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Partió el hombre que esperaba siempre el adviento de Dios

Boff

Arturo Paoli, sacerdote teólogo y hermanito de Jesús, falleció el lunes 13 en su natal Lucca, a los 102 años.

Hizo de todo en la vida. En la juventud fue ateo y marxista. Pero de repente se convirtió. Se ordenó sacerdote durante la guerra. Entró en la Resistencia contra los nazis. En 1949 lo nombraron asesor de la Juventud de Acción Católica. Pero sus métodos libertarios no agradaron al statu quo eclesiástico y lo mandaron a acompañar a emigrantes italianos que venían por barco a  Argentina. En el viaje encontró a un Hermanito de Jesús, seguidor de  Charles de Foucault cuyo carisma es vivir en el mundo entre los más pobres. Se inició en Argelia junto al desierto y entró en la lucha de liberación contra la dominación francesa.

Después fue enviado a Argentina. Trabajó durante años como obrero con los madereros. Fue al Chile de Pinochet, pero su nombre estuvo pronto en la lista que decía: “quien encuentre a uno de estos, puede eliminarlo”. Estuvo un tiempo en Venezuela. Y acabó instalándose en Brasil, en Foz do Iguaçu, donde creó  varias iniciativas para los pobres, con hierbas medicinales, una granja didáctica para jóvenes desamparados y otras organizaciones populares que continúan existiendo hasta hoy.

Tuvo muchos reconocimientos que casi siempre rechazaba. El más importante fue el 29 de noviembre de 1999 en Brasilia cuando el embajador israelí le confirió la mayor distinción dada a un no judío: “justo entre las naciones”. Durante la guerra creó junto con otras personas una red clandestina que salvó a 800 judíos.

Se hizo monje sin salir del mundo, sino dentro siempre del mundo de los pobres y humillados. Todo el tiempo libre lo dedicaba a la oración y a la meditación. Durante el día recitaba mantras y jaculatorias. Fue una de las figuras más impresionantes que pasaron por mi vida, con una retórica capaz de resucitar muertos. Éramos amigos-hermanos.

Tenía una extraña manera propia de rezar. Él mismo me lo contó. Pensaba: si Dios se hizo humano en Jesús, entonces fue como uno de nosotros: hizo pipí, caca, lloriqueaba pidiendo el pecho, hacía pucheros cuando algo le molestaba, como el pañal mojado.

Al principio, pensaba él, Jesús habría querido más a María, luego más a José, cosas que Freud y Winnicott explican. Y fue creciendo como nuestros niños, jugando con las hormigas, corriendo tras los perros y, travieso, robando frutas del huerto del vecino.

Ese extraño místico, rezaba a Nuestra Señora imaginando cómo acunaba a Jesús, cómo lavaba en el tanque de agua los pañales sucios, cómo cocinaba la papilla para el Niño y una comida más fuerte para su marido carpintero, el buen José.

Y se alegraba interiormente con tales cavilaciones porque así debe ser pensada la encarnación del Hijo de Dios, en la línea del Papa Francisco, no como una doctrina fría, sino como un hecho concreto. Sentía y vivía tales cosas con conmoción del corazón. Y lloraba con frecuencia de alegría espiritual.

Donde llegaba, creaba siempre a su alrededor una pequeña comunidad en la peor favela de la ciudad. Tenía pocos discípulos. Solo tres que acabaron marchando. Encontraban demasiado dura aquella vida y todavía tenían que meditar durante el día, en el trabajo, en la calle, en la visita a los caseríos más decaídos.

Sólo, se agregó entonces a una parroquia que hacía trabajo popular. Trabajaba con los sin-tierra y con los sin-techo. Valeroso, organizaba manifestaciones públicas frente a la alcaldía y animaba las ocupaciones de terrenos baldíos. Y cuando los sin-tierra y los sin-techo conseguían establecerse, hacía bellas “místicas” ecuménicas, como hace siempre el MST.

Paoli Davide DuttoFotografía de Divide Tutto, publicada en Adista.it, donde se incluye una magnífica biografía de Arturo Paoli (en italiano)

Y todos los días, hacia las 10 de la noche, se adentraba en la iglesia oscura. Solo la lamparina lanzaba destellos titubeantes de luz, transformando las estatuas muertas en fantasmas vivos y las columnas erectas en extrañas brujas. Y allí se quedaba hasta las 11 de la noche. Impasible, con los ojos fijos en el tabernáculo.

Un día fui a buscarlo a la iglesia. Le pregunté a boca jarro:“mi hermano Arturo, ¿es que tú sientes a Dios, cuando después del trabajo te metes a rezar aquí en la iglesia?

¿Te dice alguna cosa?”

Con toda tranquilidad, como quien despierta de un sueño, me respondió: “No siento nada. Hace mucho tiempo que no escucho su voz. La sentí un día. Era fascinante. Llenaba mis días de música y de luz. Hoy ya no escucho nada. Sufro con la oscuridad. Tal vez Dios no quiera hablarme nunca más”.

