nos lo da su estructura, es la estructura del de suyo que está siendo en actualidad en nuestra intelección. Saber no es un llegar, sino un estar sabiendo, es decir, un quedar en la realidad sabiendo. Realidad es obertura no cerrazón. Esto se ve por ejemplo en el “es” afirmativo que define y cierra la cosa por lo que “tiene” pero no por lo que en realidad ella es de suyo.
Encarando ahora con lo que dices sobre la trascendencia, precisamente por las consideraciones previas que hice al comienzo, es posible trascender las cosas pero no en el sentido de ir más allá de ellas, como tú señalas sino que la trascendencia misma se da pero dándose “en” ellas. Si buscamos la explicación más allá de ellas estamos haciendo ultra-físicas y brindando este ámbito a los afanados en dárnoslas y por tanto anteponiendo la relación causal a aquella estructura unitaria, anterior y funcional que las conecta entre ellas. En fin…ya me diras..
Un cordial saludo
Mª Luisa, justo es eso lo que quiero decir, no existe en nuestra consciencia sustantividad alguna, no hay otra “cosa” que neuronas y sus conexiones, desde mi punto de vista. Pero dices algo con lo que no estoy de acuerdo, pues el mundo SÍ es un conjunto de cosas incluidos nosotros. Es verdad que nosotros trascendemos las cosas, en el sentido de ir “más allá” de ellas, al buscar explicación y encontrar relaciones y procesos entre ellas. Pero las cosas en su realidad NO pueden constituir por sí mismas el mundo, puede que sea así, pero aún no podemos saber ni el cómo ni el por qué y menos el para qué. No es posible hablar de la realidad en sí misma como algo conocido tal como haces. Si esto fuese posible no tendríamos que ir cambiando las explicaciones distintas que le hemos dado a lo largo de la historia, sino que tenemos que revisarlas al descubrir nuevos datos. Lo que “sabemos” es siempre provisional y como mucho podemos alcanzar cierto grado de probabilidad quizás suficiente para irlo aplicando en la práctica. La realidad no podemos ni comprenderla ni aprehenderla de forma definitiva y completa, siempre hasta ahora se nos escapa.
Leo, de Juanel:Quiero decir que en nuestra consciencia no hay nada que no sean neuronas y sus complejísimas conexiones.
Las neuronas y sus complejísimas conexiones orgánicamente componen nuestro cerebro y en él es donde se formalizan los actos conscientes y los inconscientes, de ahí que no sea de rigor atribuir a la conciencia sustantividad alguna.
La sustantividad pertenece tan sólo al ser humano por entero, es la unidad psico-orgánica del sistema en el que consiste aquella la que, precisamente, hace trascender la cosa en su realidad. Por tanto no hay trascendencia en abstracto sino actos que trascienden a la cosa.
El mundo no es un conjunto de cosas, sino que son las cosas en su realidad las que constituyen el mundo. El espacio, filosóficamente considerado, al igual que la conciencia tampoco tiene sustantividad sino que, en este caso, son las cosas las que son ellas espaciosas… en fin, valga esta breve reflexión al menos para aportar una interpretación más adecuada sobre la filosofía del pensamiento no dual.
Gracias Tomás por tu comentario. Yo como tú quiero tener una fe coherente, racionalizada, que pueda explicarla a mí mismo y a los demás, bien fundamentada y justificada. En esto llevo desde los 39 años en que me decidí por la fe y el seguimiento de Jesús, desde una base materialista-cientificista y anteriormente atea. Ahora tengo 68 y mi decisión religiosa no ha renunciado en nada a esa posición radicalmente materialista en mi cosmovisión y antropología desde la Ciencia (soy Dr. en Biología). Son muchos años de estudio y trabajo autodidacta con un fuerte pensamiento crítico, buscando todo tipo de conflictos incluso donde no los había. Y sigo, pues como dije en mi comentario anterior no llego a cerrar nada, y a las conclusiones que llego son provisionales. Pero sí he logrado me parece, cierto nivel de coherencia que me permite justificar mi fe.
Isidoro gracias por tus puntualizaciones. Pero no estoy de acuerdo con lo que citas de Ken Wilber. No comparto la filosofía ni la psicología no-dual. Los seres humanos desde mi posición materialista-cientista, no somos entes duales. Quiero decir que en nuestra consciencia no hay nada que no sean neuronas y sus complejísimas conexiones. No existe un ente o sustancia espiritual que defina lo que realmente somos. La filosofía no-dual que se define como tal, piensa que el mundo natural y humano está cargado de trascendencia, un mundo espiritual mezclado con lo natural pensado como un todo armónico. Cree que para alcanzar ese mundo como un todo, lo que hay que hacer es romper la dicotomía entre sujeto y objeto. Por esta experiencia “unitaria” se define como no-dual.