“Y entonces”, repliqué, “¿por qué sigues todas las noches aquí, en la oscuridad sagrada de la iglesia? “Sigo”, respondió, “porque quiero estar siempre disponible. Si Él quisiera manifestarse, salir de Su silencio y hablar, aquí estoy yo para escuchar. ¿Y si Él quisiera hablar y yo no estuviera aquí? Pues, cada vez que viene, lo hace solamente una sola vez. Como en otro tiempo”.

Salí maravillado y pensativo por tanta disponibilidad. Gracias a estas personas, místicas anónimas, la Casa Común, al decir del Papa Francisco, no es destruida y Dios mantiene su misericordia sobre la perversidad humana.

Estas personas vigilan y esperan, contra toda esperanza, el adviento de Dios que tal vez nunca sucederá. Pero son los pararrayos divinos que recogen la gracia que, silenciosamente, se difunde por el universo y hace que Dios siga dándonos el sol y todas las estrellas y penetre hondo en el corazón de todos los viven en la Casa Común. Y si Dios aparece habrá gente disponible para oírlo. Y llorarán de alegría.

Su nombre es Arturo Paoli que con 102 años fue a ver y a escuchar a Dios, ahora eternamente, el 13 de julio de 2015, desde donde vivía en San Martino in Vignale, en las colinas de Lucca, Italia.

*Leonardo Boff es columnista del JB online y teólogo.

Traducción de Mª José Gavito Milano

Otra información sobre Arturo Paoli:

6 comentarios

  • Dentro de poco, todos estaremos junto a él, que el Señor nos perdone de todo lo malo que hemos hecho.

  • jesús herrero borrego

    A Arturo  Paoli, lo conocí personalmente en una Eucarístía con los hermanitos De Foucault en el Barrio Almafuerte, del partido de La Matanza, (San Justo), Argentina.  Cenamos juntos .  Me apena la noticia de su fallecimiento pero su muerte la vivo con esperanza. Arturo, después de tantos caminos. has llegado a la Patria Esperada. ¡Qué el Señor esté contigo!. Nos veremos cuando Dios quiera……

  • oscar varela

    Hola!

    Recibido, entre otras, de Daniel Leal:

    Parlando con… Fratel Arturo Paoli
    https://www.youtube.com/watch?v=Vz4N8wK2RAA
     
    Publicado el 16/07/2015

    riproponiamo l’intervista realizzata nel 2012 con Fratel Arturo Paoli.

  • Román Díaz Ayala

    “Tened ceñida la cintura y las lámparas encendidas, y sed como ésos que esperan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle en cuanto llegue y llame. Dichosos los siervos a quienes el señor, al venir, encuentre velando.” (Jesús  en señaba a su grupo con estas palabras, Lucas 12,35)
    El hermano Arturo  fue una de esas vírgenes prudente que en la noche oscura velaban la llegada del Esposo con su provisión de aceite.
    En estos tiempos la Iglesia anda buscando comprar aceite a los mercaderes. Se arriesga a perder el encuentro con el Esposo.

  • Rodrigo Olvera

    Gracias Oscar por compartir esa memoria, que es tuya pero que no es sólo tuya.

  • oscar varela

    Hola!

    La Noticia me llegó por Daniel Leal, que a veces comenta en Atrio (siempre lo lee -me agregaba).

    En la diócesis de Avellaneda al poco de creada (el primer obispo falleció a los 8 meses) estaba Jerónimo Podestá, quien “trajo” curas obreros y también a un Cumpa a los Hrmanitos, que todavía anda con alguito más de 90 años. Fue compañero de cuarto de Daniel cuando visitaron hace poco a Arturo Paoli.

    Cuando echan a Podestá, éste se recluyó unos días en una casa de Bs. As. y allí venía Paoli a charlar con él y Clelia Luro. Lo necesitaban al tanito este porque la lucha espiritual de orientación era muy pero muy dura.

    El primer Libro que escribe Podestá (y Clelia) titulado “La violencia del amor” llevó el Prólogo de Arturo (y la imagen de Tapa de un cuadro de Perz Celis), que así se había comprometido. Los días pasaban y no pasaba nada con el Prólogo y el Editor se impacientaba.

    Hubo que ir a buscarlo y hacérselo escribir a Resistencia-Chaco. Fuimos Jerónimo, Clelia y yo en un “fitito” (Fiat 600) los aprox. 800 km. desde Bs. As. De regreso nos tomó una tormenta pasando Córdoba con Ruta 9 inundada. Teníamos unos 10 cm. de agua dentro del fitito. Pero llegamos (resfriados) y salió el primer Libro.

    Arturo tenía un crédito infinito entre la juventud argentina, sobretodo universitaria y su Libro se leía y se leía, sobre Comentairios al Evangelio del domingo.

    Lo que cuenta Boff está muy bien y, en especial, que se lo recuerde.

    Creo que quien más quien menos tiene en su trayectoria de vida referencias a personas que lo han entusiasmado y se sintieron invitados a ser parte de algún Proyecto humano.

    Por eso ¡Voy todavía! – Óscar.