Esto implica ver el mundo y a nosotros mismos con ojos distintos a los de la Ciencia. Esto para mí es un error que arrastra la humanidad desde hace muchos siglos casi desde los albores de la civilización. Sus frutos están ahí, los anteriores al despegue de la Ciencia en el XIX y XX. A muchos los avances científicos aunque los usen a diario les tienen miedo, y pretenden hacernos volver atrás y reponer cosmovisiones anteriores y superadas. La razón que lo justificaría es la falta de sentido de la vida humana con sólo la Ciencia. Y estoy de acuerdo. Pero para buscar un sentido a la vida no es de recibo alterar la cosmovisión de la Ciencia.
Amigo Juanel: Este comentario no es una respuesta explícita para tí, sino una reflexión general sugerida de tu último comentario, desarrollando los míos anteriores en este hilo. Porque me quedó el regusto amargo de no haber sacado el jugo posible al tema.
A mí no me extraña, que haya personas que estamos contínuamente preguntándonos por la razón de las cosas y de las ideas. La Creatividad y el ansia de conocimientos son el fruto de la inteligencia, y por ello es lo normal.
En ese proceso creativo, a veces se nos produce un encasquillamiento crónico muy insatisfactorio, porque no acaba uno nunca de sentir que se van logrando los hallazgos que se buscan. Y de ahí mi intento de explicación de este fenómeno que nos sucede a todos.
Nietzsche, decía muy lúcidamente: “Se oyen solo las preguntas a las que se está en condiciones de encontrar respuestas”. Explica que cuando uno se hace una pregunta es porque ya subconscientemente, ha intuído una idea que nos atrae, y quiere explicitarla y concretarla, haciéndose una pregunta, para provocar así su aparición en la conciencia. De ahí la idea de que siempre “ya se sabe” en nuestro interior, lo que uno se pregunta.
Pero sin embargo, a pesar de que se sabe, a veces hay algo que nos impide aceptarlo conscientemente y se reprime el que aflore. Y por eso dice San Miguel: “Mucha gente en el fondo “sabe”, pero no quiere admitir que sabe, por lo que sigue comportándose como si no supiera”.
Y ese no aceptar lo que se “sabe”, es debido a que existe en nuestra cosmovisión, una fragmentación, o sea existen uno o varios elementos importantes en nuestras creencias y sistemas de valores, que no son propios nuestros, o no están auténticamente interiorizados, sino que son “heredados” de nuestra educación o de nuestra cultura, pero no acaban de ser aceptados subconscientemente por nosotros.
Esos elementos se comportan como sustancias extrañas, que chocan con nuestras intuiciones íntimas, y las reprimen, para evitar que afloren las contradicciones internas, que son tan angustiosas y estresantes. Esos elementos “extraños”, son toda esa serie de cosas que nos han enseñado que “debemos creer” y aceptar, pero que en el fondo no lo hacemos auténticamente.
Hay personas de natural más crédulas, con menos sentido crítico, y/o que mediante un ejercicio constante de autosugestión, acaban interiorizando esas creencias y valores “aprendidos”, haciéndolas suyas. Pero cuando no ocurre así, por tener un espíritu crítico elevado, se buscan una y otra vez unas confirmaciones a esas creencias y valores, que no se obtienen pues nuestro subconsciente se niega una y otra vez. Es como un rechazo “inmunitario” a un elemento foráneo a nosotros
El filo-psicólogo Ken Wilber, explica en “El espectro de la conciencia”, como mucha gente divide, fragmenta y aliena su integridad innata, en una consciencia llamada no-dual, mediante una forma de pensar dualista y dispersa. Y solo a través del crecimiento personal, y los recursos psicoespirituales, la fragmentación dualista de nuestra mente puede integrarse y curarse de esa fragmentación, dejando vía libre a nuestra “intuición” interior “que sabe”. (Miguel Grinberg).
Los efectos de esa “fragmentación de la conciencia”, (producida por la existencia de elementos “extraños” a nosotros), se traducen en una sempiterna búsqueda desazonante y neurótica, que nos produce una gran insatisfacción y ansiedad.
Y por eso aconseja Thomas Merton: “Tiene que haber un momento del día en que el hombre que tiene que hablar, (pensar en mi caso), guarde silencio, deje de dar forma a teorías en su mente y se pregunte a sí mismo: ¿Acaso tiene algún sentido?”.
Yo personalmente creo, que esta idea podría estar relacionado en cierta forma con las expresiones evangélicas de Mateo 19:14, (Pero Jesús dijo: Dejad a los niños, y no les impidáis que vengan a mí, porque de los que son como éstos es el reino de los cielos); Marcos 10:15, (En verdad os digo: el que no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él); y Lucas 18:17, (En verdad os digo: el que no recibe el reino de Dios como un niño, no entrará en él).
Los niños no tienen mapas mentales previos ajenos, (“mapas que invariablemente poseen a quienes los poseen”, dice Wilber), y por eso dejan fluir mucho más fácilmente, sus intuiciones autónomas, y también las “iluminaciones”, que pudieran llegarles desde el Mundo Espiritual.
Con la educación y el aprendizaje familiar el niño se va llenando de “mapas mentales”, que van constituyendo su cosmovisión personal. Y así empieza todo el círculo vicioso que tantas crisis espirituales e intelectuales nos ocasionan.
Juanel, por lo que leo de tu último comentario, espero que no tardemos mucho en ver publicado tu libro, aunque sea por fragmentos.
Quiero creer que somos muchas personas las que queremos racionalizar nuestra fe o lo que quede de ella, tal vez rescoldos que pueden cobrar nueva fuerza insospechada. Racionalizar, desde mi sentimiento, no sólo incluye el cerebro, también el corazón o las emociones, pero yo también quiero que mi fe pueda ser en algo consistente, creíble, que dé sentido a mi vida y a lo que yo veo de la vida de los demás , que pueda dar sentido a tanto sufrimiento o al menos alguna esperanza de sentido.
Esa consistencia me ha alejado de visiones de dioses caprichosos, inexplicables, vengativos, coléricos ,instauradores de castigos eternos,silentes ante tanto dolor e intervinientes solo con su pueblo en situaciones mucho menos explicables,…
Dios o dioses que se manifiestan solo en textos revelados e interpretados en exclusiva por quienes han seleccionado esos textos, etc, etc .
Pero reconozco que me gustaría creer que Dios existe. Que nuestra existencia tiene una explicación más allá de un azar cósmico, que tanto sufrimiento encontrará consuelo y que los consolados no tendrán que coexistir con otros que sufren castigo, ni con más dolor. Que simplemente el mal pueda disolverse en su propia sombra.
También me gustaría creer en la coherencia y la consistencia de Jesús, sea como Hijo de Dios, o como hombre todo lo excepcional que se quiera,que por primera vez que yo conozca en la historia nos presenta a Dios como padre. Claro que luego, según los textos supuestamente revelados la consistencia hace aguas por muchos lados, pero quizá sea solo que no conocemos la realidad o que yo no lo interpretó del todo bien.
Bueno, creo que me he enrollado , ya no borro lo anterior , pero lo dicho, estoy muy interesado en tus respuestas, preguntas y reflexiones, seguro que en la búsqueda en la que muchos estamos inmersos serán de gran interés . Para mí desde luego.
Un cordial saludo.
Tomás
Desde luego Isidoro la frase zen, así como las otras que has citado, me parece profunda cargada de sentido, que plantea el quid de la filosofía. Hacer filosofía muchos dicen que no es tanto encontrar respuestas, construir un sistema de pensamiento, sino más bien plantear las preguntas adecuadas. También en Ciencia para avanzar se hace lo mismo. Lo que compruebo que me pasa, y me ha pasado durante tantos años, es que cuando doy una respuesta a mis problemas de fe, surgen de ella un abanico de nuevas preguntas y no logro cerrar nada. Si algo concluyo siempre se me vuelve provisional y tengo al poco tiempo que revisarlo, aunque es cierto que algo fundamental como lo que expuse en mi comentario anterior permanece, con solo unas pocas alteraciones.
Mira, hace unos días me decidí a sacar un libro de unas 200 páginas sobre mi fe, que me obligué a cerrarlo en el 2011, después de más de 20 años de trabajo y continua revisión. Como jamás he publicado nada se me ocurrió que a Antonio Duato y aquí en Atrio podría interesar. Oscar se ha ofrecido a “destilarlo” para irlo poco a poco sacando en el tablón de Atrio. (requiere tiempo y esfuerzo lo cual le agradezco pues yo no sabría cómo hacerlo). El libro lo consulto a menudo, de él saco muchas ideas que pongo en Atrio. Plantea problemas y da respuestas ¿pero crees que me siento satisfecho de ellas? Pues depende. Ya tiene numerosas correcciones, cambios de planteamiento y preguntas, cambios en las respuestas,…. Ya se lo he advertido a Oscar y a Antonio, y me han dicho que aproveche el modo de publicarlo para cambiar lo que crea oportuno. (por ejemplo Ana Rodrigo me tirará de las orejas cuando se publique, porque empleo reiteradamente el genérico “hombre”).
Me preguntas por lo que me pasa, por qué buscar repuestas a tantas y tantas preguntas en un vórtice sin fin, qué sentido tiene. Pues te contestaré Isidoro en una respuesta que también recoge los comentarios de Mª Luisa: yo no puedo ni quiero dejar de racionalizar mi fe. ¿Por qué? pues porque quiero justificar mi fe con razones y argumentos que la hagan POSIBLE, posible como alternativa existencial válida, al menos tan válida como cualquier otra, y no cargada de contradicciones, de propuestas irracionales, de “datos” incomprensibles. Pero la justificación de mi fe no es sólo ante mí mismo, cosa también importante pues está en juego el sentido que quiero darle a mi vida, sino sobre todo ante los demás, precisamente ante el sector de la sociedad más informado.
¿Y si todo el “problema” está… en que cada quien… “sabe” quien y que es Dios?
Cuando pienso en la ¡Esencia de la Vida!
(me gusta más llamarlo/a así, porque la palabra “dios” está tan manipulada que como nos dice el art, a dejado de tener fuerza)
Está tan atado a el pensamiento humano… y no puede ser de otra manera, porque nadie sabe ciertamente nada de Dios… con mayúscula.
Si hay un Dios, es imposible que la mente humana, lo pueda reducir a sus necesidades… Él, sería donde todo tuviese sentido en… ¡Todo y todos!
Si de verdad, nos sintiéramos atraídos por su “maravilla de ser” buscaríamos en nuestro interior, todo aquello que cada quien, necesitase para salir adelante.
Porque todo lo que el ser humano necesita en cada momento… lo tiene grabado a fuego en su interior, en su misma entraña y pude bucear en el y buscar en cada momento de su vida, aquello que precisa para variar su camino, o porque se ha perdido… a sucumbido a otros cantos de sirenas… cuando ha tocado fondo, cuando duda… no de Dios, sino de su manera de actuar y vivir.
Porque ha caído en la cuenta, porque es injusto, manipulador, que hace sufrir, que se hace daño así mismo.
Siempre habrá en nuestros caminos, personas que nos irradian luz, buen hacer, nos hacen caer en la cuenta, de que algo está mal.
Dios… ¡no es propiedad de las religiones! es de cada persona que le deja ¡Ser! en su vida.
Por eso hay tantos caminos, religiones, Profetas que de una manera especial nos lo han presentado, pregonado, enseñado y vivido.
A Dios (o como cada cual lo experimente) no puede ser encerrado por nadie ni por nada… nuestro pensamiento lo hace chico cuando lo queremos manipular y hacerlo nuestro.
Hemos hecho de Él… algo que podemos comprar con rezos, novenas, velas, sacrificios; nos castigamos… porque así nos educaron, porque se nos ha dicho que le ofendemos etc.
A Dios… Solo le podemos ofender, cuando dañamos a cualquier ser creado: ser humano, planta, animal, lugar, agua etc.
Esa es su hermosa obra, y los humanos lo mejor que sabemos hacer… es dañarnos mutuamente, por ansia de poder, riqueza, clase, etc.
Ese es de verdad, el mal supremo del mundo… destrozar aquello que se nos ha regalado para aprender a vivir de la mejor manera posible.
Pero lo hemos elevado por la dignidad “religiosa” por encima de todo, y ahí, esta nuestra perdición y así nos va.
Si Dios Es:
No puede ser propiedad de nadie, todo ser puede llegar a Él si lo busca, porque Él, se dejará encontrar y se manifestará de mil maneras.
Nadie conoce ni sabe quien, y como es Dios… sus Profetas siempre nos remiten al ¡Ser humano y a su creación!
No para machacarla, sino para amarla, cuidarla y mejorarla, porque todo lo dejó en nuestras manos, somo nosotros los que hablamos de… Él.
mª pilar
Como complemento a mi comentario reciente a Juanel, y para aclarar la críptica frase del maestro zen, he recopilado tres frases que pueden aclarar:
“Se oyen solo las preguntas a las que se está en condiciones de encontrar respuestas”. (Nietzsche)
“Mucha gente en el fondo “sabe”, pero no quiere admitir que sabe, por lo que sigue comportándose como si no supiera”. (Juan Rojo Moreno cita a J.L San Miguel)
“Tiene que haber un momento del día en que el hombre que tiene que hablar, (pensar en mi caso), guarde silencio, deje de dar forma a teorías en su mente y se pregunte a sí mismo: ¿Acaso tiene algún sentido?”. (Thomas Merton).
En resumen el sentido de la frase zen es: “Si supiéramos la verdadera pregunta que tenemos que hacernos, no nos la haríamos, porque ya sabríamos la verdadera respuesta que necesitamos”.
Amigo Juanel: He leído tu confesión de fé. Me parece muy trabajada y meritoria. Responde a tu cosmovisión personal, como la creencia o no creencia de cada uno, reponde a la nuestra.
Te haces muchas preguntas, como muchos de nosotros nos las hacemos, y así vamos pasando por esas etapas de búsqueda y crisis, (= cambio).
Me ha venido a la mente una frase de un maestro zen a un discípulo: “¡Cuándo conozcas la respuesta, dejarás de formular la pregunta!”.
Puede parecer, (como muchas frases zen), una tautología, una obviedad, y una perogrullada, pero quizás signifique, que a veces es necesario saber qué nos pasa en realidad, y no lo que creemos que nos pasa.
Yo no soy terapeuta, (en realidad yo no soy nada), pero creo que la mayor y utilidad del terapeuta, es descubrir lo que le pasa al paciente en realidad, que no suele ser por aquello que creee el interesado.
Y lo mismo pasa con las discusiones matrimoniales o familiares en general. Que se discute por temas que no son los temas verdaderos de fricción, que suelen quedar ocultos por la auto-represión, (nos duelen demasiado), o enterrados en el fragor de multitud de pequeñeces y menudencias que se sacan a colación.
Es el sentido del “¡Conócete a ti mismo, y conocerás el mundo y a los dioses!”, de Delfos.
Y al amigo Oscar, le mando una respuesta y una modesta petición.
Como sugieres, yo también pienso que Jesús fue un hombre de su tiempo, lo que no podía ser de otra manera en un hombre “normal”. Fue judío y murió judío, recitando un salmo, (según lo que se nos ha transmitido en los evangelios).
No parece razonable pensar que haya sido un “paracaidista” aterrizado, o un “extraterrestre”, bajado del platillo.
En su tiempo, y su lugar, un no judío (religiosamente hablando), no hubiera suscitado ningún eco, en la Judea de Jesús, y menos en la parte de la Judea hebraica. Ya en su época había misioneros budistas en Alejandría, que no tuvieron ninguna repercusión.
Lo de la “Encarnación”, es uno de los puntos mas flojos de la doctrina cristiana, y proviene de la necesidad de justificar la “divinidad” de Jesús.
Mi planteamiento, lo intenta explicar de un modo menos retorcido que lo de la Encarnación.
Y ahora la petición. Como este tema me interesa muchísimo, me podrías ayudar mucho, que ampliases y desarrollases tus ideas, como el qué quieres decir con el párrafo “fíjate si no se desmoronan al estar asentados en un “modo de pensar” husserl-heideggeriano”, y todo lo que viene detrás, que no he entendido casi nada.
Procura no ser demasiado filosófico, que yo entiendo poco de eso. No corre prisa, cuando buenamente puedas en tu primavera sureña. Gracias
…Por tanto la fe no es algo que esté sujeto a perdida alguna tal como he leído por ahí, algunas veces, cuando se dice aquello que hace referente a las contradicciones entre religión y ciencia, de que alguien al percatarse de ello puede perder la fe. No lo creo así, ya que si se ha entendido mi comentario anterior, la fe se ha de situar a nivel de la esencia, o mejor, es correlativa a ella y por eso se trata de una opción. En esta opción última está el famoso salto a dar del que tanto se habla aquí pero nunca antes cuando a veces leo que se le sitúa a nivel de acción optativa entre religión y ciencia, cosa muy distinta. Y la razón por la cual pienso que esto no es así es porque el objeto de ambas no es la esencia sino la realidad
Me parece muy bien todo lo que se está diciendo porque versa no de la esencia de Dios de la cual, como dice Machado, no se puede hablar sino que, de lo que se habla, según leo en los diferentes comentarios, es de la realidad conceptual de Aquel, cosa muy distinta. De ahí la posibilidad de que también se hable en otros contextos de deconstrucción porque ésta afecta a la realidad no a la esencia.
Al querer definir la esencia de Dios, la tradición religiosa ha objetivado materialmente su realidad y consecuentemente respecto a esta objetivación ha racionalizado la inteligencia tornándola a ésta inaprensiva a lo real y por tanto al desproveerla de su primaria función que no es sino la de aprehender lo real, es por lo que a la hora de entrar en juego la razón lo ha hecho en forma de racionalismo en concordancia con el materialismo. De ahí que no esté de acuerdo con Juanel, en este punto cuando, en el hilo de G. Haya, dice que hay que materializar y racionalizar la fe, porque esto es justo, a mi modo de ver, lo que nefastamente se ha venido haciendo por parte de la religión cristiana.
Me alegro, me alegro un montón Isidoro que vayas por la misma línea por la que voy yo. Dios, por un lado, lo común es considerarlo Absoluto-Eterno, lo Trascendente, el Misterio, …el Padre para Jesús, a quien nadie ha visto jamás y nada podemos decir acerca de él, por lo cual solo nos queda el silencio. Pero, por otro lado, para Jesús el Padre no es un ausente, sino que está profundamente implicado en la vida humana individual y colectiva. ¿Cómo? pues yo creo que Jesús nos lo dice claramente en su mensaje central de Reino de los Cielos. Dios está llevando la humanidad al completo a su Plenitud. Dios está con nosotros empujando hacia la plenitud humana. ¿Por qué? pues porque Dios mismo es Plenitud Humana. Dios tiene constitutivamente un componente humano y humanizador, como leí hace muchos años en “la Humanidad Nueva” de González Faus. Esta es para mí la Inmanencia de Dios, no en las cosas creadas, no en el mundo, sino en la humanidad en todos y cada uno de los seres humanos, que se hará efectiva en el tiempo histórico de la Plenitud.
Por tanto, estoy contigo. Dejemos de una vez de ocuparnos y preocuparnos por la Trascendencia de Dios, por encajar una cosmovisión en la que quepa su trascendencia, ya llegará cuando veamos a Dios cara a cara, pero hasta entonces hablemos de Dios como Humanidad en Plenitud, (¿el Espíritu Santo?), pues Dios está en cada vida humana en plenitud sin exclusiones. Esforcémonos por alcanzarla, viviendo como si estuviésemos ya en ella. Está en nuestras manos.
Hola Isidoro!
Buen escrito el tuyo: lógico y peda-gógico. Seductor. ¡Bien!
Te leo:
– “los seguidores de Jesús, no lo podían entender.
Eran hombres de su tiempo.“-
Te pregunto:
1.- ¿Fue Jesús “hombre de su tiempo”?
2.- ¿Se puede “no ser de su tiempo” y “ser hombre” al mismo tiempo?
Mi pensamiento no so-porta esta última disyuntiva.
O se es de “su tiempo” o no se es.
El “tiempo humano” es como “el camino” según A.Machado: No lo hay sino que es lo que hacemos.
En general tus pre-misas y razonamientos son muy lindos, fáciles y buenos;
pero fíjate si no se desmoronan al estar asentados en un “modo de pensar” husserl-heideggeriano, quien éste último no pudo escribir su prometida segunda parte de “Ser y Tiempo” que titularía “Tiempo y Ser”. Siguió piqueteando desde dentro de su odre “moderno” sin poder “salir” a la “AUTO-BIOGRAFÍA” (superlativo de la “RAZÓN HISTÓRICA”)que somos cada cual re-absorbiendo su Circunstancia.
Los seres humanos somos:
* incorregiblemente EU-CRÓNICOS y EU-TÓPICOS.
* Tenemos Pasado y hacemos Futuro; pero Ser:somos “HOY” (Aquí y Ahora). Ni “U-topía” ni “U-cronía”.
Nosotros, en ATRIO, somos “escritores” y “Lectores” ¿No está nada mal, no?
¡Vamos todavía! – Óscar,
El gran reto de la religiosidad del futuro, en un mundo cada vez más “moderno” y mejor conocedor del Universo, es hacer la cuadratura del círculo de una religiosidad a lo Bonhoeffer, sin “Dios”, pero “trascendente”.
Y parece mentira que los cristianos, que tenemos la solución delante de las narices no la veamos, incapaces de comprender la gran novedad de la “buena nueva” anunciada por Jesús, para “complementar” inicialmente el concepto del Dios-Jhavé de los judíos, complemento aplicable también al concepto del Dios abstracto de los neoplatónicos greco-romanos, que fue adoptada por los primeros seguidores de Jesús, helenistas, de los que somos herederos culturales.
Para no liar más la troca, Jesús, englobó ambos dioses, en la figura del “Padre”, y su gran novedad es que lo “retira” del contacto con la humanidad, haciéndolos (a ambos dioses que engloba), inaccesibles, solo accesibles a través de él, un humano como nosotros, al ser él, el Elegido por ese “Padre” como Top, (el Cristo), y como representante de la Humanidad, con mayúsculas.
A partir de este nuevo planteamiento, tanto el “Dios”-Creador, como el “Dios”-Padre, sean lo que sean, y cómo sean, quedan en un segundo plano, voluntariamente escogido, (no olvidemos que el creyente presupone, que estamos dentro de un plan de “Dios” en la historia humana, del que todas las revelaciones son sendos hitos).
A partir de Jesús, para el cristiano, la palabra “Dios”, en realidad se refiere a esa gran Humanidad, que (mediante una gran Organización de guía y estímulo, oculta aún en la historia humana, y denominada como “Espíritu Santo”), se está metamorfoseando en la futura Superhumanidad, denominada por Jesús como el “Reino de Dios”, que tenemos que construir nosotros solos, con nuestras propias fuerzas, sin ayuda exterior directa alguna.
Por todo esto me reafirmo, que el significado de la idea-clave de Jesús, es imprescindible para entender los momentos presentes. Es la pieza-clave de intersección y unión, es el nexo que une las dos grandes etapas de la historia religiosa humana: la etapa en la que el protagonismo está en los Dioses, y la etapa con la Humanidad de protagonista.
Si no hubiera existido Jesús en su tiempo, habría que haberlo inventado, y esa es una de la “razones”, por las que me parece “razonable” el cristianismo, porque está plenamente en la línea que marca la historia.
Naturalmente, esto que lo comprendemos ahora, con nuestros saberes y conocimientos actuales, los seguidores de Jesús, no lo podían entender. Eran hombres de su tiempo. No podían entender e interpretar correctamente el alcance del mensaje, y por eso, las referencias que tenemos de Jesús, escritas por hombres de su tiempo, lo pintan de un modo, muchas veces contradictorio e ininteligible.
Por eso hay que hacer una relectura nueva de todo, en función de los tiempos presentes, y por eso “el depósito de la fe”, que tan celosamente guarda la Iglesia, que es el conjunto de las interpretaciones que se hicieron hace de mil quinientos a dos mil años, es obsoleto.
Comprendo perfectamente que a los más “eclesiales”, les parezcan estas ideas “heréticas” como mínimo. Y que los agnósticos, vean todos estos planteamientos muy especulativos y novelescos, y tampoco lo acepten. Como señala Fraijó, todo verdadero creyente siente dudas muchas veces de sus “intuiciones”, y sobre si no serán más que especulaciones locas de una fantasía desbocada, o hasta de una mente delirante.
Pero la diferencia del creyente con el agnóstico, está en el párrafo de Fraijó, sobre las consecuencias de la “muerte” de Dios, según Nietzsche:
“Acudió a tres certeras metáforas para ilustrar las consecuencias de la muerte de Dios: se vacía el “mar”, es decir, ya no podremos saciar nuestra sed de infinitud y trascendencia; se borra el “horizonte” o, lo que es igual, nos quedamos sin referente último para vivir y actuar en la historia, se esfuman los valores; y, por último, el “sol” se separa de la tierra, es decir, el frío y la oscuridad lo invaden todo, el mundo deja de ser hogar”.
El creyente es el que siente esa sed de infinitud y trascendencia, siente la necesidad de referentes fiables para el camino de la vida, y necesita “calor” ante los momentos de angustia e incertidumbre que nos asolan a todos en muchos momentos, (la crisis existencial que sufrimos todos endémicamente).
Algunos, muy machotes, prefieren afrontar el invierno a pecho descubierto, y hasta se bañan en agua helada. Pero otros muchos, más flojos, precisamos bufandas y abrigos. El cementerio está lleno de “valientes”, y las consultas psicológicas repletas de personas que cargan más peso del que pueden soportar ellos solos, y por ello abundan los “tirones” y los “lumbagos” en el alma.
Las creencias aligeran el peso, y estimulan a la acción. Colón descubrió América, porque “sabía” que la tierra era esférica y había otro camino para las Indias orientales. No tenía pruebas, solo tenía unos indicios, cierta habladurías de otros navegantes, y unos cálculos especulativos, (que resultaron erróneos).
Por eso se adelantó. Si Colón no hubiera sido un “creyente” y no hubiera tenido las fuertes “intuiciones” que tenía, América hubiera acabado por ser descubierta, pero por casualidad, mucho más tarde. Colón se adelantó y adelantó así la historia humana.
Esa es la gran función del cristianismo moderno. Estimular y acelerar la gran labor de metamorfosis de la Humanidad, hacia una meta final que para unos será la laica “sociedad ideal y justa”, o el “Reino de Dios”, de todos los creyentes.
Sé que muchos piensan que las creencias por el contrario inmovilizan y fomentan el pasotismo. En algunos casos es así. Pero cuando uno no cree mas que en sí mismo y en su familia, acaba naturalmente obsesionado solo en ganar más dinero, en comprar, y en vivir lo más hedonistamente posible, (y ya no hablemos de todas las dependencias autodestructivas que nos acechan).
Cuando no se cree en nada, ni en una utopía laica, ni en un destino cósmico-religioso, acabamos creyendo en todas las cosas, intentando llenar esa sed inconsciente de infinitud.
El ligar nuestra vida y nuestro destino personal a un destino cósmico, (cosmoteándrico lo llama Panikar), es algo muy motivador, y yo creo que resiste mucho mejor los inevitables desánimos y avatares personales que nos acaecerán en el camino, a cada uno.
El nihilismo, paraliza, y mata la ilusión poco a poco, como el monóxido de carbono, sin que nos demos cuenta.
Hola!
Pienso que esta gente (el Autor y sus “citados”) mantienen aprisionado lo que entienden por “creencia” y “fe”. Lo tienen en el corralito de la “religión”.
¿Cuándo se abrirán a que “Fe y Creencia” son más radicalemente Asunto PRO-FANO?
Más aun:
¿Cuándo comprenderán que “Fe y Creencia” son el “subsuelo” que sostienen el “suelo” que pisamos al andar viviendo.
Porque hace más de 500 años que -al menos Occidente- se largó a andar por CAMINOS RAZONABLES; no pudiendo volver más que supersticiosamente a los caprichosos DECRETOS de los DIOSES.
¡Vamos todavía! – Óscar.
Hola!
¡Lindo! ¡Muy lindo!
¡Pobre! ¡Muy Pobre!
Es lindo que lo viejo asista a su envejecimiento
Es pobre que atisbando “el sí y el no” (DUDA) sobre Dios, no atisbe “el sí y el no” (DUDA) sobre Estar Viviendo.
¡Muy raro que en esta perorata sobre nuestros destinos no haya una sola mención al protagonista: la VIDA HUMANA, que es la-de-cada-cual!
¡Voy todavía! – Óscar.
No creo Manuel que Francisco piense como concluyes, “No razone, quédese con la fe y así no tendrá duda”, sino más bien, razone cuanto necesite y pueda, pero sepa que su decisión final no va a depender por completo de este razonamiento; hay siempre “un plus de opción personal” sobre cómo entender y meterse en la vida, y el hacerlo o no hacerlo como creyente -para preferir o no esa confianza en la existencia a partir de ese “plus de opción personal”, está entre la sicología personal, la experiencia propia de felicidad y sufrimiento, la comunidad de vida con los cercanos, la necesidad de confianza, el peso de lo racionalista en la propia forma de ser, la admiración por la entrega de otros, la paz interior que puede recibirse de una espiritualidad encarnada… son distintas experiencias que acompañan a una opción personal de confianza final; de confianza final en alguien/algo que nos trascienda en la vida, sea amor y bien, y la explique finalmente para todos, especialmente para las víctimas; a partir de aquí, el creyente refiere su confianza a la confianza de Jesús en Dios y, hecha ya fe, a la confianza en el propio Jesús.
Pero el paso por el plus de opción personal que tiene la fe, es irrenunciable. Luego, la teología lo llama vocación y gracia, pero un lenguaje a posteriori. De ahí, la duda en cualquier momento y persona. Lo pienso así para mí.
Saludos.
La profundidad que aparentemente extrae Fraijó de la frase del Papa: “Si una persona dice que ha encontrado a Dios con certeza total y ni le roza un margen de incertidumbre, algo no va bien” debe referirse, a la conciencia clara que percibe el Papa sobre la fragilidad de las certezas que aseguren la existencia de dios. Las certezas que se puedan derivar de las creencias, suscitan siempre la duda y por consiguiente la incertidumbre.
Como por ejemplo, las tres pruebas que han nutrido las creencias sobre la existencia de dios: La Ontológica; La Teleológica y La Cosmológica han quedado crudamente desmanteladas desde Kant hasta Hawking por la inconsistencia de sus argumentos y por la generación de dudas que insosteniblemente han contraído siempre.
Un creyente puede también mantener su fe a pesar de lo anterior, sustentándose en estos tres asideros pero mucho más desenvueltos en el plano de la subjetividad:
-La apuesta de Pascal, suficientemente cuestionada hoy día con su antítesis la apuesta de Smith
-El argumento ad populum que consiste en ese frágil razonamiento de “que no podemos ser tantos y estar además equivocados”
-Y la imbatible experiencia personal. Pero el dios de cada uno, ese con el que dialogamos, construimos y defendemos (no hay más que leer las aportaciones de los intervinientes de Atrio, como especifican las características que desprenden su propio dios en el que creen aún dentro de profesar una misma fe) encierra un problema de envergadura. Al no haberse dado una revelación diáfana, irrefutable y universal, hay tantos dioses como religiones y seguidores en sus respectivas profesiones de fe. Es decir, miríadas de dioses correspondiendo a cada mente de cada fiel, que aunque agrupados en coincidentes creencia, recicla, reconstruye, atiende y adapta a su dios tanto para sus necesidades racionales, como a las emotivas y sentimentales.
De esta fragilidad de las creencias tanto en el orden objetivo/racional como del plano subjetivo, parece que Francisco es consciente de los angostos caminos por los que el creyente tiene que transitar, cuando anda muy convencido de la firmeza de sus indubitadas creencias.
Exponía el Papa en la misma entrevista esta llamativa frase: Los grandes guías del pueblo de Dios, como Moisés, siempre han dado espacio a la duda. Es decir, el único ser humano que bajo una zarza ardiente comprobó la existencia de dios al entregarle éste, unos códigos de conducta elaborados con su puño y letra resulta, que ni siquiera estaba muy convencido de que esa demostración tan pasmosa significase la existencia de dios. Deduzco, que Francisco tiene asumido, como si fuese un buen deísta, la mitología en la que está fundada la Biblia entera o además, nos puede estar mandando un mensaje subliminal: si no hay que fiarse de aquella epifanía única que tuvo Moisés, tampoco te creas nada tu tan trabajoso y perfilado dios ontológico.
La deliberación alcanza su paroxismo cuando viene a decir lo siguiente:
“Nos has hecho para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti” (L.I, c.1, n.1 San Agustín). Este reposo viene de la certeza entera de haber encontrado al Señor, ―“el camino la verdad y la vida”― y trae consigo la fuerza de la fe, que disipa cualquier duda, y el deseo generoso de llevar a todos hacia Él,…..”
Francisco parece que distingue la supuesta certeza, sobre la que no tiene una buena opinión, de encontrar a dios desde la reflexión racional sin mezcla ni sombra de duda o incertidumbre, de la otra certeza, que es la que ofrece el haber encontrado al Señor fuente de fe, disipadora de dudas. Creo entender que Francisco está más por la labor fideísta. Es decir, no hay que basar la fe en las certezas proveniente de un sopesar racional de las creencias, sobre las que se ciernen siempre las dudas y que además, estarán tarde o temprano, sometidas al albur de ser refutadas por la propia razón y por las ciencias.
No. Sólo la fe basta.
El creyente puede navegar con sus argumentos para sostener su fe por los procelosos caminos de la vida, pero que no se fíe. Tarde o temprano la evolución de su propio pensamiento y la profundidad y avance del conocimiento, cuestionará los contenidos de las creencias y podrían hacer innecesaria la fe.
No razone, quédese con la fe y así no tendrá duda.
Él sabe que esto es una prédica imposible.
Saludos